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sábado, 4 de mayo de 2019

De mi libro "El Evangelio según Zaqueo" - 9 - EL JOVEN DIOS (3)



LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA,
SON PARTE DE MI LIBRO
“El Evangelio Según Zaqueo”
(EL ARCA EDITORES - 2004)
Una muy personal forma de ver,
La Vida Humana de Dios Hecho Hombre.

“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Playa del Carmen, Q.R., Mayo 5 del 2019.

9 DE 40

EL JOVEN DIOS (3)

Bien lo decía Jacob en sus bendiciones a los Hijos de Israel: “... Neftalí es una corza veloz, que ofrece materia a bellos cantos”, y todo el Mar de Galilea, en lo antiguo, era Tierra de Neftalí.

Fue toda una experiencia, tanto para Jesús Niño como para José y María.  Esta vivencia quedó grabada en el corazón de todos, de tal forma que sus vidas nunca serían iguales desde entonces. Jesús concurrió a todos estos lugares en muchísimas ocasiones posteriores.  En todos estos sitios pasaría dentro de muchos años, los momentos más espléndidos de su Ministerio, antes y después de recibir en su Bautismo al Espíritu Santo. 

Allí conocería a sus seis amigos galileos, quienes junto con sus dos parientes, formarían la base de sus Apóstoles.  Aquí se harán Milagros como la ‘Multiplicación de los Panes y los Peces’, en estas laderas se sentarán multitudes para escuchar las palabras de El Salvador, como el ´Sermón del Monte’.  Estas benditas aguas verán a Cristo Jesús caminando sobre ellas; dominando las tempestades; pescando milagrosamente.  ¡Cuánta verdad –como siempre- había en sus palabras aquél día!  “... ¡En este lugar se alabará a Dios de gran forma...”  ¡¡¡Y el Pequeño Jesús solo tiene seis años cuando ocurre todo esto!!!

¡Me alegra mucho que nada de esto hayan escrito ni Leví ni Lucano; es inédito, mío todo este escrito!  ¡Alabado sea el Hijo de Dios y María su Santa Madre, que me contó a mí todo esto!

Tiberíades, esa hermosa ciudad que Herodes construyó en honor de su Emperador Tiberio César, era un lugar más que exclusivo.  El acceso a ella era restringido por tierra y por mar.  Solo ‘algunos privilegiados’ como yo (y Leví que también estuvo allí), entramos a sus palacios de habitación o de descanso.  Abundaba el mármol, la cantera, la herrería y la madera; el vidrio, la plata y el oro, pero también había mucha soberbia, envidia y falsedad.  Jamás un Rabino estuvo allí, tampoco Jesús posó sus pies en el lugar.  Era demasiado pagano para ser visitado.  Era un pedazo de la Roma Imperial en Palestina; con todas sus ‘ventajas’, pero también con todas sus lujurias y pecados.

María le ‘tenía miedo’ a esa ciudad.  Cuantas veces tenían que bajar al Lago, prefería el camino largo de Caná, que el más corto por Arbela.  El primero llegaba a Magdala, aunque más accidentado.  Por el segundo bajaban a Tiberíades por valles cómodos para caminar.  Sin embargo, María siempre decidía el camino de Caná.  Bien se los digo, ella era una digna madre de un Rabino.  Jesús Niño jamás estuvo allí; la veía desde lejos y preguntaba sobre ese lugar.  Inmediatamente su Madre anteponía otro asunto, en lugar de dar detalles sobre la pecaminosa gente que habitaba ese ‘tan exclusivo espacio’, solo frecuentado por gentiles y pecadores, pero por demás indigno para cualquier judío.

Las tergiversadas aplicaciones que hacían los Fariseos sobre la Ley, que siempre les favorecían en lo económico o en el poder, prohibían que los judíos alguna vez entraran en aposentos de gentiles, paganos o pecadores.  Si alguien lo hacía, debía ser acusado con el Rabí de la Sinagoga a fin de que éste cobrara la cuota que ‘borraba’ el gran pecado cometido.  Y como en Tiberíades no vivían judíos, para María esa era una ciudad digna de ser comparada con Sodoma y Gomorra.  Si a ella le hubiesen preguntado si Tiberíades debiera correr la misma suerte que esas dos ciudades inicuas, seguramente hubiera dicho que sí; porque solo eran profanación para Dios.  Así era la Madre de este Rabboni.  No le daba oportunidades al mal; no transigía con el pecado.

Fue tan bueno y productivo el primer viaje de Jesús al Mar de Galilea, que María y José iniciaron los preparativos para finalmente poder ir a Jerusalén (algo que no hacían –contra su costumbre- desde que Jesús había nacido), a presentar sus ofrendas y que el Niño Dios conociera el reconstruido Templo del Pueblo Judío.  Irían la siguiente Pascua, allá celebrarían las Fiestas de la liberación del Pueblo de Israel.

