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martes, 28 de mayo de 2024

MÍSTICA - LILIA GARELLI (CFL-26)

“… Hazme un instrumento de tu paz …”

San Francisco de Asís

  

Riviera Maya, México; Mayo 29 del 2024.

           MÍSTICA

Por: Lilia Garelli

 

“…es en Dios donde nosotros “vivimos, nos movemos y existimos…”"

Hechos de los Apóstoles 17, 28

 

CHRISTIFIDELES LAICI (26)

“Vocación y Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo”

 

Estimados en Cristo:

          39. Libres para invocar el Nombre del Señor:

Continuamos con el siguiente apartado de esta maravillosa Exhortación Apostólica de San Juan Pablo II; en él nos dice que es muy importante reconocer la dimensión religiosa del hombre, porque no es tan sólo el hecho de que nos reconozcamos católicos, sino más bien una parte necesaria en el ser humano, aquella que tenemos todos de manera infusa, por el simple hecho de haber sido creados por el único creador de cada hombre = Dios;  por ello nos dice el Papa:  “…la relación con Dios es elemento constitutivo del mismo “ser” y “existir” del hombre:  es en Dios donde nosotros “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28) (SJPII – CFL No. 39). 

Por todo lo anterior el Papa nos dice que el ser humano tiene que respetar “el derecho a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa”  y más adelante nos recuerda algunas ideas que expresó en el Mensaje de la XXI Jornada Mundial de la Paz, como sigue:  “…La libertad religiosa, exigencia insuprimible de la dignidad de todo hombre, es piedra angular del edificio de los derechos humanos y, por tanto, es un factor insustituible del bien de la persona y ---de toda la sociedad, así como de la propia realización de cada uno. De ello resulta que la libertad, de los individuos y de las comunidades, de profesar y practicar la propia religión es un elemento esencial de la pacífica convivencia de los hombres…” (SJPII – JM de la Paz 1987).

En efecto, ese derecho de libertad de conciencia y religiosa promueve la paz y la convivencia por lo que se convierte en una de las partes fundamentales de los derechos de los hombres; sin embargo la lucha para obtener este derecho es cada vez más difícil de obtener debido al secularismo cada vez más extendido en la sociedad contemporánea; en algunos lugares, hasta en pequeños grupos de la sociedad está prohibido siquiera hablar de religión, cualesquiera que fuera; más aún defenderla; por ello el Papa nos recuerda que ni el Sínodo había olvidado el sufrimiento de muchos hermanos y hermanas que han sufrido persecución, marginamiento y hasta la muerte por anunciar el Evangelio, y toca más adelante las palabras de San Agustín:

“…La mística vid corrobora así su lozanía, tal como ya hacía notar San Agustín: “Pero aquella vid, como había sido preanunciado por los Profetas y por el mismo Señor, que esparcía por todo el mundo sus fructuosos sarmientos, tanto más se hacía lozana cuanto más era irrigada por la mucha sangre de los mártires” (Sn Agustín, De Catech, Rud XXIV, 44) …” (SJPII – CFL No. 39).

Como sabemos bien, en toda la historia de la Iglesia se ha sufrido de persecución, martirio y sufrimiento sin medida, es comprensible que en este mundo donde reina el mal sea difícil testimoniar el Bien Absoluto que es Dios mismo, por ello el Papa nos alienta recordándonos las palabras de los Padres sinodales:  “…En este sentido los Padres sinodales han considerado como un especial deber “dar las gracias a los laicos que viven como incansables testigos de la fe, en fiel unión con la Sede Apostólica, a pesar de las restricciones de la libertad y de estar privados de ministros sagrados.  Ellos se lo juegan todo, incluso la vida.  De este modo, los laicos testifican una propiedad esencial de la Iglesia:  La Iglesia de Dios nace de la gracia de Dios, y esto se manifiesta del modo más sublime en el martirio” (Propositio 32) …” (SJPII – CFL No. 39).

En efecto, desafortunadamente, en todas las épocas de la historia de la humanidad, sin importar de qué siglo nos acordemos, todos han estado, de una manera u otra sufriendo las presiones de guerras injustas, genocidios, verdaderas catástrofes mundiales creadas por el mismo hombre; pero vale también comentar aquellas personas que sufren al interior de sus hogares, desprecios, maltratos físicos y psicológicos que también les impiden vivir su fe en seguridad y armonía; todo esto porque el individuo en su interior vive en crisis, esto es sin fe en Dios, porque a pesar de decirse católicos, les es imposible vivir una fe coherente con todo lo que la religión les ha enseñado; si conocieran su fe y la pusieran en práctica a través de los sacramentos, podrían recibir todas las gracias que estos imparten en el alma, dándoles la razón y la fuerza para seguir adelante.  La sociedad está enferma de soberbia, egoísmo y poder, desde el mismo individuo que la compone; por ello San Juan Pablo II hace mención en este apartado, de los esfuerzos que han realizado varios sumos Pontífices sobre el tema del respeto de la persona humana y como consecuencia de la sociedad que la compone.

Algunos de estos documentos son, como primer escrito, la Encíclica “Rerum Novarum” de León XIII; seguida de la Encíclica “Populorum Progressio” de San Pablo VI y de la Encíclica “Sollicitudo Rei Socialis” de San Juan Pablo II; todas ellas buscando la promoción del respeto a la persona humana, porque como bien dice el Papa “…se coloca como base, como pilar fundamental para la estructuración de la misma sociedad…” (SJPII – CFL No. 39).

El Papa termina este apartado diciendo: “…Así, íntimamente unida a la responsabilidad de servir a la persona, está la responsabilidad de servir a la sociedad, como responsabilidad general de aquella animación cristiana del orden temporal, a la que son llamados los fieles laicos según sus propias y específicas modalidades…” (SJPII – CFL No. 39).

 “… el respeto a la dignidad personal y sobre el reconocimiento de los derechos humanos afecta sin duda a la responsabilidad de cada cristiano, de cada hombre.  Pero inmediatamente hemos de hacer notar cómo este problema reviste hoy una dimensión mundial…”

San Juan Pablo II - Christifideles Laici No. 39

Afectísima en Jesucristo,

Lilia Garelli

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