¡Venga Tu Reino!
Abril 10 del
2013.
CONGRUENCIA
Y TESTIMONIO
Se me ocurren tres textos
bíblicos para estas dos palabras: “. . . Cada árbol se conoce por sus frutos. .
. ” (Lc 6, 44) “En esto conocerán todos que
ustedes son mis discípulos; en el amor que se tengan los unos a los
otros.” (Jn 13, 39) O aquél mandato terrible que hace Jesús de los
Fariseos: “. . . Hagan como ellos les digan; pero no hagan lo que ellos hacen. .
.” (Mt 23, 3).
¿Doy buenos frutos?
¿Me identifican los demás, con Jesucristo? ¿O simplemente soy Fariseo?
Como siempre, voy a
empezar con las definiciones de las palabras del título:
CONGRUENCIA – conveniencia, coherencia, relación lógica.
(RAE). Confor-midad entre el pronunciamiento y la pretensión.
En Teología, la
congruencia es también la ‘eficacia de la Gracia de Dios, que obra sin destruir
la libertad humana.’
TESTIMONIO – prueba, justificación y comprobación de la
certeza o verdad de algo; bien sea dicho o hecho. (RAE)
Todos tenemos la
imperiosa necesidad de ser buenos, de buscar el bien; de tender hacia el
bien. Y esto, solo porque nos llamamos
cristianos; lo que es lo mismo que ‘seguidores de Cristo’. No podemos llamarnos cristianos y tender al
mal. Eso no es congruente, al
menos. Si Jesucristo es la personificación
del Bien Mayor, que es el Amor, sus seguidores, como mínimo debieran actuar en
el camino del Bien. Nadie se puede
llamar cristiano si es un malvado.
Y esto abarca toda
la extensión de nuestras vidas: la familia, el trabajo, las amistades y el
medio social. Cada uno de los que yo
mismo he ubicado en esos campos, son mis jueces de la congruencia y mis
verdugos del testimonio. Todos tienen el Divino derecho de señalarme la
incongruencia de mis acciones y mi prédica; y el falso testimonio de mi amor
cristiano.
No puedo presumir
ser cristiano, si no tengo, al menos, paciencia con mi esposa (o) y con mis
hijos. Nadie me identificará con Cristo
si como patrón o responsable de un grupo de trabajadores, soy un tirano, un
aprovechado y un injusto.
Y con mis amistades
está peor el asunto, porque yo mismo los he seleccionado en función de MI DECIR
Y SU HACER o bien MI HACER Y SU DECIR.
Yo quise que fueran mis amigos; yo los separé del gran grupo social que
me rodea, para que formaran parte de algo más exclusivo para mí; casi como de
mi familia. Los amigos, simplemente se
van, nos dejan, cuando uno no es congruente con ellos.
Y luego está el
medio social en que me desenvuelvo; profesional, cultural, deportivo o de
esparcimiento. Todos saben quién soy,
igual que yo sé de ellos; saben cómo pienso, cómo juzgo, cómo aplico. Médico, abogado, contador, ingeniero; no
importa cuál sea mi profesión. Lo que
importa es que soy un profesional cristiano.
Si soy un médico
cristiano, soy anti-abortista por definición; defiendo la vida a cabalidad. O si soy un abogado cristiano, el verbo
transar debe tener solo las conjugaciones del bien, no las que me inducen al
mal; por aquello de que el que no ‘tanza’ no avanza. O si soy un contador cristiano, no importa
qué tanto sepa mi cliente de impuestos o de amortizaciones y depreciaciones; lo
que importa es la confianza que ha depositado en mí, para que le represente
ante las leyes hacendarias. Y ni qué
decir si soy constructor, cuando elaboro y apruebo estimaciones de obra con
volumetrías inexistentes; o miento acerca de la calidad de los materiales
empleados en las edificaciones, si soy un ingeniero cristiano, lo que me
enriquecerá será precisamente mi ingenio, no mi suspicacia.
Sí, es cierto, “La prédica convence, pero el testimonio
arrasa.” Para bien y para mal. No
importa qué tan bien ni qué ‘tan bonito’ hable yo de Cristo; lo que importa es
qué tanto lo hacen mis acciones, no mis palabras.
No hay congruencia entre
el conocimiento exacto, amplio y determinante acerca de Cristo Jesús; si mi
ignorancia acerca de los que son mi responsabilidad está latente. Y son mi responsabilidad: mi familia, mis
subordinados y mis amigos y conocidos. A
ellos no les importa cuánto está Cristo en mi vida; lo que les importa es
cuánto ellos están en la mía, en función de Cristo.
Si soy un perfecto
ignorante de Cristo, pero actúo como Él; me parezco a Cristo según ellos. Pero si soy un erudito en Cristo y no cumplo
su ley, soy como cualquiera de esos reprobables Fariseos, de los cuales Jesús
dijo: “Hay de vosotros escribas y fariseos,
son como sepulcros; blanqueados por fuera y llenos de inmundicia por dentro. .
.” (Mt 23, 27)
No, ciertamente no
importa la ‘cantidad’ de la congruencia; lo que importa es que HAYA CONGRUENCIA
entre lo que digo y pienso de Cristo, y lo que hago por mí mismo, con mis
semejantes, iguales o desiguales.
Lo que me va a
salvar no es el Cristo que yo creo que reflejo; sino el Cristo que realmente
los demás ven en mí.
Suyo afectísimo
Antonio Garelli
No hay comentarios:
Publicar un comentario