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miércoles, 6 de junio de 2018

De mi libro D.A.M. - 32 - Bartimeo, el ciego de Jericó

Santifícalos con La Verdad.

Ciudad de México, Junio 6 del 2018.

DEL LIBRO
EL DEMONIO AL ACECHO DEL MESÍAS

32 DE 77

III.10.- BARTIMEO, EL CIEGO DE JERICÓ
(Mt 20, 29-34; Mc 10, 46-52; Lc 18, 35-43)

“. . . Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.  

Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!’  Muchos le increpaban para que se callara.  Pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!”  Jesús se detuvo y dijo: “Llamadle.”  

Llamaron al ciego, diciéndole: ‘¡Ánimo, levántate!  El Señor te llama.’  Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino ante Jesús.  Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: “¿Qué quieres que haga por ti?”  El ciego le dijo: ‘Rabboni, ¡que vea!’  Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado.”  Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino.


         Este día, en la menos judía de las ciudades de Judea, en Jericó, el Señor le dio una lección a todos de lo que logran la FeLa EsperanzaLa Caridad: el bien.  Fe y Esperanza de Bartimeo, el ciego, quien quiere ser sanado; Caridad del Mesías, quien atiende la súplica; y el bien, recobrar la vista.  Igual aprendió la lección Satanás; pero a éste, las lecciones solo le sirven para mejorarse en la aplicación del mal.  Él siempre se acuerda, por eso nos toma desprevenidos; pero no a Jesús que sabe del constante acecho del Demonio.

         Este es un ejemplo clarísimo de lo que debe ser nuestra oración al Padre: “... Pedid y se os dará; llamad y se os abrirá…”, ya nos lo había dicho el Señor.  No importa cuanto ‘ruido’ tengamos a nuestro rededor; no importa cuanto quieran desanimarnos otros; siempre debemos mantener viva nuestra fe y nuestra esperanza para alcanzar el bien solicitado.  Como este Bartimeo, al que no le importa que le callen los demás, el ha gritado más fuerte y ha sido escuchado.  Ruido a mi lado siempre voy a tener; como entonces, ahora también el Demonio se dedica a hacer escándalos para que sienta que no puedo ser escuchado, para que desista en mi oración.  Eso es lo que él quiere, que no ore, que no le pida al Padre, ni que le dé gracias por lo recibido.

         La Ley Mosaica desde siempre consideró que habría pobres y mendigos entre el pueblo de Israel; muchas son las instrucciones en su favor en el Levítico y muchas las recomendaciones al respecto en el Deuteronomio.  Dios lo permite aún en el ‘pueblo escogido’, para fomentar el desprendimiento personal en bien del necesitado, para cultivar la donación, para ejercitar la caridad.  En tiempos de Jesucristo era costumbre ayudar a los mendigos; para los fariseos, constatar que alguien no daba limosnas fuera del Templo, era mal visto y hasta podía ser reprendido.  Agredir de cualquier forma a los mendigos (aún solo callándolos),  era un acto de poca educación o de malas costumbres.  En los imperios Helenístico y Romano pedir limosna era mal visto, y sin embargo, lo toleraban en casos justificados.

         Claro está, a los tres Evangelistas Sinópticos les interesa el acontecimiento (costumbristas ellos, – inclusive Mateo señala que son dos ciegos –), y lo narran para conocimiento de sus lectores, pues tratar de callar a un indigente o inválido solicitando ayuda, era algo que los judíos de cualquier parte del mundo juzgaban severamente.  Sin embargo, Cristo Jesús no atiende al mendigo por lo que le está pidiendo (pues solo le grita: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!’, sin pedirle algo específicamente), le atiende porque ha ‘sentido’ su fe, ha ‘palpado’ su esperanza.  El diálogo al final es por demás judío en toda su expresión: ““¿Qué quieres que haga por ti?”  El ciego le dijo: ‘Rabboni, ¡que vea!’  Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado.”” 

         Esta vez el Diablo se equivocó en el fondo y en la forma del acecho, pues no tan solo no logró evidenciar al Mesías, sino que permitió la adhesión de un discípulo más: “…Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino.” 

         No, por supuesto que no es casual que alguien me calle o me desanime en mis oraciones; cómo va a ser casualidad si sé que el Satán existe, y más aún, si sé que me quiere con él y no con Dios.  Parece de niños, ¿verdad?; pues no lo es, es de ‘grandes’, es de adultos.  Es un vínculo de unión entre Dios y los hombres que el Maligno siempre querrá romper.


§ § §


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli



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