Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Julio 25 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
39 DE 77
IV.6.- LOS GRIEGOS DESCONOCIDOS
(Jn
12, 20-32)
“Había algunos
griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Éstos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida
de Galilea, y le rogaron: ‘Señor, queremos ver a Jesús.’ Felipe fue a decírselo
a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les Respondió:
“Ha llegado la
hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.
En Verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra
muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que ama su
vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida
eterna.
Si alguno me
sirve, que me siga; y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve el Padre le honrará.
Ahora mi alma
está turbada. Y ¿qué voy a decir?
¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si
he llegado a esta hora para esto! Padre
glorifica tu Nombre.”
Vino entonces
una voz del cielo:
“Le he
glorificado y de nuevo le glorificaré.”
La gente que
estaba allí y la oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel.” Jesús respondió:
“No ha venido
esta voz por mí, sino por vosotros.
Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será
echado fuera. Y yo, cuando sea levantado
de la tierra, atraeré a todos hacia mí.””
Solo San Juan narra este episodio;
ninguno de los tres ‘sinópticos’ señala algo al respecto. Jesús acaba de entrar victorioso a Jerusalén;
ha sido aclamado por el pueblo como Rey, como Hijo de David, con palmas y
cantos de triunfo:
“… ¡Hosanna! Bendito el que viene en el
nombre del Señor; y el Rey de Israel...”; le han coreado todos a su
llegada. ¡Satanás estaba furioso al ver
la reacción de la gente en la
Ciudad de David!; no pudo evitar, ni él ni todas sus huestes
que le acompañan, el gran reconocimiento de Jesús como ‘Rey por aclamación’;
debió haber temblado de coraje tan solo de pensar que todos sus planes se
vinieran abajo con la espontánea recepción que le da la multitud a Cristo. ¡Él
está al acecho; y estos judíos alabando al Mesías!
No se sabe quiénes eran los griegos, ni
a qué iban, ni de qué hablaron; ni siquiera si finalmente vieron o no al Señor;
pero para Jesús, la llegada de estos hombres es una señal clarísima, tanto es
así, que les responde a Felipe y Andrés:
“. . . Ha
llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. . .”; una frase
llena de significados, que además arranca del Señor otras tantas con igual
profundidad teológica, hablando como ‘verdadero Dios’; pero lo que más
sorprende es la reacción del ‘verdadero hombre’: “. . . Ahora mi alma está turbada. . .” ¡¡Jesús de Nazaret tiene
miedo!! Él sabe que el Demonio siempre
ha estado al acecho, pero ahora sabe que sus horas están contadas.
Dios nunca tiene miedo. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad
nunca tiene miedo. Pero ‘Dios hecho
hombre’, en su afán por igualarse a nosotros en todo (“. . . menos en el pecado. . .”); en su deseo
de salvar a los hombres como ‘verdadero hombre’, ¡hasta se ha permitido sentir
miedo! ¡Cuánto habrá gozado Satanás el
Diablo escuchar esa exclamación del Mesías!; pero no le duró mucho el gusto,
pues de inmediato Cristo señala: “. . . Pero
¡si he llegado a esta hora para esto! . . .”; e inmediatamente después, la
entrega total, la aceptación incondicional, el honor a quien solo merece el
honor: “. . . Padre glorifica tu Nombre.
. .” y hasta respuesta recibe.
Qué momento más dramático, diríamos de
éste, en la vida de cualquier hombre; pero en la vida del Mesías, acechado por
el Demonio, es un hito culmen en
nuestra salvación; pues a partir de este preciso momento Jesús de Nazaret, el
Mesías, el Cristo, dispone su vida al sacrificio como “El Cordero de Dios”, no
antes sin dejarle claro a todos que: “. . . Ahora
es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado
fuera. Y yo, cuando sea levantado de la
tierra, atraeré a todos hacia mí.”
No es reto, ni advertencia, ni amenaza;
es el señalamiento claro para Satanás de que su acecho no prosperará; que si
bien Él, Jesús, puede morir, al final será levantado para atraernos a todos a
Su Salvación. ¡No importa cuánto le
hagas sufrir y padecer como hombre, Satán; como Cristo te vencerá!
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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