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domingo, 2 de diciembre de 2018

8a. ENTREGA DEL MANUAL DE ORACIONES - Reconciliación


“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Ciudad de México, Diciembre 3 del 2018.
Cumpleaños de Carlitos, Primigenio de mis nietos.


“. . . sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo.
A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;
a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’”
Jesucristo
(Jn 20, 22-23)



MANUAL DE ORACIONES
(CONTINUACIÓN)


XI.  Sacramento de la Reconciliación



No hay pecado que no pueda ser perdonado, si nos acercamos al Trono de la Misericordia con un corazón contrito y humillado.  Ningún mal es más poderoso que la infinita Misericordia de Dios.

         La Confesión frecuente, recomendada por la Iglesia, aumenta el justo conocimiento propio. Hace crecer la humildad cristiana, ayuda a desarraigar las malas costumbres, aumenta la delicadeza de la conciencia, evita caer en la tibieza o en la indolencia; fortalece la voluntad y conduce al alma a un constante esfuerzo para perfeccionar en sí misma la Gracia del Bautismo y una identificación más íntima con Jesucristo; asimismo, ayuda a afianzar la experiencia de la propia impotencia en el orden sobrenatural y a confiar plenamente en la Gracia de Dios nuestro Señor.

         Conscientes de la necesidad permanente de la conversión del corazón, para la realización plena de la Voluntad de Dios en la vida propia, conviene acudir al menos dos veces al mes al Sacramento de la Reconciliación, haciendo de él un encuentro vital y renovador con Cristo y con la Iglesia.  

         Acércate al sacerdote –en la medida de lo posible un confesor fijo– actuando tu Fe en la presencia y en la Acción Santificadora de Jesucristo, con sencillez y humildad.  Expón tus faltas con orden, brevedad, propiedad, claridad e integridad.  Acepta con espíritu sobrenatural las orientaciones del confesor, y procura cumplir la penitencia con verdadero espíritu de reparación, lo antes posible.  Ofrece, además, tus obras y trabajos diarios en satisfacción por tus pecados.

         Agradece a Dios nuestro Señor el don de su perdón y de su amistad, con un propósito de enmienda alentado por el amor y el santo temor de Dios, y con una vida de mayor fidelidad a la misión encomendada.


   
El Examen de Conciencia


A continuación, y sin proponerlo como algo exhaustivo, y mucho menos obligatorio, se ofrecen como ayuda unos puntos de examen para la Confesión, tomados del ritual de la Penitencia.  Puedes servirte de ellos o de otros que sean más apropiados a tus necesidades personales,

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo + Amén.


Oración para Pedir Ayuda

Señor y Dios mío, que conoces el corazón de cada hombre, dame la gracia de examinar sinceramente y conocer verdaderamente el mío, de manera que descubra todos mis pecados, a fin de que, confesándome bien, y enmendándome de ellos, merezca tu Perdón y Gracia en la Tierra y la Vida Eterna en el Cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
I

1.     ¿Voy al Sacramento de la Penitencia con sincero deseo de purificación, renovación, renovación de la vida y amistad más profunda con Dios, o, por el contrario, lo considero como una carga que se ha de recibir muy raras veces?
2.     ¿Me olvidé o callé a propósito en las pasadas confesiones algún pecado grave?
3.     ¿Cumplí la penitencia que me fue impuesta?  ¿Reparé las injusticias que acaso cometí?  ¿Me esforcé en llevar a la práctica los propósitos de enmendar mi vida según el Evangelio?


II

1.     ¿Tiende mi corazón a Dios, de manera que en verdad lo ame sobre todas las cosas en el cumplimiento fiel a sus mandamientos, como un hijo ama a su padre, o, por el contrario vivo obsesionado por las cosas temporales?  ¿Obro en mis cosas con recta intención?
2.     ¿Es firme mi Fe en Dios, que me habló por medio de su Hijo? ¿Me adhiero firmemente a la doctrina de la Iglesia?  ¿Tengo interés en mi formación cristiana escuchando la Palabra de Dios, ilustrando mi Fe con lecturas apropiadas, participando activamente en las tareas de formación y evitando cuanto pueda dañar mi Fe?  ¿He profesado siempre con vigor y sin temores mi Fe en Dios?  ¿He manifestado mi condición de cristiano en la vida pública y privada?
3.     ¿He rezado en la mañana y en la noche?  Mi oración, ¿es auténtica conversación –de mente y corazón– con Dios, o es un puro rito exterior?  ¿He ofrecido a Dios mis trabajos dolores y gozos?  ¿Recurro a Él en mis tentaciones?
4.     ¿Tengo reverencia hacia el nombre de Dios, o le ofendo con blasfemias, falsos juramentos, usando su nombre en vano?  ¿Me he conducido irreverentemente con la Virgen María y los Santos?
5.     ¿Guardo los domingos y días de fiesta de la Iglesia, participando activa, atenta y piadosamente en la Celebración Eucarística?  ¿He cumplido el precepto anual de la Confesión y Comunión Pascual?
6.     ¿Tengo, quizás, otros ‘dioses’, es decir, cosas por las que me preocupo y en las que confío más que en Dios, como son las riquezas, las supersticiones, el espiritismo o cualquier forma de inútil magia?
7.     ¿Dedico al negocio de mi santificación cristiana y al de mi vocación como apóstol, la atención y el esfuerzo que dedico a mis negocios o a otras actividades personales o sociales?


