“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Ciudad de
México, Marzo 4 del 2018.
“. . . Bendita
Tú eres entre todas las mujeres y
Bendito es el
Fruto de Tu Vientre, Jesús. . .”
Ave María
LOS DOGMAS MARIANOS
Muy estimados todos, en Cristo Jesús:
El Año pasado, en
uno de mis últimos comentarios en el Blog DMD, les informé que en este 2018,
analizaríamos más a detalle los DOGMAS que El Magisterio de la Iglesia Católica
nos enseña. La semana pasada llegó, por
segunda ocasión, un ‘mail’ de uno de
nuestros amigos que nos siguen en España, en el cual me adjunta un escrito
tomado del siguiente enlace:
Él quiere que lo
reproduzcamos aquí, para que nuestros amigos de los otros ocho idiomas (y más
Países) del Blog DMD, puedan tenerlo también.
Bien hecho, buena participación; no pongo su nombre porque él así me lo
ha solicitado. Yo ya lo he leído y estoy
de acuerdo con el escrito; EL CONTENIDO NO LO HE DESARROLLADO YO; SIMPLEMENTE
LE HE DADO FORMATO PARA PUBLICARLO EN NUESTRO BLOG.
DOGMAS MARIANOS
Con relación a la Virgen, los dogmas[1]
de FE definidos por la Iglesia a lo largo de la historia son cuatro:
Se definió el dogma en el Concilio de Éfeso,
celebrado el 22 de junio del 431, bajo el pontificado del Papa Celestino I.
Se definió el dogma en el Concilio de Letrán,
celebrado en el 649, bajo el pontificado del Papa San Martín I.
Lo proclamó el Papa Pío IX en la plaza de San
Pedro 8 de diciembre de 1854.
Lo proclamó el Papa Pío XII en la plaza de
San Pedro el 15 de agosto de 1950.
Instalado el Concilio de Éfeso el primer día
de reuniones (22 de junio 431) se leyó la carta doctrinal escrita por San
Cirilo de Alejandría, dirigida a Nestorio, que aprobada unánimemente definió a
la Theotókos (Madre de Dios). La parte principal de la declaración fue
dada en estos términos:
“No decimos que la
naturaleza del Verbo, transformada se hizo carne; ni tampoco que se transmutó
en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; afirmamos, más bien, que el
Verbo, habiendo unido consigo, según hipóstasis o persona, la carne animada del
alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado
Hijo del hombre, no por sola voluntad o por la sola asunción de persona.
Y aunque las naturalezas
sean diversas, juntándose en verdadera unión, hicieron un sólo Cristo e hijo,
no porque la diferencia de naturalezas fuese suprimida por la unión, sino
porque la divinidad y humanidad, por misteriosa e inefable unión en una sola
persona, constituyeron un solo Jesucristo e Hijo. Porque no nació primeramente
un hombre cualquiera de la Virgen María, sobre el cual descendiera después el
Verbo, sino que, unido a la carne en el mismo seno materno, se dice engendrado
según la carne, en cuanto que vindicó para sí como propia la generación de su
carne... Por eso (los santos Padres) no dudaron en llamar Madre de Dios a la
Santísima Virgen”.
(Theotókos D III a)
El Papa Pío XI, en 1931, al conmemorarse el
XV Centenario del Concilio de Éfeso instituyó en su honor la fiesta de María,
Madre de Dios y determinó que su celebración sea el 11 de octubre [2].
En el Concilio de Letrán celebrado en el año
649 se efectuó la solemne definición dogmática de la VIRGINIDAD PERPETUA DE LA
MADRE DE DIOS. Los Padres del Concilio inspirados por el Espíritu Santo
compusieron el canon tercero que declaraba este dogma:
“Si alguno, de acuerdo con
los Santos Padres, no confiesa que María Inmaculada es real y verdaderamente
Madre de Dios y siempre Virgen, en cuanto concibió al que es Dios único y
verdadero -el Verbo engendrado por Dios Padre desde toda la eternidad- en estos
últimos tiempos, sin semilla humana y nacido sin corrupción de su virginidad,
que permaneció intacta después de su nacimiento, sea anatema”.
Hay un personaje que resaltar y hacer
justicia respecto a esta definición. Se trata de Máximo de Turín, obispo de
Turín ya en el año 398, (se cree que murió entre el 408 y el 423). Fue uno de
los que prácticamente se anticipó a la definición del dogma de la Perpetua
Virginidad. En uno de sus sermones (5: PL 57, 235) se expresó en estos
términos:
“La Virgen concibe sin la
intervención de varón; el vientre se llena sin el contacto de ningún abrazo; y
el casto seno se acogió al Espíritu Santo, que los miembros puros custodiaron y
el cuerpo inocente albergó. Contemplad el milagro de la Madre del Señor: es
virgen cuando concibe, virgen cuando da a luz, virgen después del parto.
