Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Abril 6 del 2018.
DEL
LIBRO
Veritelius
de Garlla, Apóstol Gentil
33 de 130
Cesarea de
Palestina, Provincia de Iudae
Iulius XXII
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
EL JUICIO MILITAR
A PONCIO PILATUS
El
edificio que utilizaremos, será el mismo que el usado para la Audiencia de
Declaraciones del “Christus Mandatus”;
solo asistirán Militares del más Alto Rango del Ejército Imperial Romano pertenecientes
a la División Geográfica de Asia Menor, así como los Procuradores de Cyrenaica, Ægyptus y Syria-Fenicia,
en razón de ser de su vecindad. Todos
son invitados, ninguno tendrá voz ni voto en el juicio; ni el mismísimo Tribunus Legatus Lauro Pietralterra.
Los
únicos civiles que presenciarán la Audiencia del Juicio serán los Senadores
asignados por Tiberio César al caso que nos ocupa:
Senador Flavio Nalterrum – Presidente
de la Comisión del “Christus Mandatus”
del Senado Romano.
Senador Homero Suetonius – Presidente de
la Comisión de Credos, Doctrinas y Religiones, del Senado
Romano.
Senador Milos Piridión de la Comisión
para Asia Menor, Syria-Fenicia y Palestina
del Senado Romano.
Senador Artemius Laericum de la
Comisión de Honor y Justicia Militar del Senado Romano.
Senador Silvio Bequani de la Comisión
de Jurisprudencia Provincial del Senado Romano.
Éste
último, quedará a cargo de la Procura de Iudae en lo civil; en tanto
Pietralterra lo hará en lo militar. Todos
han llegado el día de ayer en liburna especial desde Roma.
Nada
resolvió Poncio Pilatos en el caso de los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás; y
ellos tampoco se presentaron a declarar; por lo que habiendo pasado el plazo
otorgado, la ley puede ser aplicada en su momento. Esto será muy tomado en cuenta en el desarrollo
del juicio.
La
Sesión comienza con toda la pompa y circunstancia que el Imperio Romano da a
este tipo de eventos: lugares especiales para las personalidades,
reconoci-mientos públicos que sean menester, guardias de seguridad a pleno,
estandartes e insignias y, por supuesto, loores a nuestro Jefe Supremo, el
César.
–
¡Ave
Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum!,
eleva la voz el Secretario; a lo que todos respondemos:
–
¡Ave César!,
¡Ave César!, ¡Ave César!; respondemos todos
–
¡Sesión de Corte
Suprema Militar!
–
Comparece el
Procurador Romano, Gobernador de la Provincia de Iudae, General Magíster
Legionario Poncio Pilatus.
–
¡El Honorable
Tribunus Legatus Veritelius de Garlla, Plenipotenciario de Tiberius Iulius Cæsar,
Romanus Imperator Maxîmum, asume sus Potestades como Prefectus Pretorio y está
al habla!:
–
Excelentísimos
señores Senadores, fieles y entregados representantes del Pueblo Romano;
Dignísimos Jefes Supremos Militares; Honorabilísimos señores Procuradores;
Suprema concurrencia toda:
La
civilidad del Imperio Romano no es una mera y supuesta forma de convivencia entre todos, es la realidad que
nos impulsa en el Ejército Imperial a
superarnos día con día; por esta razón, casos como el que hoy trataremos no deben pasarse por alto.
Poncio
Pilatus, Procurador Romano de Iudae, ha sido usted citado a comparecer ante esta Audiencia de Suprema
Corte Militar, para responder a
las acusaciones de culpabilidad que le hacen el Ejército Imperial Romano y el Senado Romano, que
señalo a continuación:
1) Asesinato at indirectus del hombre galileo
llamado Iesus Nazarenus;
2) Negligencia en la impartición de
Justicia del Derecho Romano, al condenar a muerte a un reo inocente, en
el caso de Iesus Nazarenus;
3) Negligencia en el uso de sus
atribuciones como Procurador Provincial;
4) Encubrimiento a favor de sediciosos,
en el caso de Barrabás;
5) Encubrimiento, tolerancia y fe de
hecho de falsos testigos, en el caso de los
Sumos Sacerdotes Anás y Caifás;
6) Vejación de un reo indefenso
condenado a muerte, por parte de las tropas
a su mando, en el caso de Iesus Nazarenus;
7) Uso indebido de los métodos de
castigo de flagelación en Columna Humillante,
en perjuicio de Iesus Nazarenus;
Acontecimientos todos ellos que se
registraron en Martis XVI, del XX Año
del Reinado de Tiberio Julio César, Año VII de su Procura en Hierosolyma, Provincia de Iudae.
