Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Diciembre 5 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
58 DE 77
V.10.- LA CRUCIFIXIÓN
(Mt
27, 33-34; Mc 15, 22-36; Lc 23, 33-38; Jn 19, 17-24)
“Llegados al
lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la
derecha y otro a su izquierda. Jesús
decía: ‘Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.’ Se repartieron sus vestidos, echando
suertes.”
Evangelio según San Lucas
“. . . Pilato
redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: ‘Jesús el Nazareno, el Rey de
los judíos.’ Esta inscripción la leyeron
los judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de
la ciudad; y estaba escrito en hebreo, latín y griego. . . Lo que he escrito,
lo he escrito.”
Evangelio según San Juan
El famosísimo INRI que vemos sobre los
crucifijos, son las letras iniciales de las cuatro palabras de la inscripción
en latín, que son: “Iesus Nazarenus Rex Iudaeórum”. Poncio Pilato lo mandó poner como
‘advertencia’ para todos los demás ‘liberadores del pueblo judío’ que pululaban
por esos tiempos: “Zelotes”, armados por los comerciantes helenísticos en
contra de Roma; “Fariseos”, que contaban con una guardia armada para vigilancia
de los miembros del Sanedrín; “Saduceos”, aquéllos que querían devolver a
Israel la gloria del tiempo de David y Salomón; y “Esenios”, muy apoyados por
los sirio-fenicios que también libraban sus luchas contra el Imperio. El letrero era, pues, un ‘anuncio
intimidatorio’ desde el punto de vista político y militar; quien lo viera y lo
leyera (para eso estaba escrito en los tres idiomas que se usaban en
Jerusalén), sabía a lo que podía atenerse.
Pero el acontecimiento era
infinitamente más grande e importante que la proporción humana que quería
dársele; tenía Dimensión Divina, tenía tamaño Celestial. Si bien todos estos desmanes durante la
semana de la Pascua Judía ,
habían sido causados por el Demonio y sus huestes (en las personas de los Sumos
Sacerdotes y de Escribas y Fariseos), hasta un punto simplemente humano,
Satanás sabía que con la
Crucifixión de Jesús de Nazaret, se estaba inmolando al
Cordero de Dios; lo que significaba en potencia, que la Redención de la
humanidad una cuestión de horas.
No obstante, mientras Jesús estuviese
vivo en su forma humana, pensaba el Satán, (pues, igual que todos los demás
hombres contaba con voluntad, inteligencia y libertad), podía ser vencido con
las argucias e iniquidades que el Príncipe de las Tinieblas había usado de
forma tan exitosa y durante tantos siglos con la humanidad. Miles de años de dominación total daban la
posibilidad de que la flaqueza se presentara y ‘Dios hecho hombre’ también
cayera.
Si bien es cierto que nuestras
facultades mentales (conscientes o inconscientes) gobiernan nuestro cuerpo, las
funciones sensibles también pueden dominar a las anímicas; el dolor físico puede
ser de tal forma insoportable que modifique de manera importante nuestras
intenciones intelectuales. Yo por
supuesto no tengo experiencia del dolor de un crucificado, ni de muchos otros
dolores, pero de lo que sí estoy seguro es que éste puede cambiar hasta las
decisiones más trascendentales de nuestra vida.
Eso es lo que Satanás quería lograr con Jesucristo. Doblegarlo con dolor físico, con dolor
anímico, con todas las formas de dolor existentes o por inventarse, pero había
que doblegar el espíritu (aunque fuese Divino), de aquél cuerpo humano.
Cuando uno escucha a un médico
especialista en traumatología, hacer las explicaciones ‘técnicas’ del dolor y
el sufrimiento que pudo estar soportando el Señor en la cruz, simplemente acaba
por pensar dos cosas: que Cristo nos redimió en la vehemencia de la congoja
física en su máxima expresión; y que su amor por nosotros no tenía medida. Y cuando uno atiende las exposiciones de
especialistas en psiquiatría y psicología que han analizado el daño anímico que
una persona humana puede sufrir con tantos tormentos, no se puede ni hablar y
solo acaba por decir: “Señor, gracias por tu sufrimiento y por haberme
redimido”
Solo porque sé que Jesucristo vive es
que comprendo que la
Misericordia de Dios es infinita; de forma contraria, yo
pensaría que el mal no tiene fin. Solo
porque sé que los mártires han alcanzado el Cielo, es que comprendo que el
sufrimiento nunca puede ser mayor que el gozo en Dios; si no fuera así, yo
pensaría que sufrir es lo único que hay.
¡No pudiste, Satanás; no lo lograste ni con tus más abominables excesos!
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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