Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Marzo 2 del 2018.
DEL
LIBRO
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
28 de 130
Apollonia, Cyrenaica; rumbo a Alexandria
Iulius X
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
RUMBO A ALEXANDRIA
Les
he pedido que no zarpemos hasta que yo me despierte, pues quiero recuperar el
sueño perdido (algo que no es posible, ya lo sé), así como ganar fuerzas con el
descanso. Tadeus se ha atrevido a
contravenir mis órdenes, solo porque es la quinta hora del día y yo sigo dormido;
ha pensado el pobre hombre, mi fiel asistente, que algo realmente malo me
hubiese sucedido.
–
No, Tadeus, nada
malo me ha pasado; ¡es la edad, hombre!, le digo riendo al atormentado
Asistente.
–
Realmente estaba
yo preocupado, Tribunus Legatus, pues no recuerdo ninguna otra ocasión en que
esto sucediera, Señor; me dice muy apenado tratando de excusarse.
–
¡Claro que nunca
había sucedido, Tadeus!, ¡¡porque nunca antes había tenido cincuenta y cuatro
años!! le respondo a
carcajadas.
–
Y, a todo esto,
Tadeus, ¿qué hora es?,
le pregunto.
–
Es la quinta
hora del día, Señor, ya casi es tiempo de la siguiente comida; haciéndome ver
lo grave del asunto.
–
¡Vaya, pues!, le digo, ¡pues zarpemos ya!
–
¡Al mandato,
Señor!, responde
el desanimado Asistente.
Apollonia no tiene ni
golfo, ni bahía, ni ensenada, es más, ni siquiera tiene una cala natural en
donde atracar las naves; uno mueve tres estadios la embarcación y ya está en
mar abierto; solo a los helénicos se le pudo haber ocurrido fundar un puerto en
un lugar así. Por la hora que es, la
brisa del cambio de temperatura resulta muy favorable y la “Liburna Christina” comienza a navegar
libremente sobre las aguas del Mare
Nostrum, que si tiene algún lugar solitario es precisamente este que ahora
navegaremos; entre Apollonia y Alexandria,
no hay ni un solo puerto de abrigo, ni una solo población; si uno sufre algún
percance en estas aguas, no hay nadie, absolutamente nadie que ayude; ya desde
los fenicios, esta zona era conocida como ‘el desierto del mar’.
Yo
no haré nada más que leer y escribir en estos dos días de navegación entre Apollonia y Alexandria. Los hombres también tienen qué hacer;
perdieron la apuesta de Reghium a
Apollonia: no avistamos ni una sola embarcación; por lo tanto es tiempo de
limpiar la “Liburna Christina” con
jabón.
En Alexandria, Ægyptus
Iulius XI
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Buen
viento, buena mar, buena navegación: entonces buen viaje. Así se podría resumir el día que acabamos de
pasar. Es mediodía y estamos entrando al
bellísimo puerto de Alexandria;
trescientos cincuenta años tiene esta ciudad de existir, la fundó Ptolomeo I
Sóter en honor a Alexandro Magno en la plenitud de su vida, que fue muy corta,
por cierto, pero desde que la pensaron aquél y sus constructores fue bella,
amplia e impresionante. Tiene más
palacios que cualquier otra ciudad del Imperio, exceptuando Roma; tiene más de
cuarenta templos de todos los cultos; tiene la biblioteca más grande del mundo,
incluyendo a Roma; la habitan más de trescientas mil personas, sin contar
extranjeros ni esclavos, divididos a partes iguales entre griegos, egipcios y
judíos; tiene tres puertos en solo cuatro millas de largo; tiene un rompeolas
de una milla de largo y un pharus que
antes de ser destruido por un temblor, medía casi un estadio de alto. Tiene más plazas que ninguna ciudad del
mundo; y también tiene la peor reputación en cuanto al desprecio a los
romanos. Aquí no habrá parada militar
por no ser diplomáticamente correcto hacerlas; Iulius César, Cleopatra y Marco Antonio, todavía permanecen en la
mente de los alexandrinos. Desde Alexandria salen más granos a la
península Itálica, de los que allá podemos producir todos juntos.
Si
lo que estoy buscando respecto del Pueblo Iudarum está aquí, los dos días de
estancia en Alexandria los pasaremos
encerrados en la biblioteca copiando datos.
