“Santifícalos con La
Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, México; Octubre 16 del 2019.
M Í S T I C A
Por: Lilia Garelli
“…Al llegar la plenitud de los
tiempos envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo la ley…”
San Pablo
(Gal. 4,4)
MUJER – MADRE DE DIOS (THEOTÓKOS)
(en
griego antiguo, Θεοτόκος, en latín, Deīpara o Deī genetrix)
Muy estimados en Cristo:
En efecto, en esta
ocasión vamos a hablar de María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Madre Nuestra; siendo
para mí todo un compromiso, ya que aquello que pueda expresar de Ella será poca
cosa siendo reconocida como - ¡el Modelo más acabado de la humanidad! - Es
por ello que el Arcángel Gabriel se presenta a ella como la “llena de gracia”
siendo el Papa Pío IX quien proclama el Dogma de la Inmaculada Concepción, expresando
en la Bula Ineffabilis Deus las siguientes palabras: “…la bienaventurada Virgen María fue preservada
inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción
por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos
de Jesucristo Salvador del género humano…” (Concilio de Éfeso 431 DC).
Muchas son las
virtudes que mostró María a lo largo de su vida, todas ellas basadas en la Fe y
la Obediencia a Dios, ¿qué duda quedaría después de la ternura y certeza de la
respuesta de María al Ángel? “…He aquí la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra…” (Lc 1, 38); por ello San Ireneo y
los Patriarcas antiguos confirmaban en su predicación: “… El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la
obediencia de María. Lo que ató la
virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe…” (CIC
494)
¡Qué mejor ejemplo
podría ser para todas nosotras las mujeres, este modelo de Mujer y Madre! ¿Qué tanto conoces a María?, esta Mujer
elegida por Dios desde toda la eternidad, para ser la Madre de Jesucristo,
nuestro Salvador. Los invito a que juntos conozcamos más a María
a través de estas sencillas reflexiones:
María
– Madre de Cristo:
María, Mujer,
teniendo el don de ser Madre y en este caso nada menos de Jesucristo
(Theotókos), quien sería el Salvador de toda la humanidad; acoge el papel de
esposa y madre como cada una de nosotras lo podríamos hacer, con el compromiso
y la responsabilidad que se merece todo hijo, cuidándolo, alimentándolo,
educándolo en los valores importantes de la vida (Lc 2, 39-40) y cumpliendo con todos los
preceptos que su religión le marcaba (Lc 2, 21-27); sin embargo, su misión en
la maternidad divina, tenía características muy especiales; Ella debía vivir las virtudes de forma
heroica: “… padeciendo con su Hijo mientras Él moría en la Cruz, cooperó en forma
del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida
caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo
es nuestra Madre en el orden de la gracia…” (Lumen Gentium 56)
Es importante
reflexionar sobre el hecho mismo de la aceptación de María – Madre del Hijo de
Dios, lo que manifiesta una dignidad especial.
Ese “fiat” de María da la posibilidad de restaurar nuestra relación con
Dios de forma sobrenatural por lo que “desde este punto de vista, la “mujer” es la
representante y arquetipo de todo el género humano, es decir, representa
aquella humanidad que es propia de todos los seres humanos…” (Mullieris
Dignitatem - San Juan Pablo II)
María
– Madre de la Iglesia:
Reconociendo que a través de María
se dio la oportunidad de renovar la unión entre Dios y los hombres a través de
la Redención de Jesucristo, es posible también definir que María: “…es
verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor
a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella cabeza,
por lo que también es saludada como miembro sobreeminente y del todo singular
de la Iglesia, su prototipo y modelo destacadísimo en la fe y caridad y a quien
la Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, honra con filial afecto de
piedad como a Madre amantísima…” (Lumen Gentium 53)
En
el papel especialísimo que tiene María en la historia de la salvación, desde
que el Ángel le anunciaba: “… no temas María porque has hallado gracia delante
de Dios…” (Lc 1, 30) y al
visitar a su prima Isabel, quien le saluda tan efusivamente, María le responde: “… Alaba mi
alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque
ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada…” (Lc 1,46-48) se muestra la trascendencia de la misión de
María como Madre de esa Iglesia naciente y con más énfasis a partir de la
Ascensión de Cristo a los cielos, en donde acompañaba a los apóstoles en sus
oraciones y con esa ternura singular, acogía a Pedro en los momentos de
incertidumbre y crisis fundacional.
