¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Octubre 1 del 2017.
“. . . Y
nosotros, ¿qué debemos hacer?
Juan les dijo:
“No hagáis extorsión de nadie,
no hagáis
denuncias falsas, y contentaos con vuestra paga.””
San Juan el
Bautista
(Lc 3, 14)
LOS TEMBLORES NO MATAN. . .
LA CORRUPCIÓN, SÍ.
Muy estimados todos, en Cristo Jesús:
Una vez más, en una horripilante catástrofe sísmica, mi
querida Ciudad de México muestra en sus víctimas –humanas y materiales– los
estragos de la corrupción y lo terriblemente malo que es ser corrupto,
corruptible y corromper personas. Y peor
aún, sabiendo que la corrupción no se puede dar con una sola voluntad (el que
corrompe), sino que al menos se requiere de otra voluntad (la del corrompido),
para llevarse a cabo.
La gran mayoría de los edificios nuevos que se derrumbaron
con el terremoto en la Colonia Del Valle, que es el centro geográfico de la
Ciudad de México, tienen un común denominador: estaban corrupta y
deficientemente construidos. O tenían
materiales de menor calidad que la autorizada por la autoridad, o la autoridad
autorizó –con corrupción de por medio– la forma de construcción deficiente de
esos inmuebles.
Y no hablemos solo
de deficiencia en su construcción, sino del ‘crimen organizado’ que es edificar
casas-habitación, sabiendo que en un terremoto, serán físicamente el medio que
les quitará la vida a muchas personas.
Esto es igual que Auschwitz: unos diseñaron los campos, otros fabricaron
y otros operaron los hornos, otros más se encargaron de apresar a los judíos y
llevarlos al campo de exterminio; pero todos sabían que lo que hacían mataría a
mucha gente.
México y los
mexicanos estamos catalogados como el país más corrupto en la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos); y no hay forma de que nos quitemos de encima ese
vergonzoso último lugar (y 100° de 180 a nivel mundial). Pero lo más terrible de esta nefasta
estadística, es que sabemos que la corrupción genera muerte y destrucción; y
sin embargo, la continuamos. Conozco muy
pocas personas por las que yo pudiera asegurar que no hacen corrupción. Está tan arraigado este demoníaco mal en la
actual sociedad mexicana, que hay quienes hasta presumen sus corruptelas; es
más, enseñan a sus hijos a ser corruptos, a valerse de la corrupción para
alcanzar sus objetivos.
Al menos hoy, la
industria de la construcción debiera aprender de una vez por todas, que ser
corrupto llega a asimilar a una persona como asesino. Es un ‘asesinato en segundo grado’ construir
edificios con corrupción o raterías, para que los habiten personas que, en un
terremoto, puedan perder la vida. Estoy
absolutamente seguro que no veremos un juicio en este sentido; porque para
nuestras leyes la corrupción no es un ‘crimen mayor’, es uno menor.
Ojalá los muertos
que tengamos por la corrupción, nos hagan abandonar tan criminal forma de ser. Ojalá
todos los mexicanos pudiéramos decir con verdad: “Yo, no soy corrupto.” Ojalá. Porque así habría menos asesinados (aunque
sean de segundo grado)... y menos asesinos, también. Yo, no soy corrupto.
Orar sirve, es la mejor forma de
permanecer con Dios.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
También me puedes seguir en:
Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio
No hay comentarios:
Publicar un comentario