“Santifícalos con La
Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, Q.R., México;
Agosto 2
del 2019.
“Los amigos, son
los hermanos adoptivos
que elegimos en
el transcurso de la vida.”
DESHOJANDO EL TIEMPO
(Para mi amigo Luis DMcG)
Muy estimados todos, en Cristo Jesús:
La propia vida es un
paso incesante de acontecimientos, entrelazados con otras vidas, que conlleva
un principio, un devenir y un fin; irremediablemente. Pero cuando todo ese entramado se une a
través de Jesucristo, toma un orden, un sentido y una razón. “Mi vivir es
Cristo”, decía San Pablo.
Los mejores amigos
no son los que tuvimos, son los que tenemos.
Los que ya no están vigentes en la página de nuestra vida –por el olvido,
la distancia o la sinrazón– tuvieron su momento, su importancia y su lugar;
pero la vida cambia conforme nosotros cambiamos y los objetivos se amplifican,
se multiplican y se acomodan en importancias eventuales. Cristo no cambia nunca.
Mis amigos de la
adolescencia, tenían de mí una entrega incondicional; de acuerdo a los deseos y
metas que entonces guiaban mi existencia.
Tuve tres, entrañables y verdaderos hermanos en el alma; dos murieron y
uno emigró. Todo a destiempo y en contratiempo.
Pero aparecieron otros, con otros intereses, otras circunstancias y otros
objetivos.
Mis amigos de la
juventud fueron variadísimos: de la universidad, el trabajo, los círculos
sociales, el matrimonio, las hijas; muchísimas razones en muchísimo tiempo. Y, a Dios gracias, también muchos amigos. Algunos de estos han perdurado, otros se han
adelantado en el Camino al Cielo, otros han cambiado la compatibilidad de metas
y criterios; y la depuración se hace natural en tiempo y forma. Y Cristo como amigo, me ha ayudado a definir
mis amistades y mis amigos; de esos quedan muchos.
Pero la edad, la
enfermedad y la distancia hacen su trabajo también; deshojan el árbol de nuestro
tiempo, de nuestra vida, de nuestro ser.
Los amigos de la adultez, a veces, no se parecen en nada a los de la
adolescencia y la juventud; y sin embargo, si en medio está Cristo, los podemos
amar tanto o más que a aquellos. Estos,
duele mucho perderlos, porque sentimos que algo nuestro se va cuando ellos
mueren; que algo tangible se vuelve intangible.
La ancianidad,
Bendición de Dios, es el lapso de vida más anímico que tenemos; es el que vivimos
con el alma, con los recuerdos, con el espíritu. No requiere tanto de la materialidad como en
la niñez, la adolescencia y la juventud; y si la salud lo permite, hasta
podemos evitar desplazarnos físicamente para tener momentos verdaderamente
agradables, tan solo con un recuerdo.
Los recuerdos son presencia inmediata de un evento, una persona, un lugar
o una cosa del pasado.
Gracias por todo Luis DMcG, tú vas al Padre, yo te tengo en mis oraciones.
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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