Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Junio 20 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
34 DE 77
CAPÍTULO
CUARTO
DESDE LA EXPULSIÓN DE
MERCADERES
A LA AGONÍA EN GETSEMANÍ
IV.1.- EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL
TEMPLO
(Mt
21, 12-17; Mc 11, 15-17; Lc. 19, 45-46; Jn 2, 14-16)
“Entró
Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el
Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de
palomas. Y les dijo: “Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración.
¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!”
También
en el Templo se acercaron a él algunos ciegos y cojos, y los curó a todos. Mas los sumos sacerdotes y los escribas, al
ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el Templo:
“¡Hosanna al Hijo de David!”, se indignaron y le dijeron: “¿Oyes lo que dicen
éstos?” “Sí – les dice Jesús –. ¿No
habéis leído nunca que
De la boca de los niños y de los que
aún maman
te preparaste alabanza?”
Y
dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche.”
Jesucristo recién ha llegado por última
vez a Jerusalén; ha sido recibido con gran celebración y se ha reunido una
multitud extraordinaria a vitorearlo.
Pero apenas esto sucede y Satanás y sus demonios se han apoderado de la
gran ciudad y de sus habitantes. ¡Van a
hacer hasta lo imposible por cazar a Jesús!
Es la última oportunidad que tendrán, y no la van a desaprovechar. Si fuese necesario, como lo será, hasta
tomarán cuerpos y voluntades para acorralar al Divino Maestro. Pero el Señor también lo sabe y empieza sus
acciones en Jerusalén, precisamente luchando contra ellos. Ha ido al lugar más significativo a iniciar
estas batallas que definirán La
Salvación del mundo, se ha presentado en el Templo de
Jerusalén.
Esta magnífica construcción que inició
y terminó Salomón, el hijo del Rey David, novecientos años atrás; que fue
destruido trescientos años después por el Rey Nabucodonosor; y que fue
reconstruido muy lentamente por los judíos que han regresado de la diáspora de
Babilonia en tiempos de Ciro El Grande, ha recibido de los dos Herodes (El
Grande y Antipas) los acabados finales; y el edificio es, por mucho, la obra
arquitectónica más bella de Jerusalén y de toda Palestina.
El edificio del
Templo propiamente dicho es un cuadrángulo de sesenta metros de largo por
treinta metros de ancho y quince de alto; en esta zona, no hay ni mujeres ni
gentiles; a ambos se les tiene prohibida la entrada. El Atrio de las Mujeres es una plaza exterior
rectangular de ciento veinte metros de ancho por setenta de largo, ubicada
exactamente delante del frontón del Templo, pasando el Atrio de los Sacerdotes
y el Atrio de Israel, siendo éstos sumados, de iguales dimensiones que el
anterior. Sin embargo, la plaza más
grande, es el Atrio de los Gentiles, una gran explanada que contenía todo el
conjunto de edificaciones; y con sus quinientos metros de largo y doscientos de
ancho, lo distinguían como la construcción más grande de Jerusalén. En él podían albergarse decenas de miles de
personas durante todas las Fiestas de la Pascua.
Los pasillos exteriores del edificio
del Templo, eran corredores cubiertos muy amplios, que protegían a los
visitantes del intenso sol del lugar o de las muy ocasionales lluvias; y se
planearon para la circulación de la gente que entraba y salía de los recintos
sagrados. Allí realizó muchos milagros
Jesucristo, como los mencionados en el pasaje arriba descrito. En el Atrio de los Sacerdotes, se encontraban
las antesalas de animales para sacrificio (palomas, borregos, chivos y bueyes,
en su gran mayoría), permitiéndose el acceso, solo acatando el control de
ofrendas. En este lugar nada más había
levitas, sacerdotes y ayudantes, pero solo levitas, ya que eran los únicos que
podían servir en el Templo, por disposición de la Ley. Éstos eran los que
tenían invadido todo el espacio con mercaderías propias de la ocasión, pero
impropias del lugar.
Hago estas observaciones, para que se
entienda la razón del proceder del Divino Maestro. Los vendedores de animales para los
holocaustos (palabra que a todos nos causa repugnancia, pero que no es otra
cosa que la quema de animales como sacrificio para la expiación de los
pecados), deberían estar ubicados en el Atrio de los Gentiles, que era el más
exterior del Templo; sin embargo, los levitas tenían un gran negocio allí:
compraban afuera a un precio, y vendían adentro en más del doble del mismo, al
pie del Mar (una gran fuente en donde se purificaban los sacerdotes antes y
después de los sacrificios), y del Altar, en donde propiamente se consumían en
el fuego las ofrendas presentadas.
