“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, México; Octubre 25 del 2019.
Tomado de la Colección de Folletos
EL CREDO, SÍMBOLO DE LA FE DE LA IGLESIA.
P. Emiliano Jiménez Hernández, C.N.
Grafiti Ediciones – Bilbao España
2006
CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO,
CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA.
A)
CREO EN DIOS
- Dios de vivos
Los
dioses precristianos y post cristianos son, en definitiva, los mismos, aunque
quizá hoy hayan perdido su máscara de seres divinos y aparezcan bajo la máscara
profana de modernidad, cientificidad, liberación o como quieran que se
llamen. Dioses o ídolos son todas las
cosas que, “. . . engañados por el
tentados e inventor del mal y enemigo de la vida.” (San
Gregorio de Nisa), ponemos en lugar de Dios,
absolutizándolas y pidiéndoles la vida y la felicidad.
Ídolos,
pueden ser: el dinero, el prestigio, el trabajo, el poder, el progreso, la
ciencia, la técnica, el placer, la nación, las ideologías, el partido, el
sindicato... y muchas más. Hoy es
preciso hacer con los ‘catecúmenos’ lo mismo que hacía San Cipriano:
“Para preparar a nuestros hermanos
a que hagan confesión pública del Señor, con la firmeza del valor y de la Fe,
armándoles así para el combate en la persecución y el martirio; en primer lugar
ha de afirmarse que los ídolos fabricados por los hombres no son dioses, pues
las cosas fabricadas no son superiores a quienes las fabrican, ni pueden
defender o salvar a nadie. (Sal 135, 15-18; Sb15, 15-17; 13,
1-4; Ex 20, 4)
Una vez destituido el culto de los
ídolos, enseñarles que solo a Dios debe darse culto, pues, así está escrito:
“Adorarás al Señor tu Dios, y a Él solo darás culto.” (Dt
6, 13; Mt 4, 10); y en otro lugar: “No
tendrás otros dioses fuera de mí.” (Dt 5, 7; Ex 20, 3)… “Pues en esto consiste la Vida eterna; en
que te conozcan, Padre, a Ti como único Dios verdadero y a tu enviado,
Jesucristo.” (Jn17, 3)
¿Por qué te humillas e inclinas
ante dioses falsos?; ¿por qué encorvas tu cuerpo como un esclavo ante vanos
simulacros? ¡Dios te ha hecho erecto! Si
los demás animales fueron creados con posición inclinada hacia la tierra, a ti
te otorgó un rostro vuelto hacia arriba: ¡hacia su Señor! Conserva la dignidad en que has nacido y permanece
como has sido creado por Dios; levanta tu ánimo en la dirección de tu rostro y
de tu cuerpo: ¡Conócete a ti mismo para que puedas conocer a Dios!”
-
Nombre
de Dios
El
texto central veterotestamentario para comprender la Profesión de Fe en Dios es
la narración de la zarza ardiente (Ex 3).
En ella Dios revela su nombre a Moisés, revelándose a sí mismo.
“... Moisés replicó a Dios: si voy
a los hijos de Israel y les digo: el Dios el Dios de vuestros padre me envía a
vosotros, y me preguntan cuál es su nombre, ¿qué voy a responderles?
Y Dios dijo a Moisés: “Yo Soy el
que Soy”. Así responderás a los hijos de
Israel: “Yo Soy”, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de
Jacob, me manda a vosotros. Éste es para siempre mi nombre; éste es mi
memorial, de generación en generación.” (Ex 3, 13-15)
Dos
no revela su esencia, su ser, sino que se manifiesta como un Dios presente y
salvador de la historia de los hombres. El yo-soy significa más bien yo estoy,
yo estoy con vosotros, salvándoos: soy vuestro Dios, el Dios de vuestros
padres, que me haré presente entre vosotros con mi fuerza salvadora.
En
contra de la tendencia pagana por un dios local, por una divinidad concretada
en un lugar y limitada a él, el Dios de los padres representa un cambio
radical. No es el Dios de un lugar, sino
el Dios de las personas: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que muestra
su presencia operante en todo lugar donde se encuentra el hombre. No un dios de la tierra ligado a un lugar
sagrado, sino el Dios de la Historia. Yahveh es el Dios personal, deseoso de
relaciones personales, que se manifiesta allí donde el hombre se deja encontrar
por Él.
El
“Yo Soy”, Isaías lo traduce con “Yo soy el primero y el último y no hay otro
Dios fuera de mí.” (Is 44, 6) El Dios de
Israel se contrapone a los demás dioses y se muestra como el que Es, frente a
los que no tienen consistencia, que cesan y pasan. En la sucinta frase “Yo Soy” de la zarza
ardiente, se apoyan los profetas en su lucha contra la idolatría.
Al
dar nombre a una persona no se pretende decir qué es en sí misma, sino
solamente hacerla nominable, es
decir, poderla invocar, para poder establecer una relación con ella. Por tener nombre puedo llamar a una persona,
comunicarme con ella, entrar en comunión con ella. El nombre propio da la capacidad de ser
llamado. Al comunicarnos su nombre, Dios
se ha hecho nominable, invocable; puede ser llamado e invocado por el
hombre. Al revelarnos su nombre, Dios se
hace cercano, accesible, nos ha permitido entrar en comunión con Él: “Como tú, Padre, en mí y yo en Ti, que ellos
también sean uno en nosotros.” (Jn 17, 21)
Porque
Dios tiene un nombre, no es una realidad impersonal, sino un ser personal, un
yo, un tú. No es un dios mudo y sordo,
sino un Dios que habla y con el que se
puede hablar. Él en la Escritura, se
nos presenta constantemente hablándonos como un yo:
“Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de
Egipto.”
(Ex
20, 2; Os 12, 10)
“Yo
soy Dios, y no hay otro, no hay otro Dios como yo.”
(Is 46, 9)
Y,
porque Dios se presenta ante nosotros con su yo, nosotros podemos invocarle con un tú. En vez de hablar de Dios, hablar con Dios:
“Yo te invoco porque tú me
respondes, Dios mío,
préstame oído y escucha mis
palabras.” (Sal 17, 6)
“Desde lo hondo a ti grito,
Señor;
Señor, escucha mi voz:
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.” (Sal
130, 1-2)+ + +
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
También me puedes seguir en:
Solo
por el gusto de proclamar El Evangelio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario