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sábado, 25 de mayo de 2024

LA VIAE CAELI - (8)

“Hazme un instrumento de tu Paz…”

San Francisco de Asís

 

Riviera Maya, México; Mayo 26 del 2024.


LA ViÆ cÆli

El camino al cielo

Antonio Garelli


VI Estación:

Aparición a

Simón Pedro

 

Pedro se levantó y corrió al sepulcro, se inclinó, pero sólo vio las vendas y se volvió a casa, asombrado por lo sucedido.

Evangelio según San Lucas 24, 12

Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro.  Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro.  Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró.  Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte.  Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no había comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.  Los discípulos, entonces, volvieron a casa.

Evangelio según San Juan 20, 3-10


"¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón!"

Evangelio según San Lucas 24, 34

  

¡Por supuesto que debería haber una Aparición para El Vicario!  ¡Y con lo falto de Fe que era este hombre, se la merecía solo! Debe saber de ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al Cielo).

No voy a especular acerca de la evidencia evangélica que se muestra en los textos que anteceden, voy a discernir los sucesos.  El primer evento es en la madrugada del Domingo de la Resurrección; María de Magdala les ha informado a los Apóstoles que el cuerpo del Señor no está en el sepulcro; y Pedro y Juan acuden de inmediato al lugar.  El segundo, es en la noche del mismo día; y es un comentario que les hacen a los discípulos de Emaús los que están reunidos en El Cenáculo, una vez que ellos han regresado a Jerusalén para informar de la Aparición de Cristo que ellos han tenido.

Hay, pues, cuando menos quince horas de diferencia entre uno y otro momento: de las seis de la mañana, a las nueve de la noche. En ese lapso ya ocurrieron todas las apariciones conocidas de El Día de La Resurrección, excepto una: la del Cenáculo con todos reunidos. Para ese momento, María Madre (Primera Primerísima), Las Santas Mujeres, María Magdalena, Los Discípulos de Emaús y Pedro ya han visto a Cristo Jesús Resucitado.

San Marcos, el escritor del Evangelio a dictado de San Pedro, no refiere la aparición a éste; es San Lucas quien solo la menciona.  Se entiende, en virtud de la prudencia y humildad del Vicario, que Pedro no haya narrado algo al respecto.  Pero Marcos pudo haber investigado, sugiero yo; más aun tratándose del Príncipe de los Apóstoles y pensando en nosotros, que nunca le íbamos a conocer para preguntarle.  Así que, ante tan abrumadora carencia, voy a tomar el método de Jesús de Nazaret de analizar al hombre por sus palabras, “Porque de lo que rebosa el corazón, habla su boca.” (Lc 6, 45); que en sentido contrario, da: ‘analizando sus palabras, conozco su interior’. 

Simón Pedro, 28 años de edad, oriundo de Bethsaida, Galilea; pescador robusto, tozudo e impulsivo; Discípulo de Jesús de Nazaret desde hace tres años; incondicional de su Rabbuní.  Estas son algunas de sus más famosas expresiones y frases:

¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo!(Mt 16, 16)

 

¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!(Mt 16, 22)

 

 Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y la muerte.(Lc 22, 33)

Con tres basta; hay, por supuesto, muchas otras, pero éstas son suficientes.  Este es Simón, a quien Jesucristo cambió el nombre por Cefás (Piedra), Pedro; y cada uno de estos momentos y frases, tienen su propia historia; muestran detalladamente qué tipo de persona es este pescador que el Señor a escogido como Apóstol.

La primera de estas frases tiene lugar en Cesarea de Filipo, en el segundo año del Ministerio del Señor. El Divino Maestro ha llevado ‘de retiro’ a los Apóstoles, más allá de los límites de Galilea, en tierra de Iturea, en las nacientes del Río Jordán.  Allí Jesucristo les hace la perspicaz pregunta: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”; a lo que le dan tres respuestas. Acto seguido viene la genialidad del Rabbuní: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?  Pedro, impulsado por el Espíritu Santo, se adelanta a responder: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo!  Jesús premia la impetuosidad del pescador de Bethsaida con el más grande le los reconocimientos: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.

Así, Dios Padre y Dios Espíritu Santo quieren que Pedro sea el líder del grupo, Jesucristo se ha dado cuenta de la intervención de las Dos Divinas Personas; y asumiendo la suya, como Dios Hijo, le asegura a Pedro: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. . .

Solo Leví de Cafarnaúm, Mateo, era mayor en edad que Simón (algo que en su tiempo, de sí mismo pudo haberle dado ventajas delante de los Apóstoles, amén de ser el más culto de todos); y solo Simón de Caná ‘El Zelote’, era más alto, fuerte y rijoso que Pedro, una ventaja natural de dominio.  Pero ninguno de ellos tiene el ímpetu y el arrojo del  Príncipe de los Apóstoles; por ello ha sido ‘escogido’, por ello será El Vicario de Cristo.

 

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Orar sirve, nuestra alma lo agradece y nuestra mente también.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli

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