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martes, 7 de julio de 2020

MÍSTICA - LILIA GARELLI - EL ESPÍRITU SANTO



“¡Señor, auméntanos la Fe
Domine, adauge nobis fidem

Riviera Maya, México, Julio 8 del 2020.
MÍSTICA

Por: Lilia Garelli

“…no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones,
 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria,
 os conceda Espíritu de sabiduría
 y de revelación para conocerle perfectamente…”
San Pablo
(Ef 1, 16-17)

EL ESPÍRITU SANTO

Muy estimados en Cristo:

Recientemente, el domingo 31 de mayo pasado, hemos celebrado el Domingo de Pentecostés, para nosotros católicos, el día en que Jesús le pide a Su Padre nos envíe al Paráclito, quien “nos acompañará” por el camino de nuestro peregrinar a la casa del Padre, guiándonos y aclarando con Su Luz el sendero correcto para volver a Él.

Poco antes de la “Ascensión del Señor a los cielos” Jesús preparaba a sus Apóstoles diciéndoles: “…Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré…” (Jn 16, 7).  El amor tan grande de Jesús a sus Apóstoles, estando consciente de la importancia de formarlos, cuidarlos ante las tentaciones, y darles seguridad ante la envergadura de la misión que les estaba encomendando, ―nada menos que fundar La Única Iglesia Verdaderacomo lo rezamos en el Credo, Única, Santa, Católica y Apostólica ―les envía al Espíritu Santo, quien completa la Trinidad, ya que viniendo del Padre y del Hijo, y siendo la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, se ha quedado con nosotros para auxiliarnos siendo el “Espíritu de Verdad ― El Dulce Huésped del Alma” en el que nos podremos apoyar, con toda confianza orando con todo fervor para que nos ilumine y nos inspire en todo momento.

El Papa León XIII escribió en 1897 la Carta Encíclica “Divinum Illud Munus” sobre “La presencia y virtud admirable del Espíritu Santo”, misma en la que me basaré en este artículo, en ella menciona que como resultado del regreso de Jesús al Padre, se daría el envío del Espíritu de Dios:  “…el provecho que sus discípulos habían de recibir de la venida del Espíritu Santo; al mismo tiempo que mostraba cómo éste era igualmente enviado por Él y, por lo tanto, que de Él procedía como del Padre; y que como abogado, como consolador y como maestro concluiría la obra por Él comenzada durante su vida mortal. La perfección de su obra redentora estaba providentísimamente reservada a la múltiple virtud de este Espíritu, que en la creación adornó los cielos (Job 26, 13) y llenó la tierra (Sabiduría 1, 7)”.

Todo lo anterior nos ayuda a tener claro que Jesús no nos dejaría solos y desamparados en Su regreso al Padre, porque al tener la presencia divina a través del Espíritu de Dios, tendríamos la ayuda necesaria tanto a nivel personal como la guía espiritual de la Iglesia Católica fundada por Jesucristo.  La Carta Encíclica en el No. 5 nos explica claramente los atributos divinos de cada una de las Personas de la Santísima Trinidad, diciendo: “…Con gran propiedad la Iglesia acostumbra atribuir al Padre las obras del poder; al Hijo las de la Sabiduría; al Espíritu Santo las del amor…”.

¿Qué tanto conocemos al Espíritu Santo?, sabemos qué atribuciones tiene y ¿cómo puedo acceder al Él? para ello, iremos juntos reflexionando, leyendo y meditando con el Catecismo de la Iglesia Católica ¡bajo el brazo!

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.  Nadie va al Padre si no es por mí…” (Jn 14, 6); es Jesucristo el que nos muestra al Padre y es por medio del Espíritu Santo, el que nos permite conocerle “…Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios…” (1 Co 2,11); es por ello que nos apoyamos de la Iglesia Católica, comunión viviente en la fe de los apóstoles para conocer todo aquello que se funda en nuestra fe.  El Catecismo de la Iglesia Católica en el No. 687 nos aclara dónde podemos conocer al Espíritu Santo:

-         en las Escrituras que Él ha inspirado;
-         en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales;
-         en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
-         en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo,
-         en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
-         en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
-         en los signos de vida apostólica y misionera;
-         en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación.

¿Cómo podríamos reconocer la acción del Espíritu Santo? ― La Iglesia nos lo explica en los símbolos con los que se representa su acción en el mundo, en los Nos. 694 al – 701 como sigue:

         El agua:     Es el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento, el Bautismo “a la vida divina”.  “Bautizados en un solo Espíritu, también hemos venido de un solo Espíritu…” (1 Co 12, 13), y somos reconocidos Hijos de Dios a partir de este momento.

         La unción: Es el signo sacramental de la Confirmación, en la unción con el óleo, es el signo de la iniciación cristiana en el que el/la joven/jovencita se confirman en la fe católica.  Jesús es el Ungido de Dios de una manera única; la humanidad que el Hijo asume está totalmente “ungida por el Espíritu Santo”, Jesús es constituido “Cristo” por el Espíritu Santo.  La Virgen María concibe a Cristo a través del Espíritu Santo quien por medio del ángel lo anuncia como Emmanuel en su nacimiento y quien lo resucita de entre los muertos y a quien Jesucristo distribuye profusamente a la humanidad.

         El fuego:    Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la Vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo.  “…En forma de lenguas “como de fuego” se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos la mañana de Pentecostés y los llenó de él” (Hch 2, 3-4) es uno de los símbolos más expresivos de la acción del Espíritu Santo (1 Ts 5, 19).

         La nube y la luz: Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. En varias ocasiones aparece en el Antiguo Testamento, algunas veces obscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la trascendencia de su Gloria.

         El sello:      Es un símbolo parecido al de la unción, “…Dios ha marcado con su sello…” (Jn 6,27) expresa el carácter imborrable del Bautismo, la Confirmación y el Orden Sacerdotal.

         La mano:   Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños.  En su nombre los apóstoles harán lo mismo.

         El dedo:     “…Por el dedo de Dios expulso yo (Jesús) a los demonios…” (Lc 11, 20); “la carta de Cristo” entregada a los apóstoles ―”…está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón…” (2 Co 3,3).

         La paloma: Símbolo tradicional en la iconografía cristiana, como: La paloma soltada por Noé; cuando Cristo sale del agua en su bautismo.  El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados.





“…Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo,
conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad
para llegar a la eternidad…”
(San Agustín S 267,4)


Afectísima en Jesucristo,


Lilia Garelli



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