¿General Magíster Legionario, Poncio Pilatus, reconoce Usted como verdaderos estos hechos?
–
Sí, Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla, los reconozco.
–
Les recuerdo a
todos los presentes que este es un Juicio Militar, por lo que el General
Magíster Legionario Poncio Pilatus será juzgado solo en lo que compete a su
cargo dentro del Ejército Imperial Romano. También le recuerdo al compareciente
que cualquier desacato a las ordenanzas castrenses o cualquier improbidad grave
de su parte que ofenda a este Tribunal Militar, puede redundar en una sentencia
de muerte inmediata.
Si el
Pueblo y Senado Romano juzgan necesario un Juicio Civil al Ciudadano Poncio Pilatus como
Procurador de Iudae, la sentencia de este
Jurado será llevada al cabo antes de tal evento, sea cual fuere; hasta degradarle de todos sus cargos como miembro
del Ejército Imperial Romano a fin de
que sea sometido a las leyes civiles.
–
Para
conocimiento de los presentes, daré lectura al Registro Oficial de Cortes de la
Provincia de Iudae del Magnus Romanus Imperium, cita en Hierosolyma, Provincia de
Iudae:
Hierosolyma,
Provincia de Iudae
Martis XXVI
Año XX del
Reinado de Tiberio Julio César
Año VII de la Procura de Poncio Pilatus
Para
los registros ha que haya lugar se asienta la audiencia con el reo Iesus Nazarenus, presentado al
Procurador Poncio Pilatus por los Jerarcas Judíos y Sumos Sacerdotes Anás y
Caifás:
“.
. . De Caifás condujeron a Jesús al Palacio del Gobernador. Ya empezaba a amanecer. Pero ellos no entraron en el Palacio para no
contaminarse y poder así comer la Pascua.
Entonces Pilato salió hasta donde ellos estaban y les preguntó:
–
¿De qué acusáis
a este hombre’. Le contestaron:
–
Si no fuese un
malhechor, no te lo entregaríamos. Pilato les dijo:
–
Encargaos
vosotros de él y juzgadle de acuerdo a vuestra ley. Pero las
autoridades judías le replicaron:
–
No es legal, de
acuerdo al Derecho Romano, que nosotros apliquemos la pena de muerte a nadie. Dice el Sumo
Sacerdote llamado Caifás:
–
A éste le hemos
hallado soliviantando a nuestra nación, aconsejando que no se pague tributo al Emperador,
y alegando ser él el Mesías, es decir un rey, pero sin autorización del César. Pilato le dijo
entonces a Jesús:
–
¿No oyes cuántas
cosas atestiguan contra ti? Pero él no respondió siquiera a una sola
acusación, de modo que el gobernador estaba muy sorprendido. Pilato le preguntó:
–
¿Eres tú el rey
de los judíos? Contestó
Jesús interrogando:
–
¿Preguntas eso
por ti mismo o hay otros que te lo dicen de mí? Y replicó Pilato:
–
¿Soy yo acaso
judío? Tus jefes y tus jerarcas te
entregaron a mí. ¿Qué hiciste para que eso sucediera? Jesús contestó:
–
Mi reino no es
de este mundo. Si mi reino fuese de este
mundo, mis guardias hubieran combatido para que yo no fuese entregado a las
autoridades judías. Pero mi reino no es
de aquí. Le preguntó
Pilato:
–
¿De manera que
tú eres rey? Jesús
le contestó:
–
Que soy rey, tú
lo dices. Para eso he nacido y para eso
he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad; todo el que pertenece a
la verdad escucha mi voz. Pilato de dijo:
–
¿Qué es la
verdad? Y
dicho eso, salió de nuevo a donde estaban las autoridades judías, para
decirles:
–
Yo no encuentro
culpable de nada a este hombre. Pero ellos insistían diciendo:
–
Es que incita al
pueblo, enseñando por toda Judea. Aunque
empezó en Galilea, ha llegado hasta aquí.
