¡Alabado
sea Jesucristo!
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México, D. F.,
Noviembre 30 del 2015.
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
Muy estimados todos en Cristo Jesús:
Ayer, en todas las Iglesias Católicas de México –y de
muchos otros lugares en el Mundo– se encendió la primera vela de la Corona de
Adviento; el Sacerdote celebrante de la Misa nos hizo un llamado a la
contrición, al arrepentimiento, a la confesión y a la conversión. Nos animó para que en esta época de
penitencia del Adviento, nos preparemos a la purificación de nuestro ser y de
nuestro hacer, de forma sincera y profunda; en una palabra, nos animó a ser
santos.
¡Por supuesto que no es fácil! ¡Si lo fuera, no nos lo
pedirían con tanta anticipación ni con tan denodada frecuencia! Nos lo van a recordar durante cuatro semanas
seguidas, ¡como si fuera cuarentena!; pero lo único que quieren nuestros
sacerdotes, es que recibamos al Niño Dios en su Natividad de la mejor forma
espiritual posible; y eso inicia con la contrición, la sinceridad y el
arrepentimiento.
Reconocerme pecador es el paso número uno. ¡Por supuesto que soy pecador! ¡Y lo soy en grande! No en balde se requirió
del Sacrificio del mismísimo Hijo de Dios para redimirme. Pero, igual que reconozco que peco, también
tengo la facultad para no hacerlo; de la misma forma en que me atrevo a ofender
a Dios con mis acciones y pecados, poseo la voluntad y la fuerza de decisión
para pedir Su Perdón y no volver a ofenderle.
Así que, en esta semana del Primer Domingo del
Adviento, he de ‘elaborar’ aunque sea mentalmente –pero viniendo del corazón
dolido– la lista de pecados que sé que he cometido; debo arrepentirme de ellos,
confesarlos y obtener el perdón de mi confesor. Y obviamente, ¡no volver a
cometerlos!
No podemos lograr nuestra purificación interior, si no
hemos confesado TODOS NUESTROS PECADOS MORTALES; y además, éstos hayan sido
perdonados. No nos hagamos tontos, si
somos de los que ‘se guardan’ algunos pecados y no los confesamos, ésos no
están perdonados; y no es que el cura no haya querido perdonarlos, es
simplemente que no se los confesamos, no se los dijimos y por ello los mantenemos.
Las absoluciones generales y las bendiciones
universales solo valen si estoy en gracia en el momento de recibirlas; o si me
confieso DE TODOS mis pecados en un período corto, inmediatamente después del
evento. De manera contraria, esas Gracias
no operan en mi persona.
Es Tiempo de Adviento, es tiempo en que el Niño Dios
Nacerá; conviene que nos encuentre lo más ‘limpios de corazón’ posible en su Nacimiento. Conviene que nos armemos de valor y nos arrepintamos
de los males cometidos; o al menos de todos los que sabemos que cometimos. Si no lo hacemos, habremos desaprovechado,
una vez más, Las Gracias Purificadoras de la Navidad.
Orar sirve, oremos por México.
De todos ustedes, con afecto en Cristo.
Antonio Garelli
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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.
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