Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Julio 6 del 2018.
DEL
LIBRO
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
46 de 130
Betania,
Provincia de Iudae
Martius XXXI
Año XXI del Reinado de Tiberio Julio César
INMERECIDA
REUNIÓN
“. . .
Está con nosotros un querido ‘gentil’ que el Señor ha puesto en nuestro camino;
pues seguramente Él se ha dado cuenta, por enésima vez, que, además de ser
indignos de nuestro Señor Iesus Christi, no somos capaces de llevar al cabo sus
mandatos como Él quisiera. El Paráclito,
el Sanctus Spirîtus, está guiando a este gentil para realizar una misión muy
especial que el César ha hecho llamar “Christus Mandatus”. Y en realidad lo es, pues no podría ser idea
humana que el Evangelio sea difundido también por escrito a las comunidades del
Pueblo de Dios, en donde radiquen prosélitos y creyentes del Mensaje sobre La
Buena Nueva.
“. . . Juzgo
necesario que todos sepan de qué se trata la labor que nuestro querido amigo
Veritelius de Garlla desarrolla, pues ésta puede llegar a ser de gran utilidad
para la propagación del Evangelio.
Veritelius y su gente se dedicarán a transcribir en arameo, griego y
latín, todas las enseñanzas que nuestro Señor Iesus Christi nos enseñó, y que,
ahora emanadas de la boca de Los Doce Apóstoles, podrán servir, dichos
escritos, para la instrucción del Pueblo de Dios; sin importar dónde se
encuentren o qué idioma hablen.
“. . . Todos los
que están dedicados por completo a este “Christus Mandatus”, gentiles en su
gran mayoría, están conscientes de la importancia de su trabajo, que ahora
hacen para el Emperador Romano, pero que al largo plazo están realizando por
Christo y el Evangelio; requieren de nuestra ayuda para redactar algunas de las
más importantes vivencias con nuestro Señor Iesus Christi. Por ello, les animo a tomar parte con sus
aportaciones cuando ellos lo soliciten, pues de esa forma estaremos facilitando
su labor.
“. . . Mathêo
Apóstol, el amigo de la infancia y adolescencia de Nuestro Señor Iesus Christi,
y ahora fiel servidor de Él, ya ha comenzado una de estas redacciones y
Veritelius la tiene disponible en griego y latín; por lo que dichos escritos
serán tomados en cuenta para facilitar nuestra labor apostólica en la
propagación del Evangelio. Yo mismo he
enviado a Veritelius algunas oraciones e indicaciones que serán distribuidas a
su debido tiempo en toda la Diáspora, y que servirán para nuestra propia
instrucción con relación al Regnum Christi, que ha de ser establecido entre
todos los hombres en la tierra.”
“¡Alabado sea Iesus Christi!” Ha hablado el Príncipe de los Apóstoles,
Simón Petrus, a quien todos reconocen
como el líder de este selecto y bendito grupo de Los Doce; y lo ha hecho ante
la comunidad de Discípulos de Hierosolyma.
Así
ha empezado nuestra ansiada reunión; somos más de doscientas personas
perfectamente acomodadas en un gran espacio que han preparado Lázaro de Betania
y sus hermanas Marta y María; dueños ellos, de todo (o casi todo) cuanto hay en
este pequeño pueblo y las tierras circundantes.
Este hombre sí que es rico: tiene los olivares más grandes y productivos
de toda Palestina; es el proveedor principal del Imperio en todo el territorio
del Tribunus Legatus Pietralterra, de tres de las seis sustancias
indispensables en las fuerzas armadas: pan, aceite y jabón; (las otras tres son
vino, vinagre y carne).
Los
tres montes que integran la Sierra del Olivert, el Monte Scopus, el Monte de
los Olivos, (en donde se ubica también Getsemaní), y el Monte de Aisarín, son
tierra de Lázaro de Betania; los separa de Hierosolyma
el Valle de y Torrente del Cedrón, al Oriente de la Gran Ciudad. Esta propiedad ha pertenecido a la familia de
Lázaro, Marta y María desde hace más de ¡mil años! Los molinos que tiene Lázaro en Betania de
Iudae (para trigo y olivas), son más grandes que los míos en Villa Garlla en Mediolanum; y yo lo sé,
esto sí que es negocio. Estamos pues,
delante de uno de los más ricos hombres de la Provincia de Iudae; no tengo ni la menor duda.
Sin
embargo, nada tiene que ver su riqueza con la REVERENCIA y magnífica aceptación
que el hombre tiene entre la comunidad de Apóstoles, Discípulos y creyentes,
pues hay un evento en su vida que es muy significativo: ¡¡LÁZARO MURIÓ Y FUE
SEPULTADO; Y SU GRAN AMIGO IESUS
NAZARENUS, LE RESUCITÓ DESPUÉS DE PERMANECER CUATRO DÍAS EN LA TUMBA!! Esto sí que es algo sensacional, magnífico,
extraordinario. ¡¡¿Cuánto se puede podrá platicar con este hombre único, acerca
del Divino Rabbuni?!! Yo lo haré, no importa cuánto tiempo me
lleve.
Están
todos los que deben estar y muchos más; tengo la oportunidad de conocer y
saludar (al ser presentado por el mismísimo Apóstol Petrus), a ¡¡María, La Madre del Mashiaj!!, quien siempre está custodiada por María de Magdala y por
su prima, María, la esposa de Cleofás, los nazarenos; a los Apóstoles Felipe de
Bethsaida, Simón de Caná, Natanael Bartolomeo, Tomás el Gemelo y Matías, el que
sustituyó al traidor; en verdad que a estos hombres y mujeres todavía les queda
el reflejo de santidad del Divino Rabbuni,
basta estrechar su mano para ‘sentir’ su beatitud. Hay mucha más gente y todos
por el mismo estilo: hombres piadosos, mujeres prudentes; y jóvenes, todos son
jóvenes y entusiastas; como Gallio y Tito, a quienes estrecho a mí por el gusto
de verles entre esta multitud. De todos nosotros solo estamos cuatro, Tadeus,
Nikko, Lucanus y yo; los demás han
permanecido en Hierosolyma aguardando
mis órdenes.
Esto
es como la reunión de una gran familia; de las que se quieren, de las unidas,
de esas que solo se dan entre los pueblos que conservan tradiciones y lazos de
unión basados en la comprensión, la entrega, la procura del otro y el amor; ese
sentimiento que une a toda prueba.
–
Madre, éste
hombre es Veritelius, el gentil del cual le he hablado, que realiza la labor
que ellos llaman “El Christus Mandatus”; nos ha venido a visitar para las
fiestas y se quedará con nosotros para definir algunos arreglos de su trabajo. Así me ha
presentado el Apóstol Pedro ante María Madre, sin lugar a dudas, la más querida
de todos los asistentes.
–
Señora mía,
Madre del Salvador; el honor de conocerla no puede ser contenido en mi ser,
pues Usted es infinitamente más que yo.
Reciba el saludo noble y filial de Tiberio Iulius Cæsar, de mi familia y
de todos mis colaboradores. Le digo casi sin poder tomar aire para hablar,
emocionado.
–
¡Shalom
Veritelius, la Paz de Iesus Christi esté contigo!
María
de José, La Madre del Mashiaj, es una
madura y hermosísima mujer judía. En su
cara de finísima loza blanca, relucen majestuosos dos luceros azules del color
del mar de Capreæ; son sus ojos,
profundos y serenos, con mirada de paz y tranquilidad; la expresión de sus
delicadas facciones resaltan aún más, con una sonrisa suave y cándida que
mantiene de forma permanente. Sé que
tiene ya cuarenta y ocho años de edad, y sin embargo, yo juraría que aún no
cumple treinta. Viste una túnica estilo iudaicus color azul muy obscuro, con un
manto negro por fuera e indicus por
dentro; colores éstos del perpetuo luto de su amado Hijo y la viva y permanente
condición de espera. No he podido
evitarlo, cuando he estado delante de ella, ‘algo’ a doblado mis piernas para
caer de rodillas y tomar su delicada mano para estrecharla contra mi
frente. Ante el acto, La Gran Madre de
Dios ha alargado su sonrisa y me ha levantado tocando apenas mi mentón. Solo la rodean mujeres, destacando a su
derecha e izquierda La Magdalena y María Cleofás, sus inseparables ‘custodias’
María
de Magdala es más bella de lo que me habían dicho; yo jamás había visto algo
igual (y que conste que Lili, mi amada esposa es muy hermosa); los ojos de la
Magdalena también son azules, pero de tono obscuro, casi plúmbago; un lienzo
negro cubre ceñido su cabeza, sobre el cual se detiene un manto de lana cruda,
de tejido tosco y simple. Su mirar tiene
algo muy especial, pues no ve a los ojos de uno, sino al punto que está en
medio de ellos, justo en el ángulo donde terminan o comienzan nariz y
frente. No dice una sola palabra, solo
observa, y asienta o niega con su cabeza lo que alguien puede comentarle. El Apóstol Mathêo, quien la conoció en Magdala antes de hacerse Discípula del
Señor, me ha dicho que desde la muerte de Iesus
Christi, nunca habla con extraños; solo conversa, y en voz muy baja, con
María Madre; así ha sucedido desde los horribles acontecimientos de la Pascua
anterior.
María
de Cleofás es una galilea típica: robusta, fuerte y parlanchina; no obstante,
muy prudente. Sus ojos parecen dos
grandes gotas de miel que lanzan destellos por doquier; con cejas pobladas
negras como azabaches y pestañas rizadas realmente grandes, parecen las
ventanas de su alma. Solo su rostro
puede verse, todo lo demás de su cuerpo está cubierto con sus vestiduras, ni
siquiera sus manos son visibles, pues las cubre con su gran manto. Ella es la interlocutora de las otras dos
Santas Mujeres, que nada dicen si no es menester.
Atrás
de mí, en tanto yo voy saludando a cada cual que el Apóstol Petrus, acompañado de Zaqueo de Jericó,
me presenta, están Lucanus y Tadeus,
el primero emocionado hasta las lágrimas al estar frente a María Madre; y el
segundo atónito y silencioso como siempre.
Solo ha habido palabras de María para el joven antioqueno, a quien le ha
dicho:
–
El Señor espera
nuestro trabajo, Lucano; hemos de empezarlo pronto.
–
Cuando Usted lo
indique, Dignísima Madre del Salvador; cuando Usted disponga podemos empezar. Ha contestado el
joven médico de Antioquía de Syria a
María Madre.
–
En dos días; en
la casa de Juan en Yerushalayim, allí empezaremos.
–
Ahí estaré,
Santa Madre.
Promete gustoso Lucanus.
Las
horas pasan sin remedio; he saludado a casi todos los asistentes, a quienes el
Apóstol Petrus ha llamado por su
nombre sin fallar a uno solo. Hay de
todo en este polifacético grupo: letrados y lerdos; ricos y pobres;
sapientísimos rabbuni de la Ley y los Profetas y neófitos hasta lo más; pero
algo les distingue a todos cabalmente: su Fe en las enseñanzas del Divino
Maestro, su Esperanza en las Promesas del Evangelio y el Amor que se procuran
unos a otros. Yo podría decir que esto
es la diferencia entre esta gente y toda la demás; son fieles, sinceros,
humildes y devotos; todos iudaicus,
no hay un solo gentil entre ellos.
Todos
quieren saludar a todos; nadie quiere privarse de la oportunidad de conversar, aunque
sea por un instante, con Los Doce.
