¡Venga Tu Reino!
Abril 29 del
2013
Muy queridos, todos,
en Jesucristo:
CUARTA PARTE – ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS.
El cuarto de los Dogmas
de Fe Marianos es La Asunción de La
Virgen María a los Cielos. Es el más reciente para nuestro tiempo, pues apenas ha
sido declarado Dogma de Fe por el Venerable Papa Pío XII, en el año de 1950. La bellísima Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus”, simplemente le
da forma Teológica, a un hecho manifiesto de la Tradición de la Iglesia por
casi dos milenios: La Santísima Virgen María, después de su vida humana en la
Tierra, fue elevada al Cielo en cuerpo y alma.
http://www.mercaba.org/PIO%20XII/asuncion.htm Por favor, denle ‘click’ para lectura completa.
Y es que no puede
ser de otra forma, pues, la generosidad espléndida (eso es lo que significa munificencia – RAE), que La Santísima
Trinidad le otorgó a María (algo evidente y sin discusión, ya que la Virgen es La
Preferida de Dios Padre; La Madre de Dios Hijo; y la Esposa de Dios Espíritu
Santo), solo puede concluir magníficamente, si la persona humana de María
(cuerpo y alma singularísima), es llevada al Cielo para continuar su vida
inmortal rodeada de quien tanto la ama.
La palabra latina assumtionis (que es el término usado por
el Magisterio de la Iglesia para identificar este Dogma), hace referencia al hecho
de asumir un cargo o una dignidad, por alguien.
María es elevada al Cielo, para que pueda ella misma hacer presencia, al
momento de asumir un encargo directo de Dios. Su alma, es pura, purísima; nunca pecó. Su cuerpo es limpio, limpísimo, no tenía pecado
original. Por estas dos circunstancias,
María puede ir al Cielo en cuerpo y alma; porque en María ambos, son sin
mancha.
María es
especialmente Bíblica: la primera profecía la menciona en el Génesis (3, 16),
cuando Dios sentencia: “. . . Pondré
enemistad entre ti y La Mujer. . .”
Ella es esa Mujer de aquella profecía. Su
concepción es desde todos los tiempos, a tiempo e inmaculada; pues ha de procrear
a La
Simiente, que es Jesucristo; el Verbo Hecho Hombre. Su vida de niña y adolescente transcurre en el
servicio a Dios como Doncella del Templo.
Su Concepción
Virginal es anunciada por Isaías (7, 14): “. . . Una Virgen concebirá y dará a luz un hijo. . .”
Ella es La Virgen y su Hijo es Jesús. Su
vida de esposa y madre es irreprochable, nunca desobedeció a Dios nuestro Señor
y nunca pecó. Y el acompañamiento a Su
Hijo (durante toda la vida humana del Verbo), la libera del Diablo en su
existencia terrenal y celestial; haciendo que su separación de ese mundo, esté
determinada solo por las necesidades de la naciente Iglesia de Su Hijo, de la
cual por mandato de Él mismo, es también su Madre muy Amada.
Es precisamente San Juan
Apóstol y Evangelista, “. . . el
discípulo que amaba el Señor. . .”, como él mismo se auto-nombra (Jn 13,23),
quien describe a la Santísima Virgen María en los Cielos. En el Apocalipsis (12,1), en una de sus
revelaciones, Juan dice: “Una gran señal
apareció en el cielo; una Mujer,
vestida del sol, con la luna bajo sus pies. . .” María es La Mujer.
La Tradición y El
Magisterio de La Iglesia Católica también la tienen muy presente en las
Advocaciones Marianas, en el Santo Rosario y en sus Letanías, que son apenas
una buena idea de lo que es y representa María Virgen y Madre; en la Tierra y
en Los Cielos.
Suyo afectísimo
Antonio Garelli
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