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viernes, 31 de mayo de 2013

LOS MILAGROS DE JESUCRISTO (4 DE 50)

¡Venga Tu Reino!
Mayo 31 del 2013.

EL CRIADO DEL CENTURIÓN


Muy estimados en Jesucristo:

El Pasaje Evangélico que consideraremos hoy, lo repiten Mateo y Lucas; Marcos, por falta de los datos a recibirse de San Pedro, no lo narra. (No me puedo imaginar a Simón Pedro, escribiendo algo que pueda ‘beneficiar’ a un Centurión Romano; nunca los quiso, el recio galileo era muy chauvinista; muy apegado a lo de su pueblo y muy contrario a lo extranjero.) Juan narra una situación muy parecida, pero no es lo mismo. La consideraremos en otra ocasión.

°  °  °

 
“Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un Centurión y le rogó diciendo: ‘Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.’ Dícele Jesús: “Yo iré a curarle.” Replicó el Centurión: ‘Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’ y lo hace.’


Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una Fe tan grande.  Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera, allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Y dijo Jesús al Centurión: “Anda, que te suceda como has creído.” Y en aquella hora sanó el criado.” 

Evangelios según San Mateo y San Lucas
(Mt 8, 5-13); (Lc 7, 1-10)

Fe, solo eso se necesita para que el Milagro se logre; porque la Fe conmueve hasta al mismísimo Dios.  Pero no es la Fe lo que quiero resaltar ahora; eso siempre se lo hemos oído a nuestros amados predicadores en este pasaje.  Ahora quiero que nos fijemos en la Profecía que nuestro Señor Jesucristo sentencia, habiéndose percatado de la grande Fe del Centurión:

“. . . Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos; mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera, allí será el llanto y el rechinar de dientes.”

Al oriente de Jerusalén, lugar en donde Cristo está dando la profecía, hay muy importantes naciones en el tiempo de Jesús: Mesopotamia, Persia y el subcontinente Indio; son algunas de ellas.  Al occidente, está la gran diversidad de naciones gobernadas por el Imperio Romano, desde Siria y Egipto en el Levante, hasta Hispania y Mauritania en el Poniente.  Toda esta gente, en menos de 50 años a partir de ese momento, conocerá el Evangelio de Jesucristo, y muchos de ellos vivirán su Fe en Dios.

Pero la frase “. . . se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos. . .”, quiere decir que estos tres, habiendo sido resucitados y llevados al Cielo, esperarán la llegada de todas estas gentes, que, sin ser judíos o descendientes de ellos (que es lo que significa “los hijos del Reino”), disfrutarán de las Promesas que Cristo Jesús predica.

Yo no sé si ustedes se den por aludidos, pero Jesucristo está hablando de nosotros; la gente del Oriente y el Poniente de Jerusalén, son gentiles, todos.  Y casualmente ha hablado así, delante de un romano, luego entonces gentil, que le ha mostrado su gran Fe en Él.  No es necesario que Tú vayas, le ha dicho, basta con que los digas.  Y esa confianza abrumadora (que es lo que producen juntas, la Fe y la Esperanza), es lo que hace a Jesucristo plasmarnos en el Evangelio; sí, a nosotros, “. . .la gente de Oriente y Occidente. . . 

A mí siempre me han llenado de alegría esas ‘insinuaciones’ del Señor hacia nuestras personas; hay varias, pero la más contundente es aquella que le dice Cristo Resucitado a Santo Tomás: “. . . Porque me has visto, has creído.  Dichosos los que no han visto y han creído.”; esos somos nosotros, los que no vimos aquello que sucedió y creemos en las Promesas.  Esa es la Fe que hasta a Dios conmueve.  

Yo no tengo nada contra los judíos, pero como decía mi amado Confesor, el Padre Pérez Alonso, S.J.: “Pobres de ellos, me dan pena.  Son paisanos de nuestro Señor, le conocen bien; y por no creer en Él, no se salvarán.”  Sí, así es, “. . . serán echados a las tinieblas de fuera, allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Pero no solo de judíos, sino de todo aquél que, habiendo recibido el Don de la Fe, no cree en la salvación lograda por Cristo Jesús para nosotros.

La Fe y la Esperanza mostradas por el Centurión, deben ser para nosotros ejemplo de salvación. Cedernos en esa medida, entregarnos en esas circunstancias es lo que hace posible que, con el único Don Divino que queda por usarse en estos ejemplos, El Amor, simplemente nos dispongamos a recibir lo que hayamos pedido y a ejecutarlo de la mejor forma con nuestros hermanos.  Que diga Jesús por nosotros, esas mismas palabras que dijo por el Centurión Romano: “Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una Fe tan grande.”

Suyo afectísimo


Antonio Garelli

 

 

De Milagros y Diosidencias. – Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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