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martes, 5 de mayo de 2020

MÍSTICA - LILIA GARELLI - ID TAMBIÉN VOSOTROS A MI VIÑA (2)


“¡Señor, auméntanos la Fe!”
Domine, adauge nobis fidem


Riviera Maya, México; Mayo 6 del 2020.

MÍSTICA

Por: Lilia Garelli

“…Desde este punto de vista más interior,
 los fieles laicos no son simplemente los obreros que trabajan en la viña,
 sino que forman parte de la viña misma:
  --Yo soy la vid; vosotros los sarmientos – (Jn 15,5 ) dice Jesús…”

Christifideles Laici 8
San Juan Pablo II
ID TAMBIÉN VOSOTROS A MI VIÑA (2)

Muy estimados en Cristo:

Jesús nos habla nuevamente a través de una parábola, al colocarse Él mismo como la vid y a nosotros, sus discípulos, como si fuéramos los sarmientos. ¿Qué es un sarmiento?  ―Es el tallo largo, flexible y nudoso de la vid que sirve de vástago― (o sea el retoño que va formándose en tallo, de donde se podrá apoyar el racimo de uvas).  

Si quisiéramos aplicarlo a la vida, seríamos el resultado de un trabajo apostólico hecho con pureza de intención y con entrega total a Jesucristo. Dicho de otra manera, un apóstol que con plena convicción trabaja para la misión, entregada por Dios para llevar las almas a Cristo, en una verdadera Reevangelización.

El Concilio Vaticano II, en su Constitución Lumen Gentium No. 6 dice así: “…Cristo es la verdadera vid, que comunica vida y fecundidad a los sarmientos, que somos nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia, y sin Él nada podemos hacer…” (Jn 15,1-5)

Efectivamente, todos nosotros, siendo bautizados y por lo tanto regenerados por la gracia del Espíritu Santo, somos miembros de Cristo y miembros del cuerpo de la Iglesia.  “… En un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo…” (1 Co 12,13) y por esa sencilla razón, todo aquello que realicemos en nuestra vida diaria, ofrecida a Dios nuestro Señor podrá dar Gloria a Dios, llevando las gracias que Él nos pide, sembrándolas a nuestro alrededor, así sea nuestra familia, nuestro lugar de trabajo o cualquier otro espacio social, donde nos desenvolvamos.  La Constitución Dogmática Lumen Gentium No. 34, lo describe bellamente así:

“… Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso espiritual y corporal, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo (cf 1P 2,5)…De este modo también los laicos, como adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran a Dios el mundo mismo…”

Todo lo anterior, nos confirma el hecho de que podemos ser misioneros en nuestro propio hogar primero, formando a nuestros hijos y a nuestro esposo(a) en el mensaje del Señor, acogiendo con fe el Evangelio, sin temor ni inseguridad; bien lo menciona San Juan Pablo II en esta Exhortación Apostólica Christifideles Laici: “…con paciencia y valentía, en medio de las contradicciones de la época presente, su esperanza en la gloria --también a través de las estructuras de la vida secular—…”
                                                                
Algunos de nosotros podríamos pensar, sí estoy de acuerdo, todo eso ya lo vengo haciendo y podríamos caer en una forma de hacer las cosas en la cotidianidad, que con el tiempo podría perder su valor; ― si ya lo hago, todo está bien ― y entonces ya no esforzarnos por hacer algo más, o bien por hacer lo que ya hacemos mejor, y ¡decir lo que el joven rico! recordemos este pasaje Bíblico: (Mc 10, 17-22)

“…Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó:  --Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna? – Jesús le dijo: --¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre –. Él, entonces, le dijo:  --Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud – Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo:  ―Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme— Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes…”

Si en mi interior percibo que Cristo me pide dar un paso más en el crecimiento de mi vida espiritual, realizando algo más de lo que ya he hecho, ¿cuál sería mi respuesta?  Porque el joven rico, quien pensó que ya todo hacía para ganarse la vida eterna ―se marchó entristecido— porque eso que le pedía El Señor era desprenderse de lo que le ataba en este mundo, ¡quizá en su comodidad, o en su seguridad personal, o en …! Esto nos lleva a reflexionar ¿qué es lo que me ata a este mundo que no podría dar el siguiente paso?

¿Si lo que me pidiera Jesucristo fuera…?  ¿Lo haría…?

-         Orar por la mañana al despertarme, ofreciendo todas las obras del día a Él
-         Realizar las labores del hogar pensando en agradarlo a Él y a mis semejantes.
-         Hacerlo todo por amor y no por obligación.
-         Cumplir con todo en casa y en el trabajo con honestidad y respeto.
-         Dar ejemplo de vivir con los valores del Evangelio y no conforme a mi propio criterio de justicia y verdad.
-         Enseñar a mis hijos el amor de Dios, orando en diferentes momentos del día.
-         Ante la enfermedad o crisis diversas en casa o en el trabajo, mostrar mi confianza y esperanza en Dios.
-         Dar el siguiente paso en mi apostolado.
-         Prepararme para impartir una plática espiritual.
-         Formarme mejor para dar catequesis en donde se necesite.
-         Ayudar en lo que fuera necesario en la Iglesia, sin descuidar a mi familia.
-         Reconocer con los actos, que el ambiente positivo en el hogar es trabajo de cada uno por lo tanto de todos.
-         Aceptar ser cabeza de algún apostolado, organizando el tiempo para que mi familia no sienta mi ausencia.
-         Invitar a todos los integrantes de mi familia a participar de un apostolado.

¡Recuerda, Jesucristo quiere que des un paso más en tu crecimiento espiritual! 
¿Cuál sería tu respuesta?

Afectísima en Jesucristo,


Lilia Garelli


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