“¡Señor,
auméntanos la Fe!”
Domine, adauge
nobis fidem
Riviera
Maya, México; Julio 24 del 2020.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006
CREO
EN UN SOLO DIOS…
CREO
EN UN SOLO SEÑOR JESUCRISTO…
C)
LOS HOMBRES SERÁN JUZGADOS
SEGÚN
SUS OBRAS (2)
“Feliz quien día y noche no se deja oprimir
por otra preocupación que la de saber dar cuenta –sin angustia alguna– de la
propia vida en aquel gran día, en el que todas las criaturas se presentarán
ante el Juez para darle cuenta de sus acciones.
Pues, quien tiene siempre ante la vista aquel día y aquella hora, ése no
pecará jamás.
¡La falta del temor de Dios es
causa de que pequemos! Acuérdate, pues, siempre de Dios, conserva en tu corazón
su temor e invita a todos a unirse a tu plegaria. Es grande la ayuda de quienes pueden aplacar
a Dios.
Mientras vivimos en esta carne, la
oración nos será una preciosa ayuda, siéndonos viático para la vida eterna. Y
también, así como es buena la soledad; en cambio, el desánimo, la falta de
confianza o desesperar de la propia salvación es lo más pernicioso para el
alma.
¡Confía, pues, en la bondad del
Señor y espera su recompensa! Y esto, sabiendo que si nos convertimos
sinceramente a Él, no solo no nos rechazará para siempre, sino que,
encontrándonos aún pronunciando las palabras de la oración, nos dirá; “¡Heme
aquí!” (Is 58,9)”
San
Basilio
Epístola
Por
otra parte, la espera de la venida de Jesucristo, como juez de vivos y muertos,
es una llamada a la vigilancia, a la conversión diaria a Él, a su seguimiento.
‘La puerta de las bodas’ se cierra
para quien no espera vigilante, con las lámparas encendidas, al novio que llega
a media noche.
D)
JESUCRISTO, JUEZ QUE JUSTIFICA
En
el umbral del Evangelio, Juan Bautista invoca el juicio de Dios, apremiándoles
a la conversión. Con la aparición de
Jesús en el mundo, quedan inaugurados los últimos tiempos, actualizándose el
juicio escatológico, aunque todavía haya que aguardar su retorno glorioso para verlo realizado en su plenitud.
En
realidad ‘todos somos culpables ante
Dios.” (Rm 3, 10-20) Desde la
entrada del pecado en el mundo, por nuestro padre Adán, se pronunció el
veredicto de condena contra todos los hombres. Nadie podía escapar a esta
condena por sus méritos. Pero cuando Jesús murió por nuestros pecados, Dios
destruyó el acta de condenación, clavándola en la cruz.
“A quien no conoció el pecado lo hizo pecado
por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él.” (2Co
5,21); “condenó el pecado en la carne de
Cristo, a fin de que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros según el
espíritu.” (Rm 8,3-4) Así, Cristo “nos
rescató de la maldición de la Ley haciéndose Él maldición por nosotros.”
(Ga 3,13)
Para
quienes confían en Jesucristo, el juicio será, o mejor lo es ya, un juicio de
gracia y misericordia. Él es nuestra justificación: “al que cree en Aquel que
justifica al impío, su fe se le aprecia como justicia.” (Rm 4,5); “porque el
fin de la Ley es Cristo para justificación de todo creyente.” (Rm 10,4) Por ello, nuestra profesión de fe en
Jesucristo “como juez de vivos y muertos” es Buena Nueva y expresión de la esperanza
cristiana.
En
Cristo se nos ha revelado la justicia de Dios, no la que castiga, sino la que
justifica y salva. Para los creyentes no
hay ya condenación, pues, si Dios los justifica, ¿quién los condenará? La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo Jesús
es nuestra Justificación.
v v v
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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por el gusto de proclamar El Evangelio.
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