“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, México; Noviembre 15 del 2019.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO, SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA.
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafiti Ediciones – Bilbao, España
2006
CREO EN DIOS PADRE
Hijos de Dios en el Hijo
Dios,
al mostrarnos a su Hijo, se nos ha revelado como Padre de Jesucristo. La
paternidad de Dios se define exclusivamente por su relación con el Hijo
Unigénito. Los hombres pueden llamar a
Dios, Padre –“vuestro Padre”– en la
medida en que participan de la relación única de Jesús con el Padre –“mi Padre”– (Jn 20, 17). “La
prueba de que sois hijos de Dios, es que Dios ha enviado a vuestros corazones
el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!” (Ga 4, 6)
Dice
San Cipriano:
“Padre,
dice en primer lugar el hombre nuevo, regenerado y restituido a su Dios por la
Gracia; porque ya ha empezado a ser hijo: “Vino
a los suyos, dice, y los suyos no lo reconocieron. A cuantos lo recibieron, les dio poder de
hacerse hijos de Dios, a los que creen en su Nombre.” (Jn 1, 12)
El
que, por tanto, ha creído en su Nombre y se ha hecho hijo de Dios, debe empezar
por eso a dar gracias y hacer profesión de hijo de Dios, puesto que llama Padre
a Dios, que está en los cielos; debe testificar también que desde sus primeras
palabras en su nacimiento espiritual, ha renunciado al padre terreno y carnal,
y que no reconoce ni tiene otro padre que el del cielo.
No
pueden llamar Padre al Señor, quienes tienen por padre al diablo: “Vosotros habéis nacido del padre diablo y
queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio
y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él.” (Jn 8, 44)
¡Cuán
grande es la clemencia del Señor e inmensa su gracia y bondad, pues quiso que
orásemos frecuentemente en presencia de Dios y le llamásemos Padre; y así como
Cristo es Hijo de Dios, así nos llamamos nosotros hijos de Dios!
Ninguno
de nosotros osaría pronunciar tal nombre en la oración, si no nos lo hubiese
permitido Él mismo… Hemos, pues, de pensar, que cuando llamamos Padre a Dios,
es lógico que obremos como hijos de Dios, con el fin de que, así como nosotros
nos honramos con tenerlo por Padre, Él pueda honrarse de nosotros.
Hemos
de portarnos como templos de Dios, para que sea una prueba de que habita en
nosotros el Señor, y no desdigan nuestros actos del Espíritu recibido, de modo
que los que hemos empezado a ser celestiales y espirituales no pensemos y
obremos más que cosas espirituales y celestiales.”
San
Cipriano
Padre
es una palabra que siempre dice relación a otro, al hijo. “Porque no se llama Padre para sí mismo, sino para el Hijo; para sí es
Dios.” San Cirilo de Jerusalén. “El
Hijo no puede hacer nada por sí mismo.” (Jn 5, 19) Por ser Hijo actúa en dependencia de quien
procede. Esto mismo vale para los
discípulos de Cristo, hijos de Dios por Él; “Sin mí no podéis hacer nada.” (Jn 15,5) La existencia cristiana cae, pues, bajo la
categoría de la relación.
Todo
lo que hemos dicho de Cristo, puede aplicarse a los cristianos. Ser cristiano
significa ser como el Hijo: ser hijos. “Mirad
qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos!”
(1Jn 3,1) En efecto, “Cuando llegó la plenitud de los tiempos,
envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los
que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la filiación adoptiva por
medio de Él.” (Ga 4, 1-5)
Los Cristianos: Iconos del Padre
Y,
como hijo, el creyente puede dirigirse a Dios diciéndole con sus hermanos: “Padre nuestro” (Mt 6, 9); pero como
hijo, no puede vivir en sí mismo y para sí, sino abierto totalmente al Padre y
a la misión recibida del Padre: “Como el
Padre me envió, así os envío yo a vosotros.” (Jn 20,21) Enviados al mundo
como hijos que hacen visible a Dios Padre en su amor único, extraordinario y
reflejo del amor del Padre. Puestos en
el mundo como iconos de Dios.
Los
que, como Jesucristo, “no han nacido de
la sangre, ni de deseo de la carne, ni de deseo de hombre, sino que han nacido
de Dios” (Jn 1, 12-13), son hermanos entre ellos y hermanos de Jesús,
acogiendo la Palabra y “haciendo la
voluntad del Padre”. Ellos brillan
en el mundo como hijos de Dios, haciendo brillar entre los hombres el amor del
Padre.
Continuará.
+ + +
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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