Al
oír esto Pilato preguntó:
–
¿Es este hombre
galileo? Y
al saber que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, le envió a Jesús, ya que
también estaba en Jerusalén en esos días.
Herodes
se alegró muchísimo al ver a Jesús, porque después de haber oído hablar de él,
hacía mucho tiempo que deseaba conocerle.
Tenía la esperanza de verle realizar alguno de sus milagros. Le hizo, pues, muchas preguntas, pero Jesús
no le respondió nada. Los jerarcas y los
doctores de la Ley estaban presentes y le acusaban con gran vehemencia. Entonces Herodes, acompañado de su guardia,
tras despreciarle y burlarse de él, le puso una befa principesca y lo mandó de
nuevo a Pilato. Aquel día se hicieron
amigos Pilato y Herodes, porque hasta entonces habían estado enemistados. Pilato convocó a los jerarcas, a los altos
dignatarios y al pueblo, y les dijo:
–
Me habéis traído
a un hombre acusándolo de soliviantar al pueblo. Resulta que yo, al examinarle delante de
vosotros, no le encontré culpable de ninguno de los cargos que le hacéis. Tampoco Herodes, puesto que me lo ha
devuelto. Se ve que no ha hecho nada que
merezca la muerte. Por lo tanto, le
castigaré y después le soltaré.
En
cada festividad el gobernador acostumbraba soltar a la multitud un preso, el
que ellos quisieran. Tenía entonces un
preso famoso, apellidado Barrabás. Por
tanto, y hallándose ellos reunidos, Pilato les preguntó:
– ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a
Jesús, llamado el Mashiaj?
Porque
había comprendido que era por envidia por lo que habían entregado a Jesús. Mientras Pilato se hallaba sentado en el
Tribunal, su esposa le envió el siguiente recado:
–
“No te metas con
ese inocente. Porque con motivo de él,
hoy he sufrido una tremenda pesadilla.”
Entretanto,
los jerarcas y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás y
que hiciera morir a Jesús. Volviendo a
tomar la palabra Pilato, les preguntó:
–
¿A quién de los
dos queréis que os suelte? Exclamaron:
–
¡A
Barrabás! Pilato les
preguntó:
–
¿Qué haré
entonces con Jesús, llamado el Mesías?
Respondieron todos:
–
¡Que lo
crucifiquen!
–
Pues, ¿qué ha hecho de malo? No veo que haya dado motivo para la pena de
muerte. Por lo tanto, le castigaré y
después le soltaré.
Los
soldados del gobernador llevaron a Jesús a la Casa de Gobierno y reunieron en
torno a él a toda la cohorte. Le
desnudaron, le vistieron un manto de grana, entretejieron con espinas una
corona, le pusieron ésta en la cabeza, así como una caña en la mano derecha, y
arrodillándose delante, se burlaron de él, diciendo: “¡Viva el rey de los judíos!” Después
de escupirle, tomaron la caña y le golpearon la cabeza. Luego de haberse burlado de él, le quitaron
el manto, le pusieron su propia ropa y lo sacaron de nuevo. Salió nuevamente Pilato y les dijo:
–
Mirad, voy a
mostrároslo para que sepáis que no encuentro en él ningún motivo de condena.
Aquí tenéis al hombre. Pero todos ellos gritaron a una:
–
¡Acaba con éste
y suéltanos a Barrabás!
A
éste le habían encarcelado por cierta insurrección que hubo en la ciudad y por
asesinato. Pilato intentado liberar a
Jesús, les habló una vez más, pero ellos seguían gritando: ¡Crucifícalo!
Crucifícalo! Dijo Pilato:
–
Tomadlo y
crucificadle vosotros, porque yo no encuentro en él ningún motivo para
condenarlo. Le contestaron las autoridades judías:
–
Nosotros tenemos
una ley y de acuerdo a esa ley debe morir, porque pretende ser el Hijo de Dios. Al oír eso Pilato, creció su temor y entró de
nuevo al Palacio, y le preguntó a Jesús:
–
¿De dónde vienes
tú? Pero
Jesús no le respondió. Pilato le
interpeló:
–
¿No me hablas a
mí? ¿No sabes que tengo el poder para
soltarte o para crucificarte? Jesús le
contestó:
–
No tendrías
sobre mí ningún poder si no se te hubiese dado desde arriba. Por eso
es peor el pecado del que me ha entregado a ti.
