LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA,
SON PARTE DE MI LIBRO
“El
Evangelio Según Zaqueo”
(EL ARCA
EDITORES - 2004)
Una muy personal forma de ver,
La Vida Humana de Dios Hecho Hombre.
“Santifícalos con
La Verdad.
Tu Palabra es La
Verdad.”
Playa del
Carmen, Q.R., México;
Junio 2 del
2019.
13 DE 40
LEVÍ DE
CAFARNAÚM, MATEO;
ÚLTIMO
APÓSTOL elegido,
PRIMER EVANGELISTA consumado
Jesús
y Leví (Mateo), se conocieron muy jóvenes; Él tenía 18 años y el hijo del
acaudalado comerciante más importante de Cafarnaúm, 15. Allí empezó una amistad que nunca terminaría,
más aún, de parte de Leví, se incrementaría hasta ofrecer su vida por el
Evangelio del Cristo, su mejor amigo.
Esta ciudad ribereña (Cafarnaúm), está diseminada sobre las rudas y
empinadas colinas del norte del Quinéret, así llamado por los antiguos el Mar
de Galilea, el Genesaret de los tradicionalistas, el Tiberíades, para los
Romanos.
Solo
cruzaron sus miradas, no se dijeron una sola palabra. Los ojos de oliva fresca de Jesús de Nazaret,
penetraron la mirada que emitían las castañas claras de Leví. Dos miradas jóvenes; una perfectamente
consciente de lo que hacía, la otra sorprendida hasta un brinco impulsivo del
corazón. Como si hubiera habido alguna
fuerza física que pasara de la visión lograda entre los dos muchachos, hasta el
latir cardiaco del pequeño comerciante.
Las órbitas de los ojos de Leví no podían abrirse más; y entonces perdió
e conocimiento, se desmayó cayendo al suelo.
Todos
los que estaban en la tienda de Leviatán, el padre de Mateo, corrieron
presurosos a auxiliar al pequeño amo.
Nadie sabía lo que había sucedido; el joven se incorporó recobrando el
aliento e inmediatamente preguntó por Él:
-
¿Dónde
está? Inquirió a todos.
-
¿Quién? - le respondieron.
-
El
joven que estaba parado aquí cuando yo caí.
-
No
nos hemos dado cuenta de que hubiese alguien aquí, Leví.
-
Vayan
y búsquenlo. Es alto, rubio, fuerte, con
el pelo al hombro; pero cuidado con su mirada, fue la que me causó este mal
momentáneo. Tiene los ojos con un verde
profundo lleno de luz. Viste con tela
cruda y un manto rojo recién telado.
¡Encuéntrenle!
Salieron
de inmediato sus sirvientes y buscaron por todo el mercado en la ribera y
subiendo las laderas, pero a nadie encontraron con esa descripción. Todos supusieron que habría sido una visión
del joven Leví.
Así
sucedió, sin haber cruzado palabra alguna, pero con una impresión que
perduraría de por vida. Todos los años
que estuvieron juntos, solo bastaba que Jesús mirara a Mateo, para que éste
entendiera lo que su Maestro le quería decir.
En Mateo nunca hubo dudas, como en muchos de los otros discípulos;
siempre hubo certeza de Divinidad y Gloria.
En
la siguiente ocasión que se encontraron, Leví corrió a su encuentro para poder
hablarle y preguntarle muchas cosas.
-
Dime,
¿cómo hiciste ese día para que yo perdiera el sentido? ¿Es acaso que tienes poderes que otros no
podemos tener y que además nos puedes dominar con ellos? ¿Quién eres, de dónde vienes?
-
Shalom! Leví, hijo de Leviatán; yo soy Jesús de
Nazaret. Lo que hay en mí tú serás el
primero en manifestarlo. Otros se maravillarán de tu proceder, pero sabrán que
habrás escogido bien.
-
¿Cómo
sabes mi nombre y a qué te refieres con tu decir?
-
Tu
nombre cambiará y con él te conocerá el mundo entero, porque tus habilidades
darán Gloria al Señor nuestro Dios. Nada
narrarás de ti mismo, sino de otro; y por ello serás bienaventurado.
Nuevamente
sus miradas quedaron fijas; Jesús en misericordia y el joven Leví en
éxtasis.
Y
en efecto, no sería Mateo quien escribiera de su vocación al Evangelio; sería
Marcos, a petición de Pedro, quien narrara tan bello y fugaz momento: “... Lo miró y le dijo: >Sígueme< y al instante lo dejó todo y le siguió”. Para qué más, si ellos dos se conocían
muy bien. Juan y Simón siempre fueron
muy ‘abarcadores’ en su relación con el Maestro. Os dos se pelean la supremacía de amor y el
interés del Mesías; pero ellos sabían muy bien que Mateo era ‘el gran amigo del
Señor’, el que había sido esperado; el que haría las diferencias durante el
Ministerio de Jesús de Nazaret.
Muchas,
muchísimas veces más se verían Jesús y Leví; su amistad de alargarla hasta el
fin trágico de la muerte de los dos.
Mateo sería inducido por Jesús a que estudiara en la Yeshiva para
Fariseo, sabiendo Él que nunca lo llegaría a ser; y cuando los dos ya hombres
se volvieran a encontrar, uno con conocimiento humano, Leví, sabría que tenía
delante de sí a dios hecho hombre, al Mesías según las escrituras de las cuales
era ya un experto. Mateo vivió junto al
Señor las 6 Pascuas finales de su vida; tres antes de iniciar el Ministerio y
tres después. Nadie tuvo ese inmenso
privilegio. Leví apoyaría moral y económica-mente a Jesús y a María a la muerte
de José. Solo Mateo vivió algunos
momentos de la vida íntima familiar de Jesús; solo él fue invitado a tan
reservado círculo. Solo él conocía la
abnegación y fervor con el que todos sus parientes le veían, le admiraban, le
trataban cuando le tenían cerca. Por eso
lo escribió tan bien: porque lo sabía, porque lo vivió, porque lo experimentó
en carne propia.