Cuando finalmente el Apóstol Mathêo
queda libre de quienes gustosamente le saludan, se acerca a nosotros con un saccus de piel delgada que trae colgado
de su hombro; me lo entrega y me informa que contiene más de cien papirus de sus nuevos escritos, que
deberán adjuntarse a los que ya hemos traducido y copiado: Su Nacimiento; La Adoración de los Magos de Oriente; La Huída a Egipto;
La Matanza de los Inocentes de Belén perpetrada por Herodes y su Regreso a
Nazará.
–
¡Después de
conocer a María Madre, esta es la mejor noticia que tengo el día de hoy,
Apóstol Mathêo!, le
digo al buen galileo. ¡Usted realmente
hace feliz y productiva nuestra estancia en Palestina, le agradezco mucho su
interés por el “Christus Mandatus”!
–
Son las reseñas
del inicio de la Predicación del Señor en Galilea; me aclara él, contienen entre otra cosas:
La Predicación de Juan el
Bautista
El Bautismo de Iesus
Nazarenus
Las Tentaciones en el
Desierto
El regreso a Galilea
El Llamamiento de los cuatro
primeros Discípulos
Las Bienaventuranzas del
Discurso Evangélico
El Cumplimiento de la Ley y
la Nueva Justicia
Sobre las Limosnas, La
Oración y el Ayuno
Las Recomendaciones
Evangélicas
Narrativa de Diez Milagros.
–
Rabbuni Mathêo,
¡está Usted cambiando la forma de Hacer Historia en el Mundo! Yo le aseguro que lo que Usted escriba, será
leído por más gente que lo que hayan escrito Platón, Aristóteles, Homero o
Virgilio, juntos.
–
Veritelius, me dice
sonriendo abiertamente el Apóstol, yo
entiendo tus emociones, pero que ellas no te lleven a magnificar en exceso los
logros; nunca más me vuelvas a llamar Rabbuni; porque Maestro solo uno: Iesus
Christi. Y recuerda que lo que nosotros
escribiremos no será ‘historia’, sino La Buena Nueva, lo que el Divino Maestro
nos enseñó para ser predicado al mundo.
–
Usted tiene
razón, Apóstol Mathêo; y sí, es por mi emoción; pero de algo sí estoy seguro:
lo que ustedes escriban será eterno, nunca dejará de leerse, de generación en
generación.
Hierosolyma,
Provincia de Iudae
Aprilis II
Año XXI del Reinado de Tiberio Julio César
EN CASA DE JUAN
Y MARÍA MADRE
La
casa que habitan María Madre y el Apóstol Juan, está situada en la parte más
alta de Hierosolyma, a unos cinco
estadios al sur de los jardines reales del Palacio de Herodes; cerca de la
puerta de los Esenios en pleno sur de la Ciudad de David. No es una gran mansión ciertamente, pero muy
cómoda para estos dos Santos de Dios que la comparten; tiene varias
habitaciones y un gran comedor que, abriendo las tres puertas que dan hacia la
pérgola del gran patio, puede albergar mucha gente. Todo cuanto hay en la Sanctus Domus, tiene un lugar específico
y está reluciente de limpio, a pesar de que en esta casa siempre hay gente
extraña a ella, pero afín a quienes la habitan.
Por supuesto, todos queremos convivir con María de José, la Bendita
Mujer que el Hijo de Dios escogió para que fuera Su Madre. En este lugar ‘se parte el pan’ todos los
días entre los iudaicus con la
presencia de Los Doce, Discípulos y creyentes invitados; lo hacen ‘en memoria
del Señor’, como ha dicho Tomás, repitiendo las palabras del Divino Rabbuni.
Hoy
hemos llegado Zaqueo, Lucanus y yo
(acompañados de Gallio y Tito, quienes son la fascinación de la Santa Mujer
desde que les conoció), para cumplir el ofrecimiento que hizo el joven médico,
de iniciar de inmediato lo que María Madre le dijo: “El Señor espera nuestro trabajo,
Lucano; hemos de empezarlo pronto”.
Lo que sucederá aquí, entre estas ‘cuatro paredes’, desde mi punto de
vista es algo único e irrepetible, porque además, todo cuanto se escriba acerca
del Divino Rabbuni, habrá de
cotejarse contra lo que su Santa Madre le dijo a Lucanus de Antioquía.
Yo
no sé si a esto podamos llamarlo “EL EVANGELIO SEGÚN MARÍA MADRE”, porque Ella
sea la ‘fuente de datos’, pero lo que sí sé, es que verdaderamente es un regalo ‘a posteriori’ de Iesus Nazarenus. Lo que
escriban Mathêo, Pedro y Juan, tendrá
grandes enseñanzas, elevadas consideraciones, espiritualísimas acepciones, no
lo dudo; pero lo que María Madre le narre a ‘Luca’, como le ha dicho la Santa
Mujer al joven médico, tendrá el ‘punto de vista de la Madre del Señor’. Es muy probable que encontremos: dulzura,
candidez, serenidad, amabilidad y amor; sobre todo esto, amor, porque esos es
lo que María irradia en cuanto hace y dice, Amor Venido del Cielo.
Conversamos
sobre todo y sobre nada; la angelical voz de María Madre inunda de Gracia las
habitaciones, haciendo que todos guarden absoluto silencio y solo sea escuchada
su melodiosa voz. El arameo ciertamente
no es una lengua de tonos agradables, como pudiera ser el latín, y sin embargo,
en sus labios resuena como de otro ‘estrato’, como celestial.
–
Veritelius, me dice la Santa
Mujer, que gran labor es esta del
‘Christus Mandatus’; y que bueno que lo hagas con tanto empeño y
dedicación, mas haz de saber, que nunca
nadie sabrá de ti en miles de años, hasta que otro Garlla escriba de tu vida. Nombres habrá que te suplanten hasta
entonces, pero los frutos de este afanoso interés tuyo serán bien aceptados por
todos; por propios y extraños.
–
Nada importa,
Madre Santísima, lo que de mí se diga o se deje de decir, es Su Divino Hijo
quien debe ser conocido; le contesto emocionado.
–
Así será, y lo
verás.
Me profiere la hermosísima Regina Cæli.
Solo
se quedarán Zaqueo (quien ha sido designado por los Apóstoles para acompañar a
María), Lucano y las Tres Marías; todos los demás dejaremos sus habitaciones y
su casa para que ellos trabajen denodadamente en la integración de “El
Evangelio de Iesus Christi, según María de José, Madre del Salvador.” A partir de hoy, yo podré decir que Aprilis II es la fecha más significativa
de mi vida; conocí a La Mujer, más aún, a ‘La Bendita entre todas las mujeres’.
CAPÍTULO SÉPTIMO
“Euntes in mundum universum…”
(“Id por el mundo. . .”)
Hierosolyma,
Provincia de Iudae
Aprilis VII
Año XXI del Reinado de Tiberio Julio César
¡A VIAJAR SE HA
DICHO!
Tal
parece que para los iudaicus viajar
es contrario a su naturaleza; si se trasladan de algún lugar a otro, solo lo
hacen para volver a asentarse casi permanentemente a donde llegan; según sus
anales históricos, los cuarenta años que pasaron ‘vagando’ por el desierto de
Sinaí hasta llegar a la Tierra Prometida, les han de haber ‘quitado las ganas’
de trasladarse con frecuencia. Los
romanos, por ejemplo, nunca dejamos de viajar, es algo connatural a nosotros.
La
Diáspora es un buen ejemplo de esto: nació hace seiscientos cuarenta años,
cuando se los llevaron cautivos los caldeos; y la gran mayoría de ellos, no ha
regresado a su tierra; desde Babilonia viajaron, es cierto, pero solo para
establecerse en los lugares más di símbolos a sus costumbres. Están en todas partes sin haber batallado por
una sola de esas urbes: Alexandria, Apollonia, Cartago, Tripolitana e Icosium, en tierras Septentrionales de
África; están en Tiro, Sidón, Berytus,
Damasco y Antioquía en el área de Syria-Fenicia;
están en más de diez lugares por toda el Asia Menor; también se encuentran en
Filipos, Tesalónica, Athenæ, Corinthus y Petras, entre los pueblos
greco-macedonios; y en Italia ni qué decir desde las Meridionales Syracusa y
Neapolis a Roma, hasta Genua y Aquilea en el Septentrional italiano. Y más al Poniente del Mare Nostrum, es lo mismo; en la Gallia y en Hispania,
pululan los isrâêlis en muchos
pueblos y ciudades.
Todos
estos lugares tendrán algún día un Apóstol, un Discípulo, un Presbítero o un
Diácono dedicado a la enseñanza del Evangelio de Iesus Nazarenus; miles y
miles de prosélitos iudaicus para
ser instruidos en la Buena Nueva. A un año ya de la muerte del Divino Rabbuni Iesus Christi, solo el
Apóstol Jacob se ha animado a poner distancia de por medio; tres mil millas
romanas de Hierosolyma a Tarraco,
diez días de navegación sin parar; él, y Simón de Cyrene, en su natal Apollonia,
son los únicos que predican fuera de Palestina.
Pero eso va a cambiar a partir de ahora, pues ya está el plan de
predicación más allá de las latitudes de la Provincia de Iudae:
Mathêo de Cafarnaúm a
Etiopía en África Meridional.
Bartolomeo Natanael a Armenia en el Pontus.
Felipe de Bethsaida a Frigia y Panfilia.
Tomás el Gemelo a la lejana India.
Simón de Caná a Persia.
Judas Tadeo a Caldea.
Andrés de Bethsaida a Achaia en el Peloponeso.
Los
Apóstoles Simón Petrus, Santiago el
Menor, Matías y Juan hijo de Zebedeo, por el momento se quedan en Palestina;
hay más de mil millares de iudaicus aquí, que deben ser bautizados
en el nombre de Iesus Christi.
De
los Discípulos, que también serán enviados, están:
Lázaro de Betania a Cyprus.
José de Arimatea a Britannia.
Ananías el Justo a Damasco.
Bernabé de Cyprus a
Antioquía.
Epéneto de Perge a Cyracusa.
Andrónico y Jonia a Roma.
Ahora
sí esto empezará a funcionar como una fuerza de conquista ganando fieles y
adeptos para el Evangelio de Iesus
Nazarenus. Todos llevan la consigna
de predicar, bautizar e imponer las manos para ungir con el Sanctus Spirîtus; además, por supuesto,
de escribir. Yo ya les he explicado el
modo de funcionar del “Correo del
Christus Mandatus”; estoy seguro que pronto empezaremos a recibir misivas
de todos.
El
Centurión Nikko Fidias se quedará en Cesarea de Palestina para encabezar la Officina del ‘Christus Mandatus’ en Palestina; deberá coordinar la recepción y
envío de escritos Apostólicos en arameo y griego, ya que las traducciones al
latín se realizarán en Capreæ. También deberá arreglar los viajes de
Apóstoles y Discípulos por todo el Mare
Nostrum, tanto en partidas como en posibles regresos, desde y a Hierosolyma. Será Emissarii de cuanto suceda en Syria-Fenicia, Galilea, Samaria y la
Provincia de Iudae. No tendrá funciones como militar romano,
salvo la orden de los hombres de su escolta, seis Soldados Legionarios, que a
la vez serán sus correos ecuestres.
Lucanus se quedará
permanentemente en Hierosolyma, con
María Madre, hasta que termine las redacciones de cuanto haya necesidad de
escribir para lo que yo he llamado “El Evangelio de Iesus Christi, según María
de José, Madre de El Salvador.”
En tanto Ella no cambie su residencia, Lucanus tampoco lo hará.
Nikko será quien atienda todas las necesidades de este grupo.
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
Tu Palabra es La Verdad.
También me puedes seguir en:
Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio
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