Desde
ese momento Pilato buscaba la manera de dejarlo libre; pero las autoridades
judías gritaban:
–
¡Si sueltas a
ese hombre, no eres amigo del César! ¡Todo el que se proclama rey es adversario
del Emperador!
Viendo
Pilato que nada se conseguía, sino que aquello se iba convirtiendo más bien en
un motín, tomó agua, y se lavó las manos a la vista de la multitud, diciendo:
–
¡Yo no me hago
responsable de esta muerte! ¡Allá
vosotros! Entonces
contestó toda la gente:
–
¡Fuera! ¡Fuera!,
¡Crucifícalo! Les preguntó
Pilato:
–
¿He de
crucificar a vuestro rey? Y ellos contestaron:
–
Nosotros no
tenemos más rey que el César ¡Caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos la
responsabilidad de su muerte!
Con
lo cual Pilato soltó a Barrabás y les entregó a ellos a Jesús para que fuese
crucificado; y ellos se hicieron cargo de él.
Cuando
salían encontraron a un hombre procedente de Cirene, llamado Simón, padre se
Rufo y Alejandro, al cual exigieron que llevase la cruz de Jesús. Llegados a un sitio llamado Gólgota, es
decir, “Lugar de la Calavera”, en donde le crucificaron; después de
crucificarle se repartieron entre sí sus ropas, echando suertes. Luego se sentaron y se pusieron a vigilarle
desde allí.
Sobre
su cabeza colocaron una inscripción con el motivo de su condena: “Iesus Nazarenus Rex Iudarum”. Después de esto, sabiendo Jesús que ahora
todo estaba terminado, para que se cumpliese la Escritura en todo, dijo:
–
Tengo Sed
Había
allí una vasija llena de vino de mala
calidad mezclado con hiel; empaparon una esponja y sujeta a una vara de hisopo
la acercaron a la boca para que bebiera, y entonces Jesús exclamó:
–
Todo está
cumplido
Luego,
inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
Al
caer la tarde y cuando ya se hacían los preparativos para el día del reposo, o
sea la víspera del sábado, José de Arimatea, Miembro distinguido del Consejo,
que también esperaba el Reino de Dios, llegó y entrando resueltamente ante
Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto, y haciendo comparecer al
Centurión le preguntó si efectivamente hacía tiempo que estaba muerto. Cerciorado de ello por el Centurión, concedió
el cuerpo a José. . .”
–
Hasta aquí, finalizo
la lectura de las actas que, firmadas por las autoridades competentes, forman
parte en sí mismas de los registros oficiales del Imperio Romano de la
Provincia de Iudae. General Magíster
Legionario Poncio Pilatus, Usted firmó esas actas como Procurador de Iudae;
¿Está de acuerdo con lo que señalan?
–
Sí, Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla.
–
Tengo en mi
poder las declaraciones escritas, firmadas por los decla-rantes, de quince
personas que pueden ser llamadas a esta Sesión para manifestar lo que han dicho
y firmado, en soporte de las negaciones y afirmaciones de las partes en este
juicio.
G. M. L.
Poncio Pilatus, ¿conoció Usted antes del ‘su juicio’ al reo llamado Iesus Nazarenus?
–
No, Señor, nunca
le vi con anterioridad al juicio.
–
¿Tuvo Usted
reportes de las guardias territoriales de su jurisprudencia en las que se
citara al reo por actos indebidos o peligrosos para el Imperio?
–
No, Señor, el
reo nunca fue reportado, porque normalmente operaba en Galilea, una región que
no pertenece a mi jurisdicción.
–
Como consta en
las Actas del Juicio, Usted envió al reo para que fuese juzgado por el
gobernante al que le correspondía en orden a su vecindad; y en efecto, Iesus
Nazarenus hizo acto de presencia delante de Herodes Antipas, Tetrarca de
Galilea y Perea; sin embargo, éste no quiso juzgarle en Hierosolyma, por ser
ésta una ciudad fuera de su jurisprudencia.
