Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Abril 25 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
26 DE 77
III.3.- JESÚS CAMINA POR LAS AGUAS
Y
PEDRO CON ÉL.
(Mt 14, 22-33; Mc 6, 45-52; Jn 6, 16-21)
“Después obligó
a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla,
mientras él despedía a la gente. Después
de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba
solo allí.
La barca se
hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues
el viento era contrario. Y a la cuarta
vigilia de la noche vino él hacia ellos caminando sobre el mar.
Los discípulos,
viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: ‘Es un fantasma’, y de
miedo se pusieron a gritar. Pero al
instante les habló Jesús diciendo: “¡Ánimo!, soy yo; no temáis.” Pedro le
respondió: ‘Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas.’ “¡Ven!”, le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar
sobre las aguas, yendo hacia Jesús.
Pero, viendo la
violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó:
‘¡Señor, sálvame!” Al punto Jesús,
tendiendo la mano, le agarró y le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué
dudaste?” Subieron a la barca y el
viento amainó de inmediato. Y los que
estaban en la barca se postraron ante él diciendo: “Verdaderamente eres el Hijo
de Dios.”
Esta es una prueba más del acecho del
Demonio contra el Mesías. Ahora le toca
a Simón, Pedro, ser el instrumento de las insidias del Maligno. Hoy en día, nos atrevemos a decir: ‘Pero,
¿cómo se le ocurrió dudar?; era el mismísimo Maestro quien le estaba hablando.’ Sí, claro, a dos mil años de distancia del
acontecimiento es muy fácil juzgarlo; pero, ¿estamos considerando dentro de
nuestro juicio la participación del Diablo en el instante? Sin este ‘pequeño detalle’, juzgar a San
Pedro es impropio (aunque siempre lo será, claro).
En Tuxpan, Veracruz, el pueblo donde yo
nací, hay dos tipos de pescadores: los que navegan el río, río arriba (en donde
es cada vez más bajo) en barcas y lanchas; y los que navegan el mar, mar
adentro (en donde es cada vez más hondo) en barcos y buques. Yo navegué de chamaco con ambos. Con los primeros me daba miedo, el río es muy
grande, a veces más de un kilómetro de ancho; y con los segundos me daba pánico,
el mar es imponente por su tamaño y profundidad. Pero allí andaba yo, niño de un rancho, en
contacto con la naturaleza marina y fluvial; la obra de Dios, siempre
impactante.
Algo que recuerdo muy gratamente, es la
gran fe en Dios que estos hombres mostraban; cuando recién zarpaban, iniciaban
sus oraciones para que hubiese ‘buen tiempo’ y para que la travesía fuera
segura de ida y de vuelta. Y una vez que
se tendían las redes o se lanzaban los cordeles, oraban para que Dios proveyera
buena pesca. Un día pregunté por qué
rezaban tanto, y el Capitán del barco me respondió: “Aquí, si no rezas, estás
solo; y solo nunca se debe navegar. Y
para navegar, nada mejor que estar acompañado de Dios y de sus Santos.”
Miedo, eso es lo que causa la
duda. O quizá mejor dicho: duda, eso es
lo que causa el miedo. ¿Cuál será
primero? No importa; lo que sí es
relevante es saber que ambos son utilizados por el Demonio para acechar y que
muchas veces nos tropezamos en estas debilidades que son muy propias de todo
ser humano, pero que se vencen con Fe, con Esperanza y con Amor. Fe para no dudar, Esperanza para no temer y
Amor para la entrega. Hoy es muy fácil
saberlo; hay dos mil años de Magisterio de la Iglesia que cobijan, pero
entonces fue el ensayo y el error; y al cabo de muchas repeticiones se
estableció el proceso correctivo.
En estos días, igual que Simón
entonces, se quiere creer con las propias limitaciones; no se quiere del todo
el apoyo en Dios y por eso se falla, por eso se cae. La
Fe no es una cuestión humana, no; es un Don de Dios para los
humanos, a fin de que lo inadmisible, lo incomprensible, pueda ser
factible. Sin Fe, no hay forma de que se
conceptualice a Dios; porque Dios no es un concepto humano. Solo con la Fe puedo tener a Dios, y esto, porque Él así lo
quiere. Claro está que estos argumentos
también los sabe el Demonio y, ¡por supuesto que los usa!
¿Sabía esto Simón? Sí lo sabía, pero tuvo miedo, dudó y
falló. ¿Sabemos esto nosotros? Sí, sí lo sabemos; pero igual que Pedro,
dudamos, nos da miedo y fallamos. Un
pequeño juego de fuerzas entre Dios y el Satán que en aquella ocasión ganó el
Demonio, ‘gracias’ a la muy humana participación del ‘más osado’ de los
Apóstoles del Señor. Pero a Pedro no se
le olvidará nunca esta lección; es probable que en el futuro hasta niegue al
Maestro, pero nunca más dudará de que sea ‘el
Cristo, el Hijo de Dios Vivo.’
El colofón de este pasaje es
infinitamente más valioso que el mal instante que sufrió Pedro: “. . . Y los que estaban en la barca se postraron
ante él diciendo: ‘Verdaderamente eres el Hijo de Dios.’” Gracias, Satanás, muchas gracias por
permitirle a doce incrédulos que, con la intrepidez de uno, creyeran todos los
demás y él mismo. Así es siempre el
bien: presencia absoluta. Por eso el mal
es vencible, porque es ausencia en sí mismo.
“Vince in bono malum”
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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