No podemos dejar esta oportunidad de valiosísima información para otra
ocasión, pues quizá para entonces sea demasiado tarde o innecesaria. Además, la diáspora Iudae más grande del mundo se encuentra aquí, en caso de que en la
biblioteca no fuese posible conseguir lo que necesito, puedo contratar diez
Escribas, Fariseos o Saduceos, que nos cuenten su historia en lo que resta del
viaje. El Pretorio y las instalaciones
navales y militares del Imperio Romano se encuentran ubicados en lo que fuera
el Palacio de Cleopatra y Marco Antonio; una construcción tan grande que da
cabida a una Legión Romana con caballería incluida. Allí atracaremos y allí será nuestra
‘recepción oficial’. Realmente no quiero
hacer otra cosa, que no sea ir en busca de los volúmenes de historia que
requiero.
Mis
escritos para Tiberio Julio César ya han sido concluidos; se los enviaré desde
aquí al Emperador. Los diez testimonios
de los hombres conversos, más mi plática con Simón de Cyrenaica, le agradarán a nuestro Jefe Máximus y tendrá suficiente
material para analizar con Calígula, Claudio y el Sacerdote Theodorus; y
seguramente incluirá a Gallio y a Tito, los dos nuevos jóvenes maravilla que
hemos descubierto en todo esto que es el “Christus
Mandatus”. Ya se empieza a sentir
que sobre este asunto se escribirá mucho; creo que tanto como lo que se ha
escrito de Roma y su Imperio.
Alexandria, Ægyptus, Iulius XI, del
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
Divino
Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmus:
Dos
días hemos utilizado para nuestros contactos en Apollonia, Cyrenaica, y han resultado extraordinarios por la
riqueza de la información recabada. Leer
los testimonios de los diez
cyrenaicums y la conversación con Simón de Cyrene le resultará, Divino Emperador, muy conveniente par palpar el
sentir de esta gente respecto del
Imperio y de Iesus Christus.
¡Ave
César!
Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla
El
mismo Procurador de Ægyptus, Rulus
Livio, se ha ofrecido traer completa la copia de una colección de más de
treinta libros (dice él que en más de cien volúmenes), que componen “La Biblîa Hebraicus”, toda en latín,
para mi posesión personal; ellos cuentan con otras dos copias, además de los
manuscritos en hebreo y arameo de los que se han traducido éstas. Sin lugar a dudas, representan el antecedente
documental más importante del “Christus
Mandatus”, pues además de contener el ‘Pentateuco’
de la Torá que ya me había facilitado el Sacerdote Theodorus en Capreæ, y las tabulae conseguidas en Roma sobre los Macabeos, tiene muchos más libris que servirán para la mejor
comprensión de la complicada historia del Populus
de Isrâêl. Estoy ansioso por leer
las particularidades allí descritas.
Los
tres scriptôris junto con el Centurión Nikko Fidias (que se está especializando
en este apasionante tema), vienen felices, tal parece que han encontrado un
valiosísimo tesoro; los que no lo vienen tanto son los cinco guardias de la
corte y los sirvientes que les ayudan a llevar el cuantiosísimo
cargamento. Efectivamente son ciento
veinte tomos en tabulae simples
encuadernadas en libris de pastas
duras; no son ni rollos ni tablas, son hojas de papirus del Nilus. En la cubierta con letras de oro dice “Biblîa Hebraicus”, es un gran trabajo el
que hacen en la Biblioteca de Alexandria
para la preservación de la literatura universal en bien de las civilizaciones
futuras.
Porque
tal y como lo piensa Tiberio Julio César, y yo estoy completamente de acuerdo con
él, la mejor forma de preservar el acontecer generalizado de una época, es
escribiendo detalladamente lo que sucedió; no importa que se trate de temas o
acciones de militia, o de diplomacia, o de política, o de gobierno; es
imperativo dejar constancia de lo bueno productivo y de lo malo destructivo;
eso haremos para el “Christus Mandatus”,
trabajar para la posteridad detallando lo bueno hecho por el ‘Mashiaj’ y lo malo realizado por los
demás actores que le rodeaban, llámense gobernantes, autoridades religiosas, o
simples simpatizantes o adversarios.
En Alexandria, Ægyptus
Iulius XII
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Está
en Alejandría el Rabbuni Gamaliel,
uno de esos hombres pertenecientes a Los Ancianos y al Sanedrín Iudaicus que ‘juzgó’ a Iesus Nazarenus antes del “Juicio de
Poncio Pilatus”; él no puede entrar en las instalaciones del Imperio por ser de
los clasificados ‘lugares impuros de los gentiles’; y yo no puedo asistir a la
Sinagoga (que es una especie de templo en donde se lee la Torá), porque no soy iudaicus. Lleva ya tres días en Alexandria esperando mí llegada (pues no sabía cuándo vendría yo
aquí), y ha pedido audiencia conmigo para hablar sobre las pesquisas que
realizaré en Palestina, de acuerdo a las misivas y citatorios que le han sido
entregadas a la gente con la que quiero hablar.
