Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Agosto 28 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
44 DE 77
IV.11.- LA ÚLTIMA CENA
(Mt 26, 17-19 y 26-29; Mc 14, 12-16 y
22-25; Lc 22, 14-20)
“El primer día
de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: ‘¿Dónde
quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua ?’ Él les dijo: ‘Id a la ciudad, con un tal, y
decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la
Pascua con mis discípulos.’’ Los
discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. . .
Mientras estaban
comiendo, tomó Jesús pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos,
dijo: “Tomad, comed, éste es mi cuerpo.”
Tomó luego una copa y, dando las gracias, se las dio diciendo: “Bebed de
ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza , que es derramada por muchos para el
perdón de los pecados.”
Y os digo que
desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día en que lo beba
con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre.”
Durante treinta y tres años (y más) ha
acechado el Demonio a Jesús de Nazaret; en esta última semana de su vida humana
ese acoso ha sido constante, permanente, incesante. Todos, absolutamente todos los que se
encuentran cerca del Señor, propios y extraños, han recibido instigaciones del
Diablo; algunos las han superado, otros no.
Pero Cristo encuentra el lugar y el
momento para tener un acercamiento íntimo, por última vez, con sus Apóstoles;
es la más significativa de sus reuniones, la Institución de La Sagrada Eucaristía. Lo hace en una cena muy especial que han
preparado, dos días antes de la
Pascua ; pues, como Galileos, tenían aprobado por los
Sacerdotes del Templo realizar dicha celebración (cuando hacían el viaje a
Jerusalén), con tal anticipación, o en la postrimería inmediata a su arribo a la Ciudad de David, si fuera
el caso. Así, ellos celebran la fiesta
el doce de Nissan, en lugar del catorce como era la costumbre, pero dentro de
los preceptos judíos.
Por supuesto, las viandas más
importantes son el pan y el vino; ya que a partir de ese inconmensurable
momento, alcanzarán el significado más celestial de cuanto alimento exista: El
Cuerpo y La Sangre
de Cristo. Todos los días que veo al
Sacerdote (el Nuevo Cristo Jesús), levantar la patena con el pan y el cáliz con
el vino, repitiendo esas Divinas palabras de La Consagración , mi
mente se retira del lugar en donde me encuentro, queriendo llegar a aquel
importantísimo instante: Jesucristo les está enseñando la forma en que se
quedará con ellos (y con nosotros), por los siglos de los siglos; ya no como
una representación, sino con la in entendible transubstanciación de las
especies que Le contienen en toda su Divina Dimensión.
No, en verdad no lo puedo explicar,
pues este es el acto de Fe – Esperanza – Caridad más grande que hay;
infinitamente superior a mi reducida inteligencia y portentosamente mayor que
mi limitada razón.
(Hay dos oraciones
que a mí me gusta rezar en el momento de la Consagración ; cuando
el Sacerdote tiene elevado el pan, mentalmente digo: “El Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, bendito, puro y santo, que
entregado por nosotros en la cruz, como Cordero de Dios, hizo posible nuestra
reconciliación con el Padre.” Y agrego: “Señor
mío, Señor mío, Señor mío.” Y
cuando el Sacerdote levanta el cáliz, digo en silencio: “La Sangre
de nuestro Señor Jesucristo, bendita, pura y santa, que derramada desde la cruz
para el perdón de nuestros pecados, hizo posible que nuestra alma espere la
resurrección de los muertos.” Y
ahora repito: “Dios mío, Dios mío, Dios
mío.” No me recuerdo desde cuando lo hago, pero efectuarlo me hace sentir
muy bien, me hace ir a ese precioso momento de la Salvación. Ojalá les sirva.)
A ninguno excluyó, ni siquiera al
traidor que allí estaba al acecho del Mesías.
(En ese mismo instante pudo haberse arrepentido de lo que ya había
hecho; pero él, Judas, decidió, libre y voluntariamente, no pedir perdón). Si ya de sí mismo el evento tiene un
acercamiento jamás logrado entre el Cielo y la tierra, entre Dios y los
hombres; el Señor le está dejando muy claro a Satanás que no importa cuánto se
peque, ni en cantidad ni en vileza; lo que importa es arrepentirse y pedir
perdón, ante lo cual, la Infinita Misericordia de Dios siempre se da en
favor nuestro.
Estaban todos: los que
sabían algo, y los que no tenían ni idea de lo que estaba ocurriendo; los que
creían profunda y sinceramente, y los escépticos e incrédulos; los que
entendían por conocimiento o por Fe y los que eran agnósticos al
acontecimiento. Estaban presentes, hasta
los que nada sabemos de ellos. Estos
Doce, con sus cualidades y defectos, con sus virtudes y pecados, representaban
a toda la humanidad de antes, durante y después de La Gloriosa Noche
Eucarística.
Hasta el Demonio se quedó pasmado
delante de tan Glorioso momento, porque aun estando allí (en el mismo Judas),
nada contrario al Bien sucedió. Solo se
sintió la Divina
Presencia del Hijo de Dios, de Dios hecho hombre. Así como digo: ¡Hasta Satanás enmudeció!
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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