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viernes, 26 de abril de 2019

De mi libro: "El Evangelio según Zaqueo" - 8 - EL JOVEN DIOS (2)



LAS PÁGINAS QUE SE LEEN ENSEGUIDA,
SON PARTE DE MI LIBRO
“El Evangelio Según Zaqueo”
(EL ARCA EDITORES - 2004)
Una muy personal forma de ver,
La Vida Humana de Dios Hecho Hombre.

8 DE 40

“Santifícalos con La Verdad.
Tu Palabra es La Verdad.”


Ciudad de México, Abril 27 del 2019.

EL JOVEN DIOS (2)

Todos los Evangelistas dicen que Jesús empezó su ministerio a los 30 años de edad; no los quiero contradecir, pero quiero dejar claro en todos ustedes que no fue así.  Ya a los 12 años el Niño Jesús tuvo sus primeros encuentros con los Maestros Fariseos, con los Doctores de la Ley.  Desde entonces, antes y siempre, Jesús de Nazaret estaba en pleno Ministerio.  ¡Cuántas cosas hizo que sucedieran sin siquiera decir una sola palabra! 

Llamó con Su Estrella a los Magos desde el Oriente para que dieran fe de su nacimiento.  Hizo descender del cielo a miríadas de ángeles que cantaran su encarnación como Dios Hecho Hombre.  Manifestó la iniquidad del reinado de Herodes, en la muerte de los niños belenitas inocentes.  Hizo profetizar a Simeón y Ana, los ancianos del templo, acerca de su maravillosa vida y lo que significaría para toda la Humanidad.  Y también hizo que su Madre recitara una de las oraciones más profundas en cuanto a reconocimiento del Poder Divino entre nosotros, El Magnificat.

Cuenta María que desde muy pequeño el Niño Jesús daba pruebas de su Divina esencia.  Por ejemplo, el Niño nunca tuvo dificultad alguna para aprender a hablar; decía todo cuanto quería expresar e inclusive con palabras que ellos no usaban de común.  José, el padre adoptivo de Jesús, si bien era un hombre muy correcto en su comportamiento y apegado a sus costumbres como judío, no tenía la capacidad de enseñarle a Jesús mucho respecto de los idiomas que debía dominar cualquier judío: el hebreo y el arameo.  Él nunca asistió a una escuela para aprenderlos, y por lo tanto, solo podía enseñarlos en cuanto a su habla común, mas no con la exactitud de dicción de una persona con altos estudios al respecto.  Sin embargo, Jesús siempre pronunció y habló correctamente los dos idiomas. 

Esta era una de las cosas que más maravillaban a sus parientes, oír hablar al Niño tan pequeñito, con tanta propiedad.  Inclusive María y José tenían que guardar silencio ante las lisonjas y adulaciones que recibían de todos por el hecho.  Todos les felicitaban “por estar capacitados para ser tan buenos padres y haber enseñado tan bien al Pequeño Jesús”.

Todos oían con agrado al Hijo de María y José, narrando cuanto vivieron en esos años que pasaron en Egipto.  Lo grande y bellas que eran las ciudades; lo interesante de la gente; la variedad de los mercados y el bullicio de las plazas.  Hablaba de los barcos y las carretas; de los animales de carga y de lo que transportaban; de la vida a la orilla del Gran Nilo, ese mismo lugar en donde vivieron sus antepasados.  ¡Y eso que el Pequeño Jesús solo tenía cinco años cuando regresaron!

También en esas ocasiones tan familiares Jesús ya estaba en pleno Ministerio.  Algunos de sus Primos (Santiago el Menor y Judas Tadeo), todos más pequeños que Él, llegarían a ser sus Apóstoles, algunas de sus tías seguirían a María en este peregrinar que representó la ‘Predicación del Evangelio por parte de Jesús de Nazaret’.  Todos se conocían tan íntimamente, como buena familia judía, unida y colaboradora, que llegaban juntos a donde el Maestro fuera.

Todos ellos eran testigos de la ‘sapiencia sobrenatural’ que poseía Jesús ‘desde siempre’.  Les admiraba su inteligencia, su capacidad de observación, las conclusiones que podía obtener; pero sobre todo, esa sorprendente forma de hablar que tenía, comunicando sus experiencias a través de ejemplos y comparaciones.  Todos nos maravillaríamos muchos años después con sus “Parábolas”, esa magnífica forma que Él escogió para proclamar su Evangelio.

Los galileos son gente muy especial, principalmente la que vive en la orilla occidental del Lago de Genesaret.  Por ejemplo: nunca contestan en forma directa una pregunta que les hagan; generalmente ellos hacen otra primero, para después dar la respuesta a su interlocutor.  Y cuando la pregunta tiene una contestación muy obvia, con mucha frecuencia se ríen antes de decirle a uno: “¿Pues, de dónde es usted”? Queriendo con ello hacerlo sentir como extraño o extranjero de algún lugar muy alejado de esa tierra que ellos habitan; y ello, aún que sepan que están hablando con un judío, con un samaritano o inclusive, con otro galileo. 

