“Santifícalos con La
Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Ciudad de
México, Febrero 5 del 2018.
“. . . y el que
pierda su vida por mí, la ganará.”
Jesucristo
(Mt 10, 39)
SOLEMNIDAD DE SAN FELIPE DE JESÚS
PRIMER SANTO MEXICANO
Muy estimados todos, en Cristo Jesús:
Protomártir Mexicano,
Fray Felipe de Jesús entrega su vida por Cristo en el Japón a los 24 años de
edad.
Su nombre de pila
fue Felipe de las Casas. Nació en la ciudad de México, Nueva España, en mayo
del año 1572. Sus padres, inmigrantes españoles: Antonio, toledano de Illescas
y Antonia, andaluza de Sevilla; le dieron buen ejemplo. En su niñez era tan
inquieto y travieso que cuando decidió irse al convento de Puebla para hacerse
franciscano, su aya comentó: "Eso será cuando la higuera reverdezca".
Aludiendo a una higuera seca que había en el patio de la casa. Llegó al
convento de Puebla, donde residía el Beato Sebastián De Aparicio y en efecto,
Felipe duró muy poco allí. No resistió aquella vida y regresó a su casa.
Ejerció entonces el
oficio de platero sin mucho éxito.
Cuando había
cumplido 18 años, su padre, Alonso de las Casas, lo envió a las Islas Filipinas
a probar fortuna. Allí se estableció en la ciudad de Manila. Al principio estaba deslumbrado por la vida
mundana, pero pronto sintió de nuevo la llamada del Señor: "Si quieres venir en pos de mí, renuncia a ti mismo,
toma tu cruz y sígueme" (Mt.16, 24).
Felipe entró con los franciscanos de Manila. Esta vez ya había madurado y su
conversión fue de todo corazón. Cambió su nombre al de Felipe de Jesús.
Estudiaba, atendía a los enfermos. Todo lo hacía con la dedicación de un hombre
que vivía para Jesús.
En 1596 sus
superiores le anunciaron que ya se podía ordenar sacerdote. Como no había
obispo en Filipinas, la ordenación sería en México, su ciudad natal, junto con
su familia y amistades de infancia. Con ese fin se embarcó en el galeón San
Felipe, con Fray Juan Pobre y otros franciscanos; pero una gran tempestad
desvió el barco hasta que naufragó en las costas del Japón. Felipe interpretó su naufragio como una dicha.
Podría entregarse más a Cristo por la conversión del Japón.
San Francisco Javier
había misionado en el Japón dejando a su partida 2000 cristianos. La Iglesia
siguió floreciendo y en 1579 había 150,000 cristianos, 54 jesuitas, 22 de ellos
sacerdotes. En la isla de Kyushu, sólo en dos años, se bautizaron 70,000
japoneses. Pero la situación en Japón era precaria. En 1582 Taikosama (altísimo
señor) había tomado control de todo el Japón formando un imperio.
El fue al principio
favorable hacia el cristianismo, pero cambió en 1587, al ser instigado por los
bonzos. Entonces decretó la expulsión de los misioneros y la demolición de los
templos cristianos. Al principio la orden no se aplicó rigurosamente y los
misioneros eran tolerados mientras se mantenían en la clandestinidad, vestidos
a la japonesa. En esta situación estaban cuando llegó la primera expedición de
franciscanos, que inmediatamente comenzó una gran actividad misionera. Allí
estaban Fray Pedro Bautista y algunos hermanos de la provincia Franciscana de
Filipinas.
En noviembre del
1596 encalló en Urando el galeón San Felipe, con Felipe y los otros
franciscanos a bordo. El gobernador del lugar, conociendo las riquezas del navío,
dio orden de expropiación, y el emperador, para encubrir el robo, promulgó de
nuevo en Osaka y Meako el edicto de 1587, alegando que los frailes hacían
proselitismo ilegal y que preparaban una invasión militar.
La orden,
posteriormente, quedó restringida a «sólo los que han llegado de Filipinas y a
sus acompañantes». Quedaban, pues, condenados a la ejecución 5 franciscanos de
Meako con 15 japoneses bautizados, y 1 franciscano con 2 japoneses cristianos
de Osaka. A ellos se añadieron voluntariamente Pablo Miki, Juan de Goto y Diego
Kisai, tres japoneses que estaban con los jesuitas de Osaka y que quisieron ser
recibidos in extremis en la Compañía. Veintiséis en total. Entre los
franciscanos había cuatro españoles, fray Pedro Bautista de Ávila, fray Martín
de la Ascensión, de Vergara según parece, fray Francisco Blanco, de Orense, y
fray Francisco de Miguel, de Valladolid. Y con ellos, fray Gonzalo García,
indio portugués, y fray Felipe de Jesús, mexicano.
