¡Alabado sea Jesucristo!
Ciudad de
México, Noviembre 2 del 2018.
“. . . Eres
digno de tomar el libro y abrir sus sellos. . .”
Apocalipsis 5, 9
SOLEMNIDAD DE LOS
FIELES DIFUNTOS
Muy estimados todos, en Cristo Jesús:
Ayer, Todos Los Santos; hoy, Los Fieles Difuntos. Los primeros ya están en el Cielo, gozando de
la Presencia de Dios nuestro Señor; los siguientes, ansían y esperan nuestras
oraciones para su Salvación. El
Purgatorio (RAE: en la
Doctrina Católica, estado de quienes, habiendo muerto en Gracia de Dios,
necesitan aún purificarse para alcanzar La Gloria), es, pues, el
lugar-estado de nuestra alma para su limpieza total.
Para todas las
culturas de la Historia de la Humanidad, los difuntos o muertos, siempre han
sido una enorme incógnita; para los Cristianos, no. San Pablo le recalca a los filipenses (y
también a nosotros): “Para mí la vida es Cristo, y morir una ganancia.” (Fil 1, 21)
Esta es la principal razón por la que los Mártires Cristianos acogían su
muerte por la Fe, con ánimo y hasta con agrado; porque morir por Cristo era
conseguir la Vida Eterna.
Esta absoluta
realidad de Fe, Esperanza y Caridad, es la que debe conducir el fin de nuestra
existencia humana; no como una muerte perenne e insalvable, dolorosa e
insoportable; sino como ‘un paso’ entre la materialidad de nuestra existencia
en este Mundo, para alcanzar nuestro Cuerpo Glorioso, con el cual iremos a El
Reino de los Cielos.
Si creemos que
‘después’ de la muerte no hay ‘nada más’, entonces sí debemos asustarnos, dolernos
y hasta desquiciarnos; porque, además de que solo hemos vivido ‘media vida humana’ –la cósmica y
material–, la ‘otra mitad de esa vida’
–que es espiritual y eterna– la podemos perder irremediablemente.
Los seres humanos somos
cuerpo y alma, materia y espíritu, temporalidad y perennidad. No somos materia
mortal solamente, somos animosidad eterna, enfrente de Dios.
No me quise atrever
a recomendarles cualquier enlace para tan delicado tema como es El Purgatorio,
así que mejor que El Magisterio de La Iglesia Católica sea quien aumente
nuestro conocimiento al respecto; y nada mejor que El Catecismo para ello:
Orar sirve, es la mejor forma de
permanecer con Dios.
De todos ustedes afectísimo en Cristo,
Antonio Garelli
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