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jueves, 5 de abril de 2018

V.deG. - 33 - El Juicio Militar a Poncio Pilatus


Santifícalos con La Verdad.

Ciudad de México, Abril 6 del 2018.

DEL LIBRO
Veritelius de Garlla, Apóstol Gentil
33 de 130

Cesarea de Palestina, Provincia de Iudae 
Iulius XXII
 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César


EL JUICIO MILITAR A PONCIO PILATUS

El edificio que utilizaremos, será el mismo que el usado para la Audiencia de Declaraciones del “Christus Mandatus”; solo asistirán Militares del más Alto Rango del Ejército Imperial Romano pertenecientes a la División Geográfica de Asia Menor, así como los Procuradores de Cyrenaica, Ægyptus y Syria-Fenicia, en razón de ser de su vecindad.  Todos son invitados, ninguno tendrá voz ni voto en el juicio; ni el mismísimo Tribunus Legatus Lauro Pietralterra.
Los únicos civiles que presenciarán la Audiencia del Juicio serán los Senadores asignados por Tiberio César al caso que nos ocupa:
         Senador Flavio Nalterrum – Presidente de la Comisión del “Christus                        Mandatus” del Senado Romano.
         Senador Homero Suetonius – Presidente de la Comisión de Credos,                         Doctrinas y Religiones, del Senado Romano. 
         Senador Milos Piridión de la Comisión para Asia Menor, Syria-Fenicia y                          Palestina del Senado Romano.
         Senador Artemius Laericum de la Comisión de Honor y Justicia Militar                            del Senado Romano.
         Senador Silvio Bequani de la Comisión de Jurisprudencia Provincial del                           Senado Romano.
Éste último, quedará a cargo de la Procura de Iudae en lo civil; en tanto Pietralterra lo hará en lo militar.  Todos han llegado el día de ayer en liburna especial desde Roma.

Nada resolvió Poncio Pilatos en el caso de los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás; y ellos tampoco se presentaron a declarar; por lo que habiendo pasado el plazo otorgado, la ley puede ser aplicada en su momento.  Esto será muy tomado en cuenta en el desarrollo del juicio.

La Sesión comienza con toda la pompa y circunstancia que el Imperio Romano da a este tipo de eventos: lugares especiales para las personalidades, reconoci-mientos públicos que sean menester, guardias de seguridad a pleno, estandartes e insignias y, por supuesto, loores a nuestro Jefe Supremo, el César.

       ¡Ave Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!, eleva la voz el Secretario; a lo que todos respondemos:
       ¡Ave César!, ¡Ave César!, ¡Ave César!; respondemos todos
       ¡Sesión de Corte Suprema Militar!
       Comparece el Procurador Romano, Gobernador de la Provincia de Iudae, General Magíster Legionario Poncio Pilatus.
       ¡El Honorable Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, Plenipotenciario de Tiberius Iulius Cæsar, Romanus Imperator Maxîmum, asume sus Potestades como Prefectus Pretorio y está al habla!:
       Excelentísimos señores Senadores, fieles y entregados representantes del Pueblo Romano; Dignísimos Jefes Supremos Militares; Honorabilísimos señores Procuradores; Suprema concurrencia toda:
     La civilidad del Imperio Romano no es una mera y supuesta forma de     convivencia entre todos, es la realidad que nos impulsa en el Ejército Imperial a superarnos día con día; por esta razón, casos como el que hoy    trataremos no deben pasarse por alto.
     Poncio Pilatus, Procurador Romano de Iudae, ha sido usted citado a     comparecer ante esta Audiencia de Suprema Corte Militar, para         responder a las acusaciones de culpabilidad que le hacen el Ejército    Imperial Romano y el Senado Romano, que señalo a continuación:
     1)  Asesinato at indirectus del hombre galileo llamado Iesus Nazarenus;
         2) Negligencia en la impartición de Justicia del Derecho Romano, al                condenar a muerte a un reo inocente, en el caso de Iesus Nazarenus;
         3) Negligencia en el uso de sus atribuciones como Procurador Provincial;
         4) Encubrimiento a favor de sediciosos, en el caso de Barrabás;
         5) Encubrimiento, tolerancia y fe de hecho de falsos testigos, en el caso de        los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás;
         6) Vejación de un reo indefenso condenado a muerte, por parte de las     tropas a su mando, en el caso de Iesus Nazarenus;
         7) Uso indebido de los métodos de castigo de flagelación en Columna     Humillante, en perjuicio de Iesus Nazarenus;
        
         Acontecimientos todos ellos que se registraron en Martis XVI, del XX       Año del Reinado de Tiberio Julio César, Año VII de su Procura en    Hierosolyma, Provincia de Iudae. 
         ¿General Magíster Legionario,        Poncio Pilatus, reconoce Usted como          verdaderos estos hechos?
       Sí, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, los reconozco.
       Les recuerdo a todos los presentes que este es un Juicio Militar, por lo que el General Magíster Legionario Poncio Pilatus será juzgado solo en lo que compete a su cargo dentro del Ejército Imperial Romano. También le recuerdo al compareciente que cualquier desacato a las ordenanzas castrenses o cualquier improbidad grave de su parte que ofenda a este Tribunal Militar, puede redundar en una sentencia de muerte inmediata.
    
     Si el Pueblo y Senado Romano juzgan necesario un Juicio Civil al          Ciudadano Poncio Pilatus como Procurador de Iudae, la sentencia de        este Jurado será llevada al cabo antes de tal evento, sea cual fuere; hasta     degradarle de todos sus cargos como miembro del Ejército Imperial     Romano a fin de que sea sometido a las leyes civiles.

       Para conocimiento de los presentes, daré lectura al Registro Oficial de Cortes de la Provincia de Iudae del Magnus Romanus Imperium, cita en Hierosolyma, Provincia de Iudae:



Hierosolyma, Provincia de Iudae 
Martis XXVI
 Año XX del Reinado de Tiberio Julio César
Año VII de la Procura de Poncio Pilatus

Para los registros ha que haya lugar se asienta la audiencia con el reo Iesus Nazarenus, presentado al Procurador Poncio Pilatus por los Jerarcas Judíos y Sumos Sacerdotes Anás y Caifás:

“. . . De Caifás condujeron a Jesús al Palacio del Gobernador.  Ya empezaba a amanecer.  Pero ellos no entraron en el Palacio para no contaminarse y poder así comer la Pascua.  Entonces Pilato salió hasta donde ellos estaban y les preguntó:
       ¿De qué acusáis a este hombre’.  Le contestaron:
       Si no fuese un malhechor, no te lo entregaríamos. Pilato les dijo:
       Encargaos vosotros de él y juzgadle de acuerdo a vuestra ley. Pero las autoridades judías le replicaron:
       No es legal, de acuerdo al Derecho Romano, que nosotros apliquemos la pena de muerte a nadie. Dice el Sumo Sacerdote llamado Caifás:
       A éste le hemos hallado soliviantando a nuestra nación, aconsejando que no se pague tributo al Emperador, y alegando ser él el Mesías, es decir un rey, pero sin autorización del César. Pilato le dijo entonces a Jesús:
       ¿No oyes cuántas cosas atestiguan contra ti? Pero él no respondió siquiera a una sola acusación, de modo que el gobernador estaba muy sorprendido.  Pilato le preguntó:
       ¿Eres tú el rey de los judíos? Contestó Jesús interrogando:
       ¿Preguntas eso por ti mismo o hay otros que te lo dicen de mí? Y  replicó Pilato:
       ¿Soy yo acaso judío?  Tus jefes y tus jerarcas te entregaron a mí. ¿Qué hiciste para que eso sucediera?  Jesús contestó:
       Mi reino no es de este mundo.  Si mi reino fuese de este mundo, mis guardias hubieran combatido para que yo no fuese entregado a las autoridades judías.  Pero mi reino no es de aquí.  Le preguntó Pilato:
       ¿De manera que tú eres rey? Jesús le contestó:
       Que soy rey, tú lo dices.  Para eso he nacido y para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad; todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz. Pilato de dijo:
       ¿Qué es la verdad? Y dicho eso, salió de nuevo a donde estaban las autoridades judías, para decirles:
       Yo no encuentro culpable de nada a este hombre. Pero ellos insistían diciendo:
       Es que incita al pueblo, enseñando por toda Judea.  Aunque empezó en Galilea, ha llegado hasta aquí.  Al oír esto Pilato preguntó:
       ¿Es este hombre galileo? Y al saber que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, le envió a Jesús, ya que también estaba en Jerusalén en esos días.

Herodes se alegró muchísimo al ver a Jesús, porque después de haber oído hablar de él, hacía mucho tiempo que deseaba conocerle.  Tenía la esperanza de verle realizar alguno de sus milagros.  Le hizo, pues, muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.  Los jerarcas y los doctores de la Ley estaban presentes y le acusaban con gran vehemencia.  Entonces Herodes, acompañado de su guardia, tras despreciarle y burlarse de él, le puso una befa principesca y lo mandó de nuevo a Pilato.  Aquel día se hicieron amigos Pilato y Herodes, porque hasta entonces habían estado enemistados.  Pilato convocó a los jerarcas, a los altos dignatarios y al pueblo, y les dijo:
       Me habéis traído a un hombre acusándolo de soliviantar al pueblo.  Resulta que yo, al examinarle delante de vosotros, no le encontré culpable de ninguno de los cargos que le hacéis.  Tampoco Herodes, puesto que me lo ha devuelto.  Se ve que no ha hecho nada que merezca la muerte.  Por lo tanto, le castigaré y después le soltaré.

En cada festividad el gobernador acostumbraba soltar a la multitud un preso, el que ellos quisieran.  Tenía entonces un preso famoso, apellidado Barrabás.  Por tanto, y hallándose ellos reunidos, Pilato les preguntó:
– ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mashiaj? 
Porque había comprendido que era por envidia por lo que habían entregado a Jesús.  Mientras Pilato se hallaba sentado en el Tribunal, su esposa le envió el siguiente recado:
       “No te metas con ese inocente.  Porque con motivo de él, hoy he sufrido una tremenda pesadilla.”
Entretanto, los jerarcas y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás y que hiciera morir a Jesús.  Volviendo a tomar la palabra Pilato, les preguntó:
       ¿A quién de los dos queréis que os suelte?  Exclamaron:
       ¡A Barrabás!  Pilato les preguntó:
       ¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Mesías?  Respondieron todos:
       ¡Que lo crucifiquen!
        Pues, ¿qué ha hecho de malo?  No veo que haya dado motivo para la pena de muerte.  Por lo tanto, le castigaré y después le soltaré.

Los soldados del gobernador llevaron a Jesús a la Casa de Gobierno y reunieron en torno a él a toda la cohorte.  Le desnudaron, le vistieron un manto de grana, entretejieron con espinas una corona, le pusieron ésta en la cabeza, así como una caña en la mano derecha, y arrodillándose delante, se burlaron de él, diciendo: “¡Viva el rey de los judíos!”  Después de escupirle, tomaron la caña y le golpearon la cabeza.  Luego de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron su propia ropa y lo sacaron de nuevo.   Salió nuevamente Pilato y les dijo:
       Mirad, voy a mostrároslo para que sepáis que no encuentro en él ningún motivo de condena. Aquí tenéis al hombre. Pero todos ellos gritaron a una:
       ¡Acaba con éste y suéltanos a Barrabás!
A éste le habían encarcelado por cierta insurrección que hubo en la ciudad y por asesinato.  Pilato intentado liberar a Jesús, les habló una vez más, pero ellos seguían gritando: ¡Crucifícalo! Crucifícalo!  Dijo Pilato:
       Tomadlo y crucificadle vosotros, porque yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo.  Le contestaron las autoridades judías:
       Nosotros tenemos una ley y de acuerdo a esa ley debe morir, porque pretende ser el Hijo de Dios.  Al oír eso Pilato, creció su temor y entró de nuevo al Palacio, y le preguntó a Jesús:
       ¿De dónde vienes tú? Pero Jesús no le respondió.  Pilato le interpeló:
       ¿No me hablas a mí?  ¿No sabes que tengo el poder para soltarte o para crucificarte?  Jesús le contestó:
       No tendrías sobre mí ningún poder si no se te hubiese dado desde arriba.  Por eso es peor el pecado del que me ha entregado a ti.
Desde ese momento Pilato buscaba la manera de dejarlo libre; pero las autoridades judías gritaban:
       ¡Si sueltas a ese hombre, no eres amigo del César! ¡Todo el que se proclama rey es adversario del Emperador!
Viendo Pilato que nada se conseguía, sino que aquello se iba convirtiendo más bien en un motín, tomó agua, y se lavó las manos a la vista de la multitud, diciendo:
       ¡Yo no me hago responsable de esta muerte!  ¡Allá vosotros!  Entonces contestó toda la gente:
       ¡Fuera! ¡Fuera!, ¡Crucifícalo!  Les preguntó Pilato:
       ¿He de crucificar a vuestro rey? Y ellos contestaron:
       Nosotros no tenemos más rey que el César ¡Caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos la responsabilidad de su muerte! 

