Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Enero 5 del 2018.
DEL
LIBRO
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
20 de 130
Roma, Augusta; Urbe del Orbe
Iunius XXIV
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Ni
siquiera oí la diana del final de la cuarta vigilia, lo que me ha despertado es
el bochorno provocado por el calor de la habitación; Roma en estos meses suele
aumentar todas las temperaturas: la del medio ambiente, la de los problemas
políticos con el populus, la de la
tensión entre el Senado y los representantes del Emperador, todo se pone ‘a
punto de ebullición’ en La Urbe. Y a
pesar de la salida de los magnates y ricos comerciantes hacia sus casas de
verano, buscando la brisa de las costas, mucha gente llega a Roma tan solo para
admirar sus impresionantes edificios, templos y construcciones. La Magna Polis, como la llaman los helénicos,
se llena de visitantes de primera ocasión o eventuales, que hacen muy difícil
la estancia en la ciudad; los alimentos suben de precio, el agua escasea, los
incendios se salen de control, todo lo inusual sucede en el verano romano.
–
Buen día, Señor,
me
dice Tadeus cuando entra a mi habitación,
a dormido Usted placenteramente, Tribunus Legatus, tanto es así, que no me atreví
a despertarle a la hora acostumbrada.
–
Por supuesto que
has hecho mal Tadeus,
le respondo, con tanto trabajo que
tenemos que hacer no me puedo dar el lujo de dormir mucho tiempo.
–
Hay razón en
ello, Señor, pero también tiene que descansar; y el baño y los masajes de ayer
le fueron muy provechosos. Además, su
trabajo más importante es pensar, decidir y ordenar, y eso solo se hace bien si
uno está ecuánime y sereno; los últimos días no han sido precisamente eso, Tribunus
Legatus. Hoy
solamente túnica y toga, Señor, todo podrá ser atendido aquí en Villa Veritas y
además el calor es sofocante; ya he citado al escribano para los citatorios que
Usted enviará a la gente de Iudae; después del desayuno, que será con el
General Domiciano Alves, quien quiere mostrarle los registros que encontró de
Los Macabeos, que Usted pidió; también tiene que atender las misivas que han
llegado de Villa Garlla y de los emissarii del Fariseo Misael de Cafarnaúm, y
responderlos, si desea. Al principio de
la cuarta vigilia he enviado un mensajero de galope a Villa Garlla, para
avisarles de nuestro próximo arribo. Hay
además tres hombres con corceles frescos que pueden salir de inmediato, Señor.
–
Muy bien Tadeus,
agradezco tu interés y prestancia, le respondo.
La
pérgola del domus de Villa Veritas
que ve hacia el jardín y las fuentes, es uno de los sitios más placenteros de
esta mansión; cuando vivía con mi familia aquí, pasábamos mucho tiempo juntos
en este lugar. El desayuno es fuerte
pues no se hará otra comida hasta la cena, que será a la hora doceava con los
Centuriones en prácticas en la Villa. Me
acompañan Tadeus, Domiciano y el senador Toribio Cunes, aquél con el que estuve
en Florentia, quien ha pedido una audiencia urgente, desde el día de mi partida
a Capreæ.
El
repote de novedades militares que me rinde Domiciano Alves, no tiene asunto que
responder de inmediato; todo en orden.
–
Esta gente,
Tribunus Legatus, –me
dice el experimentado guerrero – son algo
digno de estudio militar, Señor.
Estuvieron ligados a Roma desde hace más de dos siglos, en sus luchas
libertarias de independencia contra el reinado sirio de los Seléucidas, en
donde la República les ayudó con armas y provisiones. Sus dirigentes, muchos de ellos muertos en
combate, otros ejecutados, algunos más asesinados, son: Matatías, Judas,
Jonatán, Simón, Juan Hircano, Aristóbulo, Alejandro Janeo, Salomé Alejandra,
Hircano II y Aristóbulo II. Hay muchas
historias y leyendas de ellos narradas en los libros de la Torá Judía, que se
conocen como Gabne Makabá, (Historia de los Macabeos).
Terminaron
su existencia como gobernantes y patriotas judíos, durante el quinto año del reinado de nuestro Divino
Emperador Octavio César Augusto. Les sucedió en el trono Herodes el Grande,
padre del actual Tetrarca de
Galilea y Perea Herodes Antipas. Muchos
de los revoltosos que ahora luchan
contra Roma, como los zelotes, por ejemplo, se dicen descendientes de los héroes Macabeos de hace dos siglos.
–
¡Excelente,
Domiciano! Excelente trabajo; no sabes
cuánto me ayudará en esta nueva comisión que me ha asignado Tiberio Julio
César. Te agradezco mucho tu empeño y
dedicación.
–
Gracias Tribunus
Legatus; esto ha sido solo un resumen de tres tabulae escritas por mí mismo que
aquí le entrego.
Nosotros
hemos terminado de desayunar y el Senador Silvio Bequani aún no ha llegado; yo
solo se justificaría su retraso si viene desde Florentia, algo que no creo,
realmente. Así son estos hombres, viven
su propio tiempo, en su propio mundo, con sus propias prioridades; tal parece
que Roma debiera esperarlos cuando ellos se detienen y apurarse cuando ellos
avanzan. Estoy seguro que si la
República hubiese durado cien años menos, el Imperio sería en este momento dos
veces más extenso. Nuestro ‘queridísimo’
Senado Romano, “populus et imperator
calcaris”; (acicate del emperador y del
pueblo).
–
Tadeus
Tarquinii, tu invitado no llega –le digo al fiel soldado– y no puedo esperarle más, tráeme las
misivas que he de atender, por favor.
–
Al instante,
Tribunus Legatus.
Han
llegado dos misivas de los emissarii, la
primera de Ariminum, la segunda de
Aternum; siempre rumbo Meridional. Se dirigen a Achaia, a Asia o a Palestina.
Esto no me gusta nada, pues en tanto ellos viajan al Meridionalis, nosotros lo
haremos al Septentrio, lo que significa que nuestras comunicaciones se
espaciarán más días entre envío y recibo.
Si ellos viajan en ese sentido ciento cincuenta millas y nosotros
trescientas, perdemos cuatro días completos de mensajes, lo cual, por supuesto,
no es conveniente. Por el momento, nada
puedo hacer; voy por mi familia a lo más septentrional de la Italia, para
llevarla a lo más meridional en que hayamos vivido. Las misivas dicen:
¡URGENS!
Ariminum,
Umbria, Iunius XX, del
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Tribunus Legatus Veritelius de Garlla:
Informamos desde Ariminum que navegamos
junto con el Fariseo Misael de Cafarnaúm
hacia Athenæ, sin identificación de su parte. No hemos hablado con él. Siguiente parada será
Aternum. Emissarii seguiremos en
navis hasta recibir orden de
abandono. El probable nuevo destino
podría ser Barium. Ordénenos.
¡Ave César!
Ícaro y Galo,
Emissarii
Esa
fue la primera; ahora la segunda:
Aternum,
Picenum, Iunius XXII, del
Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Tribunus Legatus Veritelius de Garlla:
Informamos desde Aternum. XXI Iunius en mar, por ello falta de informe.
Contacto con Fariseo Misael;
viaja solo. Hemos dicho vamos a Athenæ. Confirmado, él también. Itinerario será: navegación de Barium a
Brundisium, a Petras, a
Corinthus. Cabalgando a Esmirna,
embarque a Pireus, por tierra a Athenæ.
Hemos ofrecido compañía hasta destino final; gustoso ha aceptado. Esperamos
órdenes.
¡Ave César!
Ícaro y Galo,
Emissarii
‘Algo’
me decía que deberíamos seguir a este hombre; pero necesito más datos de él y
de su viaje.
Roma, Augusta; Urbe del Orbe, Iunius XXIV, del
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
Emissarii
Ícaro y Galo:
Información
Iunius XX a XXII recibida. Proceder
correcto. Continúen con pesquisa. Individûus importante; comisión de Emperador
relacionada con pueblo judío. Conocerlo mejor: sus antecedentes, su
familia, su trabajo. ¿Qué hará después de Athenæ? Todas sus misivas enviarlas por liburna del
César a Insûla Capreæ a mi nombre a “Novus Villa Garlla”; baste esta misiva
para tal hecho.
