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jueves, 9 de julio de 2020

EL CREDO - SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA CATÓLICA - ... A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS


“¡Señor, auméntanos la Fe!”
Domine, adauge nobis fidem


Riviera Maya, México; Julio 10 del 2020.


Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006


CREO EN UN SOLO DIOS…
CREO EN UN SOLO SEÑOR JESUCRISTO…

DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR
A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS

B) CRISTO JUEZ DE VIVOS Y MUERTOS

Con Jesús llega el Día de Yahveh.  Los apóstoles son enviados a predicar y dar testimonio de que “Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos” (Hch 10,42; Rm 14,9; 2Tm 4,1; 1P 4,5).  El Credo, fiel intérprete de la fe apostólica, confiesa que Cristo “De nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos.”



 “El Juicio Final” Capilla Sixtina                         Jesucristo y María (Detalle)
Michelangelo Buonarroti
Ciudad del Vaticano

En el Nuevo Testamento, “el Día de Yahveh” pasa a ser el “Día de Jesucristo”, porque Dios le entregó el Juicio y le confió la consumación de la Salvación, y ese, precisamente, es el “Día de Cristo Jesús”, “El Día del Señor”. En la venida gloriosa del Señor Jesucristo se centra la esperanza de la comunidad cristiana.  Esta venida –parusía del Señor– llevará a plenitud consumada la obra iniciada en La Encarnación, en la Muerte y Resurrección de Cristo.

En sus “Exposiciones”, San Ireneo lo asienta espléndidamente:

“Él hará un juicio justo entre todas las criaturas.  Enviará al fuego eterno a los espíritus malvados, mientas que a los justos y santos, que perseveraron en su amor, les dará la incorrupción y les otorgará una gloria eterna… En la primera venida fue rechazado por los constructores; en la segunda venida vendrá sobre las nubes, llevando el Día devorador como un horno; golpeando a la tierra con la palabra de su boca y destruyendo a los impíos con el soplo de su boca, teniendo en sus manos el bieldo para purificar su era: recogiendo el grano en el granero y quemando la paja en el fuego inexpugnable.

Por eso el mismo Señor exhortó a sus discípulos a vigilar en todo tiempo con “las lámparas encendidas, como hombres que esperan a su Señor”; pues, como en tiempo de Noé hizo perecer a todos con el Diluvio y en tiempo de Lot hizo llover sobre Sodoma fuego del cielo y perecieron todos, así sucederá en la venida del Hijo del Hombre.”
San Ireneo

En el mundo, tal como nosotros lo experimentamos, se hallan el bien y el mal, los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas.  Trigo y cizaña se hallan mezclados hasta el día de la siega.  San Agustín ve toda la historia, desde el comienzo de la Creación hasta el Final de los Tiempos, como una lucha entre el Reino de Dios y el reino del mundo o del diablo; estos dos reinos se enfrentan entre sí y, al presente, estos dos reinos se hallan juntos y entremezclados.

Es más, en la medida en que se acerca el final de los tiempos, el poder del mal se exacerba contra Dios y contra la Iglesia. Pero el Juez en Cristo y, no solo juez, sino la norma, ‘el camino, la verdad y la vida’. Al final se manifestará que Jesucristo es el fundamento y el centro que otorga sentido a toda la realidad y a la historia.  A su Luz quedarán juzgadas las obras de los hombres, pasando por el fuego para ver cuáles resisten y cuáles son abrasadas.

El juicio del último día significa, por tanto, que al final de los tiempos se hará presente la verdad definitiva sobre Dios y los hombres, la Verdad que es Jesucristo.  Mirando al que traspasaron, aparecerá quien está con Cristo y quien está contra Él.

Una condenación rigurosa aguarda a los hipócritas, a quienes se han negado a escuchar la predicación de Jesús, a los incrédulos que, escuchando, no se han convertido; a quienes no acojan a sus enviados, que son enviados a las naciones “sin oro ni plata, ni alforja, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón”, “como los hermanos más pequeños de Jesús”, con quienes Él se identifica.

Cristo es formado, por la Fe, en el hombre interior del creyente, el cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que reconoce que la Gracia es el principio de sus méritos; a éste puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo mismo, ya que dice: “cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. 
Cristo es formado en aquel que recibe la forma de Cristo; y recibe la forma de Cristo el que vive unido a Él con un amor espiritual.

San Agustín de Hipona


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Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli





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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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