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martes, 30 de octubre de 2018

De mi libro: D.A.M. - 53 - Muerte de Judas Iscariote


Santifícalos con La Verdad.

Ciudad de México, Octubre 31 del 2018.

DEL LIBRO
EL DEMONIO AL ACECHO DEL MESÍAS

53 DE 77

V.5.- MUERTE DE JUDAS ISCARIOTE
(Mt 27, 3-9)

“Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: ‘Pequé entregando sangre inocente.’  Ellos le dijeron: ‘A nosotros, ¿qué? Tú verás.’ 

Él tiró las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó.  Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: ‘No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque son precio de sangre.’ 

Y después de deliberar, compraron con ellas el Campo del Alfarero como lugar de sepultura de los forasteros.  Por esta razón este campo se llamó ‘Campo de Sangre’, hasta hoy. 

Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: ‘Y tomaron las treinta monedas de plata, cantidad  en que fue preciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las dieron por el Campo del Alfarero, según lo que me ordenó el Señor.’”


         ¡Pues, ¿qué pensaba este iluso? (si es que pensaba), ¿qué el Demonio estaba jugando; que solo estaban sucediéndose estas cosas por casualidad?! Por supuesto que no, ¡el Demonio estaba al acecho del Mesías!  Y esto debió haberlo discernido Judas antes de permitir que Satanás entrara en su alma.

         Hay mucha gente ilusa (igual que Judas), que se atreve a pensar en lo ‘predestinado’ que estaba el accionar de Judas Iscariote, respecto a Jesucristo.  Déjenme explicarles una cosa.  Los seres humanos predestinados, no existen. Si existieran, la naturaleza humana no sería ni libre, ni con voluntad propia, ni inteligente.  Todos los humanos libres, usamos nuestra inteligencia y nuestra voluntad para decidirnos de acuerdo al libre albedrío del que Dios, desde la Creación, nos dotó.  Judas era un hombre libre cuando Jesús lo aceptó como discípulo, y también lo era cuando lo eligió como Apóstol.

         Pero a Judas lo dominaban sus pasiones; lo dominaban en el uso de su libertad; esto es, él permitía que las pasiones superaran a su voluntad y a su inteligencia en la toma de decisiones.  Era un esclavo de sus pasiones, pero libremente decidido hacia ello.  Nadie, más que él mismo, llevó a Judas a traicionar al Divino Maestro.  Satanás solo aprovechó las debilidades del Izcariot, pero ni el Demonio tenía dominado por completo a Judas.

         Éste infortunado Apóstol tuvo varias oportunidades de arrepentimiento, pero nunca las quiso usar.  Libremente pudo haber decidido no seguir actuando mal, pero no lo hizo.  El quiso mantenerse contrario a Jesucristo, no a favor del Evangelio.  Las dolorosísimas palabras de Jesús “Lo que tengas que hacer, hazlo ya.”, no se dan antes de su traición, sino cuando ya ha vendido al Señor.

         San Mateo lo dice muy claro: “. . . acosado por el remordimiento. . .”, pero no actuando en arrepentimiento.  Fue a descargar su furia frente a los sumos sacerdotes y fariseos (que también se habían aprovechado de él), en lugar de haber ido a pedir perdón ante Dios hecho hombre, su Señor, Jesucristo, el Salvador.  Así lo decidió él mismo.  Sus actos así lo evidencian: tomó decisiones libremente, pero las tomó mal; prefirió permanecer en pecado que arrepentirse.

         No, en la vida humana no hay predestinación.  Eso es contrario a la naturaleza con la que Dios nos creó.  Nadie peca si no quiere.  El pecado es un acto libre de voluntad que se da por evitar el bien; y ante la ausencia de bien, presencia de mal.  No hay pecado en el desconocimiento, en la inconciencia o en la ignorancia.  La voluntad, y el uso de ella, determina el resultado de la acción.

         Tampoco en el bien hay predestinación.  Ni siquiera la Santísima Virgen María estaba predestinada, porque también a ella se le permitió usar libremente su voluntad.  María solo preguntó algo que no sabía, mas no dudó.  “¿Cómo será esto si yo no conozco varón?”  y ante la respuesta que aliviaba su desconocimiento, mas no eliminaba su duda (porque no la había), se presenta la evidencia más grande que Dios nos ha dado del respeto que Él mismo tiene a la voluntad humana: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”  Inteligencia, libertad y voluntad, no predestinación.

         Aquella ocasión, con María, el Demonio perdió; esta vez con Judas, triunfó.  Pero esta vez, a ambos, de nada sirvió.  Uno pierde la vida suicidándose; el otro nos hace ganar la salvación inmolando al Cordero de Dios.  Aún en ese afán despreciable de maldad, Satanás no pudo del todo con la voluntad humana: él no quería muerto a Jesús; quería hacer sufrir al Cristo, para que con tanto sufrimiento el Señor desistiera de su obra.  Pero los hombres lo mataron; y con ello el Maligno, aún sin quererlo, “ganó para nosotros la salvación, con la muerte del Justo.”

         Todos fueron tocados por el Diablo en esos aciagos momentos de La Pasión; todos de acuerdo a sus debilidades y fortalezas, a su humildad y su soberbia.  Algunos superaron las pruebas, otros no.  Algunas pruebas terminaron en la muerte, otras solo en la negación; pero no hubo predestinación.  Eso es una fórmula falaz para justificar las malas acciones.  Lo que sí hubo fue un acecho incesante del Demonio hacia el Mesías y los suyos.


§ § §


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli



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