¡Gloriosa virginidad y preclara fecundidad!”.
Es uno de los excelsos privilegios que Dios
ha concedido a la Virgen Santísima. El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis
Deus, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de María. En su parte
medular manifiesta lo siguiente:
“... Para honor de la santa
e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de Dios, para
exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la
autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y
Pablo y con la nuestra declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que
sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de
la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y
privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús
Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y
constantemente creída por todos los fieles”.
Anteriormente el Papa Alejandro VII en la
Bula Sollicitudo omnium Eccl., del 8 de diciembre de 1661, dejó
consignado lo siguiente:
(§ 1) Existe un antiguo y
piadoso sentir de los fieles de Cristo hacia su madre beatísima, la Virgen
María, según el cual el alma de ella fue preservada inmune de la mancha del
pecado original en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo,
por especial gracia y privilegio de Dios, en vista de los méritos de Jesucristo
Hijo suyo, Redentor del género humano, y en este sentido dan culto y celebran
con solemne rito la festividad de su concepción; y el número de ellos ha
crecido [siguen las Constituciones de Sixto V, renovadas por el Concilio de
Trento 734 s y 792] … de suerte que… ya casi todos los católicos la abrazan...
(§ 4) Renovamos las
constituciones y decretos… publicados por los Romanos Pontífices en favor de la
sentencia que afirma que el alma de la bienaventurada Virgen María en su
creación e infusión en el cuerpo fue dotada de la gracia del Espíritu Santo y
preservada del pecado original…
Las Santas Escrituras lo señalan:
“Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha
en ti”. (Ct 4, 7)
“Es un hábito del poder de Dios, una
emanación pura de la gloria del omnipotente, por lo que nada manchado llega a
alcanzarla”. (Sb 5, 25)
“Pues hay en ella un espíritu inteligente,
santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado,...”. (Sb 7, 22)
En la Anunciación, cuando el ángel San
Gabriel enviado por el Altísimo saluda a la Virgen de parte del Señor:
“Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo”. (Lc 1, 28)[3]
Desde los comienzos de la Iglesia, los Santos
Padres se pronunciaron sobre tan admirable privilegio. Citemos algunos:
San Efrén y San Basilio fueron los primeros en
llamarla con el título de “Virgen siempre pura, siempre inmaculada”.
“Inmaculada e inviolada, incorrupta y
totalmente púdica alejada del todo de la corrupción y mancha del pecado”. (San
Efrén)
“Virgen preservada por gracia de toda mancha
de pecado”. (San Ambrosio)
“Se la llama Inmaculada porque no sufrió
corrupción alguna”. (San Jerónimo)
“En
lugar de Eva, instrumento de muerte, se eligió a una virgen agradable a Dios y
llena de su gracia, como instrumento de vida. Una Virgen parecida en todo a las
demás mujeres pero sin participar en sus defectos: inmaculada, libre de culpa,
limpísima, sin mancilla, santa en cuerpo y alma, una azucena entre espinas”.
(Teodoto de Oriente † 430)
“Santa,
Inmaculada de alma y cuerpo y libre completamente de todo contagio”. (San
Sofronio)
“Inmune
de toda mancha y caída, la única inmaculada, toda sin mancha, sola sin mancha
alguna”. (San José el Himnógrafo)
“Desde
su concepción fue prevenida en bendiciones de dulzura y ajena al decreto o
escritura de condenación. Era totalmente inmune de la corrupción de la carne y
extraña también a toda mancha de pecado”. (San Lorenzo Justiniano)
“Era
necesario que la Madre de Dios fuese también purísima, sin mancha, sin pecado.
Y así, no sólo de doncella, sino también de niña fue santísima, y santísima en
el seno de su madre, y santísima en su concepción; pues no convenía que el
santuario de Dios, la mansión de la Sabiduría, el relicario del Espíritu Santo,
la urna del maná celestial, tuviera en sí la más mínima tacha. Por aquel alma
santísima, fue completamente purificada la carne hasta del residuo de toda
mancha, y así, al ser infundida el alma, ni heredó ni contrajo por la carne
mancha alguna de pecado, como está escrito: “Fijó su habitación en la paz” (Sal
75, 3), es decir, la mansión de la divina sabiduría fue construida sin el fomes
del pecado”. (Santo Tomás de Villanueva)
El Papa San Pío X con motivo del 50º
Aniversario del Dogma de la Inmaculada Concepción (1904) escribió la Encíclica
“AD DIEM ILLUM LAETISSIMUN” y proclamó un Jubileo extraordinario por
este hecho. En esta Encíclica afirmó el Papa que “el dogma de la Concepción
Inmaculada ayuda a conservar y aumentar las virtudes”, y más adelante: “por la
Concepción Inmaculada se confirma la fe, se excitan la esperanza y la caridad”.
