¡Venga Tu
Reino!
Abril 5 del
2013
Muy queridos todos
en Jesucristo:
Respondo otra de las
preguntas que me han llegado de ustedes al correo diosidencias@gmail.com La pregunta es: ¿EXISTEN
EL BIEN Y EL MAL?
¡Claro que existen!
No tengan ni la menor duda de ello. Esto no es una cuestión solamente
‘religiosa’, también es un ámbito del estudio de la ‘mores’ (moral), la ética y
la filosofía. Alguien me dirá: “El mal no existe, es solamente ausencia de
bien.” Y esto es perfectamente
cierto desde el punto de vista filosófico, ya que eso que llamamos mal no
produce nada (gracias a Dios); y por definición, todo cuanto existe, debe
producir ‘algo’.
La mejor definición
filosófica que conozco del ‘bien’, es la que dio Aristóteles: “El bien es aquello que todas las cosas
buscan.” Y hay mucha razón en el
positivismo del gran pensador griego, ya que, ninguna cosa existe sin un mínimo
de bien intrínseco a su ser. Pero no estamos aquí
para analizar filosóficamente este asunto, sino para meditarlo desde el punto
de vista de la Fe Católica.
Dado que todas las
cosas fueron creadas por Dios, y Él mismo es la máxima expresión del Bien; todo
cuanto existe, es bueno. “Y vio Dios que
era bueno.” escribió Moisés en el Génesis cuando narra los días de la
creación; es más, cuando creó al hombre, hasta se atrevió Dios a decir que “. .
. era muy bueno.” (Gn 1, 4, 10, 12, 18, 21, 30)
Si todo era bueno,
¿cómo y dónde apareció el mal? El mal
existe desde que Satanás el Diablo pecó.
El Demonio mismo, antes de pecar era bien; el profeta Ezequiel (28,
12-14) lo describe maravillosamente: “. .
. Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en
belleza. . . . Fuiste perfecto hasta el
día en que se halló en ti iniquidad.”
Sí, así es, antes de que Eva cayera en el pecado, Lucifer había pecado
infinitamente más que ella.
Y allí, empieza el
mal. Todo lo que no sea bueno o
indiferente, es malo; reza el estudio de la ética. Y también la moral cristiana reza lo mismo: se peca (o se hace mal (o se deja de
hacer el bien)) de pensamiento, palabra,
obra y omisión. Fijémonos cuán sabia es la Iglesia al enseñar esto.
El primer pecado del
Diablo fue un pensamiento: quiero ser igual que Dios. Esto es soberbia pura; o
pura soberbia, para no equivocarnos. El
segundo pecado es de palabra: embauca a Eva en un diálogo sofista (parecía verdad
pero eran solo mentiras), para que la mujer desobedezca a Dios. Y el tercer pecado es de obra: induce a la
acción mala, a comer del fruto prohibido.
El que peca de
omisión, es Adán: ya que no ejecutó ninguna de las acciones de bien que tuvo
oportunidad de emplear; y también comió.
Pecado de ilusión, digo yo; o sea: era un iluso.
¿Qué hay de bueno en
todo el pensamiento de Lucifer de querer ser como Dios? ¡Nada, nada de bueno
tienen sus ideas! Esto es ausencia total
de bien, esto es el mal. ¡Y sí existe!
No es solo un elucubración dimensional de espacio, tiempo y forma; es un accionar
inicuo, como lo describe Ezequiel:
“. .
. Fuiste perfecto hasta el día en que se halló en ti iniquidad.”
La belleza es bien,
la salud es conveniente, la verdad es buena.
Lo feo no es un punto de vista o un enfoque personal, lo feo carece de
bien. Y no me refiero a cómo se ve (el look) de un hombre o una mujer; me
refiero a lo feo o inconveniente de una intención, de una frase, de una acción. La enfermedad no es un diagnóstico de un
especialista o la hipocondría de alguien; es simplemente la falta de salud o el
inconveniente funcionamiento de nuestros órganos. Y la mentira, mis queridos amigos, no es una
diferencia de opinión; es la intención de confundir, de separar de la realidad,
de alejar del bien, y a veces, de matar la esperanza de alguien.
No. El mal no es un
concepto filosófico subjetivo e inexistente.
El mal es perfectamente real, en nuestros dos ámbitos de vida: el
material (con el que contactamos con el cosmos) y el espiritual (con el que
DEBEMOS contactar con Dios). El mal se
ve, se siente, se oye; hasta se huele y se saborea. El mal se presiente, el mal aturde nuestro
pensamiento; el mal se puede deducir y anticipar. El mal lo es en idea, en
realidad, en razonamiento y en experiencia; en nuestro ámbito del saber humano.
Pensar que el mal no
existe, es iniciar, perdiendo, un enfrentamiento con Satanás; pues de entrada,
con un pensamiento así, estamos cediendo lo más valioso que tenemos: la
voluntad. Si creo que el mal no existe,
no tengo voluntad contra él; pues solo creo que le falta un poquito de bien,
para ser algo. Y eso es lo que el
Demonio quiere para hacernos caer, nuestra ilusa percepción del mal.
¿Saben por qué
pecamos tan fácilmente? Porque estamos
distraídos frente al Maligno; porque creemos que en nosotros no va a actuar;
porque presuponemos que nuestro ‘bien-estar’ es seguro; porque consideramos el
mal como ajeno a nosotros. Todos esos estados situacionales, son exceso de
confianza; y esa es la mejor posición de debilidad para el Demonio.
“. . . Manténganse despiertos y oren para que no
caigan en tentación. . .” (Mt 26, 41),
nos enseñó nuestro Señor Jesucristo. La
vigilancia de las propias acciones, la pureza de intención ellas y nuestra
relación con Dios, deben ser constante preocupación de vida, de cara a nuestra
salvación; pues de manera contraria no podremos resistir los ataques de
Satanás.
¡Por supuesto que
existen el bien y el mal! Y no tan solo debemos apegarnos al primero y rechazar
el segundo, sino que en beneficio propio, debemos anticiparnos al accionar del
Demonio para no caer en sus acechanzas.
Suyo afectísimo en
Cristo
Antonio Garelli
Sr. Garelli
ResponderEliminarEs un verdadero placer para mí leer estos textos tan interesantes y amenos.
Tiene usted una forma muy agradable de escribir y sobre todo de transmitir claramente sus reflexiones, hoy que de nuevo nos encontramos (ahora por este medio) le reitero mi respeto y admiración. Y desde luego que me convertiré en un lector frecuente de sus artículos.
Reciba un abrazo
G. Ledezma
Don Gustavo Ledezma:
EliminarLe agradezco su participación en el blog. Saludos a su hermosa familia.
Suyo afectísimo
Antonio Garelli