El Tetrarca dijo a los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás que si ellos
querían que él juzgase a Iesus Nazarenus, lo llevaran preso a Tiberíades, en
donde él tenía su corte. Pero esta
decisión no favorecía a las intenciones criminales de Anás y Caifás, razón por
la que se llevaron al reo nuevamente con Usted, Magíster Poncio Pilatus; con lo
cual Usted aceptó el proceso de manera ilegal con pleno conocimiento de su
parte.
¿Está
Usted de acuerdo con la narración que he hecho, General?
–
Sí, Señor, estoy
de acuerdo con ella.
–
Si Usted decidió
proseguir el Juicio ¿Le constó a Usted que el reo Iesus Nazarenus, alguna vez haya
negádose al pago de impuestos al César?
–
No, Señor, no lo
constaté.
–
¿Es usted
consciente de que el reo Iesus Nazarenus alguna vez haya ofendido al César con
alguna de sus acciones?
–
No, Señor, no
estoy consciente de ello.
–
En el uso de sus
atribuciones como General Magíster Legionario y como Procurador ¿comprobó usted
que el reo Iesus Nazarenus alguna vez se sublevó o hizo guerra contra El
Imperio Romano?
–
No, Señor, no
comprobé tal hecho.
–
Por último
General Magíster Legionario Poncio Pilatus ¿le consta a usted que el reo Iesus
Nazarenus haya cometido algún asesinato?
–
No, Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla, no me consta algún asesinato cometido de parte de
Iesus Nazarenus.
–
Quiero recordarle
al acusado compareciente que:
- La negativa por cualquier razón, de
parte de cualquier ciudadano, de cualquier
nación dominada por el Imperio Romano, al pago de impuestos, es convertirse en enemigo del Imperio, y por
lo tanto es reo de la Lex Romana;
- Ofender de cualquier forma al César,
por cualquier ciudadano, de cualquier
país, es motivo suficiente para sentenciarle a muerte y de inmediato ejecutarle si fuese conveniente
y necesario;
- La sublevación contra las Fuerzas
Imperiales Romanas merece la muerte
inmediata;
- Los asesinos que sean un peligro para
la sociedad y para el Imperio Romano,
deberán ser ejecutados ipso facto.
Si como ha usted respondido, General
Magíster Legionario Poncio Pilatus,
el reo Iesus Nazarenus no cometió ninguno de los actos que para el Derecho Romano merecen la muerte de
alguien, ¿puede decirnos la razón por la que Usted lo condenó a muerte?
–
Porque era una
amenaza de sedición en potencia, Tribunus Legatus.
–
¿Un sedicioso
que nunca portó un arma?, General Magíster Pilatus. O es que la razón de su
sentencia a muerte, ¿fue porque a usted le dijeron sus detractores,
específicamente los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás, que él decía, que él era el
Rey de los Judíos?
–
No, Señor, es
porque representaba una amenaza.
–
Una amenaza no
comprobada de hecho por Usted, General.
–
Así es, Señor.
–
¿Usted sentencia
a muerte a alguien por la simple sospecha General; por ser una amenaza no
comprobada? ¿Qué infames leyes le rigen, General, que ante la sola sospecha,
usted justifica condenar a muerte a alguien?
Ahora
bien, si ya le había usted condenado a muerte por crucifixión, ¿por qué le mandó azotar con verdugos de
castigo con el triple de azotes permitidos
por la Militia Romana; y en columna de humillación?; ¿la maldad de este hombre merecía tal trato?
–
No, Señor; mi
intención era disuadir a las partes ante el resultado del severo castigo.
–
‘Disuadir a las
partes’, General, ¿para imponer miedo a los criminales? O, ¿es que Usted temía
una sublevación de todo el pueblo y quiso poner un castigo ejemplar como antecedente
para los sublevados, que sus incapacidades como gobernante y militar no han
podido resolver?
–
Es que el reo sí
tenía reuniones, Tribunus Legatus.
–
Reuniones en
donde se hablaba del “Reino de los Cielos” Procurador; y, ¿habrá Usted llegado
a pensar que ese ‘Reino’ pudiese ser considerado como un agresor al Imperio
Romano?
–
.
. .
–
No hay respuesta
del acusado, continúo. El Derecho Romano
prohíbe la humillación de reyes, jerarcas, jefes de estado y caciques; si éste
era Rey de los judíos, ¿por qué permitió que le lo humillaran haciéndole cargar
su propia cruz?
