Santifícalos con La Verdad.
Ciudad de
México, Abril 11 del 2018.
DEL LIBRO
EL DEMONIO AL
ACECHO DEL MESÍAS
24 DE 77
CAPÍTULO
TERCERO
DESDE LA
MUERTE DE JUAN EL BAUTISTA
A ZAQUEO DE JERICÓ
III.1.- MUERTE DE JUAN EL BAUTISTA
(Mt 14, 3-12; Mc 6, 17-29; Lc 3, 19-20)
“. . . Herodes
había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de
Herodías, la mujer de su hermano Filipo.
Porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla.” Y aunque quería matarle, temió a la gente,
porque lo tenían por profeta.
Mas, llegado el
cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando
tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, le dijo: ‘Dame
aquí, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.’
Entristecióse el
rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y
envió a decapitar a Juan en la cárcel.
Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual
se la llevó a su madre. Llegando después
sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a
Jesús.”
¿Quién pudo haber sido más querido para
el Divino Maestro que su primo, aquél que saludó aún en el vientre de su
Madre? Como Dios hecho hombre, ¿quién
pudo haber significado más en su vida que “la
voz que clama en el desierto”? Y finalmente, como Mesías, ¿quién se ganaría
las consideraciones más especiales de Dios Hijo por su Bautismo? Nadie, sino Juan el Bautista. Así de profundo fue el golpe que asestó
Satanás al meterse en el alma de toda esa malvada gente: Herodes, Herodías y
Salomé. Ahora sí golpeó fuerte y bajo el
Demonio; esta vez el acecho sobre el Mesías no respetó la vida humana, y no una
que no se tuviera en consideración, sino la vida de uno de los más
significativos hombres para el Señor, su primo Juan; el hijo de Isabel, la
prima de su Madre.
Hasta ese día, ninguno de los más
allegados a Jesús de Nazaret había sido tocado por el Satán; ni María su Madre,
ni José su Padre Adoptivo, ni alguno de sus parientes o de los Apóstoles. Bien se puede decir que después de los Santos Inocentes (muertos por Herodes el
Grande cuando nació Jesús en Belén),
Juan es el primer mártir del Reino de los Cielos. Fue decapitado por ser fiel al designio
Divino, por anunciar al Mesías y por señalar los pecados del indigno rey
Herodes Antipas. Pero ante todo, murió
por las intrigas de Satanás en los hombres; porque éstos han cedido su voluntad
ante la del Demonio en lugar de sujetarla a Dios, o al menos, conservarla para
sí mismos en lugar de ser fácil instrumento del Diablo. El Maligno se ha valido de ellos para asestar
un duro golpe a Jesús.
Igual que como hizo con Job: como tenía
prohibido por Dios tocar su vida, entonces arremetió contra la vida de los que
estaban más cercanos a él; sus hijos, sus hijas y sus parientes. En aquella ocasión hasta los animales de los
ganados de Job, siervo fiel a Dios, fueron aniquilados por el Satán para
lastimarlo y hacerlo desistir. Esta vez
usa el Diablo la misma táctica: hacer sufrir.
En realidad, no es mucho lo que hemos
de hacer para estar en concordan-cia con Dios; solo debemos ser obedientes a
sus mandatos. Así mismo, no es mucho lo
que debemos hacer para estar a disposición de Satanás; basta con permanecer
alejados de Dios, aunque sea por un instante, si estamos en pecado, si no nos
arrepentimos, somos materia fácil del acecho del Demonio. Y en este sentido, Herodes, Herodías y Salomé
no solo podían ser acechados; el Diablo podía hacer mucho más que intentos con
ellos. Podía usarlos al momento que lo
deseara, eran instrumentos de sus iniquidades cuando Satanás lo quisiera. Y así fue, el Príncipe de las Tinieblas
arremetió contra el Mesías a través de ellos para lastimar la vida humana de
Cristo, para desanimar al Señor desde el lado sentimental de su corporeidad
como hombre; para que llegara a sentir que su entrega sería vana y su
sacrificio demasiado costoso.
Sin embargo, el Divino Maestro conoce
los métodos del Maligno y la forma de contrarrestarlos: oración, mucha oración
a Dios; con sinceridad de intención y con un corazón contrito. Y además, propagar la Buena Nueva a todo el
que esté dispuesto a recibirla; eso hace el Señor: envía a sus discípulos a los
pueblos a predicar el Evangelio. Por
primera vez, después de un año completo de andar con ellos, Jesucristo manda
solos a sus Apóstoles y discípulos a que prediquen la llegada del Reino de los
cielos; desde Magdala hasta Betsaida, incluyendo Cafarnaúm y Corazín, serán los
primeros en oír la predicación de los elegidos del Señor; ya no será solo Él,
ahora también lo harán sus seguidores.
Juan hijo de Zebedeo, quien fue
discípulo de Juan el Bautista y ahora era Apóstol de Cristo Jesús, deja
claramente expresado el momento de dolor y pesar que vive el Señor por la
muerte de su querido primo, y escribe:
‘. . . Juan era la lámpara que arde y alumbra y
vosotros quisisteis recrearos una hora
con su luz. Pero yo tengo un testimonio
mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan
testimonio de mí, de que el Padre me
ha enviado.” (Jn
5, 35-36)
Esto, vilísimo Satán, no es amenaza
(Jesús nunca amenazó); es un anticipo de los que habrá de venir en el
Ministerio del Señor. Más te vale que te
prepares.
§ § §
Orar
sirve, oremos por nuestros Pueblos.
De
todos ustedes afectísimo en Cristo
Antonio
Garelli
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