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martes, 15 de octubre de 2019

MÍSTICA - Lilia Garelli - MUJER - MADRE DE DIOS (THEOTÓKOS)


“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Riviera Maya, México; Octubre 16 del 2019.


M Í S T I C A
Por: Lilia Garelli


“…Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo,
 nacido de mujer, nacido bajo la ley…”
San Pablo
(Gal. 4,4)



MUJER – MADRE DE DIOS (THEOTÓKOS)
(en griego antiguo, Θεοτόκος, en latín, Deīpara o Deī genetrix)


Muy estimados en Cristo:

En efecto, en esta ocasión vamos a hablar de María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Madre Nuestra; siendo para mí todo un compromiso, ya que aquello que pueda expresar de Ella será poca cosa siendo reconocida como - ¡el Modelo más acabado de la humanidad! - Es por ello que el Arcángel Gabriel se presenta a ella como la “llena de gracia” siendo el Papa Pío IX quien proclama el Dogma de la Inmaculada Concepción, expresando en la Bula Ineffabilis Deus las siguientes palabras:  “…la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano…” (Concilio de Éfeso 431 DC).

Muchas son las virtudes que mostró María a lo largo de su vida, todas ellas basadas en la Fe y la Obediencia a Dios, ¿qué duda quedaría después de la ternura y certeza de la respuesta de María al Ángel?  “…He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra…”  (Lc 1, 38); por ello San Ireneo y los Patriarcas antiguos confirmaban en su predicación:  “… El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María.  Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe…” (CIC 494)

¡Qué mejor ejemplo podría ser para todas nosotras las mujeres, este modelo de Mujer y Madre!  ¿Qué tanto conoces a María?, esta Mujer elegida por Dios desde toda la eternidad, para ser la Madre de Jesucristo, nuestro Salvador.   Los invito a que juntos conozcamos más a María a través de estas sencillas reflexiones:

María – Madre de Cristo:

María, Mujer, teniendo el don de ser Madre y en este caso nada menos de Jesucristo (Theotókos), quien sería el Salvador de toda la humanidad; acoge el papel de esposa y madre como cada una de nosotras lo podríamos hacer, con el compromiso y la responsabilidad que se merece todo hijo, cuidándolo, alimentándolo, educándolo en los valores importantes de la vida  (Lc 2, 39-40) y cumpliendo con todos los preceptos que su religión le marcaba (Lc 2, 21-27); sin embargo, su misión en la maternidad divina, tenía características muy especiales;  Ella debía vivir las virtudes de forma heroica: “… padeciendo con su Hijo mientras Él moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia…” (Lumen Gentium 56)

Es importante reflexionar sobre el hecho mismo de la aceptación de María – Madre del Hijo de Dios, lo que manifiesta una dignidad especial.  Ese “fiat” de María da la posibilidad de restaurar nuestra relación con Dios de forma sobrenatural por lo que “desde este punto de vista, la “mujer” es la representante y arquetipo de todo el género humano, es decir, representa aquella humanidad que es propia de todos los seres humanos…” (Mullieris Dignitatem - San Juan Pablo II)

María – Madre de la Iglesia:

Reconociendo que a través de María se dio la oportunidad de renovar la unión entre Dios y los hombres a través de la Redención de Jesucristo, es posible también definir que María:  “…es verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella cabeza, por lo que también es saludada como miembro sobreeminente y del todo singular de la Iglesia, su prototipo y modelo destacadísimo en la fe y caridad y a quien la Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad como a Madre amantísima…” (Lumen Gentium 53)

En el papel especialísimo que tiene María en la historia de la salvación, desde que el Ángel le anunciaba:  “… no temas María porque has hallado gracia delante de Dios…”  (Lc 1, 30) y al visitar a su prima Isabel, quien le saluda tan efusivamente, María le responde:  “… Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada…”  (Lc 1,46-48)  se muestra la trascendencia de la misión de María como Madre de esa Iglesia naciente y con más énfasis a partir de la Ascensión de Cristo a los cielos, en donde acompañaba a los apóstoles en sus oraciones y con esa ternura singular, acogía a Pedro en los momentos de incertidumbre y crisis fundacional.

María – Madre Nuestra:

Es tan grande el amor de Jesucristo por nosotros, que al partir al cielo Gloriosamente Resucitado, no podía dejarnos a la deriva, sentía pena por nosotros al dejarnos solos y confundidos, por lo que sentía el gran deseo de procurarnos al cuidado y protección de Su Madre, por ello estando en la Cruz:  “..  Jesús viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre:  > Mujer, ahí tienes a tu hijo<   Luego dice al discípulo:  > ahí tienes a tu madre <   Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa…”   (Jn19, 26-27)

Y así, hasta nuestros días, María nos sigue acompañando, protegiendo e invitando a orar incesantemente y de forma especial el Rosario, conocido también como Río de Rosas, Ramillete o Corona de rosas, Salterio, etc.  San Juan Pablo II lo consideraba su oración mariana predilecta, ¡Plegaria Maravillosa! porque “…Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor.  Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor…”  (Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae – San JP II), años después él añadiría los Misterios Luminosos para ser rezados los días jueves.

Muchas han sido las apariciones de María, exhortando de forma directa a sus elegidos, generalmente personas humildes y sencillas, a orar y propagar el rezo del Rosario.  La tradición cuenta que fue a Santo Domingo en 1208, a quien en una visión, María le enseño cómo rezar el Rosario y le pidió que extendiera esa devoción a todas las naciones como un medio eficaz para eliminar las tendencias contrarias a la fe cristiana.

Les recomiendo contacten diosidencias@gmail.com para solicitar Compendio sobre las Apariciones Marianas que incluye datos históricos de cada aparición en el mundo.

María llena de Virtudes:

Muchos son los años de los que no se escribió nada sobre la vida cotidiana de la Sagrada Familia;  de cualquier manera podemos deducir de los pocos textos con los que contamos, que José, María y Jesús eran una familia que vivía en la cotidianidad de las labores propias de cada quien, pero donde la entrega y armonía prevalecía.  “… María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón…”  (Lc 2,19)  “…El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él…”  (Lc 2,40);  “… Bajó con ellos, vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos.  Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.  Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres…” (Lc 2, 51-52)

Hablando de las múltiples virtudes que María compartió con su Esposo e Hijo y más tarde con Juan, Pedro y los demás apóstoles podríamos seleccionar las más importantes:

-      Fe – Tener la certeza de que todo sería según la Voluntad de Dios.
-      Esperanza -  Vivir con la seguridad de que todo lo que sucediera era lo mejor para la salvación de la humanidad.
-      Caridad – Llena de amor en todo lo que hacía.
-      Obediencia – Docilidad total a la Santísima Trinidad, a pesar de los cambios de planes.
-      Prudencia – Guardando las cosas en su corazón.
-      Responsabilidad – Extrema entrega en todo lo que realizaba.
-      Sencillez – Aceptando solo lo indispensable.
-      Humildad – Reconocer ser solo instrumento del Señor.
-      Paciencia Al vivir en la incertidumbre el dolor y el sufrimiento con aceptación.
-      Devota – Orante en todo momento, como medio de diálogo con Dios.


¡Ora con María, ella es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Mediadora, procura seguir sus virtudes,
vale la pena que lo intentes!


“… La piedad hacia la Madre del Señor se convierte para el fiel en ocasión de crecimiento en la gracia divina: finalidad última de toda acción pastoral. Porque es imposible honrar a la "Llena de gracia" (Lc 1, 28) sin honrar en sí mismo el estado de gracia, es decir, la amistad con Dios, la comunión en El, la inhabitación del Espíritu..”  (Marialis Cultus 57 . Pablo VI)


Afectísima en Jesucristo,


Lilia Garelli 



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