La gente que
venía de lugares muy distantes, compraba los animales de sus ofrendas en el
Templo, por lo cual había cambistas para poder realizar las transacciones de
compra-venta necesarias. Todo esto
estaba previsto en las construcciones del Templo de Herodes, pero en lugares
diferentes y de formas muy distintas a las que Jesucristo encontró en esa
ocasión.
Era tan grande la cantidad de gente que
visitaban el Templo en tiempos de Pascua (más de quinientas mil personas en los
siete días de las fiestas), que por lo
general no podía uno distinguir si estaba en zonas de recogimiento o en áreas
de libre tránsito. Por ejemplo, al
Templo propiamente dicho (lo que conocemos como El Santa y El Santísimo),
entraban en grupos de ciento cuarenta y cuatro personas (doce por cada tribu de
Israel, al menos en representación); y el siguiente grupo pasaba cuando el
anterior había abandonado el recinto.
Por lo tanto, si uno quería terminar su peregrinaje a Jerusalén en
oración dentro del Templo, podía tardarse algunos días en hacerlo. Ese era otro negocio que organizaban en el
sitio los levitas.
En nuestro tiempo hacemos hasta lo
imposible por remarcar que Jesús se enfureció, o se enojó, o prendió en ira en
ese momento. Es cierto que es ‘verdadero
hombre’, pero es perfecto; y nunca dejó de ser ‘verdadero Dios”. Cristo Jesús nunca pudo haber tenido momentos
contrarios a su naturaleza Divina; y la ira no es propia de Dios. A mí me
parece que exageramos en los adjetivos calificativos y nos pronunciamos ‘a la
moderna’, esta rara manía que tenemos de ‘juzgar’ con conceptos de costumbres
actuales el proceder de la gente antigua, sin tomar en consideración las
diferencias culturales.
Y mucho de ello se debe a que tomamos
lo escrito por San Juan (raro que haya sido precisamente ‘El Discípulo Amado’
el único que lo registra), magnificando el hecho. El Evangelista dice:
“...Y encontró en el Templo a los vendedores
de bueyes, ovejas y palomas, y a
los cambistas en sus puestos. Haciendo un
látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes;
desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas...”
Si alguno de ustedes ha arreado
animales, sabrá que los buenos modales no son lo más efectivo para que
obedezcan; es necesario gritarles (ya que especialmente éstos no tienen el oído
muy fino, y en manada parece que se vuelven sordos), pues de otra forma, no se
inmutarán. El sonido que produce el
látigo, para estos cuadrúpedos es inconfundible; les indica que hay que
moverse. Lo mismo les dice el movimiento
que ejecuta la persona, con el instrumento al manejarlo; los animales intuyen
que han de ponerse en camino. ¿Nunca lo
habían pensado? Traten de mover tres
vacas juntas diciéndoles: ‘por favor, vaquitas, váyanse para allá’ y verán qué
caso les hacen. Por lo tanto, si
queremos juzgar la actuación del Señor, sabremos que no es furia, es fuerza; no
es enojo, es determinación; ni es ira, es plena voluntad.
Que ¿dónde está el acecho del Demonio
contra el Mesías en todo este asunto? ¡Está por todas partes! Él fue el que organizó todo este desorden en
el recinto sagrado de Jerusalén. Él y
sus secuaces: sumos sacerdotes y escribas.
Y sin embargo, Jesucristo se da tiempo de realizar curaciones
milagrosas. Bien, solo bien; contra el
mal, puro mal. Y ahora, allá van los
emisarios de Satán a interrogarle sobre las Hosannas al Hijo de David que se
escuchan por todas partes. La respuesta
es formidable: van a tener que ir a consultar las Escrituras (y los Salmos no
son su fuerte (8, 3)), porque no han entendido
nada. Confundidos y todo como están, los
deja para ir a descansar en la casa de su amigo Lázaro, en Betania. ‘Verdadero
hombre’, pero perfecto.
¡Ni modo, Satanás, tendrás que
aplicarte en tus acechos; éstos no han dado resultado!
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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