El hombre pertenece al grupo de los Fariseos, y su estancia en el
Sanedrín es más en reconocimiento a su larga experiencia como Escriba y Rabbuni y a su popularidad entre los
prosélitos, que por algún interés personal de poder que él tenga.
La
reunión es en una de las múltiples plazas de la Biblioteca de Alexandria; ésta tiene una pérgola tan
exquisitamente lograda que su sombra de entreluces hace muy agradable la
estancia en el lugar. El hombre llega
ataviado con sus mejores galas, por cierto de telas y brocados finísimos, en
tanto que yo solo visto túnica y toga; todo de esa manera, solo para que él no
contravenga los ‘preceptos’ legales respecto de una entrevista con un ‘gentil’.
–
¡Shalom!, Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla; me saluda propiamente el venerable
anciano, un hombre de más de ochenta años.
–
¡Ave César!,
Rabbuni Gamaliel;
le respondo yo.
–
Me alegro mucho
de poder contactarle antes de su llegada a Yerushalayim, Tribunus Legatus, e igualmente
agradezco que Usted haya concedido que esta reunión fuese posible; me dice muy
atentamente.
–
Yo también estoy
contento de verle, Rabbuni, y también estoy interesado de escuchar sus
palabras. Le
contesto.
–
Tribunus
Legatus, yo tengo más de cincuenta años de ser Escriba y miembro del Sanedrín;
desde hace veinte también reconocido como Anciano del Pueblo de Israel. Cuando ustedes proclamaron a su primer
Emperador, yo tenía veinte años de edad y era estudiante de la Yeshiva de
Yerushalayim, en donde me educaba para Escriba de La Ley. Desde entonces veía
yo que su poderío se extendería por todo el mundo, como un hecho inevitable,
algo que ya ha sucedido, Tribunus Legatus; y durante ese tiempo nuestros Reyes
han tenido muchos acuerdos con sus gobernantes, algunos de los cuales no han
sido del todo convenientes para el Pueblo de Israel. Conozco la historia entre nuestras dos
naciones de forma tan detallada, Veritelius de Garlla, que casi podría decirle
que la he escrito de mi puño y letra. No
estoy aquí enviado por alguien, he decidido hablar con Usted por mi propio
albedrío, Tribunus Legatus; y lo único que quiero lograr es paz entre nuestras
naciones.
–
También yo deseo
eso, Rabbuni Gamaliel, le contesto, interrumpiéndole.
–
Este “Cristus
Mandatus” que trae Usted como encargo del César, puede llegar a generar
situaciones poco agradables para nuestros pueblos, Tribunus Legatus, más a lo
que se refiere al probable juicio de nuestros Jerarcas; pues lo que ustedes
decidan hacer con sus gobernantes, para nosotros es asunto fuera de nuestra
competencia; me
explica como en sentencia el Rabbuni;
y le contesto de inmediato.
–
Dígame, Rabbuni
Gamaliel, ¿cuál es la razón de esta entrevista tan desusada y fuera de toda
propiedad? Exprésese claramente antes de que yo empiece a malinterpretar sus
palabras; le
aclaro al hombre.
–
Yo ya he hablado
en consejo de la suprema corte con todo el cuerpo de ancianos reunidos,
pidiendo que se deje en libertad de acción a los llamados ‘Apóstoles de Iesus
Nazarenus’;
y ellos han consentido en hacer de esta
manera. Las cosas van tomando su cause
natural, Tribunus Legatus, y si Usted inicia estos juicios, podrían cambiar
repentinamente de su estado actual de mediana aceptación, a encuentros
incontrolables de todas las partes involucradas. En ese momento le interrumpo de forma
tajante para aclararle:
–
Rabbuni
Gamaliel, para todos los súbditos del Emperador Tiberio Julio César, un mandato
de él debe ser aplicado de manera irrestricta e inmediata; Usted y yo somos súbditos con esas
obligaciones. Nadie puede dejar de
cumplir lo ordenado por el Emperador, absolutamente nadie, Gamaliel; la orden
ha sido dada y deberá ser ejecutada.
Usted no había sido citado a declarar; pero en este momento le estoy
informando que habrá de comparecer ante las autoridades romanas para rendir
declaración sobre el Juicio de ‘Iesus Nazarenus’. Recibirá la notificación por
escrito. Esta reunión ha concluido,
Rabbuni Gamaliel; si usted insiste en que continúe, ahora mismo le declaro en
actos sediciosos en contra del Imperio, en territorio sujeto a la
Jurisprudencia de las Legis Romanas.
