“¡Señor,
auméntanos la Fe!”
Domine, adauge nobis
fidem
Riviera
Maya, México; Mayo 6 del 2020.
MÍSTICA
Por: Lilia Garelli
“…Desde este punto de vista más
interior,
los fieles laicos no
son simplemente los obreros que trabajan en la viña,
sino que
forman parte de la viña misma:
--Yo soy la vid;
vosotros los sarmientos – (Jn 15,5 ) dice Jesús…”
Christifideles Laici 8
San
Juan Pablo II
ID TAMBIÉN VOSOTROS A MI VIÑA (2)
Muy
estimados en Cristo:
Jesús nos habla nuevamente a través de una parábola, al
colocarse Él mismo como la vid y a nosotros, sus discípulos, como si fuéramos
los sarmientos. ¿Qué es un sarmiento? ―Es
el tallo largo, flexible y nudoso de la vid que sirve de vástago― (o sea el
retoño que va formándose en tallo, de donde se podrá apoyar el racimo de
uvas).
Si quisiéramos aplicarlo a la vida, seríamos el resultado de un trabajo
apostólico hecho con pureza de intención y con entrega total a Jesucristo.
Dicho de otra manera, un apóstol que con plena convicción trabaja para la
misión, entregada por Dios para llevar las almas a Cristo, en una verdadera Reevangelización.
El Concilio Vaticano II, en su Constitución Lumen
Gentium No. 6 dice así: “…Cristo es la
verdadera vid, que comunica vida y fecundidad a los sarmientos, que somos
nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia, y sin Él nada podemos
hacer…” (Jn 15,1-5)
Efectivamente, todos nosotros, siendo bautizados y por
lo tanto regenerados por la gracia del Espíritu Santo, somos miembros de Cristo
y miembros del cuerpo de la Iglesia. “… En un solo Espíritu hemos sido todos bautizados,
para no formar más que un cuerpo…” (1 Co 12,13) y por esa sencilla
razón, todo aquello que realicemos en nuestra vida diaria, ofrecida a Dios
nuestro Señor podrá dar Gloria a Dios, llevando las gracias que Él nos pide, sembrándolas
a nuestro alrededor, así sea nuestra familia, nuestro lugar de trabajo o
cualquier otro espacio social, donde nos desenvolvamos. La Constitución Dogmática Lumen Gentium No.
34, lo describe bellamente así:
“… Todas sus obras, sus oraciones
e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano,
el descanso espiritual y corporal, si son hechos en el Espíritu, e incluso las
mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en
sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo (cf 1P 2,5)…De este
modo también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente,
consagran a Dios el mundo mismo…”
Todo lo anterior, nos confirma el hecho de que podemos
ser misioneros en nuestro propio hogar primero, formando a nuestros hijos y a
nuestro esposo(a) en el mensaje del Señor, acogiendo con fe el Evangelio, sin
temor ni inseguridad; bien lo menciona San Juan Pablo II en esta Exhortación
Apostólica Christifideles Laici: “…con paciencia
y valentía, en medio de las contradicciones de la época presente, su esperanza
en la gloria --también a través de las estructuras de la vida secular—…”
Algunos de nosotros
podríamos pensar, sí estoy de acuerdo, todo eso ya lo vengo haciendo y
podríamos caer en una forma de hacer las cosas en la cotidianidad, que con el
tiempo podría perder su valor; ― si ya lo hago, todo está bien ― y entonces ya
no esforzarnos por hacer algo más, o bien por hacer lo que ya hacemos mejor, y ¡decir
lo que el joven rico! recordemos este pasaje Bíblico: (Mc 10, 17-22)
“…Se ponía ya en camino cuando uno
corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: --Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener
en herencia vida eterna? – Jesús le dijo: --¿Por qué me llamas bueno? Nadie es
bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas
adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu
padre y a tu madre –. Él, entonces, le dijo: --Maestro, todo eso lo he guardado desde mi
juventud – Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: ―Una cosa te falta: anda, cuanto tienes
véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y
sígueme— Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque
tenía muchos bienes…”
Si en mi interior percibo que Cristo me pide dar un
paso más en el crecimiento de mi vida espiritual, realizando algo más de lo que
ya he hecho, ¿cuál sería mi respuesta?
Porque el joven rico, quien pensó que ya todo hacía para ganarse la vida
eterna ―se marchó entristecido— porque eso que le pedía El Señor era
desprenderse de lo que le ataba en este mundo, ¡quizá en su comodidad, o en su seguridad
personal, o en …! Esto nos lleva a reflexionar ¿qué es lo que me ata a este
mundo que no podría dar el siguiente paso?
¿Si lo que
me pidiera Jesucristo fuera…? ¿Lo
haría…?
-
Orar por la mañana al despertarme,
ofreciendo todas las obras del día a Él
-
Realizar las labores del hogar
pensando en agradarlo a Él y a mis semejantes.
-
Hacerlo todo por amor y no por
obligación.
-
Cumplir con todo en casa y en el
trabajo con honestidad y respeto.
-
Dar ejemplo de vivir con los
valores del Evangelio y no conforme a mi propio criterio de justicia y verdad.
-
Enseñar a mis hijos el amor de Dios,
orando en diferentes momentos del día.
-
Ante la enfermedad o crisis diversas
en casa o en el trabajo, mostrar mi confianza y esperanza en Dios.
-
Dar el siguiente paso en mi
apostolado.
-
Prepararme para impartir una
plática espiritual.
-
Formarme mejor para dar catequesis
en donde se necesite.
-
Ayudar en lo que fuera necesario en
la Iglesia, sin descuidar a mi familia.
-
Reconocer con los actos, que el
ambiente positivo en el hogar es trabajo de cada uno por lo tanto de todos.
-
Aceptar ser cabeza de algún
apostolado, organizando el tiempo para que mi familia no sienta mi ausencia.
-
Invitar a todos los integrantes de
mi familia a participar de un apostolado.
¡Recuerda,
Jesucristo quiere que des un paso más en tu crecimiento espiritual!
¿Cuál sería
tu respuesta?
Afectísima en Jesucristo,
Lilia
Garelli
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Solo
por el gusto de proclamar El Evangelio.
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