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martes, 16 de julio de 2024

MÍSTICA - LILIA GARELLI - (CFL-33)

“… Hazme un instrumento de tu paz …”

San Francisco de Asís

 

Riviera Maya, México; Julio 17 del 2024.

           MÍSTICA

Por: Lilia Garelli

 

“…Jesús, fijando en él su mirada, le amó…”

Mc 10, 21

CHRISTIFIDELES LAICI (33)

“Vocación y Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo”

Estimados en Cristo:

Continuamos reflexionando en este apartado dedicado a “Los jóvenes, esperanza de la Iglesia” en donde San Juan Pablo II nos recuerda parte de su mensaje en la Carta Apostólica a los jóvenes del mundo, en donde reitera que los jóvenes deben ser motivados a ser “…sujetos activos, protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social...” (SJPII – Carta Apost. Jóvenes No. 32).  Como bien nos ayuda más adelante a considerar que el tiempo de la juventud, es un tiempo en que el joven reflexiona sobre su proyecto de vida y por lo tanto es importante que este tiempo debe hacerse “…en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y ante los hombres…” (Lc 2,52).

El Papa continúa reflexionando sobre el perfil propio del desarrollo de una juventud preocupada por lo que vive, lo que percibe en los valores y antivalores de su entorno; aunque confundido y un tanto angustiado, como parte de las características propias de su edad, el joven va en contra de la violencia y en favor de la paz y la justicia; aunque está dentro de una incompleta visión de la totalidad de los problemas que se viven, los jóvenes desean un cambio en la sociedad.  Ante esto, siempre prevalecerá la gran importancia de la formación integral de esa juventud que será el futuro de mundo.

El Papa, inspirado en el amor que Jesús le da a los jóvenes que están a su alrededor, y que les quiere dar ese voto de confianza, porque en ellos está la esperanza de un mundo mejor, menciona el deseo de “…revivir el amor de predilección que Jesús ha manifestado por el joven del Evangelio: “Jesús, fijando en él su mirada le amó” (Mc 10,21) (…) “ven y sígueme” (Mc 10,21), que supone compartir el amor filial de Jesús por el Padre y la participación en su misión de salvación de la humanidad…” (SJPII – CFL No. 46).

En efecto, Jesús miraba con gran amor a cada uno de sus apóstoles, elegidos con esa variedad de edades y personalidades y me imagino que Él al ver la inocencia de los más jóvenes, se llenaba su corazón de ternura y visión del futuro que habrían de enfrentar, por ello el Papa como Vicario de Cristo, dirigiendo la Iglesia reflexiona con estas bellas palabras:

“…La Iglesia tiene tantas cosas que decir a los jóvenes, y los jóvenes tienen tantas cosas que decir a la Iglesia.  Este recíproco diálogo —que se ha de llevar a cabo con gran cordialidad, claridad y valentía— favorecerá el encuentro y el intercambio entre generaciones, y será fuente de riqueza y de juventud para la Iglesia y para la sociedad civil…” (SJPII – CFL No. 46).

Y termina este interesante apartado recordándonos lo que señaló el Concilio Vaticano II en su mensaje a los jóvenes: “…La Iglesia os mira con confianza y con amor (…) Ella es la verdadera juventud del mundo (…) miradla y encontraréis en ella el rostro de Cristo…” (CVII – Mensaje a los jóvenes 1966 – 18).

A propósito de este tema y reafirmando la preocupación de la Iglesia por la formación integral de la juventud, me cayó en las manos un relato de la audiencia que tuvo el Papa Francisco recientemente el 10 de mayo con la delegación de un colegio católico en Estados Unidos y quisiera reescribir parte de su mensaje:

“…Desde hace casi ochenta años, el colegio trabaja por la formación de los jóvenes, inspirándose en el principio agustiniano de “Cultivar el conocimiento para alcanzar la sabiduría” (…) iniciaron su labor educativa en favor de los soldados que regresaban de la Segunda Guerra Mundial.  Evidentemente a estos jóvenes, veteranos de experiencias traumáticas, testigos de los horrores de la guerra, no les bastaba con ofrecerles caminos académicos: era necesario darles sentido, esperanza y confianza en el futuro, enriqueciendo sus mentes, sí, pero también reavivando sus corazones y devolviendo la luz a sus vidas; en otras palabras, era necesario ofrecerles, a través del estudio y de la comunidad escolar, un camino de renacimiento integral.  Me gusta decir: de la mente al corazón y del corazón a las manos. Estos son los tres lenguajes: el lenguaje de la mente, el lenguaje del corazón y el lenguaje de la mano.  Que uno piense lo que siente y hace; que uno sienta lo que piensa y hace; que uno haga lo que siente y piensa.

Menciono esto porque también nuestros jóvenes de hoy viven en medio de muchas “criticidades” a nivel económico-financiero, laboral, político, ambiental y de valores, demográfico y migratorio (cf. Congr. para la Educación Católica, Educar para el humanismo solidario, 2017, 3).  Y es importante que también a ellos, en el presente como en el pasado, se les enseñe a afrontar juntos los desafíos, sin dejarse aplastar por ellos, más bien reaccionando para que cada crisis, incluso en el sufrimiento, se transforme en una oportunidad de crecimiento…” (Papa Francisco – Sala Clementina 10 de mayo 2024).

Tengamos siempre presente que, de entre tantas prioridades que tiene la educación, sobresale la necesidad de proveer excelente formación a la niñez y la juventud, esa educación en los valores cristianos que, llegado el momento, ellos sabrán utilizar en favor del bien común, y del bien mayor, respondiendo a los principios que han aprendido a lo largo de su vida; por ello es determinante que los padres de familia se preocupen por dar a sus hijos educación integral, que esté permeada de su formación en la fe, además de las ciencias necesarias para estimular su razonamiento y el proceso cognitivo que les ayudará al uso de la memoria y la rápida solución de problemas.

Igualmente es importante el desarrollo de la inteligencia emocional para que cada etapa de maduración esté unida a la superación de frustraciones y a los momentos difíciles de la vida.

“…La juventud es el tiempo de un descubrimiento particularmente intenso del propio “yo” y del propio “proyecto de Vida” …”

San Juan Pablo II - Christifideles Laici No. 46

Afectísima en Jesucristo,

Lilia Garelli 

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