Con lo cual Pilato soltó a Barrabás y les entregó a ellos a Jesús para que fuese crucificado; y ellos se hicieron cargo de él.

Cuando salían encontraron a un hombre procedente de Cirene, llamado Simón, padre se Rufo y Alejandro, al cual exigieron que llevase la cruz de Jesús.  Llegados a un sitio llamado Gólgota, es decir, “Lugar de la Calavera”, en donde le crucificaron; después de crucificarle se repartieron entre sí sus ropas, echando suertes.  Luego se sentaron y se pusieron a vigilarle desde allí. 

Sobre su cabeza colocaron una inscripción con el motivo de su condena: “Iesus Nazarenus Rex Iudarum”.  Después de esto, sabiendo Jesús que ahora todo estaba terminado, para que se cumpliese la Escritura en todo, dijo: 
       Tengo Sed
Había allí  una vasija llena de vino de mala calidad mezclado con hiel; empaparon una esponja y sujeta a una vara de hisopo la acercaron a la boca para que bebiera, y entonces Jesús exclamó:
       Todo está cumplido
Luego, inclinando la cabeza, entregó su espíritu.

Al caer la tarde y cuando ya se hacían los preparativos para el día del reposo, o sea la víspera del sábado, José de Arimatea, Miembro distinguido del Consejo, que también esperaba el Reino de Dios, llegó y entrando resueltamente ante Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús.  Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto, y haciendo comparecer al Centurión le preguntó si efectivamente hacía tiempo que estaba muerto.  Cerciorado de ello por el Centurión, concedió el cuerpo a José. . .”