III

1.     ¿Tengo auténtico amor a mi prójimo, o abuso de mis hermanos usándolos para mis fines y portándome con ellos como no quisiera que se portasen conmigo?  ¿Los he escandalizado gravemente con palabras o con obras?
2.     ¿He contribuido, en el seno de mi familia al bien y la alegría de los demás con mi paciencia y verdadero amor?
3.     ¿Comparto mis bienes con quienes son más pobres que yo? ¿Me preocupo por los más débiles y necesitados, o, por el contrario, desprecio a mi prójimo?
4.     ¿Soy generoso en la aportación de los talentos que Dios me ha dado como: cualidades personales, capacidad de iniciativa, tiempo, recursos económicos, contactos profesionales, etc., para apoyar obras apostólicas y el bien general de la Iglesia?  


IV

1.     ¿Cuál es la dirección fundamental de mi vida? ¿Me anima la esperanza de la vida eterna? ¿Me esfuerzo en avanzar en la vida espiritual, por medio del cumplimiento fiel de mis compromisos, según mi estado de vida?
2.     ¿He soportado con serenidad y paciencia los dolores y contrariedades de la vida? ¿He observado la ley del ayuno y la abstinencia?
3.     ¡He mantenido mis sentidos y todo mi cuerpo en la pureza y en la castidad como templo que es del Espíritu Santo?  ¿He incitado a otros con mi falta de decencia?
4.     ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia por temor o hipocresía? ¿Soy siervo de mis pasiones?


V

Preguntas Particulares

Para los hijos:

¿He sido obediente a mis padres manifestándoles respeto y prestándoles mi ayuda en sus necesidades espirituales y temporales?

Para los padres:

¿Me preocupo de educar cristianamente a mis hijos, ayudándoles con el ejemplo y ejerciendo mi autoridad con justicia y caridad?  ¿Soy fiel a mi cónyuge en el corazón y en la vida?  ¿He observado la ley moral en el uso del matrimonio?




Rito de la Penitencia


Acogida del Penitente

El sacerdote y el penitente dicen juntos:

En el nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo + Amén.

El sacerdote invita a la confianza en el perdón de Dios.
S.      Dios, que ha iluminado nuestros corazones con la Luz del Espíritu Santo, te conceda un verdadero conocimiento de tus pecados y de Su Misericordia.
P.      Amén.

A continuación se hace la confesión, seguida de algunas recomendaciones del sacerdote y de la imposición de la penitencia.  El penitente reza el Acto de Contrición:


Acto de Contrición (El Penitente)

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y Redentor mío; por ser tú quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, me arrepiento de todo corazón de todo lo malo que he hecho y todo lo bueno que he dejado de hacer, porque pecando te he ofendido a ti, que eres el Sumo Bien y digno de ser amado sobre todas las cosas. 
Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados.  Propongo firmemente con la ayuda de tu Gracia, hacer penitencia, no volver a pecar y huir de las ocasiones de pecado.
Señor, por los méritos de tu Pasión y Muerte, apiádate de mí, y dame tu Gracia para nunca más volver a ofenderte.  Amén-


Absolución (El Sacerdote)

Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al Mundo por la muerte y resurrección de su Hijo, y derramó al Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el Misterio de la Iglesia, el perdón y la paz.  Y yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, + y del Hijo, + y del Espíritu Santo. +

P       Amén.


Despedida

S       Da gracias al Señor porque es bueno.
P       Porque es eterna su Misericordia.
S       Vete en paz y anuncia a los hombres las maravillas de Dios,
         que te ha salvado.


Hasta aquí la aportación del Manual de Oraciones (8ª entrega). 
El Lunes próximo entregaremos una más.



Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli





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