¡Ave
César!
Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla
Entrego
la misiva a Domiciano para su envío inmediato y urgente a Brundisium, cuando finalmente, al mediodía en punto, como si a esa
hora empezara el día para trabajar, se presenta el Senador Silvio Bequani;
veremos qué se le ha ocurrido ahora:
–
¡Magníficus
Tribunus Legatus Veritelius de Garlla!, así se presenta diciendo, ¡Qué gran gusto volver a saludarle!; aquí
estamos, cumpliendo tal y como lo ofrecimos, visitarle este día; (de ese
tamaño llega a ser el descaro), visita de
cortesía solamente, concluye. Yo
volteo a ver a Tadeus, quien cambia el color de su semblante de inmediato.
–
Senador Silvio
Bequani, es un honor tenerle en Villa Veritas (lo cual es
cierto, pues muchos senadores no se atreven ni siquiera a venir a este lugar;
probablemente el espíritu del anterior dueño todavía los acosa); pero, dígame, a qué se debe su inesperada visita.
–
Ya nos hemos
enterado (esto
es otra cosa que no soporto de los políticos: aunque anden, digan y decidan
solos, siempre hablan en plural; como si valieran más de uno), todos estos días en la Capreæ Imperialis
Insûla, allá a donde solo los privilegiados pueden acceder; me dice
sarcástico.
–
Entonces Usted
es un privilegiado, Senador, pues en breve estará por aquellos distantes
lugares de Roma; y no lo digo por lo alejado que está la isla, sino por lo poco
que se oye de la Urbe en esa pequeñísima porción de tierra del Imperio. Le contesto
seriamente.
–
¡Qué buena
noticia me da, Tribunus Legatus; aún no recibo la invitación del Emperador!, vuelve el
cinismo a aflorar.
–
No será el
Divino Tiberio quien le invite esta vez, Senador; le invito yo. Tendremos una reunión el próximo Septem IV,
en Novus Villa Garlla en Capreæ, para revisar el involucramiento de su
Comisión, y esta idea suya de “Una Sola Religión para el Imperio Romano”.
–
Mi querido
Tribunus Legatus, me
interrumpe el hombre, por eso mismo estoy
aquí, para ofrecerle una disculpa personal por el desagradable acontecimiento
en Florentia, con el Fariseo Misael de Cafarnaúm; verá Usted, estos iudarum son
un poco raros y a veces no se fijan en lo que dicen. A mí me dio pena ajena lo sucedido. ¡Fue terrible, Tribunus Legatus! –continúa el magistrado sin cesar de
hablar –, yo no tenía idea de que algo
así pudiera ocurrir; por favor, acepte mi disculpa.
–
Aceptada está
Senador Cunes y no era necesaria; le respondo, sin embargo, quiero decirle que el misticismo de ese hombre me llamó
mucho la atención, dígame, ¿Usted le conoce?
–
Sí, Señor, desde
hace muchos años. Nos conocimos en
Athenæ, donde vive y estudia la philosophía de los helenos de hace quinientos
años. Es hijo de un acaudalado
comerciante de Cafarnaúm, en Galilea,
jurisdicción del Tetrarca Herodes Antipas; es hermano de un ex
Recaudador de Impuestos del Imperio Romano en esa zona (la más rica después de
Hierosolyma), que se hizo ‘discípulo y apóstol’ de Iesus Nazarenus, el último
‘Mashiaj’ o ungido que ha aparecido entre ellos. También les llaman ‘Profetas’, y han tenido
decenas de ellos en su historia.
–
Sí, sé de ese
hombre; al que mandó crucificar Poncio Pilatus, en un artero acto de
prepotencia asesina,
le interrumpo aprovechando la pausa.
–
¡Tribunus Legatus
Veritelius de Garlla, esas son palabras sumamente fuerte viniendo de Usted!, me dice
sorprendido el prelado.
–
Sí, lo son; y
pronto serán justificadas. Le contesto con severidad.
–
Mire Usted, todo
eso se aclarará cuando nuestro Supremus Imperator asigne la persona que se
encargue del caso.