Además de esto, no pronuncian muchas veces los sonidos finales de las palabras, por lo que uno acaba por medio entenderlos o, definitivamente, por no comprender lo que han dicho.  Cuando un galileo quería decir con mucha propiedad alguna idea o noticia, utilizando palabras que no le eran propias a su lenguaje, lo primero que causaba era la ironía de sus oyentes, pues estaban tan poco acostumbrados a hablar con exactitud, que no sabían la pronunciación correcta de todos los vocablos.

Por eso era tan maravilloso oír hablar a Jesús, porque a pesar de ser galileo, sus palabras eran claras, exactas, entendibles y precisas.  Su forma de pronunciar no dejaba duda en cuanto a lo que decía, siendo además evidente su buena educación.  Sin embargo, no perdió todo lo galileo que tenía, en muchas ocasiones Jesús responde con una pregunta a algún cuestionamiento que le han hecho.  Galileo al fin, El Niño Jesús tenía seis años cuando visitó por primera vez Cafarnaúm, había acompañado a sus padres en un viaje para realizar compras de víveres y maderas para el trabajo de José. 

Quedó impresionado con el tamaño de la ciudad; claro, hay que entender que Él vivía en Nazaret, un pueblo que no pasa de 100 casas.  Es tan pequeño, que ni siquiera tenía su propio recaudador de impuestos.  Todos se conocían y muchos eran familiares y parientes.  El camino que se seguía era pasando por Caná (un pueblo más pequeño aún que Nazaret), y desde allí hasta Magdala, para bordear el Lago de Tiberíades y llegar hasta su extremo Norte en donde se ubica Cafarnaúm.  Justo al llegar al lago, el Niño se quedó impresionado y exclamó:

“... ¡Cuánta agua, Papá, Mamá!  ¡Como en Egipto, allá donde había tantos barcos!  ¡Cuántas cosas bellas ha hecho Mi Padre que está en el Cielo, para sus Hijos aquí en la Tierra! ¡En este lugar se alabará a Dios de gran forma!

María y José quedaron estupefactos, sin habla, sin poder externar una sola palabra.  El Niño correteaba de un lado a otro de la orilla, inclusive entrando en el agua; se sentía feliz, lleno de gozo, como en un lugar que conociera muy bien, como que le fuera muy propicio.  El Pequeño Jesús irradiaba felicidad; aventaba piedras y trozos de palos al lago, para después salir corriendo hacia sus padres.  Todo llegaron a pensar María y José, menos que este Niño Dios fuese a ser “tan humano”, tan igual que todos los demás niños que había en el mundo.  Si para Jesús había sido una ‘gran experiencia’ este viaje, para José y María sería inolvidable.

Esta ciudad, junto con Corozaín y Bethsaida eran muy importantes debido a su estratégica ubicación, junto en el paso del comercio proveniente de Capadocia, Siria y Fenicia.  Los días de mercado eran especialmente bulliciosos, pues no solamente se veían productos de lugares muy distantes de Galilea, sino también personas llegadas de Este o desde la misma Roma, Grecia o Macedonia. 

Sin ser del tamaño de Jerusalén, Cafarnaúm era una auténtica metrópolis greco-romana en donde convivían culturas y personas de las más variadas nacionalidades.  Las construcciones que bordeaban el lago eran magníficas; los embarcaderos eran muchos y muy importantes para la ciudad, ya que en ellos se desarrollaba el mercado interno, esto es, los víveres que consumían propios y extraños.  El Mar de Galilea, como también se le conoce, es una gran depresión rodeada de pequeñas llanuras y grandes montes.  La vegetación es abundante, ya sea silvestre o de cultivo lo que le da al mismo tiempo una variedad de paisajes hermosos y placenteros.  Es de alguna forma, un descanso de Alto Jordán, en su camino para regar Samaria, la Decápolis y Perea, hasta su desembocadura final en el Mar Muerto. 

En todo ese trayecto, las aguas son transparentes, cristalinas, llenas de vida.  En el Lago las tonalidades de verdes y azules se reparten el espacio total.  Solo las orillas aceptan el tenue color de la tierra, entre suave arena y abundante limo.  La vida animal en el Mar de Galilea es también profusa, no tan solo de peces, sino también de aves que revolotean todo el tiempo sobre su superficie.  En tiempo de lluvias las nubes danzan sobre el mar, para después dejar pasar los rayos del sol a su espectáculo de luces y destellos.  En invierno, cuando uno llega desde los montes circundantes, aprecia la espesa niebla estacionada, que no cede sino hasta después del medio día.  Y las noches de Pascua, su inmensa Luna y su miríada de estrellas, no son superadas ni siquiera por Jerusalén, con todo su esplendor.  Por ello la exclamación del Niño: “...¡Cuántas cosas bellas ha hecho Mi Padre que está en el Cielo, para sus hijos aquí en la Tierra...”

Bien lo decía Jacob en sus bendiciones a los Hijos de Israel: “... Neftalí es una corza veloz, que ofrece materia a bellos cantos”, y todo el Mar de Galilea, en lo antiguo, era Tierra de Neftalí.


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Orar sirve, es bueno para nuestra alma y nuestra mente.

De todos ustedes afectísimo en Cristo,

Antonio Garelli





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