La noticia causó
alegría y entusiasmo entre los cristianos, cosa que desconcertó a los paganos.
Los neófitos acudían a las casas custodiadas de los misioneros para ofrecerles
sus bienes y sus vidas. San Pedro Bautista, superior de los franciscanos,
escribía a última hora: «Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo
por hacernos esta merced de padecer con alegría por su amor». Hasta los niños cristianos participaban del
alegre coraje de sus mayores. A uno de ellos le preguntó un misionero: «¿Y qué
harás tú cuando se enteren que eres cristiano?». A lo que el chico, poniéndose
de rodillas e inclinando la cabeza, contestó: «Haré así». «¿Y qué le dirás al
verdugo cuando vaya a matarte?»... «Diré "¡Jesús, María! ¡Jesús,
María!", hasta que me hayan cortado la cabeza»... Por su parte, fray
Felipe de Jesús comentó: «Dios hizo que se perdiera el [galeón] San Felipe para
ganar a fray Felipe».
El 3 de enero de
1597, en Meako, se les cortó a los reos cristianos la mitad de la oreja
izquierda y, de tres en tres, fueron llevados por la ciudad en carretas, precedidas
por el edicto mortal. Queriendo el emperador infundir en sus súbditos horror al
cristianismo, dispuso que fueran llevados por Hiroshima y Yamaguchi, hacia el
este, hasta Nagasaki, en la isla Kyushu, donde era muy grande la presencia de
cristianos. Allí, en una colina que domina sobre la ciudad y la bahía, fueron
dispuestos los mártires ante las cruces que les habían preparado. «¡Qué
abrazado estaba con su cruz fray Felipe!», contaba un testigo...
Veintiséis mártires
fueron crucificados. Entre ellos había franciscanos y jesuitas como también
laicos. Fray Martín de la Ascensión cantaba el Benedictus a voz en grito. Luis
Ibaraki, de doce años, el más pequeño, repite una y otra vez: «Paraíso,
paraíso, Jesús, María». Antonio, de trece años, «que estaba al lado de Luis,
fijos los ojos en el cielo, y después de invocar los nombres de Jesús y María,
entonó el salmo Alabad, siervos del Señor, que había aprendido en la catequesis
de Nagasaki, pues en ella se les hace aprender a los niños ciertos salmos».
Otros cantaban el Te Déum con entusiasmo. Y la muchedumbre de cristianos
aclamaba con los mártires: «¡Jesús, María!». Relato de un testigo.
Fray
Felipe de Jesús no podía decir nada pues el tacón de su cruz quedaba muy abajo,
y estaba casi colgando de la argolla que le sujetaba el cuello. Apenas logró
gritar tres veces el nombre de Jesús, haciendo verdadero su santo nombre:
Felipe de Jesús.
Viéndole acabado, lo
mataron al modo acostumbrado: dos lanzas atravesaron sus costados, y cruzándose
en el pecho, salieron por sus hombros. Así murieron todos, Felipe el primero. Era el 5 de febrero de 1597.
Según relata una
leyenda, ese mismo día la higuera seca de su hogar tomó vida y dio fruto.
Felipe había llegado
a la santidad más heroica. Fue beatificado, juntamente con sus compañeros
mártires el 14 de septiembre de 1627. Canonizados
el 8 de junio de 1862 por el papa Pío IX. Una de las dos iglesias romanas
dedicadas a la Virgen de Guadalupe, en la Vía Aurelia, lo tiene por segundo
titular. En la colina de los mártires de
Nagasaki, la iglesia que corona el conjunto de construcciones está dedicada a
San Felipe de Jesús.
Es patrono de la Ciudad
de México y de su Arzobispado; y el hermosísimo Templo Expiatorio Nacional
erigido en su honor, se ubica en los terrenos del Primer Convento Franciscano
de México–Tenochtitlan; junto al Templo de San Francisco de Asís, en Pleno
Centro Histórico de la Capital Mexicana.
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
También me puedes seguir en:
Solo
por el gusto de proclamar El Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario