“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, México; Octubre 18 del 2019.
“El Credo.
Símbolo de la Fe de la Iglesia.”
P. E.J.H., C.N.
CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA.
A)
CREO EN DIOS
La
confesión de fe en el único Dios, con la que los cristianos comienzan el Credo
desde hace dos mil años, se remonta mucho más atrás en el tiempo. Las primeras palabras del Credo cristiano
asumen el Credo israelita, que suena así en la confesión diaria de su fe: “Escucha, Israel: Yahveh, tu Dios, es el
único Dios”.
- Dios de vivos
Al
confesar nuestra fe en Dios, los cristianos nos referimos al Dios “de vivos”,
al “Dios de Abraham, Isaac y Jacob”
(Ex 3, 6; Mt 22, 32), al Dios de Israel (Sal 72, 18; Is 45, 3; Mt 15, 31), que
es el “Padre de nuestro Señor Jesucristo”
(2Co 1, 3). Conocemos a Dios por la
historia de salvación de los hombres. En
esta historia Dios se nos aparece, Él abre el camino y acompaña a los hombres
en su “peregrinación de la fe”. La Fe no es otra cosa que recorrer el camino
de Dios, apoyados (aman) en Él, que va delante como “columna de fuego o nube”.
El
Dios trascendente e invisible, en su amor, se ha hecho cercano, entrando en alianza con Israel, su pueblo. En la travesía del Mar Rojo, en la marcha por
el desierto hacia el Sinaí, en el don de la Tierra Prometida, en la
constitución del Reino de David..., Israel experimenta una y otra vez que “Dios está con ellos”, porque Dios es
fiel a la alianza por encima de las propias infidelidades de ellos. Israel se siente llevado por Dios como “sobre alas de águila” (Ex 19, 4).
El
Dios de Israel, por tanto, no es un Dios lejano, impasible y mudo. Es un Dios vivo, que libera y salva; un Dios que
interviene en la historia, guía y abre camino a una nueva historia. Es un Dios en quien se puede creer y esperar,
confiar y confiarse.
- Dios único
La
profesión fundamental de Israel es la negación de todos los dioses
circunvecinos. La confesión de fe se
opone, simultáneamente al politeísmo y al ateísmo. “Hay un Dios” es la negación del “hay muchos
dioses” y del “no hay Dios”. El
monoteísmo de Israel, en todos sus credos aparece con fuerza en medio del
paganismo politeísta de los pueblos vecinos.
Pero,
al mismo tiempo que Israel profesa su fe en el único Dios, las historia de la
alianza con Dios transcurre de un modo dramático. Israel constantemente abandona al único Dios
vivo para adorar a los ídolos de los pueblos vecinos. Dios, en su fidelidad,
llama profetas, que envía como mensajeros suyos al pueblo, que denuncian la
infidelidad, el adulterio del pueblo y la fidelidad de Dios: “¿Puede una madre
olvidarse de los hijos de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.” (Is 49, 15; y 44, 21;
Os 11, 7-9). Dios se mantiene fiel a
pesar de la infidelidad humana. “Pues, los dones y la llamada de Dios son
irrevocables.” (Rm 11, 29)
Como
negación de los dioses, la confesión de fe en el Dios único significa la
negación de la divinización del pan, del eros y del poder, como potencias que,
en formas diversas, mueven y subyugan a la humanidad. La adoración de la fertilidad de la tierra,
de la fecundidad humana y del poder, son las tres formas de idolatría, a que se
opone el reconocimiento de la unicidad de Dios.
La
aceptación del Dios único, al ingresar en la comunidad cristiana, suponía un
cambio radical de la existencia de graves consecuencias. “¡Muerte a los ateos”!, gritaban los
cristianos de los primeros siglos. Pero “la verdad cristiana afirmó siempre que
si Dios no es uno, no es Dios.” (Tertuliano).
Hoy
han desaparecido todos los dioses antiguos, pero no han desaparecido los
poderes en los que se encarnaban, ni la tentación de absolutizarlos buscando en
ellos la vida y la felicidad. Es algo
que pertenece a la condición humana, vendida al poder del pecado. La idolatría de la seguridad, del sexo y del
éxito –unificadas en el dios dinero– amenaza al hombre de hoy tanto o más que a
los antiguos. En la medida en que el
hombre niega a Dios, en esa medida le persiguen los dioses y le alcanzan,
esclavizándole bajo su dominio.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO. SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafiti Ediciones – Bilbao, España
2006
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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por el gusto de proclamar El Evangelio.
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