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domingo, 2 de junio de 2024

LA VIAE CAELI - (9)

“Hazme un instrumento de tu Paz…”

San Francisco de Asís


Riviera Maya, México; Junio 2 del 2024.

 LA ViÆ cÆli

El camino al cielo



Antonio Garelli


VII Estación:

 

Aparición a los

Discípulos de Emaús

 

+  +  +

 

Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos.

Evangelio según San Marcos 16, 12-13

 

Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.  Él les dijo: "¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?"  Ellos se pararon con aire entristecido.  

Uno de ellos, llamado Cleofás le respondió:

"¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?"  Él les dijo: "¿Qué cosas?"  Ellos le dijeron: "Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.  Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.  El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía.  Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no lo vieron.

Él les dijo: "¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su Gloria?"  Y empezando con Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.  Al acercarse al pueblo donde iban hizo ademán de seguir adelante.

Pero ellos le forzaron diciéndole: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado". Y entró a quedarse con ellos.

Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.  Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado.

Evangelio según San Lucas 24, 15-31

 

+  +  +

 

“Quédate con nosotros!”, fue el clamor desesperado de Cleofás de Nazara, al momento en que el ‘desconocido acompañante’ hizo el ademán de seguir adelante, cuando llegaron a Emaús.  Cuál sería su sorpresa que era el mismísimo Señor Jesús Resucitado.

Pero vamos por partes para ambientarnos correctamente con lo que está sucediendo; a quién le está pasando esto y por qué es tan importante, para que el Cristo Resucitado ‘haya ido hasta Emaús’ por estos dos discípulos.  A uno de ellos lo desconocemos, porque San Lucas no nos da su nombre, ni dato alguno con el cual podamos hacer su identificación.  Pero el otro, Cleofás, este sí sabemos quién era. 

Cleofás de Nazara era el hermano menor de José (el esposo de María y padre adoptivo de Jesús); era esposo de María de Cleofás (prima de la Santísima Virgen); y era padre de Santiago el Menor y de Judas Tadeo, primos de Jesús, ambos, Apóstoles.  Nada más desde el plano familiar, todo eso le unía a Jesucristo. Además, Cleofás era uno de los 120 discípulos que siguieron al Divino Maestro desde el inicio de su Ministerio.  Así, pues, ¡estamos hablando del queridísimo Tío Cleofás!  Ese mismo que los recibió en Nazaret cuando La Sagrada Familia regresó de Egipto, después de su estancia en ese país durante cinco años; el primer pariente que conoció el Niño Dios; y con el que convivió más de veinticinco años durante su vida humana.

¡¿Y, entonces, a dónde va?!  El P. Peter Byrn, en nuestros Ejercicios Espirituales anuales, contestaba esta pregunta con una expresión muy suya, decía: “¡Ya se iban!, ¡Iban de regreso a Galilea!; o qué, ¿creen ustedes que iban ‘al mercado a hacer las compras’?; ¡No, su fe flaqueó y se vuelven a su vida anterior!”   “¡Ya se iban!”; sí, parece mentira, pero es cierto; Cleofás, uno de los más fieles Discípulos del Señor, ha decidido regresar a casa.  Ahora, hay que darse cuenta de algo muy importante que se lee entrelíneas en la detallada y bellísima narración de San Lucas (24, 14):

“Aquél mismo día, iban dos de ellos a un poblado llamado Emaús, que distaba setenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí todo lo que había pasado…” 

Ellos ya habían recorrido los trece kilómetros (1 estadio = 185 m.; por lo tanto, 70 estadios son igual a 12,950 m.); que hay desde el Monte Sión (ubicación del Cenáculo, donde estaban reunidos todos), hasta Emaús; por lo que, “atardecía. . . el día ya ha declinado. Esto quiere decir que, aunque las Santas Mujeres (incluida en ellas, María de Cleofás, la esposa de uno de los de Emaús), habían ido y venido al Sepulcro para anunciarles La Resurrección del Señor, estos dos, sin creerles a ellas, toman camino al Poniente (después hacia el Norte, tomando la ruta de la costa), de regreso a Galilea, de regreso a casa.  ¡Esta es la razón por la que va Jesús Resucitado hasta Emaús! Porque si Él mismo no lo hace, el Tío Cleofás no va a creer que, verdaderamente, su querido sobrino, el hijo de su hermano José, ¡¡¡ES EL CRISTO, Y HA RESUCITADO!!!  Y que ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al Cielo) existe.

El que debe ser el día más feliz de su vida, los ‘Discípulos de Emaús’ lo han convertido en el más triste; uno de duda y pena. ¡Y solo porque su fe no ha tenido ni siquiera cuarenta y ocho horas de paciencia en la espera!  Jesús les dijo que resucitaría “... al tercer día...” y así está ocurriendo: muere el viernes ‘como a la hora nona’, permanece en el sepulcro todo el sábado, y resucita de entre los muertos el Domingo en la madrugada; entonces, ¿por qué no lo creen? Yo lo sé. . . es porque tienen una fe flaca, débil, sin Esperanza y sin Caridad; y esa, es una fe que se sustenta en el discernimiento humano y no una Fe como Don de Dios.  Ellos creen que creían, basados en su Fe; pero acaban de demostrar que solo suponían, que eso de La Resurrección, pudiese ser posible. Ya ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al Cielo) no es más una cuestión de Fe para ellos, pues han visto a Cristo Resucitado.

La Fe no son suposiciones, “La Fe es la garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.” (Hb 11, 1); escribirá San Pablo a los Hebreos casi treinta años después de estos acontecimientos de Emaús.  Fe, esa que va unida inseparablemente a la Esperanza y a la Caridad; las tres Virtudes Teologales que recibimos como Don de Dios en el Sacramento del Bautismo; la Fe, que en la medida de “un grano de mostaza”, nos haría “mover montañas”.  La Fe, que nos hace comprender con el corazón lo que nuestra escasísima inteligencia y conocimiento ni siquiera se pueden imaginar.

 La Viæ Cæli’ es lo que llevarán en su corazón y en su pensamiento en el camino de regreso a Jerusalén.

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Orar sirve, nuestra alma lo agradece y nuestra mente también.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli

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