¡Alabado
sea Jesucristo!
México,
D.F., Marzo 2 del 2015.
DIOS PIDE A LA MEDIDA DE
NUESTRA FE; PERSONALMENTE.
Muy estimados todos en Cristo Jesús:
Las homilías del P.
Carlos Gil, S. J., siempre son un bálsamo para el alma; uno sale de su Misa
fortalecido, más instruido y mejor cristiano.
Ayer, con el pasaje de Abraham y el sacrificio de Isaac, me volvió a
suceder. Durante años he leído y
meditado decenas de veces ese maravilloso momento bíblico y nunca me había dado
cuenta de lo que dijo el Padre Gil: Dios nos pide personalmente, a la medida de
nuestra Fe.
A nadie le ha pedido
Dios que sacrifique a su hijo, ¡su único hijo!; solo a Abraham… y Abraham
obedeció y aprobó la prueba. El Padre Gil explica: “Abram
recibe La Promesa de Dios; y Abraham, entonces, lo toma a Él, como El Dios de
la Promesa.” Sigue diciendo el Padre
Gil: “Dios le pide a Abram que renuncie a su
pasado (que se vaya a una tierra que Él le dará; y el hombre de Ur de los
Caldeos tiene Fe, y se va); y ahora (al pedirle que sacrifique a su hijo), le
está pidiendo que renuncie a su futuro; y la Fe de Abraham no falla, va a
sacrificar a Isaac, su único hijo, con lo cual se acabaría La Promesa.”
Con ningún otro ha
hecho igual Dios nuestro Señor, solo con Abraham. Y si no lo ha hecho, quiere
decir que nos trata individualmente, personalmente; de acuerdo a nuestras
capacidades (en este caso la Fe de Abraham).
Dos mil años después de ese acontecimiento, en el mismo lugar, la Tierra
de Moria, Dios va a entregar para sacrificio a Su Hijo, su único Hijo; para
redimir a los humanos.
Escribo esto hoy,
porque el viernes, un buen amigo me ha llamado por teléfono para decirme que La
Cuaresma le está ‘costando mucho trabajo’; que no sabía si iba a perseverar
para lograr sus ofrecimientos. Yo le
había dicho, casi instintivamente (como si el alma tuviese ‘instintos’), que
resistiera, que él podría hacerlo; ‘que Dios nunca le iba a pedir algo que no
pudiera lograr.’ Hoy, después de la Misa
de ayer y de la homilía del Padre Carlos Gil, S. J., estoy completamente seguro
que Él nos trata en lo personal, en lo que somos cada quien, en lo que podemos
dar, hacer y aceptar.
Todo lo que el
Magisterio de La Iglesia nos pide que hagamos, además de ser algo inspirado por
el Espíritu Santo, está probado y vuelto a probar en dos mil años de historia;
y lo podemos lograr. No en la misma
medida de los Santos (como el caso de Abraham), sino en nuestra propia y
personal medida. Pero si La Iglesia nos
enseña que debemos ir subiendo nuestras medidas, aumentando nuestras
capacidades; es para alcanzar ‘el tamaño de los Santos’, lo que es lo mismo que
lograr nuestra propia santidad.
Nadie va a alcanzar
su salvación con la medida de otra persona o la de algún Santo; seremos calificados
en función de nuestras capacidades y nuestras carencias; pero sobre todo seremos
juzgados en El Amor, el que pudimos dar y el que pudimos recibir; y más
importante aún, lo que logramos con él.
Orar sirve, oremos
por México.
De todos ustedes,
con afecto en Cristo.
Antonio Garelli
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De Milagros y Diosidencias.
Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.
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