¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Enero 18 del 2017
FORMACIÓN DE MISIONEROS DE
JUVENTUD Y FAMILIA MISIONERA
CARTA
ENCÍCLICA
HUMANÆ VITÆ
TRANSMISIÓN DE LA VIDA HUMANA
DE SU SANTIDAD EL PAPA PAULO VI
CONTINUACIÓN
(2 de 7)
Competencia del Magisterio
4. Estas cuestiones exigían del Magisterio de
la Iglesia una nueva y profunda reflexión acerca de los principios de la
Doctrina Moral del Matrimonio, doctrina fundada sobre la Ley Natural, iluminada
y enriquecida por la Revelación Divina. Ningún
fiel querrá negar que corresponda al Magisterio de la Iglesia el interpretar
también la ley moral natural.
Es, en efecto, incontrovertible –como tantas veces han
declarado nuestros predecesores– que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los
Apóstoles su Divina Autoridad y enviarlos a enseñar a todas las gentes sus
mandamientos, los constituía en custodios y en intérpretes auténticos de toda
ley moral, es decir, no solo de la Ley Evangélica, sino también de la Natural,
expresión de la Voluntad de Dios; y cuyo cumplimiento fiel es igualmente
necesario para salvarse.
En conformidad con esta misión, la Iglesia dio siempre, y
con más amplitud en los tiempos recientes, una doctrina tanto sobre la
naturaleza del Matrimonio, como sobre el recto uso de los derechos conyugales y
sobre las obligaciones de los esposos.
Estudios especiales
5. La conciencia de esa misma misión nos
indujo a confirmar y a ampliar la Comisión de Estudio que nuestro predecesor
Juan XXIII, de feliz memoria, había instituido en marzo de 1963. Esta Comisión de la que formaban parte
bastantes estudiosos de las diversas disciplinas relacionadas con la materia,
así como parejas de esposos, tenía la finalidad de recoger opiniones acerca de
las nuevas cuestiones referentes a la vida conyugal, en particular la
regulación de la natalidad, y de suministrar elementos de información
oportunos, para que el Magisterio pudiese dar una respuesta adecuada a la
espera de los fieles y de la opinión pública mundial.
Los trabajos de estos peritos, así como los sucesivos
pareceres y los consejos de buen número de nuestros hermanos en el Episcopado,
quienes los enviaron espontáneamente o respondiendo a una petición expresa, nos
han permitido ponderar mejor los diversos aspectos del complejo argumento. Por ello les expresamos de corazón a todos
nuestra viva gratitud.
La respuesta del Magisterio
6. No podíamos, sin embargo, considerar como
definitivas las conclusiones a que había llegado la Comisión, ni dispensarnos
de examinar personalmente la grave cuestión; entre otros motivos, porque en el
seno de la Comisión no se había alcanzado una plena concordancia de juicios
acerca de las normas morales a proponer y, sobre todo, porque habían aflorado
algunos criterios de soluciones que se esperaban de la Doctrina Moral sobre el
Matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia, con constante firmeza. Por ello, habiendo examinado atentamente la
documentación que se nos presentó y después de madura reflexión y de asiduas
plegarias, queremos ahora, en virtud del mandato que Cristo nos confió, dar
nuestra respuesta a estas graves cuestiones.
II.
Principios Doctrinales
Una visión global del hombre
7. El
problema de la natalidad, como cualquier otro referente a la vida humana, hay
que considerarlo, por encima de las perspectivas parciales de orden biológico o
psicológico, demográfico o sociológico, a la luz de una visión integral del
hombre y de su vocación, no solo natural y terrena, sino también sobrenatural y
eterna. Y puesto que, en el tentativo de
justificar los métodos artificiales del control de los nacimientos, muchos han
apelado a las exigencias del amor conyugal y de una “paternidad responsable”,
conviene precisar correctamente el verdadero concepto de estas dos grandes
realidades de la vida matrimonial, remitiéndonos sobre todo a cuanto ha
declarado, a este respecto, en forma altamente autorizada, el Concilio
Vaticano II en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes.
El amor conyugal
8. La verdadera
naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es considerado en
su Fuente Suprema, Dios, que es Amor; “. . . el Padre de quien procede toda
paternidad en el Cielo y en la Tierra. . .”
El Matrimonio no es, por tanto, efecto de una casualidad o producto de
una evolución de fuerzas naturales inconscientes; es una sabia institución del
Creador para realizar en la Humanidad su designio de amor.
Los esposos,
mediante una recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden
a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para
colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas. En los bautizados el Matrimonio reviste,
además, la dignidad de Signo Sacramental de la Gracia, en cuanto representa la
unión de Cristo y de la Iglesia.
Sus características
9. Bajo esta luz aparecen claramente las
notas y las exigencias características del amor conyugal, siendo de suma
importancia tener una idea exacta de ellas.
Es ante todo, un amor plenamente humano,
es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo. No es por tanto, una simple efusión del instinto y del sentimiento,
sino que es también y principalmente, un acto de la voluntad libre, destinado a
mantenerse y a crecer mediante las alegrías y los dolores de la vida cotidiana,
de forma que los esposos se convierten en un solo corazón y una sola alma y
juntos alcanzan su perfección humana.
Es un amor
total, esto es, una forma singular de amistad personal, con la cual los esposos
comparten generosamente todo, sin reservas indebidas o cálculos egoístas. Quien ama de verdad a su consorte, no lo ama
sólo por lo que de él recibe, sino por sí mismo, gozoso de poderlo enriquecer
con el don de sí.
Es un amor fiel
y exclusivo hasta la muerte. Así lo
conciben el esposo y la esposa el día que asumen libremente y con plena conciencia
el empeño del Vínculo Matrimonial.
Fidelidad que a veces puede resultar difícil, pero siempre posible,
noble y meritoria; nadie puede negarlo.
El ejemplo de numerosos esposos a través de los siglos demuestra que la
fidelidad no solo es connatural al Matrimonio, sino también manantial de
felicidad profunda y duradera.
Es, por fin, un
amor fecundo, que no se agota en la comunión entre los esposos, sino que está
destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas. “El
Matrimonio y el Amor Conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la
procreación y la educación de la prole.
Los hijos son, sin duda, el Don más excelente del Matrimonio y
contribuyen sobremanera al bien de los propios padres.” (Const Ap. GS
n. 50)
CONTINUARÁ
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Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
De Milagros y
Diosidencias. Solo por el gusto de
proclamar El Evangelio.
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