–
Ya lo asignó,
Senador Silvio Bequani; yo seré el plenipotenciario del caso.
–
¡Esta sí que es
una noticia sensacional!, Tribunus Legatus. ¡Nadie mejor que Usted para
desempeñar tan elevada Magistratura!, me dice absoluta-mente sorprendido. ¡Al fin se hará justicia en tan malvadas
tierras!
–
No estoy seguro
de que sea el mejor hombre que haya podido escoger el Divino Tiberio, es
probable que no haya habido otro; pero lo que sí puedo asegurarle es que en
este mandato se aplicará el rigor de nuestra Honoris, Legis, Iustitia, del Imperio Romano. Además,
le advierto, el caso siempre será
confidentialis.
–
Me alegro mucho
por Usted, Tribunus Legatus; y por Roma y su Imperio.
–
Bien, Senador,
pues ahora ya lo sabe y sigue siendo confidencial. Por el bien de esa expresión tan suya de:
“¡Al fin se hará justicia en tan malvadas tierras!”, dígame qué más debo saber
de este asunto.
–
¡Muchísimo más
Tribunus Legatus!, pero necesito horas para contárselo.
–
Pues empiece con
las próximas tres, Senador Silvio Bequani, le digo.
–
Sería mejor que
hablara Usted con el Senador Flavio Nalterrum, Tribunus Legatus, él podrá
informarle mejor; me
responde el evasivo político ante la insistencia.
–
El Senador
Nalterrum ya pertenece a este grupo del “Christus Mandatus” integrado por
Tiberio César, ¿Usted no quiere participar ante mi invitación expresa,
Senador?,
contesto cerrando el camino de escape.
–
Por supuesto,
Tribunus Legatus, por supuesto que me agradaría apoyarle en esta importantísima
misión; si Usted así lo desea. Y una vez sintiéndose seguro, prosigue.
Continúo
lo que le decía acerca de estos iudarum: el principalis es un tal Simón Pedro; este es un humilde
pescador que ha sido dotado de una Fuerza
Divina que le permite hablar en la lengua que él desee o necesite y en el momento que lo requiera; que
realiza actos milagrosos –como los que
efectuaba su Rabbuni, o sea Iesus Nazarenus – y que tan solo con tocar a los enfermos, los sana de sus
males. Ya ha convencido a miles de súbditos del Imperio a que se unan a él
para el ‘establecimiento del Reino de los
Cielos en la tierra’, razón ésta por la que Iesus Nazarenus fue juzgado por el Sanedrín Judío y el Procurador
Poncio Pilatus. Además de ellos dos, Simón Pedro y Leví de
Cafarnaúm, existen otros diez llamados
“Apóstoles” o del grupo de Los Doce. No
recuerdo todos sus nombres, pero hay
gente de todas las idiosincrasias de esa convulsiva región: igual hay zelotes que ptoloméicos, pobres que ricos, cultos
e iletrados, prominentes y desconocidos.
Así
siguió el magistrado hablando sin cesar durante más de dos horas, hasta que se
presentó Tadeus para recordarme la cena con los militares ubicados en Villa
Veritas.
–
Permítame
invitarle, Senador Silvio Bequani, y no desprecie mi interés, a la convivencia
y cena que debo encabezar en los salones de la Villa; además de que los
manjares son ‘pinguis’, usted nunca se ha encontrado tan solo en medio de
tantos Legionarios de Clase y además tan seguro de que todo el mundo le salude
sincera y gustosamente. ¡Aprovéchese!, le animo.
–
No me ha dejado
ninguna opción Tribunus Legatus.
Este
hombre puede ser mis oídos dentro del Senado; si bien la voz será el Senador
Nalterrum, o el mismo Tiberio Julio César (que no lo creo), él podría apoyarnos con iniciativas que
redunden en beneficios de convivencia política en el Imperio. Todo el crédito estará en manejarle bien;
hasta hoy, las cosas llevan buen camino.
Para esto sirve la Grandeza de Roma, para que todos seamos Operâris,
opêras, operândum; y la Gloria
del Imperio dure por siglos.
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
Tu Palabra es La Verdad.
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Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio
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