       Hasta aquí, finalizo la lectura de las actas que, firmadas por las autoridades competentes, forman parte en sí mismas de los registros oficiales del Imperio Romano de la Provincia de Iudae.  General Magíster Legionario Poncio Pilatus, Usted firmó esas actas como Procurador de Iudae; ¿Está de acuerdo con lo que señalan?
       Sí, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla.
       Tengo en mi poder las declaraciones escritas, firmadas por los decla-rantes, de quince personas que pueden ser llamadas a esta Sesión para manifestar lo que han dicho y firmado, en soporte de las negaciones y afirmaciones de las partes en este juicio.
     G. M. L. Poncio Pilatus, ¿conoció Usted antes del ‘su juicio’ al reo         llamado Iesus Nazarenus?
       No, Señor, nunca le vi con anterioridad al juicio.
       ¿Tuvo Usted reportes de las guardias territoriales de su jurisprudencia en las que se citara al reo por actos indebidos o peligrosos para el Imperio?
       No, Señor, el reo nunca fue reportado, porque normalmente operaba en Galilea, una región que no pertenece a mi jurisdicción.
       Como consta en las Actas del Juicio, Usted envió al reo para que fuese juzgado por el gobernante al que le correspondía en orden a su vecindad; y en efecto, Iesus Nazarenus hizo acto de presencia delante de Herodes Antipas, Tetrarca de Galilea y Perea; sin embargo, éste no quiso juzgarle en Hierosolyma, por ser ésta una ciudad fuera de su jurisprudencia.  El Tetrarca dijo a los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás que si ellos querían que él juzgase a Iesus Nazarenus, lo llevaran preso a Tiberíades, en donde él tenía su corte.  Pero esta decisión no favorecía a las intenciones criminales de Anás y Caifás, razón por la que se llevaron al reo nuevamente con Usted, Magíster Poncio Pilatus; con lo cual Usted aceptó el proceso de manera ilegal con pleno conocimiento de su parte.
     ¿Está Usted de acuerdo con la narración que he hecho, General?
       Sí, Señor, estoy de acuerdo con ella.
       Si Usted decidió proseguir el Juicio ¿Le constó a Usted que el reo Iesus Nazarenus, alguna vez haya negádose al pago de impuestos al César?
       No, Señor, no lo constaté.
       ¿Es usted consciente de que el reo Iesus Nazarenus alguna vez haya ofendido al César con alguna de sus acciones?
       No, Señor, no estoy consciente de ello.
       En el uso de sus atribuciones como General Magíster Legionario y como Procurador ¿comprobó usted que el reo Iesus Nazarenus alguna vez se sublevó o hizo guerra contra El Imperio Romano?
       No, Señor, no comprobé tal hecho.
       Por último General Magíster Legionario Poncio Pilatus ¿le consta a usted que el reo Iesus Nazarenus haya cometido algún asesinato?
       No, Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, no me consta algún asesinato cometido de parte de Iesus Nazarenus.
       Quiero recordarle al acusado compareciente que:
         - La negativa por cualquier razón, de parte de cualquier ciudadano, de cualquier nación dominada por el Imperio Romano, al pago de impuestos,   es convertirse en enemigo del Imperio, y por lo tanto es reo de la Lex     Romana;
         - Ofender de cualquier forma al César, por cualquier ciudadano, de        cualquier país, es motivo suficiente para sentenciarle a muerte y de       inmediato ejecutarle si fuese conveniente y necesario;
         - La sublevación contra las Fuerzas Imperiales Romanas merece la         muerte inmediata;
         - Los asesinos que sean un peligro para la sociedad y para el Imperio     Romano, deberán ser ejecutados ipso facto.
        