Finalmente hay que destacar que el gran defensor
y propagador de la Concepción Inmaculada de María, que facilitó la definición
del Dogma, fue el Beato Juan Duns Escoto, Doctor Sutil, llamado también Doctor
Mariano, Doctor de la Inmaculada.
Su célebre argumento se resume en tres
palabras: PUDO, CONVENÍA, LUEGO LO HIZO:
“PUDO Dios preservar a la Virgen de
contraer la mancha original, porque es omnipotente.
CONVENÍA que lo hiciera, pues, se trataba de la excelsa dignidad de su Madre.
LUEGO, LO HIZO, pues Dios hace siempre lo más conveniente”.
El 1 de noviembre de 1950[5],
día de todos los Santos, en la Plaza de San Pedro en Roma, el Papa Pío XII,
mediante la constitución apostólica “Munificentissi Deus”, hizo la
proclamación dogmática de LA ASUNCIÓN A LOS CIELOS con estas emotivas palabras:
“PROCLAMAMOS, DECLARAMOS Y DEFINIMOS SER DOGMA DIVINAMENTE REVELADO QUE
LA INMACULADA MADRE DE DIOS, SIEMPRE VIRGEN MARÍA, ACABADO EL CURSO DE SU VIDA
TERRENA, FUE ASUNTA[6]
EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA CELESTIAL”.
De todo lo que se ha escrito sobre la
Asunción de la Virgen a los cielos, antes de la proclamación del dogma,
impresiona leer un párrafo de San Antonio de Padua, en un sermón que dirige en
la festividad de la Asunción. Guiado por el Espíritu Santo, con un
discernimiento asombroso y apoyado en las Escrituras, manifiesta con autoridad
reverente:
“La
Bienaventurada Virgen María fue asunta con el cuerpo que había sido tabernáculo
del Señor. Por eso dice el salmista: ¨Ven,
Señor a tu reposo. Tú y el Arca de tu santificación¨. Como Jesucristo
resurgió de la muerte de la muerte vencida y subió a la diestra del Padre, así
también resurgió el arca de su santificación, porque en este día la Virgen
Madre fue asunta al tálamo celestial”
FIN
[1] El Concilio Vaticano I
definió la palabra “dogma” en forma tácita: “Ha de ser creído fide divina et
catholica todo lo que está contenido en la palabra de Dios escrita o
transmitida y que ha sido proclamado por la iglesia como algo que hay que creer
como formando parte de la divina revelación o con un juicio solemne o con el
magisterio ordinario y universal”.
[2] Posteriormente esta fiesta volvió a
celebrarse en su fecha de origen: el 1ro de enero, bajo el nombre de Santa
María Madre de Dios. Siglos atrás se celebraba esta fiesta en la antigua
liturgia Romana.
[3] Para los Exegetas que han escudriñado y
elaborado la Biblia de Jerusalén, la palabra LLENA DE GRACIA significa: “Tú que
has estado y sigues estando llena de favor divino”, esto es libre de toda
mancha y culpa alguna.
[4] Si bien es cierto, no está claramente
explícito en las Sagradas Escrituras, que la Virgen fue “ASUNTA, EN CUERPO Y
ALMA A LA GLORIA CELESTE”, sin embargo, fue un sentir general de toda la iglesia
(desde los primeros siglos), su creencia y aceptación, como claramente lo
expone el Papa Pío XII, en la Bula Dogmática, al argumentar el ¿por qué? tenía
razones suficientes y había llegado el momento propicio de definir como Dogma
este santo privilegio. Veamos lo que dice: “Por consiguiente, pues la universal
Iglesia, en la cual rige el Espíritu de la Verdad, que infaliblemente la dirige
en orden a perfeccionar el conocimiento de las verdades reveladas, ha
manifestado su fe de múltiples maneras en el decurso de los siglos; y, pues los
Obispos de todo el orbe, con casi unánime consentimiento, solicitan que sea
definida como dogma de fe divina y católica la verdad de la Asunción corporal
de la Beatísima Virgen María a los cielos –verdad que se apoya en la Sagrada
Escritura, está hondamente arraigadas en el alma de los fieles cristianos,
comprobada por el culto eclesiástico ya desde tiempos antiquísimos, sumamente
acorde con las demás verdades reveladas, espléndidamente desarrollada y
aclarada por el estudio, ciencia y sabiduría de los teólogos-, creemos llegado
ya el momento, predeterminado por los designios de Dios providente, en que
solemnemente proclamemos este insigne privilegio de la Virgen María”.
Les sugiero a todos que impriman o ‘guarden’
o ‘salven’ este contenido, ya que les servirá siempre y les ahorrará mucho
tiempo en las consultas.
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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