“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, México; Noviembre 29 del 2019.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafiti Ediciones – Bilbao España
2006
CREO EN DIOS
D)
CREADOR DEL CIELO Y LA TIERRA
Igual
que para el Antiguo Testamento, para Jesús Dios es Creador, que ha dado el ser
a todas las cosas, las cuida y conserva.
La solicitud de Dios como Padre se nos manifiesta en toda la creación,
en la hierba, en los lirios del campo (Mt 6,28) y en las aves del cielo (Mt
6,30). Hace salir su sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e
injustos. (Mt 5, 45) Ni un solo cabello
cae de nuestra cabeza sin que Él lo sepa y quiera (Mt 10, 20).
El
cristiano puede confesar a Dios como Creador y, por tanto, que el mundo es
bueno, si ha tenido un encuentro personal con Jesucristo, en quien conoce a
Dios como “Aquel que resucitó a
Jesucristo de entre los muertos y llama a las cosas que no son, para que sean.”
(Rm 4, 17)
Dios
Salvador es el Dios Creador
El
Dios Salvador y Redentor, en cuanto experiencia vital existencial, es anterior
al Dios Creador. El mundo, como creación
de Dios, es el lugar del encuentro de Dios y el hombre en el peregrinar de la Fe. El mundo es el lugar de la historia del
hombre y de la historia de la salvación de Dios. La presencia de Dios hace que la historia del
hombre en el mundo sea historia de salvación.
Confesar
a Dios como “Creador del Cielo y de la
Tierra”, quiere decir que todo el mundo, la realidad entera que envuelve y
hace estar enclavado en el tiempo y en el espacio, es creación divina, obra de sus manos.
Buena, por tanto: “Y vio Dios que
era bueno” (Gn 1) Buena y querida por Dios.
Este mundo ha brotado de la bondad y del amor de Dios: “Tú has creado el universo; por tu voluntad
lo que no existía fue creado.” (Ap 4, 11)
“Porque Él es bueno, existimos.”
Sintetiza San Agustín.
La
Creación: manifestación de la Gloria de Dios
Al
ser la Creación obra de Dios, el mundo es una manifestación de la Gloria de
Dios. El canto a la creación, como
aparece en los Salmos y en varios textos sapienciales de la Escritura, es un
canto a la sabiduría de Dios, al poder de Dios, a la cercanía salvadora de
Dios: “Los cielos cantan la gloria de Dios.” (Sal 19, 93) En el cántico de los tres jóvenes (Sadrac,
Mesac y Abednego), se convoca a toda la creación –cielo y tierra; sol, luna y
estrellas; rocío, lluvia, relámpago y nubes; aves del cielo y peces del mar; a
todo lo que existe– para que cante la Gloria de Dios. (Dn 3, 16-30)
El
liturgo que orquesta la sinfonía de alabanzas al Creador es el hombre, hasta el
punto de poder decir “La gloria de Dios es el hombre viviente.” (San
Ireneo) La Gloria de Dios es la gloria
de su Amor, que se complace en las laudes de su pueblo. Y el hombre alcanza su plena realización y
felicidad, no mediante la posesión y el placer, sino mediante la celebración,
el agradecimiento, la alabanza y la bendición.
El hombre, puesto en medio de la Creación, cumple su misión en el mundo,
llevando consigo todas las cosas al Sabbat, a la Eucaristía: “Todo es vuestro,
y vosotros de Cristo; y Cristo de Dios.” (1Co 3, 22-23) Como bellamente dice
San Ambrosio:
“El
relato de la Creación se concluye con la obra excelsa de este mundo: la lograda
creación del hombre… Es entonces cuando “Dios descansa de todo el trabajo que
hizo.” (Gn 2, 2) Él reposó en el santuario íntimo del hombre… como Él mismo
dijo: “¿Sobre quién descansaré, sino sobre el humilde y contrito que se estremece
ante mi palabra?” (Is 66, 2) Yo doy gracias al Señor, nuestro Dios, por haber
hecho una tal criatura en la que encontró su reposo. Él creó el cielo, pero no leo en la Escritura
que haya reposado; creó la tierra, pero no leo que haya descansado; creó el sol
y la luna y las estrellas, y tampoco leo que se haya reposado. Pero leo que “… creó al hombre y entonces descansó, teniendo en él a quien perdonar
los pecados.”
Pero
al confesar a Dios como “Creador de cielo y tierra”, declarando el señorío de
Dios sobre toda la realidad, en el fondo estamos confesando que el mundo no es
Dios, pues, todas las cosas creadas, como salidas de las manos de Dios, son
buenas, pero ninguna es sagrada, divina o con poderes mágicos.
Absolutizar
algo es idolatría, es caer en la vacuidad de los ídolos
+ + +
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
También me puedes seguir en:
Solo
por el gusto de proclamar El Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario