Alemán Español Español Francés Inglés Inglés Italiano Polaco Portugués Portugués Ruso Chino
DA CLIC EN UNA BANDERA PARA OTRO IDIOMA

jueves, 16 de agosto de 2018

De mi libro V.G. - 52 - En El Domus Palatinum


Santifícalos con La Verdad.

Ciudad de México, Agosto 17 del 2018.

DEL LIBRO
Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil
52 de 130

Roma Augusta Imperialis, Urbe del Orbe
Maius X
XXXVII A. D.

EN EL DOMUS PALATINUM

Julio mi hijo mayor, tiene ahora veintiocho años de edad, es tres años mayor que el César Calígula y es General Magíster Legionario, destacado en Oppidum Ubiorum, el principal puesto militar en Germania; yo creo que pronto se casará, pues ya ha conocido una hermosa doncella rubia de Gallia, de la que está enamorado.  Octavio, quien sigue a cargo de Villa Garlla Mediolanum, tiene veinticinco años y también se casará pronto con una bellísima lombarda descendiente de etruscos.  Es muy probable que estas bodas sean juntas en algún día de Octobris de este año; falta ver en dónde puedan ser.  Tiberio, de veintidós, ha permanecido en Roma estudiando Derecho Romano para llegar a ser Senador; eso dice él, yo espero que entre en cordura pronto.  Un Garlla en el Senado Romano, aunque sea dos generaciones después, no será fácil de sobrellevar; como fue el caso de mi abuelo, el padre de mi madre, en tiempo de la República.  Gallio, ahora de diecinueve años de edad, continúa compenetrado en los estudios religiosos con Theodorus, el erudito Sacerdote Romano, y Tito, el hijo de Diófanes.

Las flores del jardín, que son mis hijas, ahora tienen grandes diferencias: Minerva de dieciséis años de edad, es ya una mujer con pensamientos muy distantes de las de sus hermanas, Vesta de trece, Diana de nueve y Venus de seis.  Ni siquiera me atrevo a pensar que la mayor pronto pueda convertirse en una joven dama de la sociedad romana; sin embargo su madre, mi amada esposa Lili, hace todo lo posible por conducirla en ese camino.

Todos iremos hoy a la cena ‘familiar’ en el Domus Palatinum con el César Calígula: cuatro hijos, dos prometidas, cuatro hijas (dos que prometen); una bella y todavía joven esposa y un Tribunus Legatus ‘retirado’.  Todos nos encontramos en Villa Veritas, tratando de no ser arrollados por la multitud de sirvientes que atienden a las damas; la vestimenta de gala es insalvable, tanto para hombres como para mujeres, sin importar la edad, el oficio o la profesión.  Nosotros ya sumamos trece personas; más las familias del César Calígula y de Thius Claudio, yo calculo que seremos en total unos cien invitados.  Un número aceptable, teniendo en cuenta que la cena es ‘familiaris solo’.

De Villa Veritas al Domus Palatinum, hay escasamente una y media millas, por lo que transportarnos en las rædas de dos ejes y cuatro ruedas, ni siquiera será pesado para las damas, que tantos detalles de su vestimenta y arreglos personales tienen que cuidar.  Todos estamos felices por la ocasión; y sin duda hay razón, más aún si vamos como ‘familia adoptiva’ del Emperador.  Veinte Guardias Pretorianos vigilarán nuestro traslado; seguridad insalvable y rigurosa si uno se dirige  al Palacio Imperial.

Hemos sido citados dos horas antes del evento, por lo que nosotros estamos llegando en punto de la décima hora del día; con el clásico calor insoportable del Maius Romano, ése que hasta a las más fieras bestias aplaca; qué no hará con los seres humanos.  Somos los primeros en llegar y ya están allí para recibirnos las esposas y los hijos e hijas de Claudio y Calígula (sin ellos, por supuesto); todos conocidos de nosotros por nuestra prolongada estancia en Insûla Capreæ.  Los afectuosos saludos de todos, pequeños, medianos y grandes, no se hacen esperar, más aún si éstos vienen de gente que uno aprecia.  Por supuesto que las fanfarrias del ‘anuncio oficial’, solo causan risa entre los presentes; pero el protocolo es inevitable, estamos en el Domus Maxîmums Romanorum.

El lujo está por doquier; empezando por los finísimos materiales con los que está construido este palacio: mármoles de todos colores, predominando el blanco impecable que es extraído de los Alppi Taurinesium del Septentrional Italiano; pulidos hasta el reflejo total y mantenidos con tal pulcritud que uno no quiere ni caminar encima de ellos.  No hay un solo espacio de los techos del Domus, que no esté forrado de bellísimas tallas en maderas de todos los tonos de ocre y marrón imaginables; las formas y figuras son también variadísimas.  Las estatuas de dioses, héroes y antepasados en albos mármoles, que por su perfección de escultura solo les falta hablar, están por doquier: bien en un pasillo, bien en una rotonda, bien instaladas en habitaciones ex profesas.  Marfil, oro, piedras preciosas, vidrio y flores, muchas flores también embellecen los rincones más inconcebibles del gran palacio. 

Pero los jardines, con sus fuentes, estatuas y remansos son lo mejor del lugar; seguro que los hombres y mujeres que los han construido y cuidado, son artistas antes que cualquier otra cosa.  Todo esto crea una atmósfera que solo los Emperadores Romanos pueden disfrutar en esta ‘sublime’ dimensión de las cosas.  Centurias de años pasarán, quizás milenios, y las bellezas que aquí se pueden admirar perdurarán hasta entonces. 

Eso es Roma en esencia: posteritâtis factum. Así se hacen y piensan las cosas y las ideas en este Magnus Romanorum Imperium; son perdurables; per sempre.

Ha llegado Sóstenes Kirítis, también con su familia (con fanfarrias y anuncios de rigor); ellos estaban hospedados en la visitum domus, un palacio pequeño, pero muy confortable, de esta imperialis residentia.  Y aquí es donde uno debe afinar los sentidos y la inteligencia, en los ‘otros’ invitados del César; porque allí están los significados ‘entre palabras’ y ‘entre líneas’ de cuanto quiera hacer el Emperador; del por qué de la reunión.  No dudo en lo más mínimo de la sinceridad de las palabras de Calígula con respecto a ser tomados como ‘familia adoptiva del César’, no; pero siempre hay ‘algo más’ que se debe tomar en cuenta.  Esta es una habilidad no apta para tontos; pues éstos, no permanecen mucho tiempo junto al Emperador, ni en las altas esferas del poder y la sociedad romanas; ambas son implacables con ellos: solo los suspicaces perduran.

La llegada de César Calígula Imperator Maxîmums y Tiberio, Cónsul Imperator, tiene un anuncio por demás espectacular acompañado de tambores, cornos y címbalos.  Vienen del interior del Domus hacia el gran pórtico en el que nos encontramos todos (en donde han colocado la silla thronus solium y nos han acomodado en torno a ella por invitados: a la derecha las familias del César y del Cónsul y a la izquierda nosotros y los Cretenses); Calígula, siempre jovial y sonriente cruza por enfrente hasta tomar su lugar específico; Claudio le sigue y se para junto a él, a su derecha.  El inseparable séquito, de más de diez personas, se distribuye a dextra y sinistra.
-¡Ave Cayo Iulius César Calígula!, ¡Imperator Romano!, impone su formidable voz el Maiordomus de Palacio.
-¡Ave César!, ¡Ave César!, ¡Ave César!, respondemos a coro los presentes.
-Mi siempre amada familia; queridísimos amigos, empieza diciendo el César Calígula: nos hemos reunido esta tarde para festejar en absoluta intimidad, la assumptiônis como Familia Imperial Adoptiva, a los descendientes actuales y futuros de mi venerable y amado Thius Veritelius de Garlla, Tribunus Legatus del Ejército Imperial Romano y Plenus-potenciarius del “Christus Mandatus”. 
Le agradezco a él su presencia y a mi amada tía Lili, su esposa; así como         a mis primus Julio, Octavio, Tiberio, Gallio, Minerva, Diana, y las          pequeñas Vesta y Venus; quienes a partir de este día serán considerados          como parte de la Corte Imperial de Roma, como novîlis altius, sin línea de sucesión directa al trono, pero con derecho a ser aclamados y recibir    votos del populus romano. 
     Todos ellos son para mí, y así lo saben cada uno, parte de la familia que         mi amado avus, Tiberius Iulius César, de imborrable y grata memoria,    quiso darme en la infancia y adolescencia.  En honor a él, avus de todos,     y en agradecimiento a ustedes, los nombro Adoptivus Imperialis Familia.      Son testigos de honor de esta especial ocasión Sóstenes Kirítis y su amada familia, a quienes también agradezco su estancia con nosotros.
     ¡Yo, Cayo Iulius Cæsar Calígula, Imperator Maxîmums, he dicho!          ¡Escríbase edictum conforme he hablado y hágase!
-¡Ave César!, ¡Ave César!, ¡Ave César!, gritamos a una sola voz todos los presentes (bueno, los que pueden, porque habemos unos, como Lili y yo, que por la emoción ni siquiera podemos hablar).
-¡¡Ahora, a disfrutar todos de la fiesta de los Garlla!!; anima el propio César a sus invitados.