–
La tropa
enloqueció, Señor; ellos también estaban muy nerviosos.
–
Con su respuesta
está tratando de cubrirse con sus mandos inferiores, General, algo inaceptable
para cualquier Oficial Romano, a quien lo primero que se le enseña es reconocer
su responsabilidad.
Ahora
bien, si Iesus Nazarenus era Rey de los
Judíos, ¿a cuántos de sus ministros
apresó usted, General?
–
. . .
–
No hay respuesta
del acusado, continúo. ¿Sabe Usted actualmente el paradero de sus
‘seguidores’?, ¿Son nocivos para el Imperio Romano?, ¿Los apresará y ejecutará
como ejemplar acción de milicia para los futuros sediciosos?
–
. . .
–
No hay respuesta
del acusado, prosigo. La verdad, G. M. L.
Poncio Pilatus, es que Usted se unió a la conspiración, maquinación y asesinato
contra un súbdito del Imperio Romano, iniciada
por motivos religiosos por los Sumos Sacerdotes del Sanedrín Iudaicus, Anás y
Caifás; gente a la cual Usted nunca ha podido gobernar ni instruir en todo el
lapso que ellos han ejercido sus poderes teocráticos en la Provincia de
Iudae. Y para ello solo pongo como
ejemplo la falta de cumplimiento de una orden escrita dada a Usted por un
superior de mando, yo mismo, en el sentido de proceder contra los mencionados
individuos en función de su ‘desacato’ ante un citatorio oficial del
César. ¿Acepta Usted como cierto lo que
he dicho, General Poncio Pilatus?
–
Sí, Señor, Usted
me dio esa orden.
–
¿Puede indicarme
su reporte de sus resultados al respecto, solicitado en esa misma orden para la
tercera hora del día dieciocho de Septem próximo pasado?
–
No he formulado
ningún reporte Tribunus Legatus.
–
Lo cual indica
que está Usted en desacato a mi autoridad.
¿Sabe las razones de la inasistencia de los Sumos Sacerdotes Anás y
Caifás a la cita realizada por el Emperador?
–
No, Señor, no se
la razón.
–
¿Sabe Usted el
paradero de los mencionados individuos?
–
No, Señor, no se
dónde puedan estar.
–
El Procurador de
la Provincia de Iudae y Primus Pilus del Mando Militar Romano en esta
jurisdicción ¿no sabe el paradero de dos personas que por mandato debiera tener
custodiadas, General Pilatus?
–
Así es, Señor, lo
desconozco.
–
Su incompetencia
es evidente, Magíster Poncio Pilatus. ¿Tiene algo qué declarar en su defensa?
–
No, Señor, no
tengo nada que declarar.
–
En uso de los
Plenos Poderes que me ha conferido Tiberius Iulius Cæsar, Imperator Maxîmum, y
habiéndose expuesto el caso que nos ocupa respecto de Juzgar y Condenar al
acusado por su irresponsable e ilegal proceder en el Juicio a Iesus Nazarenus;
General
Magíster Legionario, Poncio Pilatus, le declaro a Usted culpable de los siete cargos que he leído al
principio de esta Sesión en su contra y por
lo tanto le hago saber que es Usted indigno y una deshonra para la Honorabilis Militia Romana; por lo que
a partir de este momento queda degradado
ad infimum del Ejército Imperial Romano, al cual no puede pertenecer gente sin valores de Honor, Justicia
y Ley, como Usted.
Queda
apercibido de que si Usted llegase a vestir como Legionario Romano a partir del día de hoy,
cualquier nivel de militar que le vea así vestido,
está autorizado para quitarle la vida en el momento.
Procédase
a los juicios civiles a los que
haya lugar por parte del Senado y la
Sociedad Romana. Poncio Pilatus no
merece siquiera ser nombrado como
Ciudadano Romano.
He dicho;
y en mí ha dicho el César.
Tribunus
Legatus Veritelius de Garlla
Divinus
Tiberius Iulius Cæsar, Plenuspotenciarius.
En Cesarea de
Palestina, Provincia de Iudae
Iulius XXII del
XX Año del
Reinado de Tiberio Julio César
† †
†
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
Tu Palabra es La Verdad.
También me puedes seguir en:
Solo por el gusto de Proclamar El Evangelio
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