El Pequeño Jesús se sabía muy bien todo lo relacionado con la Fiesta de Pascua.  Cuando regresaban de Egipto, José se encargó de narrarle a mínimo detalle, y por los mismos lugares en que ocurrieron los acontecimientos, todo su significado, valor y devoción.  Esta Historia la contaba José como ninguna otra.  Bien se puede decir que esta maravillosa familia de Nazaret, había realizado su propio peregrinar ¡de ida y de vuelta!, en el ‘Camino de la Salvación de Israel’.  Todos esos lugares los habían visitado durante su estancia en aquel país.  Memfis, el Río Nilo y sus estuarios; el Desierto de Sur en el Sinaí; las antiguas tierras de Edomitas, después dadas a la Tribu de Simeón, y finalmente, los valles, torrentes y cañadas de Judá, en donde habían nacido los tres: Jesús, María y José; todos judíos, todos belenitas.

Cuando Jesús Niño se enteró de los planes de sus padres, corrió por todas las casas de Nazaret anunciando el gran acontecimiento.  ¡Irían a Jerusalén en procesión! ¡Todos debían prepararse para poder ir juntos al Templo en la Pascua!  María sabía que ese era un gran trabajo, pero con tal de cumplir los preceptos de la Ley y ver feliz a su pequeño hijo, todo esfuerzo sería gratamente recompensado por el Señor.

Ese viaje implicaba para todos los participantes un esfuerzo económico, horas de más en el trabajo diario durante mucho tiempo antes de salir y desvelos y cansancios durante la caravana.  Todos estaban conscientes de que era una obligación que por Ley debía cumplirse, pero sabían que integrarse a la peregrinación organizada por María y José, implicaba un esfuerzo mayor por la forma en que ellos preparaban tan magnífico evento.

Entre María y José se sabían más de ¡200 salmos y alabanzas a Dios!, que entonaban con maravillosa precisión, modulación y solemnidad.  Esta, quizás, era la parte más bella del recorrido, pues todos se unían a sus voces durante todo el día, lográndose en la caravana un profundo sentido de agradecimiento al Señor por las gracias recibidas en el año anterior.  Además, como muchos de esos cánticos eran verdaderas plegarias de contrición y arrepentimiento, la llegada a Jerusalén era un acto de gran gozo para la expiación de los pecados y el perdón de las faltas de todos los participantes. 

Generalmente ocupaban 4 jornadas de camino; en donde el primer día era de gran gozo, el segundo y tercero de contrición profunda y e cuarto lo vivían llenos de una gran solemnidad hasta su llegada al Templo de Jerusalén.  ¡Era el evento más importante que realizaban los nazarenos!

Todos participaban en los preparativos de alimentos (ya hechos o por elaborar), tiendas, bestias de carga, carretas y grupos de guardia que se encargarán de la vigilancia durante el trayecto.  El grupo coordinador estaba muy bien representado e incluía a todos los hombres de Nazaret en donde por supuesto, estaba incluido José que era uno de los animadores anuales del evento.  El Rabino y los levitas se encargaban de las solemnidades diarias y de la sanidad en general.  Los artesanos eran los responsables de fincar los campamentos diarios y de realizar las reparaciones y adecuaciones que en ellos se necesitaran.  Todas las mujeres se juntaban para preparar dos alimentos al día; el primero muy temprano en la mañana y el segundo inmediatamente después de instalado el campamento para pernoctar. 

Las jornadas diarias eran agotadoras, empezando antes del alba y terminando después de media noche.  Y también los niños tenían sus asignaciones; a ellos les tocaba el acarreo del agua desde los pozos que se localizaban a lo largo del camino hasta Jerusalén.  Cada uno según sus posibilidades, tamaño, fuerza y resistencia.  Los casi 200 nazarenos que participaban en la caravana tenían que responder responsablemente a sus labores.  Todos, El Niño Jesús, al igual que todos los infantes, tenía que ayudar con el acarreo de agua.  Y lo hacía feliz y gustoso.  María acostumbraba a decir: ‘La bondad de nuestro Dios es infinita; la el Niño Jesús solo es más pequeña por su diferencia en edad’.  Así se distinguía el pequeño: obediente, afable, acomedido; solo dones, solo bienes, solo gracia.  Jesús amaba a todos y por todos era correspondido con amor.  El hijo de María y José, siempre se iba a distinguir precisamente por su amor.

Además de que no tenían mucho que llevar consigo, todos viajaban con pocas cosas; apenas las más indispensables, como en la primera de las Pascuas; como cuando habían salido de Egipto para ir a la Tierra Prometida.  Y esto dicho tanto por los hebreos que salieron de ese país, hacia Caná, como por Jesús, María y José, quienes el año anterior habían regresado a Nazaret, después de cinco años de ausencia.  Sin embargo, a pesar de su pobreza material, nada les faltaba para llevar al cabo sus planes y proyectos.

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Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli





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