         Si como ha usted respondido, General Magíster Legionario Poncio         Pilatus, el reo Iesus Nazarenus no cometió ninguno de los actos que para      el Derecho Romano merecen la muerte de alguien, ¿puede decirnos la        razón          por la que Usted lo condenó a muerte?
       Porque era una amenaza de sedición en potencia, Tribunus Legatus.
       ¿Un sedicioso que nunca portó un arma?, General Magíster Pilatus. O es que la razón de su sentencia a muerte, ¿fue porque a usted le dijeron sus detractores, específicamente los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás, que él decía, que él era el Rey de los Judíos?
       No, Señor, es porque representaba una amenaza.
       Una amenaza no comprobada de hecho por Usted, General.
       Así es, Señor.
       ¿Usted sentencia a muerte a alguien por la simple sospecha General; por ser una amenaza no comprobada? ¿Qué infames leyes le rigen, General, que ante la sola sospecha, usted justifica condenar a muerte a alguien?
     Ahora bien, si ya le había usted condenado a muerte por crucifixión, ¿por        qué le mandó azotar con verdugos de castigo con el triple de azotes     permitidos por la Militia Romana; y en columna de humillación?; ¿la maldad de este hombre merecía tal trato? 
       No, Señor; mi intención era disuadir a las partes ante el resultado del severo castigo.
       ‘Disuadir a las partes’, General, ¿para imponer miedo a los criminales? O, ¿es que Usted temía una sublevación de todo el pueblo y quiso poner un castigo ejemplar como antecedente para los sublevados, que sus incapacidades como gobernante y militar no han podido resolver?
       Es que el reo sí tenía reuniones, Tribunus Legatus.
       Reuniones en donde se hablaba del “Reino de los Cielos” Procurador; y, ¿habrá Usted llegado a pensar que ese ‘Reino’ pudiese ser considerado como un agresor al Imperio Romano?
       . . .
       No hay respuesta del acusado, continúo.  El Derecho Romano prohíbe la humillación de reyes, jerarcas, jefes de estado y caciques; si éste era Rey de los judíos, ¿por qué permitió que le lo humillaran haciéndole cargar su propia cruz?
       La tropa enloqueció, Señor; ellos también estaban muy nerviosos.
       Con su respuesta está tratando de cubrirse con sus mandos inferiores, General, algo inaceptable para cualquier Oficial Romano, a quien lo primero que se le enseña es reconocer su responsabilidad.
     Ahora bien, si  Iesus Nazarenus era Rey de los Judíos, ¿a cuántos de sus      ministros apresó usted, General?
       . . .
       No hay respuesta del acusado, continúo. ¿Sabe Usted actualmente el paradero de sus ‘seguidores’?, ¿Son nocivos para el Imperio Romano?, ¿Los apresará y ejecutará como ejemplar acción de milicia para los futuros sediciosos?
       . . .
       No hay respuesta del acusado, prosigo.  La verdad, G. M. L. Poncio Pilatus, es que Usted se unió a la conspiración, maquinación y asesinato  contra un súbdito del Imperio Romano, iniciada por motivos religiosos por los Sumos Sacerdotes del Sanedrín Iudaicus, Anás y Caifás; gente a la cual Usted nunca ha podido gobernar ni instruir en todo el lapso que ellos han ejercido sus poderes teocráticos en la Provincia de Iudae.  Y para ello solo pongo como ejemplo la falta de cumplimiento de una orden escrita dada a Usted por un superior de mando, yo mismo, en el sentido de proceder contra los mencionados individuos en función de su ‘desacato’ ante un citatorio oficial del César.  ¿Acepta Usted como cierto lo que he dicho, General Poncio Pilatus?
       Sí, Señor, Usted me dio esa orden.
       ¿Puede indicarme su reporte de sus resultados al respecto, solicitado en esa misma orden para la tercera hora del día dieciocho de Septem próximo pasado?
       No he formulado ningún reporte Tribunus Legatus.
       Lo cual indica que está Usted en desacato a mi autoridad.  ¿Sabe las razones de la inasistencia de los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás a la cita realizada por el Emperador?
       No, Señor, no se la razón.
       ¿Sabe Usted el paradero de los mencionados individuos?
       No, Señor, no se dónde puedan estar.
       El Procurador de la Provincia de Iudae y Primus Pilus del Mando Militar Romano en esta jurisdicción ¿no sabe el paradero de dos personas que por mandato debiera tener custodiadas, General Pilatus?
       Así es, Señor, lo desconozco.
       Su incompetencia es evidente, Magíster Poncio Pilatus. ¿Tiene algo qué declarar en su defensa?
       No, Señor, no tengo nada que declarar.
       En uso de los Plenos Poderes que me ha conferido Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum, y habiéndose expuesto el caso que nos ocupa respecto de Juzgar y Condenar al acusado por su irresponsable e ilegal proceder en el Juicio a Iesus Nazarenus;
     General Magíster Legionario, Poncio Pilatus, le declaro a Usted culpable        de los siete cargos que he leído al principio de esta Sesión en su contra y      por lo tanto le hago saber que es Usted indigno y una deshonra para la          Honorabilis Militia Romana; por lo que a partir de este momento queda        degradado ad infimum del Ejército Imperial Romano, al cual no puede pertenecer gente sin valores de Honor, Justicia y Ley, como Usted. 

     Queda apercibido de que si Usted llegase a vestir como Legionario         Romano a partir del día de hoy, cualquier nivel de militar que le vea así     vestido, está autorizado para quitarle la vida en el momento. 

     Procédase a los juicios civiles a los que haya lugar por parte del Senado y la Sociedad Romana. Poncio Pilatus no merece siquiera ser nombrado como Ciudadano Romano.
      
     He dicho; y en mí ha dicho el César.
     Tribunus Legatus Veritelius de Garlla
     Divinus Tiberius Iulius Cæsar, Plenuspotenciarius.

En Cesarea de Palestina, Provincia de Iudae
Iulius XXII del
XX Año del Reinado de Tiberio Julio César


† † †


Orar sirve, oremos por nuestros Pueblos.

De todos ustedes afectísimo en Cristo

Antonio Garelli



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