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sábado, 13 de abril de 2024

LA VIAE CAELI - 02 - INTRODUCCIÓN

“Hazme un instrumento de tu Paz…”

San Francisco de Asís

  

Riviera Maya, México; Abril 13 del 2024.

LA ViÆ cÆli

El camino al cielo

Antonio Garelli

 

INTRODUCCIÓN

Debe haber miles de libros escritos, cuyo tema central es ‘El Vía Crucis’ (como le decimos en México), pero hasta el día de hoy, no conozco ninguno que tenga como base de su desarrollo ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al Cielo); que es de lo que quiero tratar.  Si existen uno o más, no los voy a leer, de cualquier manera, antes de terminar de escribir éste; porque, como es mi costumbre, quiero transmitirles mis sentimientos, pensamientos y discernimientos al respecto, sin la inevitable influencia que tendrían en mí los que verdaderamente son letrados; no como yo, que tan solo escribo libros. 

“La Madre de todas las Misas”, así llamó San Agustín a la Vigilia Pascual, la Misa de Resurrección del Señor; y tuvo mucha razón en conceptualizarla de esa manera, pues es “La Memoria” del día más importante en la existencia del Señor: haber vencido a la muerte; que fue lo que nos ganamos los humanos por haber pecado.  Y es que es precisamente allí, en la Resurrección de Cristo Jesús, donde comienza este hermosísimo asunto de ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al Cielo).

Nosotros no somos Cristianos porque Jesús nació en Belén, ni lo somos porque fue bautizado y ungido en el Jordán, ni siquiera porque haya sido crucificado y muerto en Jerusalén.  Somos Cristianos porque Cristo Jesús resucitó al tercer día después de haber sido sacrificado.  Somos seguidores de un vivo, de un Dios; no de un muerto, ni de un hombre y su historia. Si bien El Adviento y la Natividad nos dan a Dios hecho hombre, la Resurrección nos da su perdón; y si el Bautismo del Señor nos ‘confirma’ al Cordero de Dios, la Resurrección nos da la Salvación.

‘El Vía Crucis’ (la más ignominiosa y deplorable de todas las acciones humanas), lleva al Mesías por la Vía Dolorosa hasta el Calvario y muerte de Jesús de Nazaret; pero ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al Cielo), conduce al Redentor a la cúspide de su misión: La Resurrección de Cristo; la victoria del Bien sobre el mal, el Glorioso triunfo de la vida sobre la muerte, que es el pecado.  Por lo tanto, los Cristianos nos debemos más al Camino al Cielo, que al Camino de la Cruz.

Treinta años de vida oculta a nuestro conocimiento; tres años de Ministerio enseñándonos y realizando manifestaciones portentosas; y un día de Pasión y muerte, nos conducen, primero, a los tres días en el sepulcro (una duda humana profundísima); y después a la cuarentena purificadora de la Resurrección y Ascensión al Cielo, que es la verdadera Gloria de nuestra Fe Cristiana. 

San Pablo le escribe a los Corintios en su primera carta, acerca de la importancia esencial de la Resurrección, cuando les dice: “Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, y vana también la fe.  Así, sin más nada, directo como siempre, el Apóstol de los Gentiles aclara perfectamente la trascendencia de La Resurrección del Señor; no como un hecho más de su vida, sino como el evento culmen de su existencia humana, la razón misma de La Fe y la predicación sobre La Salvación. 

Hoy, veintiún siglos después, este diáfano argumento de la Teología Paulina, sigue siendo el postulado axiomático (una verdad evidente) para nuestra fe; la base de todo cuanto se predica.  Cristo Jesús resucitó y Él mismo nos marcó ‘La Viæ Cæli’ (El Camino al Cielo).

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Orar sirve, nuestra alma lo agradece y nuestra mente también.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli

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