Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Junio 6 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
32 DE 77
III.10.- BARTIMEO, EL CIEGO DE JERICÓ
(Mt
20, 29-34; Mc 10, 46-52; Lc 18,
35-43)
“. . . Y cuando
salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el
hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al
camino.
Al enterarse de que era Jesús de
Nazaret, se puso a gritar: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!’ Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David,
ten compasión de mí!” Jesús se detuvo y
dijo: “Llamadle.”
Llamaron al ciego,
diciéndole: ‘¡Ánimo, levántate! El Señor
te llama.’ Y él, arrojando su manto, dio
un brinco y vino ante Jesús. Jesús,
dirigiéndose a él, le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le dijo: ‘Rabboni, ¡que vea!’ Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha
salvado.” Y al instante recobró la vista
y le seguía por el camino.
Este día, en la menos judía de las
ciudades de Judea, en Jericó, el Señor le dio una lección a todos de lo que
logran la Fe – La Esperanza – La Caridad : el bien. Fe y Esperanza de Bartimeo, el ciego, quien
quiere ser sanado; Caridad del Mesías, quien atiende la súplica; y el bien,
recobrar la vista. Igual aprendió la
lección Satanás; pero a éste, las lecciones solo le sirven para mejorarse en la
aplicación del mal. Él siempre se
acuerda, por eso nos toma desprevenidos; pero no a Jesús que sabe del constante
acecho del Demonio.
Este es un ejemplo clarísimo de lo que
debe ser nuestra oración al Padre: “... Pedid
y se os dará; llamad y se os abrirá…”, ya nos lo había dicho el Señor. No importa cuanto ‘ruido’ tengamos a nuestro
rededor; no importa cuanto quieran desanimarnos otros; siempre debemos mantener
viva nuestra fe y nuestra esperanza para alcanzar el bien solicitado. Como este Bartimeo, al que no le importa que
le callen los demás, el ha gritado más fuerte y ha sido escuchado. Ruido a mi lado siempre voy a tener; como
entonces, ahora también el Demonio se dedica a hacer escándalos para que sienta
que no puedo ser escuchado, para que desista en mi oración. Eso es lo que él quiere, que no ore, que no
le pida al Padre, ni que le dé gracias por lo recibido.
Claro está, a los tres Evangelistas
Sinópticos les interesa el acontecimiento (costumbristas ellos, – inclusive
Mateo señala que son dos ciegos –), y lo narran para conocimiento de sus
lectores, pues tratar de callar a un indigente o inválido solicitando ayuda,
era algo que los judíos de cualquier parte del mundo juzgaban severamente. Sin embargo, Cristo Jesús no atiende al
mendigo por lo que le está pidiendo (pues solo le grita: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!’, sin pedirle algo
específicamente), le atiende porque ha ‘sentido’ su fe, ha ‘palpado’ su
esperanza. El diálogo al final es por
demás judío en toda su expresión: ““¿Qué
quieres que haga por ti?” El ciego le
dijo: ‘Rabboni, ¡que vea!’ Jesús le
dijo: “Vete, tu fe te ha salvado.””
Esta vez el Diablo se equivocó en el
fondo y en la forma del acecho, pues no tan solo no logró evidenciar al Mesías,
sino que permitió la adhesión de un discípulo más: “…Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino.”
No, por supuesto que no es casual que
alguien me calle o me desanime en mis oraciones; cómo va a ser casualidad si sé
que el Satán existe, y más aún, si sé que me quiere con él y no con Dios. Parece de niños, ¿verdad?; pues no lo es, es
de ‘grandes’, es de adultos. Es un
vínculo de unión entre Dios y los hombres que el Maligno siempre querrá romper.
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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