Jamás pensé que algo similar nos pudiese suceder a los Garlla; creo que para ninguno era una meta por lograr; pero que nos haya pasado con Calígula, ¡esto sí que es una sorpresa mayúscula!  Julio, Octavio y Tiberio, apenas pueden creer lo que están viviendo y su alegría los desborda; Gallio se limita a sonreír pacíficamente junto con Tito, pues para ambos estos acontecimientos no tienen ningún significado que les anime; las hijas mayores son las que no dan crédito a lo que ocurre: a veces ríen, a veces lloran de emoción, otras veces solo gritan.

A partir de mañana, cuando se publique el edictum del César, la vida de diez ciudadanos romanos cambia casi diametralmente a lo que es hoy, solo porque el Emperador lo ha decretado.  En tanto las familias IULIUS CLAUDIUS gobiernen el Imperio Romano, nuestro ‘nombramiento’ siempre será conveniente en cualquier círculo del poder; pero cuando ellos dejen de gobernar, será mortalmente peligroso haber aceptado ‘tan digna designación como familia adoptiva del César’; así son Roma y su Imperio; y nunca cambiarán.

Ya en los triclinium que se han dispuesto para la degustación de la infinidad de manjares preparados, las conversaciones ‘del por qué de las cosas’, afloran:
-Thius Veritelius, me dice Calígula, te preguntarás ¿por qué he escogido a Sóstenes Kirítis como tu testigo de honor?
-No, no me lo pregunto, Calígula; Sóstenes es un gran hombre, digno de toda confianza, y a quien yo mismo pude haber seleccionado. Qué bueno que lo hizo el César por mí. Le respondo con toda franqueza.
-¡Este hombre es sensacional!, grita a carcajadas Calígula; bien decía mi avus Tiberio César: “Nunca pienses que a Veritelius de Garlla podrás ganarle una batalla de respuestas; porque ni cuenta te darás cuándo habrás perdido la guerra de sus declaraciones”
Pues bien, Thius Veritelius, le escogí porque quiero que ambos hagan un          trabajo para el Imperio: nuestra flota tiene que llegar a diez mil naves; y ustedes dos serán los comandantes de ellas; uno las construirá, el otro las asignará. Para eso, tienen que permanecer juntos el más tiempo que sea posible y Creta es la mejor opción; tú la haces centro de operaciones,    Thius Veritelius, para bien del “Christus Mandatus” como ya lo has     dispuesto con tu muy eficiente tabellarius (correo); y Sóstenes tiene la   dirección y los consejos de la más experimentada de las tripulaciones de    liburnas existentes, la de la “Liburna Christina”, que con cincuenta mil     millas navegadas, nadie la supera.
-Calígula, le digo al impulsivo joven Emperador, diez mil naves son una cantidad enorme; y el mismo Sóstenes no está preparado para construirlas.  Sus astilleros producen cinco liburnas al mes; lo cual significa que requeriríamos ¡dos mil meses para entregarlas!, o sea, más de ciento sesenta años para cubrir la tarea.
-¡Claro, Thius Veritelius!, con lo que ahora tiene Sóstenes no podríamos hacerlo; pero si aumentamos sus posibilidades de construcción por cien veces, entonces solo requeriríamos menos de dos años para lograrlo.  Ya sé que la empresa es grande, por ello la estoy poniendo en sus manos; porque ustedes dos son grandes. Adula insistente el nuevo César Romano.
     Por supuesto, Sóstenes ha dicho que sí; pero él es el comerciante; sin      embargo, el sí que me interesa es el tuyo, porque tú serás el        administrador.  Y bien sabes cómo es este cretense; no hay reto que no quiera vencer; y ha empezado por ubicar a los Garlla en Canea, en   Creta; desde donde podrás operar junto con tu hermosa familia.
     ¡Enséñale tus dibujos, Sóstenes!, concluye diciendo el César.

