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domingo, 11 de agosto de 2019

De mi libro: "El Evangelio según Zaqueo" - 23 - MARÍA DE MAGDALA (2 DE 3)



LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA,
SON PARTE DE MI LIBRO
“El Evangelio Según Zaqueo”
(EL ARCA EDITORES - 2004)



Una muy personal forma de ver,
La Vida Humana de Dios Hecho Hombre.

“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Riviera Maya, Q.R., México;
Agosto 11 del 2019.


23 DE 40


MARÍA DE MAGADÁN (2 DE 3)

Cuando la Magdalena se dio cuenta de que el siervo venía de regreso solo, sin el “Rabí”, se incorporó del diván en que viajaban esperando la respuesta a su solicitud. Su asombro ya era excepcional, pues nunca un hombre había dejado de atender de inmediato una solicitud suya. El sirviente repitió palabra por palabra de la respuesta del Maestro y ella no cabía en su admiración. Jesús, concentrado en lo que hacía, ni siquiera la veía en su accionar.

La distancia que había entre ellos eran como 100 pasos, ya que los niños sentados en semicírculos ocupaban gran parte de la plaza. María de Magadán descendió de su diván, y con la mirada fija en el “Rabí”, inició su recorrido lenta y gallardamente tratando de impresionar a todos los asistentes. Y lo logró; conforme avanzaba, en una línea recta desde donde ella estaba hasta Jesús, se iban levantando los que estaban sentados para permitirle el paso libremente. La escena fue trepidante, pues Jesús permanecía sentado, inmóvil en su lugar y la ‘gran mujer de Magadán’ (que quizá nunca había pisado ese suelo), se dirigía contoneado hacía él.

Aquélla cabellera de hilos de seda color azabache que cubría su cabeza, contrastaba en gran medida con la blancura de sus rostro en el cual, a forma de incrustación, resplandecían dos luceros azules en forma de almendras. Sus labios eran como una cereza envuelta en dulce de miel. Sus finísimos vestidos de seda de Gaza y las muchas joyas que portaba impresionaban a todos sobremanera. Faltando 10 pasos para llegar a Él, María se detuvo sin decir una sola palabra, mirando fijamente a Jesús, quien jugueteaba con los rizos dorados de un niño.

Antes de que ella pudiera hilar una frase, y sin levantar su rostro le dijo el Rabboni:

Solo las almas puras como las de estos niños pueden ver a Dios.
 Porque el amor es pureza y todo lo que Dios es, es fiel, puro y
 amoroso. Siéntete feliz mujer, porque hoy ha iniciado tu alma
 su purificación; el Señor te ha permitido que veas hacia adentro de
 ti misma y que busques la consolación de todo cuanto te aflige.

Muy cerca están María, los días en que te abatirás por amor a tu Señor.
Muchos son los dones que has recibido y ninguno de ellos
has usado para tu salvación; sin embargo, por ellos mismos todo
el mundo te recordará, pues tus acciones cambiarán y glorificarás
al Señor tu Dios con actos de contrición.

Serás como alguien que da lo mejor de si sin esperar recompensa; como quien sabe que sus oportunidades se acaban ya que ha de usarlas a tiempo, aún que por ello le critiquen o le vituperen.

La Magdalena quedó como muda, atónita ante lo que había oído no pudo decir nada. Jesús se levantó y empezó a caminar rodeado de los niños con los que estaba. En la multitud de la plaza se perdió de la vista de María quien ni siquiera pudo saber quién era. Rápidamente le ordenó a su escolta que emprendieran el regreso a su palacio. Claro está que en el camino de vuelta a su mansión, María le ordenó a sus asistentes que indagan quién era ese hombre que tan impresionada la había dejado. No fue difícil encontrarlo; como a la hora nona estaba en la sinagoga enseñando.

Muy discretamente le fueron preguntando a los concurrentes quién era el Rabí que enseñaba; no obstante, pocos le conocían como para atreverse a dar falsa información a la gran señora de Magadán. Le preguntaron a los escribas y Fariseos; a los Rabinos y Maestros, a los Jefes de la milicia romana y nadie tenía suficiente información para tan enigmático hombre. Varios días pasaron antes que María supiera algo acerca de Jesús.

En Cafarnaúm le dijeron que Leví, el publicano, era su amigo; que él la podría informar sobre sus dudas. Pero Mateo no era una persona con la que sus influencias funcionaran de inmediato, ya que él también era un hombre importante, cierto, no tanto como ella, pero lo era. El día anterior al Sabat, María mando a su administrador a que contactara con Leví para que celebrase con ella la fiesta en su mansión.

La invitación fue por demás desconcertante, ya que Mateo no conocía a esa mujer y solo sabía la mala reputación que tenía. ¿Qué interés tenía y por qué en la fiesta del Sabat? Mateo aceptó más por curiosidad que por cualquiera otra razón que él pudiese imaginar.

El pórtico de entrada del palacio de María Magdalena tenía señales de todas sus pasiones: igual encontraba uno una estatua de Adonis, que una copia de la Torá o un nicho oriental con fuego; todo con el único fin de decorar, de hacerle feliz la estancia a los más variados visitantes. Allí era uno recibido por tres sirvientes que lo conducían a un gran cubo de mármol abierto en donde lo sentaban para ser aseado con agua limpia y fresca, perfumes y áloes.

Si el visitante lo deseaba, podía cambiar de sus ropas por algunas limpias y frescas en lugar de las que uno trajera después del trayecto hacia la casa de María. Los vestidos por lo general eran de mucho mejor calidad que los que uno llevara, además que mucho más placenteros. Mateo no se cambió, (al fin Levita). El siguió con su propia túnica y el manto para la celebración del Sabat, aún que sí permitió ser lavado de pies y manos (como todo un Fariseo en potencia) para sentirse más digno.

Cuando María de Magadán apareció, Leví no daba cabida a lo que sus ojos observaban: frente a él estaba una digna representante de las diosa griegas; algunas de aquellas estatuas que había visto en ciudades como Tesalónica o Corinto (en donde había estudiado), podían ser menos hermosas que ésta mujer delante de él.

María estaba ataviada con un traje de la más pura tradición hebrea e israelita: la tela era gruesa, su cabeza la cubría una pasha de lino y sus brazos tenían unas mangas largas que tapaban inclusive sus manos. Además, llevaba un gran manto que le cubría el cuerpo entero. La mujer no había perdido detalle para la ocasión; sabía bien que Leví era un hombre diferente a los demás, que no era muy amigo del escándalo y que si ella provocaba cualesquiera de sus conocidas insinuaciones todo podía perderse. Había preparado todo minuciosamente, lo condujo hacía el salón comedor en el que ya se encontraban algunos otros invitados: eran Natanael Bartolomeo y Lázaro de Betania.

Ella era la única mujer. María inició las presentaciones (que realmente no hacían falta, pues todos los hombres importantes en Palestina sabían de la existencia de otros igual o parecidos a ellos). Natanael y Lázaro ya se conocían, aún que sin poder decir que fuesen amigos. Ellos dos sí conocían a María Magdalena.

A la hora sexta en punto, María le pidió a Mateo que encabezara la ceremonia del Sabat. Como en esa casa no había marido, esposo o padre, el no tuvo objeción en hacerlo. A la mesa no le faltaba ni le sobraba absolutamente nada. Todo estaba dispuesto. Rezaron, rogaron, recitaron y cenaron todo lo que es debido; sin excesos, sin omisiones, sin faltas a las más puras tradiciones judías.

Ʊ Ω Ʊ

Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli





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