¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Febrero 15 del 2017
FORMACIÓN DE MISIONEROS DE
JUVENTUD Y FAMILIA MISIONERA
CARTA
ENCÍCLICA
HUMANÆ VITÆ
TRANSMISIÓN DE LA VIDA HUMANA
DE SU SANTIDAD EL PAPA PAULO VI
CONTINUACIÓN
(6 de 7)
Llamamiento a las autoridades públicas
23. Los gobernantes, que son los primeros
responsables del Bien Común y por lo tanto pueden hacer mucho para la
salvaguarda de las costumbres morales, no deben permitir que se degrade la
moralidad de los pueblos; no deben aceptar que se introduzcan legalmente en la
célula fundamental de la sociedad, que es La Familia, prácticas contrarias a la
ley natural y a la Ley Divina. Es otro
el camino por el cual los poderes públicos pueden y deben contribuir a la
solución del problema demográfico: el de una cuidadosa política familiar y de
una sabia educación de las gentes; que respete la ley moral y la libertad de
los ciudadanos.
Somos conscientes de las graves dificultades con que
tropiezan los poderes públicos a este respecto, especialmente en los pueblos en
vía de desarrollo. A sus legítimas
preocupaciones hemos dedicado nuestra Encíclica
Populorum Progressio. Y con nuestro
predecesor, Juan XXIII, seguimos diciendo:
“Estas dificultades no se superan con el recurso a
métodos y medios que son indignos del hombre; y cuya explicación está sólo en
una concepción estrechamente materialista del hombre mismo y de su vida. La verdadera solución, solamente se halla en
el desarrollo económico y en el progreso social, y en que se respeten y
promuevan los verdaderos valores humanos, individuales y sociales.” (Enc. M et M
p. 447)
“Tampoco se podría hacer responsable, sin grave
injusticia, a la Divina Providencia de lo que, por el contrario, dependería de
una menor sagacidad de gobierno, de un escaso sentido de la justicia social, de
un monopolio egoísta o también de la indolencia reprobable en afrontar los
esfuerzos y sacrificios necesarios para asegurar la elevación del nivel de vida
de un pueblo y de todos sus hijos.” (Enc. PP n. 45-55)
Que todos los poderes responsables, como ya algunos lo
vienen haciendo laudable-mente, revisen generosamente los propios esfuerzos, y
que no cese de extenderse el mutuo apoyo entre los miembros de la Familia
Humana; es un campo inmenso el que se abre de este modo a la actividad de las
grandes organizaciones internacionales.
A los hombres de ciencia
24. Queremos ahora alentar a los hombres de
ciencia, los cuales “pueden contribuir notablemente al bien del
Matrimonio y de La Familia, y a la paz de las conciencias si, uniendo sus
estudios, se proponen aclarar más profundamente las diversas condiciones
favorables a una honesta regulación de la procreación humana.” (Enc. G et S
n. 52)
Es de desear en particular que, según el augurio expresado
ya por Pío XII, la ciencia médica logre dar una base, suficientemente segura,
para una regulación de nacimientos, fundada en la observancia de los ritmos
naturales. De este modo los científicos
y en especial los científicos católicos, contribuirán a demostrar con los
hechos que, como enseña la Iglesia, “no
puede haber verdadera contradicción entre las leyes divinas que regulan la
transmisión de la vida y aquellas que favorecen un auténtico amor conyugal.” (Enc. GS n. 51)
A los esposos cristianos
25. Nuestra palabra se dirige ahora más
directamente a nuestros hijos, en particular a los llamados por Dios a servirlo
en El Matrimonio. La Iglesia, al mismo
tiempo que enseña las exigencias imprescriptibles de la Ley Divina, anuncia la
salvación y abre con los sacramentos los caminos de la Gracia, la cual hace del
hombre una nueva criatura, capaz de corresponder en el amor y en la verdadera
libertad al designio de su Creador y Salvador, y de encontrar suave el yugo de
Cristo.
Los esposos cristianos, pues, dóciles a su voz, deben
recordar su vocación cristiana, iniciada en el Bautismo, y fortalecida
ulteriormente con el Sacramento del Matrimonio.
Por lo mismo los cónyuges son corroborados y consagrados para cumplir
firmemente los propios deberes, para realizar su vocación hasta la perfección y
para dar testimonio, propio de ellos, delante del mundo. A ellos ha confiado el Señor la misión de
hacer visible ante los hombres la santidad y la suavidad de la ley que une el
amor mutuo de los esposos con su cooperación al amor de Dios, autor de la vida
humana.
No es nuestra intención ocultar las dificultades, a veces
graves, inherentes a la vida de los cónyuges cristianos; para ellos como para
todos, “la puerta es estrecha y angosta
la senda que lleva a la vida.” La
esperanza de esta vida debe iluminar su camino, mientras se esfuerzan
animosamente por vivir con prudencia, justicia y piedad en el tiempo;
conscientes de que la forma de este mundo es pasajera.
Afronten pues los esposos los necesarios esfuerzos, apoyados
por la Fe y por la Esperanza que “no
engañan porque el Amor de Dios ha sido infundido en nuestros corazones junto
con el Espíritu Santo que nos ha dado” (Rm 5, 5); invoquen con oración
perseverante la ayuda divina; acudan sobre todo a la fuente de Gracia que es la
Eucaristía. Y si el pecado les
sorprendiese todavía, no se desanimen, sino que recurran con humilde
perseverancia a la Misericordia de Dios, que se concede en el Sacramento de la
Penitencia.
Podrán realizar así la plenitud de la vida conyugal,
descrita por el Apóstol San Pablo a los Efesios: “Maridos, amad a vuestras esposas como
Cristo amó a su Iglesia. . . Los esposos deben amar a sus esposas como a su
propio cuerpo. Amar a la esposa ¿no es
acaso amarse a sí mismo? Nadie ha odiado
jamás su propia carne, sino que la nutre y la cuida, como Cristo a su Iglesia.
. . Este misterio es grande, pero entendido de Cristo y la Iglesia. Por lo que
se refiere a vosotros, cada uno en particular, ame a su esposa como a sí mismo
y la mujer respete a su propio marido.” (Ef 5, 25–33)
CONTINUARÁ
También me puedes seguir en:
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario