Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Junio 27 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
35 DE 77
IV.2.- JESÚS, SALVADOR DEL MUNDO
(Jn
3, 16-21)
“. . . Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no
ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que se salve por
él. El que cree en él, no es juzgado,
porque ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.
Y el juicio está
en que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz,
porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no
va a la luz, para que no sean censuradas sus obras.
Pero el que obra
la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas
según Dios.”
Esta es solo una parte del magnífico
discurso (que por supuesto solo pudo haber transcrito San Juan, por lo elevado
de su contenido), que nuestro Señor le dice a Nicodemo, en ocasión de la
entrevista que sostuvieron una noche en Jerusalén. Este hombre, era un Fariseo prudente (parece
contradictorio, pero así era), que verdaderamente creía en Jesús como el
Mesías. Puede decirse que era de los
pocos ‘Rabboni’ de la Ley que no estaban poseídos
por Satanás; pues como sabemos, la gran mayoría quería matar a Jesucristo.
Ha sido precisamente Juan, hijo de
Zebedeo, el que ha arreglado el encuentro del Maestro y el Fariseo. Ha tomado, según él, todas las precauciones
que el evento amerita; inclusive ha previsto que la reunión sea de noche, para
evitar a los judíos. Y para colmo del
desatino del Fariseo, el Divino Maestro habla largo y tendido de la luz. Se refiere a sí mismo como la ‘Luz que ha
venido al mundo’; igualmente, la verdad y el bien son comparadas por el Señor
con la luz, la claridad, lo diáfano. Muchos
escritores cristianos expertos en Teología han desmenuzado el significados de
tan profundas y elevadas palabras (yo, definitivamente no puedo hacer lo que
ellos; en primer lugar porque no soy teólogo y en segundo lugar porque la
intención de este libro no es esa), enseñándonos el alcance de Cristo Jesús en
su discurso. Aquí solo veremos dónde
acecha el Demonio al Mesías.
Juan lleva ya tres años trabajando en
el Ministerio del Señor; antes fue discípulo de Juan el Bautista por un tiempo
igual. La edad del Joven Apóstol en este
momento ¡no supera los veinte años!, sin embargo, siempre ha dado muestras de
una gran espiritualidad. Su intención,
al concretar la entrevista de Jesucristo y Nicodemo, no es otra que poder
eliminar los antagonismos que se han generado por la Predicación del Señor
y la mala actitud de parte de escribas y fariseos hacia Jesús. Juan, que no tiene ni estudios ni
conocimientos que apoyen su actitud, sino solo Fe – Esperanza – Caridad, ha
logrado la única entrevista privada entre un miembro del Sanedrín y el Cristo.
¿¡De qué se trata!?
Habrá dicho Satanás. ¿Qué es lo
que este Apóstol chamaco quiere que suceda; que Jesús convierta a esta ‘raza de víboras’ que durante tanto
tiempo he estado preparando en su contra?
¡¡Eso, no!! Definitivamente eso no sucederá, diría el Demonio, quien
permanece en acecho del Mesías.
Sin embargo, la labor de Juan es ya de
sí atrevida y trascendental, pues ha hecho posible que en aquel momento haya
habido sano discernimiento en un Fariseo y él mismo haya podido registrar las
palabras de Cristo Jesús respecto de Su Vocación Salvadora en el mundo, amén de
su sapientísimo discurso sobre La
Luz y La
Verdad. El parlamento
de Jesús está dirigido al Príncipe de las Tinieblas, como el mismo Señor lo llama
en varias ocasiones, y le está dejando claro que todo eso se llevará al cabo;
que nada podrá hacer el Diablo para evitarlo, ni para impedir la Redención. “. . . Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna. . .”
Esto
seguramente no lo ha entendido Nicodemo (ni Juan tampoco, por supuesto), pero
sí lo ha comprendido el destinatario final, que es Satanás. ‘Amor
de Dios al mundo’; ‘Hijo unigénito’; ‘crea en Él’; ‘no perezca’; ‘vida eterna’. Todos son conceptos perfectamente claros para
el Maligno, y además contrarios a su incesante labor de perdición de lo creado
por Dios.
Bien se puede afirmar que este era el
monólogo final que Jesucristo quería dejarle a su permanente acosador; lo pudo
haber hecho directamente (esto es, sin humanos de por medio), pero el Señor
prefirió que fuera con la presencia de un hombre de gran Fe (Juan) y otro de
gran Esperanza (Nicodemo), persiguiendo en sus actos la Caridad. Así , solo Virtudes
Teologales; solo bien para vencer el mal.
“. . . Porque Dios no ha enviado a
su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que se salve por él. El que cree en él, no es juzgado, porque ha
creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. . .” Otra vez, para nosotros es más o menos
fácil entender estas Divinas Palabras; dos mil años de Magisterio de la Iglesia las han explicado
suficientemente; pero Nicodemo y Juan, inclusive, yo no creo que hayan tenido
idea de su celestial significado.
“. . . Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que
no sean censuradas sus obras. Pero el
que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras
están hechas según Dios. . .” Estas
frases sí les han de haber quedado muy claras a todos. Nicodemo: la próxima vez
que quieras que nos veamos, que sea a plena luz del día. Juanito: no me hagas citas de noche, y menos
con fariseos.
Satán: ¿ya te diste cuenta que algunos
de los discípulos del Señor, especialmente este Joven Apóstol, están trabajando
arduamente contra tu acecho? ¡Te vas a
tener que multiplicar mucho para no ser derrotado! ¡Y lo serás!
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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