“¡Señor,
auméntanos la Fe!”
Domine, adauge
nobis fidem
Riviera
Maya, México; Julio 31 del 2020.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006
CREO
EN UN SOLO DIOS…
CREO
EN UN SOLO SEÑOR JESUCRISTO…
D)
JESUCRISTO, JUEZ QUE JUSTIFICA
Nada
temen quienes han experimentado la vida de Cristo, porque Cristo vivía en ellos
y toda su vida ha sido testimonio de Cristo.
Esto
lo explica abundantemente San Ambrosio, Obispo de Milán, pilar de la Iglesia
Patrística y Doctor de la Iglesia Católica, en sus Exposiciones sobre los Salmos:
“Como hay muchas persecuciones,
también hay muchos mártires. Cada día
eres testimonio de Cristo. Has sido
tentado por el impulso del pecado, pero temiendo el futuro juicio de Cristo, no
has violado la pureza de la mente y del cuerpo; luego, entonces, eres Mártir de
Cristo… con corazón benigno has sentido compasión, has amado la humildad antes
que la jactancia; eres testigo de Cristo, dando testimonio no solo con la
palabra, sino con los hechos.
De hecho, quien escucha el
Evangelio y no lo guarda, niega a Cristo; aunque lo reconozca con las palabras,
lo niega con los hechos. Serán
posiblemente muchos los que dirán: “¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu
nombre y en tu nombre arrojamos demonios, y en tu nombre no hicimos muchos
prodigios?”, pero el Señor les responderá: ‘jamás os conocí; apartaos de mí,
ejecutores de maldad.’”
Testigo es, pues, aquel que, en
armonía con los hechos, da testimonio del Señor Jesús. ¡Cuán numerosos son, pues, cada día, aquellos
que en secreto son mártires de Cristo y confiesan a Jesús como Señor! Cristo les confesará a ellos ante el Padre.”
San Ambrosio
Es
Cristo el “juez de vivos y muertos”. Los
primeros cristianos con su oración “maranathá,
ven, Señor Jesús”, han visto el
retorno de Jesús como un acontecimiento lleno de esperanza y alegría. Han visto en él el momento anhelado de toda
su vida, hacia el que han orientado su existencia. Y, por otra parte, eran conscientes de que el
juez es nuestro Señor.
Santa
Teresa, La Santa de Ávila, lo dice
con palabras muy sencillas:
“Donde está Dios es el Cielo;
nuestra alma es el cielo pequeño,
donde está Quien hizo el cielo y la
tierra.”
“Subir
al cielo” o “estar sentado a la derecha del Padre” no es otra cosa que la plena
y total glorificación de Cristo, que vive en la beatificante comunión eterna
con Dios Padre. De ella participa el cristiano y, por ello, anhela y espera con
ansia la consumación de esta vida para entrar en la definitiva comunicación con
Dios, allá, “en la casa del Padre” en “la Jerusalén celestial.”
La
Ascensión corporal de Cristo a los cielos –como también la Asunción de María
tras Él– es la garantía, igualmente, de la glorificación de nuestros cuerpos
mortales. Cristo, el Verbo Encarnado, ha
sido exaltado, es decir, con Él ha llegado a Dios definitivamente nuestra carne
humana y Dios la ha aceptado irrevocablemente.
Ésta es nuestra fe y nuestra esperanza.
Este
juicio se actúa ya en el presente: “el
que cree, no será juzgado”; y “el que
no cree, ya está juzgado”. Para los
creyentes, la promesa de la venida del Señor es esperanza de redención plena,
de liberación de todas las angustias y adversidades de la vida presente. Las Apariciones del Señor significan,
igualmente, el fin de la muerte y de la corrupción del pecado.
Mientras
esperamos esta liberación plena y definitiva, en medio del combate de cada día,
el Señor nos conforta con su gracia: “Dios
os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros el día
del Señor Jesucristo.” (1Co 1,8)
Todos los que pertenecen a la Iglesia serán congregados de todo el Mundo
y, entonces la Iglesia, purificada con la Sangre del Cordero, celebrará sus
bodas como “esposa ataviada para su Esposo.”
El
Juicio Final
Jean Cousin el Joven
Así,
pues, la mirada llena de esperanza que nos proyecta hacia la plenitud de los últimos
tiempos, nos obliga a volver los ojos al presente, al hoy de la historia. El futuro, que Cristo inauguró de forma
definitiva, se realiza por obra del Espíritu Santo. Es Él quien hace presente la obra de
Jesucristo en nosotros dentro de la Iglesia.
Por ello, hecha nuestra profesión de fe en Cristo, El Credo nos invita a
confesar nuestra fe en el Espíritu Santo.
v v v
Fin del Séptimo Folleto (de 12) de la Colección
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafite Ediciones – Bilbao España
2006
+ + +
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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