Estas
exquisitas remembranzas me las hacía Leví cuando era mi buen colaborador,
cuando trabajaba como publicano buscando una estable posición económica. ¡Qué lejos estaba de su realidad de vida!
María
amaba profundamente a Leví, lo consideraba como el hermano menor de su
amadísimo Hijo. Los disfrutó como
adolescentes en sus atabares de la vida.
Para María el primer ser humano (después de ella y José) en atestiguar
la Divinidad de Jesús, fue Mateo. Las
reseñas de su Evangelio así lo manifiestan.
Solo Mateo
escribe sobre La Adoración de los Magos, La Huída a Egipto y La Matanza de los
inocentes, eventos éstos del mismísimo inicio de la vida de Jesús, en donde se
hace manifiesta su Divinidad en cuanto a “reconocimiento de los gentiles” y
“protección celestial”.
Solo Mateo
inicia el Ministerio del señor con su retiro al desierto para permanecer en
cuarentena de purificación; porque solo él sabía esta costumbre de siempre de
su amigo. Solo él detalla las
tentaciones, porque Jesús se lo dijo al regresar de tan devastador momento para
el Hombre Dios.
Solo Mateo
escribe El Sermón de la Montaña con las 8 Bienaventuranzas, que son la voz de
Dios encarnado; porque solo Mateo tiene la evidencia de su propia vida, de que
este es el mensaje dado directamente por El Mesías, el Hijo de Dios vivo, como
le reconociera en su momento Simón.
Solo Mateo
escribe el Padre Nuestro, esa bellísima pieza literaria para lograr
comunicación con Dios, pero no un Dios distante, sino cercano, tan cercano como
un Padre. Este nuevo concepto de
relación con Dios, lo exalta Leví por sus experiencias juveniles con Jesús y
sus conocimientos sobre la Ley.
Para Mateo la
curación de enfermos y endemoniados es lo más evidente de la presencia divina
de Jesús en la tierra; solo Dios podría dominar al mal de esa forma, en esas
circunstancias, con esa contundencia.
Para el joven Mateo (la juventud lo sorprendió siempre: tenía 15 años de
edad cuando conoció a Jesús; 27 en el momento en que Él lo llamó y 36 cuando
escribe su Evangelio), lo Mesiánico, lo Salvador, lo Cristo de su amado Maestro
es irrefutable, por eso escribe ampliamente de ello.
Para nadie más que
para Leví, la Divinidad del Hijo del Hombre es tan evidente; ha tenido gran
parte de su vida para constatarlo.
Quizá
por ello María le tenía gran aprecio a Leví; porque siempre trató a Jesús de
Nazaret con la reverencia digna de un Ser Divino, una condición que Mateo
constató desde su adolescencia, desde la primera vez que se topó cara a cara
con El Salvador. Muchos años conviviendo
juntos, tantas ocasiones orando juntos, muchos eventos compartidos juntos hacen
de Leví el gran conocedor de Jesús, El Cristo, El Mesías, El Hijo del Hombre,
como se llamaba a sí mismo este nazareno que todos conocían como el hijo de
María y José el carpintero. Yo sí lo sé,
porque yo lo viví en carne propia: Mateo es el último de los ‘llamados’, porque
en el grupo de los Apóstoles solo hacía falta una cosa: un publicano, un despreciablemente poderoso
publicano.
Qué
gran cosa para Jesús escoger pescadores (el trabajo más evitado por todos en
Galilea, por sucio y demandante en la entrega
- Simón, Andrés, Juan y Santiago lo eran -); seleccionar a gente de
dudosa reputación como Tomás, Felipe y Judas el Iscariote; a Santiago el Menor y Judas Tadeo sus
parientes –por los cuales nadie daría una moneda de cobre-; a Simón el cananeo, a quien todo mundo
conocía como un revoltoso; al judío de Betania, Bartolomé, oportunista
comerciante de cosas de ‘no muy clara procedencia’, y al final, lo que faltaba;
un odioso cobrador de impuestos para el Imperio Romano, el más abominable de
los antijudíos, por trabajar para los
dominadores gentiles y paganos. Un
publicano y aparte rico y conocedor de Leyes, Profecías y costumbres del ámbito
religioso de ese tiempo. A éstos
distinguió Jesús de Nazaret con el honroso título de Sus Apóstoles.
Discípulos,
muchos; escogidos, solo ellos. Fiel a
sus propias palabras; esta gente, me preguntó por qué Jesús no puso en su lista
a tantos otros que eran sus discípulos.
Había buenos y bien intencionados fariseos; también gente con bondad
evidente, de los cuales nunca se hubiera aceptado alguna crítica; y qué decir
de sus desinteresados seguidores de otras ciudades fuera de Galilea y
Judea. Pudieron haber sido muchos otros;
pero escoger pescadores, pecadores y publicanos, tenía algo que no todos
llegábamos a entender. Y Mateo sí lo entendió,
por eso fue él quien escribió aquellas palabras de Jesús: “...Te
doy gracias Señor del Cielo y de la Tierra, porque te has revelado a esta gente
sencilla...”
Nadie
entiende a Jesús de Nazaret ni a su Evangelio, si se está postrado en su propio
pedestal. ¡Que si lo sé yo!; solo cuando
dejé de lado la soberbia, encontré a Cristo.
Ʊ Ω Ʊ
Orar sirve, es bueno para nuestra alma y
nuestra mente.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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Solo
por gusto de proclamar El Evangelio.
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