LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA,
SON PARTE DE MI LIBRO
“El
Evangelio Según Zaqueo”
Una muy personal forma de ver,
La Vida Humana de Dios Hecho Hombre.
“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Riviera
Maya, Q.R., México;
Agosto 11 del 2019.
23 DE 40
MARÍA DE
MAGADÁN (2
DE 3)
Cuando
la Magdalena se dio cuenta de que el siervo venía de regreso solo, sin el
“Rabí”, se incorporó del diván en que viajaban esperando la respuesta a su
solicitud. Su asombro ya era excepcional, pues nunca un hombre había dejado de
atender de inmediato una solicitud suya. El sirviente repitió palabra por
palabra de la respuesta del Maestro y ella no cabía en su admiración. Jesús,
concentrado en lo que hacía, ni siquiera la veía en su accionar.
La
distancia que había entre ellos eran como 100 pasos, ya que los niños sentados
en semicírculos ocupaban gran parte de la plaza. María de Magadán descendió de
su diván, y con la mirada fija en el “Rabí”, inició su recorrido lenta y
gallardamente tratando de impresionar a todos los asistentes. Y lo logró; conforme
avanzaba, en una línea recta desde donde ella estaba hasta Jesús, se iban
levantando los que estaban sentados para permitirle el paso libremente. La
escena fue trepidante, pues Jesús permanecía sentado, inmóvil en su lugar y la
‘gran mujer de Magadán’ (que quizá nunca había pisado ese suelo), se dirigía
contoneado hacía él.
Aquélla
cabellera de hilos de seda color azabache que cubría su cabeza, contrastaba en
gran medida con la blancura de sus rostro en el cual, a forma de incrustación,
resplandecían dos luceros azules en forma de almendras. Sus labios eran como
una cereza envuelta en dulce de miel. Sus finísimos vestidos de seda de Gaza y
las muchas joyas que portaba impresionaban a todos sobremanera. Faltando 10
pasos para llegar a Él, María se detuvo sin decir una sola palabra, mirando
fijamente a Jesús, quien jugueteaba con los rizos dorados de un niño.
Antes
de que ella pudiera hilar una frase, y sin levantar su rostro le dijo el
Rabboni:
Solo las almas puras como las de estos niños pueden
ver a Dios.
Porque el
amor es pureza y todo lo que Dios es, es fiel, puro y
amoroso.
Siéntete feliz mujer, porque hoy ha iniciado tu alma
su
purificación; el Señor te ha permitido que veas hacia adentro de
ti misma y
que busques la consolación de todo cuanto te aflige.
Muy cerca están María, los días en que te abatirás
por amor a tu Señor.
Muchos son los dones que has recibido y ninguno de
ellos
has usado para tu salvación; sin embargo, por ellos
mismos todo
el mundo te recordará, pues tus acciones cambiarán y
glorificarás
al Señor tu Dios con actos de contrición.
Serás como alguien que da lo mejor de si sin esperar
recompensa; como quien sabe que sus oportunidades se acaban ya que ha de
usarlas a tiempo, aún que por ello le critiquen o le vituperen.
La
Magdalena quedó como muda, atónita ante lo que había oído no pudo decir nada.
Jesús se levantó y empezó a caminar rodeado de los niños con los que estaba. En
la multitud de la plaza se perdió de la vista de María quien ni siquiera pudo
saber quién era. Rápidamente le ordenó a su escolta que emprendieran el regreso
a su palacio. Claro está que en el camino de vuelta a su mansión, María le
ordenó a sus asistentes que indagan quién era ese hombre que tan impresionada
la había dejado. No fue difícil encontrarlo; como a la hora nona estaba en la
sinagoga enseñando.
Muy
discretamente le fueron preguntando a los concurrentes quién era el Rabí que
enseñaba; no obstante, pocos le conocían como para atreverse a dar falsa
información a la gran señora de Magadán. Le preguntaron a los escribas y
Fariseos; a los Rabinos y Maestros, a los Jefes de la milicia romana y nadie
tenía suficiente información para tan enigmático hombre. Varios días pasaron
antes que María supiera algo acerca de Jesús.
En
Cafarnaúm le dijeron que Leví, el publicano, era su amigo; que él la podría
informar sobre sus dudas. Pero Mateo no era una persona con la que sus
influencias funcionaran de inmediato, ya que él también era un hombre
importante, cierto, no tanto como ella, pero lo era. El día anterior al Sabat,
María mando a su administrador a que contactara con Leví para que celebrase con
ella la fiesta en su mansión.
La
invitación fue por demás desconcertante, ya que Mateo no conocía a esa mujer y
solo sabía la mala reputación que tenía. ¿Qué interés tenía y por qué en la
fiesta del Sabat? Mateo aceptó más por curiosidad que por cualquiera otra razón
que él pudiese imaginar.
El
pórtico de entrada del palacio de María Magdalena tenía señales de todas sus
pasiones: igual encontraba uno una estatua de Adonis, que una copia de la Torá
o un nicho oriental con fuego; todo con el único fin de decorar, de hacerle
feliz la estancia a los más variados visitantes. Allí era uno recibido por tres
sirvientes que lo conducían a un gran cubo de mármol abierto en donde lo
sentaban para ser aseado con agua limpia y fresca, perfumes y áloes.
Si
el visitante lo deseaba, podía cambiar de sus ropas por algunas limpias y
frescas en lugar de las que uno trajera después del trayecto hacia la casa de
María. Los vestidos por lo general eran de mucho mejor calidad que los que uno
llevara, además que mucho más placenteros. Mateo no se cambió, (al fin Levita).
El siguió con su propia túnica y el manto para la celebración del Sabat, aún
que sí permitió ser lavado de pies y manos (como todo un Fariseo en potencia)
para sentirse más digno.
Cuando
María de Magadán apareció, Leví no daba cabida a lo que sus ojos observaban:
frente a él estaba una digna representante de las diosa griegas; algunas de aquellas
estatuas que había visto en ciudades como Tesalónica o Corinto (en donde había
estudiado), podían ser menos hermosas que ésta mujer delante de él.
María
estaba ataviada con un traje de la más pura tradición hebrea e israelita: la
tela era gruesa, su cabeza la cubría una pasha de lino y sus brazos tenían unas
mangas largas que tapaban inclusive sus manos. Además, llevaba un gran manto
que le cubría el cuerpo entero. La mujer no había perdido detalle para la
ocasión; sabía bien que Leví era un hombre diferente a los demás, que no era
muy amigo del escándalo y que si ella provocaba cualesquiera de sus conocidas
insinuaciones todo podía perderse. Había preparado todo minuciosamente, lo
condujo hacía el salón comedor en el que ya se encontraban algunos otros
invitados: eran Natanael Bartolomeo y Lázaro de Betania.
Ella
era la única mujer. María inició las presentaciones (que realmente no hacían
falta, pues todos los hombres importantes en Palestina sabían de la existencia
de otros igual o parecidos a ellos). Natanael y Lázaro ya se conocían, aún que
sin poder decir que fuesen amigos. Ellos dos sí conocían a María Magdalena.
A
la hora sexta en punto, María le pidió a Mateo que encabezara la ceremonia del
Sabat. Como en esa casa no había marido, esposo o padre, el no tuvo objeción en
hacerlo. A la mesa no le faltaba ni le sobraba absolutamente nada. Todo estaba
dispuesto. Rezaron, rogaron, recitaron y cenaron todo lo que es debido; sin
excesos, sin omisiones, sin faltas a las más puras tradiciones judías.
Ʊ Ω Ʊ
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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Solo
por gusto de proclamar El Evangelio.
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