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viernes, 15 de noviembre de 2019

EL CREDO - Hijos de Dios en el Hijo


“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Riviera Maya, México; Noviembre 15 del 2019.


Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO, SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA.
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafiti Ediciones – Bilbao, España
2006


CREO EN DIOS PADRE

Hijos de Dios en el Hijo

Dios, al mostrarnos a su Hijo, se nos ha revelado como Padre de Jesucristo. La paternidad de Dios se define exclusivamente por su relación con el Hijo Unigénito.  Los hombres pueden llamar a Dios, Padre –“vuestro Padre”– en la medida en que participan de la relación única de Jesús con el Padre –“mi Padre”– (Jn 20, 17).  “La prueba de que sois hijos de Dios, es que Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!” (Ga 4, 6)

Dice San Cipriano:
“Padre, dice en primer lugar el hombre nuevo, regenerado y restituido a su Dios por la Gracia; porque ya ha empezado a ser hijo: “Vino a los suyos, dice, y los suyos no lo reconocieron.  A cuantos lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su Nombre.” (Jn 1, 12)

El que, por tanto, ha creído en su Nombre y se ha hecho hijo de Dios, debe empezar por eso a dar gracias y hacer profesión de hijo de Dios, puesto que llama Padre a Dios, que está en los cielos; debe testificar también que desde sus primeras palabras en su nacimiento espiritual, ha renunciado al padre terreno y carnal, y que no reconoce ni tiene otro padre que el del cielo. 

No pueden llamar Padre al Señor, quienes tienen por padre al diablo: “Vosotros habéis nacido del padre diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él.” (Jn 8, 44)

¡Cuán grande es la clemencia del Señor e inmensa su gracia y bondad, pues quiso que orásemos frecuentemente en presencia de Dios y le llamásemos Padre; y así como Cristo es Hijo de Dios, así nos llamamos nosotros hijos de Dios!

Ninguno de nosotros osaría pronunciar tal nombre en la oración, si no nos lo hubiese permitido Él mismo… Hemos, pues, de pensar, que cuando llamamos Padre a Dios, es lógico que obremos como hijos de Dios, con el fin de que, así como nosotros nos honramos con tenerlo por Padre, Él pueda honrarse de nosotros.

Hemos de portarnos como templos de Dios, para que sea una prueba de que habita en nosotros el Señor, y no desdigan nuestros actos del Espíritu recibido, de modo que los que hemos empezado a ser celestiales y espirituales no pensemos y obremos más que cosas espirituales y celestiales.”
         San Cipriano

Padre es una palabra que siempre dice relación a otro, al hijo. “Porque no se llama Padre para sí mismo, sino para el Hijo; para sí es Dios.” San Cirilo de Jerusalén.  “El Hijo no puede hacer nada por sí mismo.” (Jn 5, 19)  Por ser Hijo actúa en dependencia de quien procede.  Esto mismo vale para los discípulos de Cristo, hijos de Dios por Él; “Sin mí no podéis hacer nada.” (Jn 15,5)  La existencia cristiana cae, pues, bajo la categoría de la relación.

Todo lo que hemos dicho de Cristo, puede aplicarse a los cristianos. Ser cristiano significa ser como el Hijo: ser hijos. “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos!” (1Jn 3,1)  En efecto, “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la filiación adoptiva por medio de Él.” (Ga 4, 1-5)

         Los Cristianos: Iconos del Padre

Y, como hijo, el creyente puede dirigirse a Dios diciéndole con sus hermanos: “Padre nuestro” (Mt 6, 9); pero como hijo, no puede vivir en sí mismo y para sí, sino abierto totalmente al Padre y a la misión recibida del Padre: “Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros.” (Jn 20,21) Enviados al mundo como hijos que hacen visible a Dios Padre en su amor único, extraordinario y reflejo del amor del Padre.  Puestos en el mundo como iconos de Dios.

Los que, como Jesucristo, “no han nacido de la sangre, ni de deseo de la carne, ni de deseo de hombre, sino que han nacido de Dios” (Jn 1, 12-13), son hermanos entre ellos y hermanos de Jesús, acogiendo la Palabra y “haciendo la voluntad del Padre”.  Ellos brillan en el mundo como hijos de Dios, haciendo brillar entre los hombres el amor del Padre.


Continuará.
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Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli





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Solo por el gusto de proclamar El Evangelio.


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