María – Madre Nuestra:
Es tan grande el amor de Jesucristo
por nosotros, que al partir al cielo Gloriosamente Resucitado, no podía
dejarnos a la deriva, sentía pena por nosotros al dejarnos solos y confundidos,
por lo que sentía el gran deseo de procurarnos al cuidado y protección de Su
Madre, por ello estando en la Cruz: “.. Jesús
viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su
madre: > Mujer, ahí tienes a tu
hijo< Luego dice al discípulo: > ahí tienes a tu madre < Y desde
aquella hora el discípulo la acogió en su casa…” (Jn19,
26-27)
Y así, hasta nuestros días, María
nos sigue acompañando, protegiendo e invitando a orar incesantemente y de forma
especial el Rosario, conocido también como Río de Rosas, Ramillete o Corona de
rosas, Salterio, etc. San Juan Pablo II
lo consideraba su oración mariana predilecta, ¡Plegaria Maravillosa! porque “…Con él, el
pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo
y a experimentar la profundidad de su amor.
Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como
recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor…” (Carta Apostólica Rosarium Virginis
Mariae – San JP II), años después él añadiría los Misterios Luminosos para
ser rezados los días jueves.
Muchas han sido las apariciones de
María, exhortando de forma directa a sus elegidos, generalmente personas
humildes y sencillas, a orar y propagar el rezo del Rosario. La tradición cuenta que fue a Santo Domingo
en 1208, a quien en una visión, María le enseño cómo rezar el Rosario y le
pidió que extendiera esa devoción a todas las naciones como un medio eficaz
para eliminar las tendencias contrarias a la fe cristiana.
Les recomiendo contacten diosidencias@gmail.com para solicitar Compendio sobre las Apariciones
Marianas que incluye datos históricos de cada aparición en el mundo.
María llena de Virtudes:
Muchos son los años de los que no
se escribió nada sobre la vida cotidiana de la Sagrada Familia; de cualquier manera podemos deducir de los
pocos textos con los que contamos, que José, María y Jesús eran una familia que
vivía en la cotidianidad de las labores propias de cada quien, pero donde la
entrega y armonía prevalecía. “… María, por su parte, guardaba todas estas cosas
y las meditaba en su corazón…” (Lc
2,19) “…El niño crecía y se fortalecía, llenándose
de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él…” (Lc 2,40);
“… Bajó con ellos, vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las
cosas en su corazón. Jesús crecía en
sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres…” (Lc 2,
51-52)
Hablando de las múltiples virtudes
que María compartió con su Esposo e Hijo y más tarde con Juan, Pedro y los
demás apóstoles podríamos seleccionar las más importantes:
- Fe – Tener la certeza de que todo sería según la Voluntad
de Dios.
- Esperanza - Vivir con la
seguridad de que todo lo que sucediera era lo mejor para la salvación de la
humanidad.
- Caridad – Llena de amor en todo lo que hacía.
- Obediencia – Docilidad total a la Santísima Trinidad, a pesar de
los cambios de planes.
- Prudencia – Guardando las cosas en su corazón.
- Responsabilidad – Extrema entrega en todo lo que realizaba.
- Sencillez – Aceptando solo lo indispensable.
- Humildad – Reconocer ser solo instrumento del Señor.
- Paciencia – Al vivir en la incertidumbre el dolor y el
sufrimiento con aceptación.
- Devota – Orante en todo momento, como medio de diálogo con
Dios.
¡Ora con María, ella es
invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Mediadora, procura seguir sus
virtudes,
vale la pena que lo intentes!
“… La piedad hacia la Madre del
Señor se convierte para el fiel en ocasión de crecimiento en la gracia divina:
finalidad última de toda acción pastoral. Porque es imposible honrar a la
"Llena de gracia" (Lc 1, 28) sin honrar en sí mismo el estado de
gracia, es decir, la amistad con Dios, la comunión en El, la inhabitación del
Espíritu..” (Marialis Cultus 57 . Pablo
VI)
Afectísima
en Jesucristo,
Lilia Garelli
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por el gusto de proclamar El Evangelio.
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