Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Marzo 7 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
19 DE 77
II.9.- CURACIÓN DE UN LEPROSO
(Mt 8, 2-4; Mc 1, 40-45; Lc 5, 12-14)
“. . . En esto,
un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: ‘Señor, si quieres puedes
limpiarme.’ Él extendió la mano, le tocó
y dijo: ‘Quiero, queda limpio.’ Al
instante quedó limpio de la lepra. Y
Jesús le dice: ‘Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote
y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de
testimonio.’”
Desde siempre esta mortal enfermedad ha
asolado a la humanidad; ya miles de años antes de Jesucristo la sufrieron
muchísimas personas y en nuestros días sigue existiendo. La antigua Ley de Moisés (Lv 13, 1-59; 14, 1-56) tenía muy
identificado el mal y sus consecuencias, así como el control endémico de la
misma, a fin de prevenir las plagas entre el pueblo de Israel. Inclusive había lugares ex profeso para
leprosos, quienes tenían prohibido juntarse con la gente sana o que no
padeciera este horrendo padecimiento.
Por supuesto, en virtud de sus múltiples significados sociales,
sanitarios y religiosos, el Demonio no podía desaprovechar esta oportunidad
para acechar al Mesías.
Durante todo su Ministerio Jesús será
abordado por leprosos; algunos llegados a él de buena fe, otros llevados para
hacer caer al Señor en ‘faltas al cumplimiento de la Ley ’ (como la curación de
leprosos en sábado), e inclusive,
pensaban los demonios, para ‘consumir’ su deseo de librar a los hombres de los
males del pecado. En cualesquiera de
estos casos, Jesucristo siempre está dispuesto a la ayuda y a aprovechar,
también, cada uno de para alabanza del nombre de Dios.
Mateo, en apenas cinco renglones, nos
da a conocer una de estas gloriosas ocasiones.
El leproso se acerca y de inmediato se postra ante el Mesías; por
supuesto que lo hace sabiendo quién es Él y qué quiere lograr. Ha sido movido por la Fe en el Salvador. Sus palabras son la oración más exquisita de
humildad que se haya registrado en el Evangelio: ‘. . . Señor, si quieres puedes limpiarme.’ Nada de orgullo, nada
de soberbia, nada de autosuficiencia.
Pura humildad. Como una enseñanza
espontánea a diablos y demonios (y a seres humanos también), de cómo dirigirse
a Dios por ayuda, por consuelo, por remedio.
Cristo, habiéndose percatado de la sinceridad de acción del hombre y de
la pureza de sus intenciones, actúa y responde de inmediato, también con una
frase exquisita-mente pacificadora de cuerpo y alma: “. . . Él extendió la mano, le tocó y dijo:
‘Quiero, queda limpio.’” Así de
simple, así de sencillo. Pura voluntad
de ambas partes. El uno contrito y
humilde al extremo, con tanta Esperanza como se puede tener; el otro,
infinitamente misericordioso. Sin más
qué hacer ni qué decir. Voluntad humana
dispuesta y Voluntad Divina también.
Así, de inmediato aparece la salvación.
Todas las enfermedades del hombre;
todas las anomalías en plantas y animales y todas las calamidades naturales, se
deben al pecado. Cuando Dios creó, lo
hizo en perfección. Satanás es el único
culpable de cuanto no funciona bien; su soberbia, y la desobediencia del
hombre, son la razón de la ausencia del bien en lo creado, la causa de todo
mal. Dios hecho hombre ha bajado al
mundo para dejar claro que, cuando el hombre es uno con Dios, toda imperfección
puede ser borrada.
Una vez más el acecho del Demonio ante
el Mesías, se da en la naturaleza humana caída, dolida, afectada por el
pecado. Esta ocasión, en la más temida
de las plagas corpóreas: la lepra. El
Divino Maestro se planta ante ella para vencerla, pues alguien lleno de Fe y de
Esperanza, busca la Caridad
de Dios. Dios responde de inmediato y el
mal desaparece. Pero Jesucristo quiere
dejar evidencia de su acción, y el joven Leví de Cafarnaúm lo entiende así y lo
registra: “. . . Mira, no se lo digas a
nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió
Moisés, para que les sirva de testimonio.”, le dice Jesús al antes leproso.
Por eso se llama Emmanuel este
nazarita, porque Dios está con nosotros para
vencer el mal con el bien. ¿Cuándo se
entenderá esto para que sea la única forma de actuar?
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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