Alemán Español Español Francés Inglés Inglés Italiano Polaco Portugués Portugués Ruso Chino
DA CLIC EN UNA BANDERA PARA OTRO IDIOMA

jueves, 26 de abril de 2018

De mi libro V.G. - 36 - Lucanus y Silvano

Santifícalos con La Verdad.

Ciudad de México, Abril 27 del 2018.

DEL LIBRO
Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil
36 de 130

Canea, Creta 
Iulius XXIX
 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César

LUCANUS Y SILVANO

Sóstenes Kirítis tiene un verdadero palacio en Canea; es una construcción muy nueva con lo mejor de los edificios griegos y romanos; tiene de todo, hasta de lo que uno no puede imaginarse.  La habitación en donde yo he pasado la noche es lo más confortable que haya yo disfrutado alguna vez; mármol, granito, madera, vidrio, telas, tapices; todo, absolutamente todo de finísima calidad.  Es difícil imaginar algo mejor; probablemente vaya a exagerar, pero esto es igual ‘o mejor’ que Capreæ mismo.  Es de dos plantas con un inmenso jardín al centro  con estatuas marmóreas de los Césares, cual ‘vero romano’; la parte inferior, es ‘socialis’; la superior ‘familiaris’.  Tiene más de treinta habitaciones en cada planta y todas están adornadas a luxus maxîmum.

Además, hay sirvientes para cada cosa y, o son diferentes en cada caso, o todos son iguales pero les visten distinto dependiendo del servicio que nos presten: hay los que atienden las thermas individuales o colectiva; los que preparan las camas; los que vigilan el sueño del huésped, los que sirven el ientaculum en la habitación a primera hora de la mañana; sirvientes para todo, uno solo tiene que mover los ojos y aparece alguien de este exclusivo ejército de paz y servicio.  Pax Romana en las provincias, más aún cuando se hacen negocios suculentos con el mismísimo César; este hombre debe ganar centenas de millares de ‘aureus’ por la fabricación de liburnas, galeras y navis mercantes para el Imperio.  Así lo atestiguan sus muelles.

No hay dianas de vigilia, porque no se necesitan; por los pasillos del palacio, un campanerus recorre todas las habitaciones señalando con una pequeña campanita el principio de las horas a los vigías en cada puerta, y dependiendo del huésped, éste actúa o no.  En mi caso, para la cita que Sóstenes ha arreglado con Lucanus de Antioquía, a la segunda hora de la mañana, se presenta el vigía y me avisa la hora y mi compromiso; Tadeus, que ya se encuentra en mi habitación, voltea a verme con cara de ¿qué es esto?, pues para nosotros esta atención es innecesaria, además de superflua; no dudo que otro tipo de personas, nuestros senadores, por ejemplo, sí requieran estos recordatorios.  En la militia, cada hombre de servicio realiza más de diez actividades diferentes, además de cuidar por su vida cuando nos atacan.  A parte de todos estos luxus, que espero nunca acostumbrarme a ellos, algo que sí debo empezar a asimilar, es a la cantidad tan grande de gente joven que no está en el Ejército Imperial; esto habla muy bien de lo que durante cuatro generaciones hemos logrado en Roma y muchas de sus Provincias aliadas: Pax, Iustitia, Tranquilitâtis.



En punto de la segunda hora, bajo junto con Tadeus al salón en donde conversaré con Lucanus, atendiendo las diligencias de Sóstenes. El hombre ya está esperando en el lugar (un punto a su favor, es puntual), está perfectamente limpio y arreglado (otro punto a su favor, es cuidadoso) y es joven (debo decir que otro punto a su favor, pues seguramente me subsista).  Veamos qué tiene adentro:
       Tribunus Legatus Veritelius de Garlla; se adelanta a recibirme en el pasillo, en donde nos detenemos un momento, es un inmenso honor conocerle personalmente, mi nombre es Lukkas y soy oriundo de Antioquía, en la  Provincia Romana de Syria.
       Estás muy bien recomendado por nuestro amigo común, Sóstenes, quien me ha dicho de tu interés por que platiquemos. ¿Dime Lucanus, qué podríamos tener de interés común?, inquiero al joven, en tanto nos encaminamos al salón.
       Soy médico de profesión; de madre griega y padre fenicio; ella cree ser de la diáspora judía en Asia Menor y él siempre relacionado con la militia, ahora sirviendo para los romanos como medîcus en campaña; siendo de él de quien aprendí a curar enfermos.  Hace diez días estuve en Apollonia, en donde conozco y trato por mi oficio a mucha gente con diversos males y dolencias; supe de su estancia en ese lugar por Simón de Cyrene, a quien también conoció Usted allá y quien me habló de su fascinante ‘proiectus’: “El Christus Mandatus”.
       Bien, Lucanus, interrumpo al hombre, nosotros no necesitamos un médico dentro del grupo; y espero no requerirlo nunca.
       Tampoco yo deseo que Usted lo necesite alguna vez, Tribunus Legatus, pero no son mis conocimientos de medicina lo que me anima acercarme a Usted, sino mis estudios sobre el pueblo Hebraicus y sus costumbres.  Mi madre siempre hablaba de ellos, pero desafortunadamente sabía pocas cosas, pues en su familia fueron apartándose de sus costumbres.  Un día me pidió que investigara acerca de sus antepasados y ello ha motivado una pasión en mí por conocerlos.  Tengo cientos de ‘papirus’ escritos de los estudios que he realizado; pues frecuentemente viajo para atender enfermos entre Antioquía y Apollonia, un trayecto que cubro dos veces al año, y el cual aprovecho también para mis indagaciones.  Ahora solo traigo conmigo los rollos referentes a “Las Cronologías del ‘Mashiaj’ Iudaicus”, en el cual Simón me ha ayudado enormemente, como Usted podrá imaginar.
       Sí, me imagino bien, le contesto mostrando un  poco más de interés por lo que me ha dicho; y seguramente lo que has escrito está en griego y yo ni lo leo, ni lo hablo, ni lo entiendo, Lucanus.
       No, Señor, ni lo necesita; pero yo sí y además domino el latín y el arameo.  Si Usted me lo permite, puedo enseñarle lo que he hecho; por ejemplo, las relaciones que hay entre los oráculos o profecías de Isaías y Jeremías y el ‘Mashiaj’, quien pudo haber sido Iesus Nazarenus.
       ¡Vaya, eso sí puede ser interesante Lucanus!, animo al joven hombre en su planteamiento, veamos qué tienes.
Este es otro ‘caído desde el cielo’, enviado por ‘alguien’ interesado en el “Chistus Mandatus’.  Por supuesto que le voy a aprovechar; con todas las ‘casualidades’ que se me han presentado últimamente, sería tonto que no le escuchara con interés.  Le ordeno a Tadeus que traiga de inmediato a Nikko Fidias, para que se integre con nosotros en el asunto. 

Lucanus es rubio, con el pelo dorado como si fuera teutón, con ojos color celeste, de mediana estatura, delgado, y con unas manos tan largas y delicadas, que parecieran de cerámica; su pelo es muy recortado y se afeita como romano, parece un Adonis, pero éste no se ha casado y a sus treinta y tantos años, dice que por ahora solo piensa en sus investigaciones; que no las va a dejar y que no quiere por ello, hacer una familia infeliz.  Trae una túnica de lino crudo y una toga con mangas de muy buena calidad, lo que me hace preguntarle si es en eso en lo que gasta sus ganancias:
       No, Señor, esta ropa me la ha dado Sóstenes; me dijo que de ninguna manera podría usted verme con los harapos que traía; los cuales, por cierto mandó quemar. Contesta el joven médico con una sinceridad casi infantil, que a mí me hace reír de buena forma.

Ya todos reunidos y con los papiros extendidos sobre una mesa, él empieza a explicarnos sus indagaciones y durante dos horas seguidas, no deja de hablar ni siquiera un instante.  Realmente conoce el tema y sí, verdaderamente le apasiona.  Tanto Nikko como yo estamos absortos con lo que nos explica y más de una vez nos volteamos a ver con gran incredulidad y admiración por sus conocimientos.
       Muy bien, Lucanus, me has convencido; te voy a decir qué es lo que quiero que hagas en el “Christus Mandatus”:
     Vas a investigar y a escribir acerca del Evangelio de Iesus Nazarenus, el Christus, como para que lo entendamos todos, aún los que no seamos     ‘iudaicus’ y nunca hayamos tenido nada que ver con el pueblo hebreo.         Que todo lo que digas sea verdad; y si no es posible comprobarlo,         entonces no lo escribas.
1.   Investigarás los orígenes de Iesus Nazarenus, su genealogía, su nacimiento y su vida antes de ser Ungido como el ‘Mashiaj’.
2.     Su preparación y las cosas que sucedieron antes de su Ministerio.
3.     El Ministerio de Iesus Nazarenus en Galilea.
4.     Su último viaje a Hierosolyma.
5.     Su Ministerio en esa Ciudad de David.
6.     Su Pasión: Traición, Prendimiento, Juicio y Muerte.
7.     Su Resurrección, Apariciones y Ascensión a los cielos.
         No vas a escribir en rollos, sino en hojas de papiro y solamente por una cara, para que no haya errores en la lectura de cuanto escribas.  Lo      redactarás en griego, que es tu lengua materna, y nosotros lo          traduciremos al latín. Vivirás en Palestina, especialmente en Galilea,        en donde te contactarás con los Discípulos de Iesus Nazarenus, quienes        serán tu fuente de información y desde donde me enviarás remesas          mensuales de tus escritos.
Todo cuanto escribas será revisado y autorizado por Los Doce      Apóstoles, o quien ellos decidan; nada será dejado a suposiciones ni a     juicios temerarios; siempre habrá de ser la verdad: diáfana, entendible y contundente; sin filosofar ni interpretar, sino solamente narrando lo dicho    y hecho por Iesus Christus Nazarenus en su vida.
Nada más harás; ni curar enfermos, ni predicar sobre estas cosas, ni       tomar partido en reivindicaciones o acusaciones de ninguna especie; solo investigarás y escribirás.  Habrá muchas otras asignaciones para ti, pero ahora ésta es la única que tendrás.
Te entrego mil ‘aureus’ para cuanto requieras; todo cuanto gastes te       lo repondré de ellos y te pagaré además, cien ‘aureus’ por cada hoja      que me envíes. Cuando termines tu trabajo, si éste es aprobado,    quintuplicaré lo que hoy te doy.  Vivirás con salvoconductos que yo te daré y facilitarán tu labor en todo el Imperio Romano; con ello podrás    hacer y ordenar que se haga, más de lo que siquiera hayas imaginado.
Que te quede claro, Lucanus, no estás haciendo esto por dinero, sino para la posteridad; pero no quiero ni que tus necesidades, ni que tu ambición, distraiga la tarea más importante de tu vida: ESCRIBIR SOBRE EL       EVENGELIO DE IESUS NAZARENUS, EL CHRISTUS, según la perspectiva clara y sin tendencias, de Lucanus de Antioquia.
         Nadie jamás deberá saber que haces esto porque yo lo he indicado; la orden no es mía, en todo caso es del Hijo de Dios.
         ¿He sido claro en lo que he dicho, Lucanus?, ¿Tienes alguna duda al     respecto?, ¿No estás de acuerdo con algo?
       Ha sido muy claro, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla y nada tengo que preguntar sobre el asunto; le agradezco a Dios y a Usted que me haya aceptado dentro de su muy selecto grupo.
       Lucanus de Antioquía, a partir de hoy tienes un objetivo dentro del “Christus Mandatus”, si lo cumples, la Historia te lo reconocerá con su memoria; si lo incumples, con tu vida pagarás; y yo seré quien lo cobre.
     ¡Ave Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!, digo con todo ahínco.
       ¡Alabado sea Dios!; contesta el emocionado hombre.

Le doy también las indicaciones pertinentes para que esté reunido hoy mismo con todos nosotros, en la primera cena de revisión de resultados del grupo, antes de llegar a Capreæ y ser calificados por el Emperador.  Lucanus es otro de los ‘reclutados’ para el “Christus Mandatus” que ha llegado a nuestro grupo enviado ‘por quién sabe quién’; llegó en el momento ideal, ante la persona idónea, con la propuesta requerida.  Nuestro proiectus se está convirtiendo en el lugar más deseable en donde se quiera estar; con la gente más entregada con la que se pueda contar; y con la meta más ambiciosa que se pueda desear.  Eso es lo que después de muy corto tiempo podemos entregarle al César, una realidad que puede llegar a crecer tanto, como nada haya sucedido antes en el Imperio.


El siguiente ya se encuentra esperando, es Silas, el Cretense, Ius Latii Romano, de apenas veinticinco años de edad; otro apasionado de los iudaicus, sin serlo él mismo, que se ha enterado del “Christus Mandatus” y quiere colaborar con nosotros.  Tadeus lo hace pasar al salón en donde estamos reunidos, habiendo despedido ya a Lucanus:
       ¡Ave César!, Tribunus Legatus, Veritelius de Garlla, me honra saludarle personalmente y le agradezco me reciba en audiencia, espero no desperdiciar su valiosísimo tiempo; me dice muy propio el joven cretense.
       ¡Ave César!, le devuelvo el saludo; preguntándole el por qué del respeto en el saludo romano y en cambio su negativa de asistir a la cena de nuestra llegada ofrecida por Sóstenes, su coterráneo.
       Perdóneme si le he ofendido con ello, Tribunus Legatus, pero la verdad es que en las anteriores reuniones en que he estado, no me ha ido muy bien con los romanos; sin embargo, ya veo que también hay Legionarios prudentes en el comer y beber, como Usted, Señor, por lo que me apena mucho no haber estado presente.  Nuevamente, por favor, acepte mis disculpas; me dice el joven verdaderamente apenado.
       No tienes que disculparte, Silvano, a mí no me has ofendido; solo que me pareció extraño que alguien que no quiera convivir con nosotros en las celebraciones, salude tan ‘propiamente romano’ como tú acabas de hacerlo; le digo para suavizar su malestar, sin lograrlo, pues me dice:
       ¡No, Señor, no es que no quiera convivir con romanos!; yo amo a Roma y a su Imperio; creo que es lo mejor que le ha sucedido a la humanidad en toda su existencia; lo digo de verdad, no como parte de mi disculpa, sino porque estoy convencido de ello, Tribunus Legatus, agrega contrariado el robusto joven y continúa, mi real problema es que como y bebo mucho menos que cualquiera de Ustedes y termino en muy malas condiciones, Señor, lo que me apena aún más. Ante tal sincera confesión, no puedo hacer más que reír junto con Tadeus.
       Bien, Silvano, en ese caso sigue apartándote de los romanos. Le digo todavía sonriendo.  Dime, Silas, ¿qué sabes de nuestro ‘proiectus’ y por qué Sóstenes quiere que te incorpores a él?
       Tribunus Legatus, he viajado por todo Achaia y Macedonia; por Asia Menor, Palestina, Egipto y Cyrenaica, haciendo negocios con los ‘isrelis’, a los que compro y vendo telas; son los mejores negociantes que conozco, más hábiles aún que los fenicios.  Me tocó estar en Hierosolyma cuando llegó Iesus Christus a la ciudad, para celebrar la última Pascua que vivió. Fue tal la algarabía que armaron allá, que yo estaba seguro que era el ‘Mashiaj’ liberador y conquistador que todos están esperando, Señor; pero no fue así, según me ha explicado Simón, uno de los Doce Apóstoles, a quien conocí en Iudae; y a quien mucha gente identificaba como el ‘Comandante de la Milicia’ que reuniría Iesus Nazarenus para combatir al Imperio, pues él tenía antecedentes con los zelotes.  A mí me encantan sus tradiciones y costumbres, así como la forma de su religión, Tribunus Legatus. Me explica el joven Silas.
       Dime, Silvano, ¿para qué nos sirven tus contactos con los iudaicus y el conocimiento que de ellos tienes en el, “Cristus Mandatus”?, le pregunto.
       Toda la comunidad judía de la diáspora en Achaia, Macedonia y Asia Menor, que por cierto es muy numerosa, se está dividiendo en función de Iesus Nazarenus, Tribunus Legatus; y aún entre ellos, entre conversos y prosélitos iudaicus, ya no se quieren tratar directamente, pues ambos se consideran blasfemos, bien sea a las costumbres anteriores o a las nuevas formas de los Discípulos del Christus.  Mejor aceptan la mediación de un ‘gentil’, alguien que no es ‘iudaicus’, como yo, que verse entre ellos para tratar asuntos que los relacionen, especialmente negocios.  El ‘Christus Mandatus’ necesariamente tocará a ambos bandos y es bueno que Usted tenga alguien que los pueda identificar y relacionarse con ellos.

Silvano es un hombre corpulento, de piel quemada por el sol, de ojos color miel que reflejan como centellas toda la luz que reciben.  Uno podría decir que es un auténtico isrâêli por sus angulosas facciones, a pesar del tamaño que tiene; me imagino con él al Sansón de las Historias de la Biblos Hebraicus que estamos leyendo.  Sí, tiene mucha razón en lo que ha manifestado, si en algún lugar se pueden dar confrontaciones entre esta gente, será en ese tipo de ciudades y comunidades, en donde la colonia de iudaicus es numerosa.
       Dime Silas, ¿en qué lugares se encuentra esta situación?, le pregunto.
       En Corinthus, en Athenæ, en Tesalonik; en Neapolis y en  Ephesus; eso en el Mare Ægeum. Pero también en Antioquía, Iconio, Listra y Tarso, de donde es Saulo, el discípulo del Gamaliel, que no quiere a los de las nuevas creencias. Y por supuesto, Hierosolyma y Alexandria.  Debo decirle, Tribunus Legatus, que después de estas dos ciudades, Roma es la ciudad con más Iudaicus en todo el territorio del Imperio.

Estas sí que son noticias sorprendentes, y este hombre realmente conoce a la gente con la que tarde o temprano tendremos contacto.  Silas será un hombre más que incluiremos en el “Christus Mandatus”; otro ‘caído del cielo’ que vamos a aprovechar.
       Bien, Silvano, vamos a empezar a trabajar juntos.  De ahora en adelante los viajes que hagas para atender tus negocios, no te van a costar; los harás en las liburnas de correo del César entre esas ciudades. Igualmente podrás utilizar ese servicio para enviarme la información que yo requiera o que tú tengas.
Vas a integrar una tabulae por cada ciudad o pueblo en donde la comunidad de ‘iudaicus’ sea muy numerosa o bien muy poderosa      económicamente.  Quiero que me listes en ellas los nombres de los veinte          hombres hebraicus más importantes; su negocio; sus posibles contactos    en otras ciudades y sus parientes; no importa su bando, si tradicionalistas        o liberales, o aún si fuesen indiferentes.  Los datos habrán de ser verdad     en todos los casos, a una sola comprobación de falla por mis hombres      encontrada en tus registros, se termina nuestra relación.  ¿Está entendido,          Silas?  Cuando tengas la información, pactamos tus ganancias.
       Gracias, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, será un honor trabajar para Usted en el “Christus Mandatus”.
       Una última cosa, Silvano; le digo al joven cretense;
       Dígame, Señor, dice él con toda propiedad.
       Nunca más te rehúses asistir a una celebración romana; menos aún si a ella concurren altos jefes militares del Imperio Romano; por más que te saquen arrastrando de borracho, asistirás a ella.  ¿Está claro, Silas? Le digo riendo casi en mofa.
       Así será Señor; me contesta el joven cambiando de colores en su rostro.
       Hoy hay una, lo sabes; y allí deberás estar, ¿de acuerdo?
       Sí Tribunus Legatus, allí estaré con gusto.

Durante mis entrevistas, las dos muy largas en función de lo interesante de los hombres de que se trataba, Silenio y Sóstenes han mantenido sus contactos de información respecto de la “Liburna Christina”; también han estado en ellas Tremus y Diófanes, mis expertos en el mar en cuanto a asuntos militares; seguramente en la cena tratarán algunos de esos asuntos conmigo.  Para mí, la navis se ha desempeñado muy bien, inclusive en la tormenta que nos tomó por sorpresa cuando llegábamos a Cesarea de Palestina.  También al César le importará saber nuestra opinión respecto de la embarcación, pues deduzco que todas estas atenciones e interés del naviero, van en ese sentido.

Hace cuarenta y tres días vimos por última vez a Ícaro y a Galo, nuestros emissarii en Athenæ siguiendo al Fariseo Misael de Cafarnaúm, hermano de Mateo, el Apóstol de Iesus Christus; estamos todos a recibirles en el muelle, con gran alegría y satisfacción, pues han realizado un excelente trabajo informando acerca de sus indagaciones y están sanos y a salvo; con lo que estamos completos en el grupo inicial y ampliado del Imperator Proiectus, esto que hoy ocupa nuestras vidas: “El Christus Mandatus”. 

Nuestra cena no será ni tumultuosa ni espectacular como la organizada por Sóstenes Kirítis la noche anterior; será propia de la Militia Romana, pero sin los excesos que, como veo, nos hacen ‘tan famosos’. En el salón que nos ha facilitado Sóstenes no hay tricliniums, hay cinco mesas largas: una como cabecera y cuatro perpendiculares a ella.  Caben treinta personas en cada una y solo estamos quienes algo tengamos que ver con el proyecto.  Nadie más.  En punto de la hora onceava del día, ninguno falta en el lugar; y entonces me dirijo a ellos:
       ¡Soldados Legionarios Romanos! Todos nosotros formamos “La Centuria del Christus Mandatus”, una orden directa de Tiberio Julio César; única en el Imperio no tan solo por su nombre, pues cada una tiene el suyo, sino por sus órdenes, que no son de guerra, sino de Iustitia y Pax. Hasta hoy, más de cien días ininterrumpidos de trabajo en esta misión, me permito informarles que estoy orgulloso de ustedes por los resultados alcanzados. ¡¡Todos podrán hablar de su hacer con gran dignidad; pero más podrán decir del soberbio significado de este hacer!!

         En el futuro, los remerii podrán decir simplemente que remaban en la     “Liburna Christina” y que con la fuerza de todos, la nave se movía aún        que no hubiese viento; o bien podrán decir que parte de su vida, de su     fuerza y sus esfuerzos, los dedicaron a transportar por el mar a la gente     que cumplía una misión única en el Imperio Romano, la cual sin esos     esfuerzos nunca pudo haberse realizado cabalmente.  No solo remaron;          transportaron a los elegidos de éste compromiso.

         Los nautas podrán de forma sucinta sus peripecias marinas y sus   habilidades para amarrar, jalar y desamarrar cables y velas para arriba         y para abajo en muchos viajes realizados; o bien podrán decir que con    sus capacidades y habilidades aseguraron la continuidad de un esfuerzo     de grupo que dio como resultado el cumplimiento de los viajes de quienes   fueron escogidos para el “Christus Mandatus”; y que sin ellos       difícilmente          se hubiera logrado éste.

Los scriptôris de la misma manera, en el futuro contarán acerca de la     gran cantidad de tabulari de papiro que hubieron de escribir en unas    audiencias, entrevistas o reuniones en donde desarrollaban su trabajo al          mando de un Comandante ‘medio loco’; o bien podrán explicar lo   orgullosos que se sienten aún, de haber sido quienes transcribieron para          el César las primeras líneas de palabras, que alegaron el ansioso corazón         de nuestro amado Emperador.

Los Centuriones de mi escolta, esos valerosos hombres de la militia de mi amado Ejército Imperial Romano, cuando sean viejos y tengan algo que contar, podrán describir las escaramuzas, las vigilias, los momento     tensísimos y el esfuerzo físico e intelectual que tuvieron que soportar de    un insensible Superior Militar; o habrán de poder explicar cómo se le da   más valor al Honor, la Ley y la Justicia, a favor de un bien todavía mayor        de estos mismos: el “Christus Mandatus”, algo que no se hubiese       realizado sin que ustedes le hubiesen protegido.

Nuestros emissarii, los de ahora, Galo e Ícaro; y los del futuro, en donde quiero incluir a Lucanus de Antioquía y a Silvano de Creta, a quienes les presento ahora, los cuales a partir de hoy nos acompañarán en nuestras       campañas; seguramente podrán contar las peripecias que hubieron de     sortear para conseguir y enviar la información que les pedía un fanático       de los datos, que era su Comandante; pero también estarán en        posibilidades de magnificar justamente sus labores, diciendo que sin ellos         la toma de decisiones nunca pudo haberse dado en tan correcta forma como sucedió.  Podrán decir con orgullo que fueron los Mercurius          humanos del “Christus Mandatus”.
        
         Y nuestros Jefes, el Præfecto Silenio Abdera, en el mar; y el Centurión          Legionario Tadeus Tarquinii en tierra firme; estarán en posibilidad de          platicar, e inclusive de enseñar, cómo se planea una campaña sin armas          de hierro pero con acciones cortantes, tajantes, segmentantes; o bien          podrán explicar con maestría cuál, qué, cómo, cuándo, quién, dónde y por qué, hacer o dejar de hacer; hablar o callar; las penas y las alegrías de una misión siempre pensada para la posteridad en base a ellos; y que sin ellos no pudo haber sido: el “Christus Mandatus”.

         Y a mí, que todas las diosas y dioses romanos me amparen en su seno     porque les he fallado al final del camino, trabajando para sus rivales    hebreos: “Ya Havá Wé Hayá”, Iesus Christus y el Sanctus Spirîtus; por     quienes se a hecho y quienes han pedido que se lleve al cabo el “Christus        Mandatus”, nuestra Misión.

¡Centuria del “Christus Mandatus”, hombres todos del Magnus Imperius          Romano! Sentíos grandes de cuanto han hecho, ¡¡pero sentíos Magníficus          de los que significó su hacer!!
         Y antes de que me olvide: la paga de este mes de todos es al doble de lo normal; Veritelius de Garlla paga.
         ¡Ave Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!
       ¡Ave César!, ¡Ave Tribunus Legatus Veritelius de Garlla!, me contestan.
       ¡Ave César! vuelvo a gritarles a todos.
       ¡Ave César! ¡Ave César! ¡Ave César! responden ellos.


† † †


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli



Tu Palabra es La Verdad.


También me puedes seguir en:


Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio

No hay comentarios:

Publicar un comentario