No han perdido oportunidad ninguno de los dos: la ocasión, los asistentes, el lugar; todos les favorece, y para mí todo es desventaja.  Muy hábiles los dos; un plan de batalla perfectamente estudiado.  Diez mil naves son una flota inmensa, extraordinariamente grande.  Bien lo decía ya: este Joven César Calígula no tiene medida, no conoce los límites de nada.   Las guerras en las que está pensando van más allá del Mare Nostrum: Britannia y el Oceânus Atlanticus son sus objetivos.  No está mal en querer la consolidación y expansión del territorio del Imperio, lo que no es correcto es que tome decisiones ‘posteriores’, sin haber resuelto los problemas ‘anteriores’.  Diez mil naves son millones de millones de aureus; ¿los tiene?; también son cientos de miles de nautas; ¿ya los reclutó y entrenó?; y es ante todo, un plan de guerra, de campañas, de batallas; ¿está integrado ya?, ¿quiénes serán los Generales Legionarios Romanos?, ¿se reubicarán tropas?, ¿conoce sus planes el Senado Romano y le ha autorizado ya?

Para mí son muchas preguntas sin respuesta; pero esto no sería lo peor.  Lo peor sería embarcarnos en una tarea que solo consuma recursos y no genere nada a cambio; en despilfarrar el erario público (inclusive la fortuna de César Calígula), sin obtener al menos las mínimas ventajas que representan nuevos súbditos para el Imperio Romano, tales como: alimentos, impuestos, hombres para trabajo y recursos naturales.
-Yo ciertamente, Sóstenes Kirítis, no estoy en necesidad alguna de aceptar una aventura tan grande como la que plantea César Calígula, a cambio de una Villa en Creta; le digo al naviero, tengo una en Mediolanum y otra en Roma, además mucho más grandes ambas que la que muestran sus dibujos.  Entiendo su interés personal por el proyecto, pues incrementaría de forma considerable su ya gran fortuna; pero este es un asunto de guerra y no uno de construir naves simplemente.  Agradezco mucho a ambos que se tomen el tiempo para ‘bien tratar’ al Tribunus Legatus, o al Thius, cualquiera que sea el caso; pero yo tendría que saber las respuestas a muchas preguntas que ahora mismo me vienen a la mente, Calígula. . .
-¡Este hombre es sensacional!, me interrumpe el ‘sobrino’; ¿cómo es que le soportas Tía Lili?, bromea preguntando el joven César; ante lo cual mi amada esposa simplemente sonríe.  ¿Así tratas a mis pobres primus?, ¿acaso no hay opciones alternas a lo común?, continúa Calígula riendo y gesticulando.
-Sí hay, Calígula, le digo, pero esto es un Imperialis Proiectus, y si antes yo era muy cuidadoso con ellos, ahora que me has honrado con un nobîlis status, más reservado tengo que ser; ‘querido sobrinus’; bromeo yo.
-¡En lo dicho!, grita el César, a este león solo lo domaban Augusto y Tiberius; todos los demás tendremos que ajustarnos la cathafracta para poder enfrentarle.  ¡Ave Veritelius de Garlla!, ¡înteger homo del Ejército Imperial Romano!, grita el joven Emperador arengando a los invitados.
-¡Ave Veritelius de Garlla!, contestan todos el llamado del César.
-¡¡Mañana mismo nos vemos tú y yo Thius, para terminar este asunto;  ahora comamos, bebamos y disfrutemos de la Garlla Festum!!

Comprendo perfectamente bien lo que ha sucedido; el Joven César quiere impactar pronto a Roma con algo que a todos emociona: la expansión del Imperio.  Que es un avezado militar, no tengo ni la menor duda, aún a su corta edad ha logrado destacar entre sus iguales mucho más de lo que se esperaba; pero en política, ciertamente tiene que aprender más de lo que sabe y ha vivido.  Si estas van a ser nuestras relaciones futuras, no serán fáciles de manejar; siempre existirá la posibilidad de la diferencia entre el poder y la razón.  Yo por lo general busco la razón para decidir y actuar; pero él tiene el poder y el mando.  Sinceramente les pido a los dioses que esto no vaya a presentarse, no sería bueno.


† † †


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli



Tu Palabra es La Verdad.


También me puedes seguir en:


Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio

No hay comentarios:

Publicar un comentario