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viernes, 1 de noviembre de 2019

EL CREDO - A) CREO EN DIOS - Jesús Revelador del Nombre de Dios.


“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Riviera Maya, México; Noviembre 1 del 2019.


Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO, SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA.
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafiti Ediciones – Bilbao España
2006

CREO EN DIOS

- Jesús, revelador del verdadero nombre de Dios.

En el Nuevo Testamento, Juan nos presenta a Jesús como el “revelador del nombre de Dios”:
         “He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado… ¡Cuídalos en tu Nombre!... Cuando estaba yo con ellos, yo los cuidaba en tu Nombre… y yo les di a conocer tu Nombre, y se los haré conocer, para que el amor con que Tú me has amado esté en ellos y yo en ellos…” (Jn 17, 6, 11…)

En Jesús, Dios se hace realmente invocable.  Con Él Dios entra para siempre en la historia de los hombres.  El Nombre de Dios ya no es una simple palabra, que aceptamos, sino carne de nuestra carne, hueso de nuestro hueso.  Dios es uno de los nuestros.  Lo que la zarza ardiente significaba, se realiza realmente en aquel que es Dios en cuanto hombre y hombre en cuanto Dios.  En Jesús Dios es el Emmanuel: ‘Dios con nosotros’.

Cristo es la misma zarza ardiente en la que se revela a los hombres el Nombre de Dios.  Pero, como Él mismo se aplica y es “Yo Soy”, resulta que Jesús es el Nombre de Dios: “Yahveh salva”.  Por eso Él es Emmanuel, porque el Nombre no es una palabra, sino una persona: Jesús.

- Creer en Dios es vivir el Shemá Israel (Escucha Israel)

Lo que hizo Israel en los albores de su historia, lo que repitió la Iglesia en los comienzos de su peregrinación, debe renovarlo cada uno de los creyentes en su propia vida.  Creo en Dios” es una ruptura con la idolatría politeísta y contra el ateísmo, que hoy como ayer, nos circundan.

Creer en –forma específica de la Fe Cristiana–, expresa esa actitud en la que se pone en juego y se entrega la propia persona con una confianza total, en la que no cabe decepción alguna.  Esta actitud sólo puede tener como fin a Dios; que es quien con su fidelidad absoluta y eterna suscita: “Si el alma busca a Dios, mucho más le busca su amado a ella.(San Juan de la Cruz)  Por ello, los creyentes cantarán: “Bendito sea Dios que nos ha llamado antes de la creación del mundo para ser sus hijos.” (Ef 1)

La Fe en Dios no parte del hombre, sino del mismo Dios.  Como los profetas, los creyentes se saben llamados “desde el vientre de la madre” (Jr 1, 5); esta llamada primordial es la garantía de la presencia definitiva de Dios en sus fieles, pues es irrevocable, apoyada como está “en la fidelidad del Señor que permanece para siempre.” (Sal 117)

Creo en Dios” significa creer en un solo Dios, es decir, creer en Él solo; retirar nuestra confianza absoluta a cualquier otra cosa.  Superar la tentación de la idolatría que nos lleva a la confianza en las riquezas (Mt 6, 24), en el placer (Flp 3, 19), en el poder (Hch 4, 19; Mc 12, 17), pues, “sabemos que el ídolo no es nada y no ha más que un único Dios”.  Pues, aun cuando se le dé el nombre de dioses, ya sea en el cielo o en la tierra –y de hecho hay numerosos dioses y señores– para nosotros no hay más que un solo Dios, El Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros.” (1Co 8, 4-6)

Creo en Dios” significa llevar grabado en el corazón, y vivir la historia, el “Shemá”: “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.  Nuestro Dios no es visto con los ojos de la carne, pero sí con los ojos del corazón: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.” (Mt 5, 8)

Creo en Dios” es poder decir, con Santa Teresa de Ávila: “Solo Dios basta… quien a Dios tiene, nada le falta.  Solo Dios basta es reconocer que Dios es Dios y que, siendo “grande en perdonar”, sus pensamientos y caminos superan los pensamientos y caminos del hombre, cuanto los cielos superan a la tierra.                  

El Dios de los padres, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios Personal, que muestra su cercanía, su forma de ser invocado en la manifestación de su Nombre a Moisés, el Dios único, frente a los dioses de la tierra, de la fertilidad o de la nación, como se nos reveló a través de los profetas, es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
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Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli





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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.

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