¡Ave Tiberio Iulius Cæsar!
–
¡Shalom,
Tribunus Legatus!
Este
hombre se ha dejado convencer por aquéllos que han quedado todavía en Hierosolyma, para disuadirme de la
aplicación de justicia que hasta el mismísimo Emperador reclama: ¿cómo se les
puede ocurrir a estos extraños seres iudaicus,
creer que pueden manejar los acontecimientos a su favor únicamente? Por eso tienen tantos problemas, porque solo
quieren su conveniencia. El “Christus Mandatus” no es cuestión de
conveniencias, es algo relacionado con Honoris, Legis, Iustitia; ALGO QUE ME HA PEDIDO EL DIVINO
EMPERADOR ROMANO y este legalista iudaicus
quiere que yo le desobedezca; ¡que gente tan ilusa, en verdad! “Non
petêre aclarationis, evidentîa accusâtio” (Aclaración no pedida, acusación
manifiesta), dicen los advocatus de
todas las Cortes de Roma; yo no pedí que me aclararan nada, si ellos se
adelantaron a hacerlo, eso significa que tienen culpa. Que la tienen, ya lo sé, ahora debo
demostrarlo. Lex Romana.
De Alexandria, Ægyptus; a Cesarea, Iudae
Iulius XIII
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
EL DESTINO FINAL
¡Ahora
sí tenemos muchísimo trabajo qué hacer!
Nikko Fidias, los scriptôris y
yo, tenemos que resumir CIENTO VEINTE VOLÚMENES de los inapreciables “Biblos
Hebraicus”. Lo primero que hemos
hecho es ordenarlos por tema, pues ellos los tienen chronologicus (como dicen los helenos); y las divisiones serán:
·
Primera
Parte: La Torá o La Ley; Los primeros cinco libris.
·
Segunda
Parte: Los Libros Históricos; de Josué a Macabeos.
·
Tercera
Parte: Ketuvim; Los Libros Sapienciales; de Job a Eclesiástico.
·
Cuarta
Parte: Neviím; Los Profetas; de Isaías a Malaquías.
Como
La Torá ya está resumida, pues fue lo que hizo Nikko durante mi viaje a Mediolanum; ahora él tomará la Segunda
Parte; los scriptôris la Tercera
Parte; y yo la Cuarta Parte. No sé cómo voy a resumir cada oracûlum; pero he de
lograrlo. Tenemos dos días para efectuar
tan enorme labor.
Mi
camarote en la popa de la “Liburna
Christina” se ha convertido en una bodega casi inaccesible; las paredes
están tapizadas con las repisas que contienen los libros de la Biblia Judía y
además, hemos comprado todo cuanto necesitamos para escribir; miles de tabulae
de papirus egipcio extendido (que es
el mejor que hay en el mundo), pues esto es algo que vamos a hacer mucho y
durante mucho tiempo: escribir para la posteridad. El viaje de Alexandria a Cesarea de Palestina es de apenas una jornada de navegación,
si salimos muy temprano, llegaremos sin contratiempos a nuestro destino final
después de ocho días de viajar.
Cesarea
es una ciudad muy joven, pues hace solo cincuenta y cinco años, en ocasión del
V Aniversario del Reinado de Octavio César Augusto, el Rey Herodes el Grande la
construyó para las instalaciones personales, navales y militares del Imperio
Romano en la naciente Provincia de Iudae;
muy astuto el viejo monarca, pues con ello generaba muchas cosas convenientes
para él: primero, ganarse el beneplácito de César Augusto; segundo, generar
estabilidad en una zona siempre conflictiva para los judíos, Samaria; y
tercero, mantener a los soldados lejos de Hierosolyma,
su Ciudad Santa. Herodes Antipas,
idéntico que como hizo su padre, al conmemorarse el V Año del Reinado de
Tiberio Julio César, construyó para él la ciudad de Tiberíades en el Mar de
Galilea, hoy Lago Tiberíades, una bellísima zona que recuerda los palacios
romanos; son ‘tan romanas’ estas ciudades que los judíos las han catalogado
como ‘lugares de paganos’, por lo que no van a ellas salvo que tengan asuntos
inevitables que tratar; y en la víspera del Shabat, jamás, porque tendrían que
purificarse para la celebración del día siguiente. Pues me apenan mucho sus costumbres, pero
aquí tendrán que venir todos.
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
Tu Palabra es La Verdad.
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Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio
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